HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS
LENGUAJE ADULTO
jueves, 20 de octubre de 2016
CAPITULO 43 (TERCERA HISTORIA)
No me di cuenta de cuánto realmente me molestaban las peleas hasta que Pedro estuvo allí con Cobra, quien no estaba peleando. Ver a Pedro golpearlo mientras Cobra lo tomaba... sólo lo tomaba.
Sé que Cobra hizo cosas malas. Me lo dijo él mismo. La gente puede cambiar, sin embargo, ¿verdad?
Quiero creer en el bien. Pedro me dio eso. Cobra fue agradable conmigo.
Puede haber cometido errores con su ex, y eso, obviamente, le costó, pero pagó su precio.
¿Realmente habría cambiado, sin embargo? ¿Era parte de un juego para él con Pedro? La forma en que llegó a él después de que Pedro le quitó el título estaba muy lejos de ser el hombre burlón tomando la oportunidad en la primera
ronda. Todo es tan confuso.
Estando allí entendí que no puedo hacerlo. No puedo verlo golpear a alguien por deporte.
¿Es un error, desear que renuncie? ¿Debería haber dicho algo?
¿Sentirá la rabia y la necesidad de tomarlo contra mí?
Las estadísticas muestran que las mujeres que tienen un pasado de abuso buscan eso en sus compañeros. ¿Hice eso y no me di cuenta de ello?
Tengo una familia ahora, por primera vez en la historia, sin embargo, el temor me tiene. ¿Qué pasa si las cosas salen mal? Perdería a Pedro, a Carolina, y a Emi. Perdería a todo el mundo que ha llegado a preocuparse por mí.
Muevo los dedos de mis pies, el tejido blando de las zapatillas me recuerda que puedo caminar libremente alrededor de nuestra casa en mis tesoros. No tengo que esconderme de Pedro.
Él viene a abrir el gimnasio, y me tenso.
―¿Pauly?―cuestiona, sabiendo que por lo general le daré un saludo.
Mis hombros se tensan, y mis ojos se amplían con pánico mientras me pasa.
En cuclillas donde estoy sentada en el sofá ahora cubierto de antideslizante, me mira, y me empuja hacia la parte de atrás del sofá, queriendo espacio.
―Háblame.
Niego, tratando de recuperarme.
―Pauly, tiene que haber comunicación. Algo te tiene molesta. ―Se estira para tocar mi cara, pero me muevo hacia atrás.
―Tengo miedo ―le susurro.
Él salta hacia atrás como si lo hubiera agredido.
―¿De mí? ―Empuja su pulgar en su pecho mientras se pone de pie y pone la espalda contra la pared.
Asiento.
―¿Estás putamente bromeando? ¿Qué diablos pasó desde que dejé nuestra cama esta mañana, contigo suave y quejándote de que me quedara, y ahora?
No hablo mientras las lágrimas brotan de mis ojos.
―¿Alguna vez te he dado nada excepto buen toque?
Niego.
―¿Te he dado alguna razón para poner en duda el hombre que soy, el hombre que me criaron para ser?
Niego una vez más, las lágrimas corren por mi cara.
―No llores ―susurra―. No llores cuando siento como que no puedo tocarte.
―Peleas con gente. ―Me ahogo con las palabras.
―Peleaba contra gente ―afirma―. Pasado. No lo haré más.
―¿Qué pasaría si...? ―Dejo caer la cabeza entre mis manos―. ¿Qué pasa si tú, como, que lo necesitas?
Él se acerca y se pone de rodillas delante de mí.
―Pauly ―dice en voz baja―. Mírame por favor.
Como una niña, separo mis dedos y me asomo hacia él.
Con ternura, toma mis muñecas y tira de mis manos de mi cara.
―Eres todo lo que necesito. Tú, Paula. Las peleas me dieron un escape cuando era un niño, un escape de un viejo que desquitaba toda su frustración en mi mamá. No podía hacer mierda en ese entonces, así que hice lo que pude.
Entrené. Entrené, y peleé para un día, no tener que ver con impotencia como cuando era pequeño, mientras que un hombre descargaba su agresión con una mujer.
Extendiendo la mano, paso el pulgar a lo largo de su mandíbula cincelada.
―Bien.
―Siempre seré bueno contigo, Pauly. No me temas. No tengas miedo de estar conmigo.
Suspiro y muevo los dedos de los pies contra las zapatillas que me han dado comodidad durante tanto tiempo.
―Lo siento. Estaba pensando demasiado y me dejé llevar.
―No es fácil viniendo de donde venimos los dos. Podemos romper el ciclo, sin embargo. Juntos, podemos llegar a ser mejores que en el pasado. Cree en mí y cree en nosotros.
Tomando su rostro en mis manos, tiro de él hacia mí y lo beso suavemente.
