HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

miércoles, 19 de octubre de 2016

CAPITULO 39 (TERCERA HISTORIA)





Qué hay en este hombre que prende mi cuerpo en llamas? 


Me siento como una pequeña ninfa necesitada. Soy una pequeña ninfa necesitada. Emilia dice que es de la misma manera con Martin. Esa cosa de no-puedo-llegar-a-tener-suficiente-de-este-toque, la sensación, es algo más que sexo; es una conexión. Es algo más que la liberación; es
pasión. Es más que físico; es emocional. Lo que tengo con Pedro Alfonso, lo es todo.


Estamos en la ducha en casa, en nuestro hogar. Pedro quiere ir a cenar al bar.


Yo sonrío. Mi primera cita de verdad. Después de ver la televisión de forma regular y los libros que he leído, definitivamente hice las cosas fuera del orden.


Estoy feliz, sin embargo. Estoy más allá de feliz, por lo que, ¿quién se preocupa por la tradición y el orden?


Salimos después de hacerlo, apenas forzándonos a salir de la ducha para estar listos. Ato la cinta verde claro en mi cabello. Después de todos estos meses, está deshilachada, pero no me importa. Entonces entro en nuestra habitación para ver a Pedro vestido con vaqueros desgastados y una camiseta que se ajusta a la perfección a su amplio pecho.


Yo estoy desnuda.


―Paula ―gruñe.


Giro la cinta en mis dedos. Desatándola, me la quito y sostengo cada extremo en mis manos antes de ir a él y pasar la cinta por su cabeza, tirando de él hacia mí.


En lugar de darle un beso como espera, chupo duro su labio mientras vuelvo a la cama, tirando de él con la cinta alrededor del cuello.


Cuando mis piernas encuentran el borde de la cama, doblo mis rodillas y caigo hacia atrás, llevando a Pedro conmigo. 


Él se sostiene con sus brazos estirados para mantener su peso fuera de mí, pero jalo con más fuerza la cinta, necesitándolo sobre mí. De arriba a abajo, quiero que esté conectado conmigo, que me cubra.



―Te amo, Pedro Alfonso ―susurro contra sus labios―. Todo está bien.


Él gruñe y me toma en un beso profundo, nuestras lenguas 
bailan mientras mi necesidad crece.


Deslizando mis piernas debajo de él, me envuelvo alrededor de su cintura. La mezclilla se frota contra mi carne expuesta, la rustica tela lleva mi piel a la vida.


Cada movimiento me tiene sin sentido y más que lista.


Él quita la cinta de su cuello y se pone de nuevo de pie. Mis piernas se deslizan hacia abajo hasta detrás de sus muslos mientras está de pie sobre mí, quitándose la camisa y deslizándose fuera de sus vaqueros, liberándose a sí mismo.


Estirándose, ata mis manos con la cinta sin apretar, diciéndome que puedo liberarme si quiero. Luego empuja las manos sobre mi cabeza.


―Mantenlas allí. Ojos en mí ―demanda, y estoy más que dispuesta a obedecer.


Sus dedos me hacen cosquillas en la parte inferior de mis brazos mientras se arrastran por mis costados, con los pulgares haciendo círculos en mis pezones antes de que sus manos vaguen por mis costillas. Sus ojos nunca dejan los míos, y la profundidad en ellos sólo se hace más grande y más oscura cuanto más me toca.


Le sonrío.


―Buen toque.


Después de tirar del condón por su impresionante longitud, cruza mis tobillos y los descansa sobre la curva de su trasero. Después, pasa un dedo por mis labios, deslizando mi propia humedad y necesidad sobre mí.


Lenta y suavemente, se desliza dentro de mí, y me arqueo, buscando más, necesitando más, pero sus manos aprietan mis muslos, deteniéndome. Él está de pie alto y orgulloso, mientras me meneo, tratando de obtener una mayor fricción.


Sonríe, lo que sólo me pone más caliente de necesidad.


―Más duro, Pedro. ―Lo necesito. Tengo que sentirlo. Quiero saber con cada paso que tome, que él ha estado allí... Que es mío.


Aún lento y suavemente, se desliza hacia fuera y dentro, permaneciendo quieto dentro de mí. Sus ojos nunca dejando los míos.