―No me temas. Nunca ―suplica.
―Todo está bien ―susurro contra sus labios y lo beso profundamente.
Brazos firmes se envuelven a mi alrededor, y me lleva a nuestra habitación, donde me muestra lo mucho que me valora. Con cada movimiento lento, me lo da bien.
CAPITULO 42 (TERCERA HISTORIA)
Tiempo de juego. Noche de pelea. Después de una semana de empujar los límites y entrenar más duro que nunca antes, el momento está aquí. Suena la campana, trayéndome a la vida. Tengo a mis hermanos y a mi chica observándome, y tengo un oponente que cree que tiene algo que demostrar, algo que quiere tener de mí, algo que no puede putamente tener: a Paula Chaves.
Miro cómo abiertamente la ve entrar, y eso es lo que lo hace caer sobre el trasero en un golpe.
Lo sujeto, y luego lo golpeó de nuevo.
―Ella es mía. ¿Lo tienes?
―¡Tomaste a mi chica cuando perdí los estribos una puta vez! Tomaste a la chica que amaba. Ahora voy a tomar al ratón y verás cómo se siente.
―¡Ninguna mujer merece ser golpeada! Yo no te la quité, mierda estúpida. Tienes que dejar ir esa mierda. ―Lo golpeo otra vez―. Ella vino a mí. Esa mierda terminó hace mucho tiempo. Mi chica no es un juego. ―Aterrizo dos golpes más
en él y veo su labio abrirse.
Él me empuja. Podría haberlo detenido, pero el hijo de puta quiere jugar al gato y el ratón. Le mostraré un par de cosas.
―Tomaste a la chica que podría haber amado, que optó por amar a un bastardo mujeriego como tú. Me hubiera amado si no te hubieras metido con lo que era mío.
Lo golpeo de nuevo. Esta vez se levanta. Perfecto. Doy un salto, también, haciéndole señas con las dos manos. Él no está mirando hacia mí, sin embargo.
Está mirando más allá de mí.
―Ojos en el campeón ―digo para provocarlo, queriendo una puta pelea que sea realmente entretenida.
―Tomaste a dos mujeres y mi título cuando fui el que protegió al ratón, no tú...
Vuelo hacia él y lo golpeo: izquierda, derecha, y un gancho.
Cae hacia atrás y golpea el suelo con fuerza. Entonces me da una sonrisa, y lo veo mirar más allá de mí otra vez.
Veo hacia atrás para encontrar que está observando a Paula. Me vuelvo, listo para atacar, pero atrapa mi mano.
―Ella nunca amará a alguien como tú. Está enferma de ti. ―Pongo la verdad ahí para él.
Cuando miro hacia atrás, ella no está ni siquiera viendo, así que dejo la pelea y camino hacia ella. El árbitro empieza a hablar mierda, pero no me importa.
―Dime que estás de acuerdo con esto, con que peleé ―le suplico.
Ella mira hacia abajo.
―¡Dímelo, maldita sea! ―Levanto su barbilla, viendo las lágrimas de inmediato comenzar a fluir. Estoy demasiado intoxicado con el bullicio y tengo que recordar que debo utilizar el control.
La beso duro.
―Te amo, pequeña. Siempre lo haré. Dime que esto no está bien, y lo dejaré.
Ella no contesta.
No puedo soportarlo. Necesito saberlo. Joder, la necesito.
Entonces se vuelve claro... La necesito, sólo a ella.
Mientras la tiro contra mí y la beso de nuevo, ella no lucha contra los besos, pero seguro como la mierda no me responde ni me da esa mirada de ella.
Suena la campana y el árbitro comienza realmente con su mierda.
La tiro hacia mí y la beso de nuevo, y luego me vuelvo a Kid.
―Dame mi cinturón.
Me mira divertido, pero me lo entrega.
Entro en el ring y lo tiro a los pies de Cobra.
―Como la mierda no vale la pena.
―¡Tú puto cobarde, Alfonso! ―grita.
Escucho a Pauly gritar “¡No!” justo antes de que sienta un golpe duro al lado de mi cabeza desde atrás.
Me tambalea con fuerza. Caigo de rodillas, y él está sobre mí.
El hijo de puta es implacable. Está gruñendo, casi echando espuma por la boca, y al principio que me condenen si lanzo un puñetazo. El golpe va a mis costillas, entonces a mi cabeza, luego a mis costillas de nuevo. El dolor irradia, pero
eso no es lo que siento. Siento la necesidad, una necesidad cruda, pura por la mujer que amo. Me machaca. Entonces no puedo aguantar más.
Cavo profundo, planto mis pies, me lo quito de encima, y me paro. Cuando se levanta y viene hacia mí otra vez, barro sus pies, y lo hago caer. Cae con fuerza y está fuera de combate.
Estoy tomando mi mierda cuando el árbitro se acerca con el cinturón.
―Esto es tuyo, Alfonso.
―No, hombre, es suyo. Puede quedarse con la maldita cosa. No lo necesito. ―Miro a mis hermanos y a Paula―. Hay algunas cosas más importantes que una buena victoria, una es la familia.
Agarro la mano de Paula y le doy un suave apretón, y ella aprieta mi mano a cambio. Aceptación.
CAPITULO 41 (TERCERA HISTORIA)
Entreno al chico que llamo Buck, un hijo de puta alto y desgarbado. Parte de la clientela femenina parece pensar que es bien parecido. No tengo idea de lo que las mujeres piensan que es atractivo, realmente me importa una mierda, también. Tengo a mi chica. Buck es joven y piensa que lo sabe todo. También está lleno de algo que pocos podrían entender a menos que hayan estado allí.
Venganza.
No tengo que preguntarle cómo se crió. Sé que probablemente hubo una sensación de ausencia de control en su entorno. Su padre o madre se apoderaron de todo el poder y se aprovecharon de los más débiles en el hogar.
Cuando lo corrijo, parece enojarse. Necesita estar bien porque nunca antes lo estuvo. Podría seguir veinte rondas con él, y no se daría por vencido. Se enfada cuando le demuestro que soy más fuerte, pero si no lo hago, va a terminar muerto.
Aparece a las 7:59 de la mañana sin falta. Necesita la estructura, así que se la estoy dando. Tiene que golpear algo, despejar la mente, sacar su ira y agredir algo.
Es rápido y fuerte, y tan lleno de ira.
Soy yo sin las partes buenas que aprendí de mamá.
Veo a Pauly caminar por el rabillo del ojo. Tiene una clase de diez mujeres, la mayoría son del Nido. No pagan membresía porque ella no necesita el dinero.
Bueno, todavía no, de todos modos. Mi chica puede tener un poco de dinero. El dinero no significa nada para ella, pero si dejas una toalla en el suelo, y está en modo sigiloso, se va contra ti como la mierda.
Me río de mí mismo, y luego me golpean duro con la derecha.
¡Cabrón!
Barro sus piernas, y él cae. Luego se levanta, con los ojos enrojecidos y enojado.
―Ve a hacer unas escaleras, Buck ―digo, alejándome.
―¿Porque te atrapé? ―se burla de mí.
―No, porque acabaste sobre tu trasero cuando pensabas que estaba bien golpearme. Ve a las putas escaleras.
―Pero... ―se queja.
Tiro hacia arriba de la cuerda y subo.
―Pero nada. Escaleras. ―Apunto a la máquina.
Él no se mueve, con la mandíbula apretada.
―Ahora.
Entrecierra los ojos y se toma su propia hora para quitarse los guantes.
Cabeza de mierda.
Miro a la pequeña enseñando la misma mierda de siempre, una y otra vez.
Tiene corazón. Tiene tracción. Cree que llegará a ser instintiva usando sus movimientos si alguna vez la atacan.
Estoy seguro como el infierno de que eso espero.
En mi experiencia, o apuntas a herir o a matar, o recibes un golpe. Pero soy hombre. Estoy orgulloso de lo que está haciendo, en lo que se está convirtiendo, y cuanto más entrenamos juntos, más capto sus reacciones. Es cada vez más fuerte por dentro y por fuera. Tiene pequeños músculos y esas cosas, es caliente.
Kid se acerca y me da una botella de agua.
―Los chicos de Cobra están graznando en la calle, te llaman gatito.
―Eso es porque quiere a mi chica y piensa que lo conseguirá si pierdo. La estúpida mierda no tiene ni idea... ―tomo un trago―, que es tan mía como yo de ella, no tiene idea de que va a perder. Estoy en mejor forma y más fuerte que nunca.
―Creo que se lo debemos al joven Buck. ―Sonríe.
Sonrío de vuelta.
―Tal vez.
―Hay una gran cantidad de dinero que hay que ganar. Muchos de los grandes compradores desean participar en la acción. ―Sigo viendo a Pauly mientras habla―. No puedes ocultarte tras el cinturón, hombre. ¿Dónde está el
deporte en eso?
Se aleja, y me deja solo.
Tiene razón. ¿Dónde está el deporte en eso? No sólo eso, sino que quiero otra pieza del hijo de puta que pensaba que con tomar una vida se ganaría la admiración de alguien que es mía. Es hora de que el hijo de puta se dé cuenta de ello.
Me acerco mientras Kid sostiene la bolsa para otro de nuestros nuevos chicos.
Me mira.
―Arréglalo ―le digo y luego me uno a Buck en las máquinas de correr para quemar algo de mi propia rabia de mierda.
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