Sacudo mi cabeza mientras trato de luchar por más.


―Ojos en mí, Pauly.


Hago lo que me dice. Hay algo erótico en mirar fijamente los ojos del hombre que amo mientras se une conmigo desde el interior. También me hace sentir vulnerable. En este momento, puede ver a través de mí.


Me tomo un momento mientras él está como una estatua, mirándome, esperando algo. Busco sus ojos, las profundidades oscuras, tratando de ir a donde me llevan. Mientras muevo la mirada momentáneamente al casco de caballero tatuado en su pecho, luego de vuelta a la suya, no se mueve. Mi cuerpo está lleno, deliciosamente completo mientras contraigo mis paredes interiores a su alrededor, y sólo se me queda mirando.


Es entonces cuando veo al hombre. Es más que el caballero que me salvó. Es más que el hermano que quiere con fiereza. Es más que el boxeador que entrena y se gana la vida entrenando. Es Pedro Alfonso. Es el legado de bien en mi mundo de mal.


Es mío.


Cuando me muerdo el labio inferior y giro los extremos de la cinta en mis dedos, él asiente como si supiera que lo he entendiendo. Entonces aprieto mis talones en su espalda, tratando de hacer que se mueva, y se ríe.


―Te amo, Pedro Alfonso.


Él se desliza hacia afuera, y mi cuerpo se llena de vida, mientras lentamente se desliza de nuevo.


―Te amo, Paula Chaves.


―Mío ―susurro, golpeando suavemente su trasero con mi talón de nuevo.


Su sonrisa es la más grande que he visto y lo llevo a casa. 


Ojo con ojo, sin moverse de mi mirada, lo desliza dentro y fuera de mí. El ritmo es más rápido mientras gira sus caderas, por lo que golpea en un lugar dentro de mí que me tiene cerrando los ojos. Veo las emociones compartidas entre nosotros crecer aún más.


Tiro de la cinta, la cinta que lo empezó todo. Esta fue mi primera conexión con Pedro Alfonso, y ahora tengo al hombre mismo para siempre.


―Más duro ―pido, y me lo da, moliéndose. Siento sus bolas palmeándome a medida que avanza profundamente.


Las emociones, la vulnerabilidad, los ruidos, la sensación de tenerlo dentro de mí, y el conocimiento de que me lo da lo bueno en todos los aspectos de mi vida tiene hinchándose a mi corazón y a mi orgasmo.


Sus dedos se deslizan por mis muslos, separando mis labios mientras su pulgar gira alrededor de mi clítoris. Mi eclipse se precipita a través de mí, y me abrazo alrededor de él como una enredadera. Él mantiene su ritmo hasta que es constante, y luego se desliza dentro y fuera una vez más antes de ir muy dentro de mí, gimiendo con su propia liberación.


Después, se inclina hacia abajo y me besa suavemente.


―Te amo, Paula.


Trato de recuperar el aliento, pero con todas las sensaciones, sólo puedo encontrar la energía para mover la cabeza.


Él sonríe y sale de mí.


Mientras va al baño a limpiarse, voy al armario para vestirme. Es mi primera cita. Una chica debe asegurarse de vestirse bien, pienso con entusiasmo a medida que avanzo por los trajes colgados.


Después de encontrar el vestido que combina con mi cinta, salgo del armario para encontrar a Pedro mirándome. Sus manos están en sus caderas y tiene una sonrisa en los labios.


―El verde nunca se vio tan bien, nena.


―¿Es tu color favorito?


―Ahora lo es.


―Entonces ¿por qué siempre una cinta verde? ―pregunto, ahora curiosa.


Siempre supuse que era su color favorito.


―Mamá tenía VPH, y ese es el color de la cinta de la conciencia. Quería un pequeño pedazo de mamá en ti.


Sin detenerme, corro y salto a sus brazos. Él me dio un pedazo de la mujer que le dio todo antes de que siquiera supiera lo que me estaba dando.


Lo beso con pasión, deseando más.


―Un hombre tiene que comer, nena. Te amo, pero ambos tenemos que ir a cenar.


―Serás mi postre, sin embargo, ¿verdad? ―pregunto con un guiño.


―Y tú serás el mío ―gruñe, besándome de nuevo.








No hay comentarios:

Publicar un comentario