HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS
LENGUAJE ADULTO
jueves, 13 de octubre de 2016
CAPITULO 20 (TERCERA HISTORIA)
Me siento al lado de Salvador, tomando la mano del anciano, mientras Kid se encuentra al otro lado, haciendo lo mismo. Martin se mueve para llamar a Emilia y decirle lo que está pasando cuando la doctora entra.
Kid y yo nos ponemos de pie mientras agarra la bitácora de Salvador del extremo de la cama. Va hacia la máquina, aprieta un par de botones, escribe algo de mierda abajo, y luego va de nuevo a los pies de la cama y nos mira.
―El señor Salvador tiene un DNR. ―Mira a Kid―. No se lo dijiste a los paramédicos.
Sus ojos se estrechan mientras se encoge de hombros.
Me mira.
―Es su apoderado de asistencia médica, señor Alfonso.
―¿Soy su qué?
―Significa que sera el que tome las decisiones aquí en cuanto a lo que suceda, de acuerdo a la firma de él en el DNR hace cuatro meses, depende de usted. Si los códigos se encienden de nuevo, no podremos traerlo de vuelta. Si
ustedes dos... ―mira entre nosotros―... tienen problema con eso, voy a tener que pedirles que se vayan.
―No habra problema ―dice Martin mientras camina dentro, empujando su teléfono en el bolsillo―. Pueden parecer un par de tipos duros que darían batalla, pero son fieles al viejo. ―Ella parece relajarse un poco, y estira la mano―. Martin Alfonso.
Ella sonríe y le da la mano.
―Sabía que el apellido Alfonso era familiar. Su esposa es la trabajadora social. Paula, ¿verdad?
―Sí. ―Asiente y sonríe.
―Bien. ―Ella mira hacia atras―. Él no quiere sufrir, y no quiere que ustedes dos lo hagan, tampoco. Vamos a tenerlo lo más cómodo posible.
Una hora más tarde, no puedo luchar más contra mi estómago revuelto. Odio los hospitales, el olor, el sonido de las máquinas, las putas sillas incómodas.
―Voy a salir. ¿Quieres café?
Kid niega.
―Tómate tu tiempo―. Cuando regreses, daré un paseo también.
Me inclino y beso la cabeza del anciano.
―No estoy listo para dejarte ir, campeón. Eres como un padre para mí, mejor que cualquier hombre que haya conocido. Joder, Salvador, te quiero, hombre.
Media hora más tarde, estoy diciéndole adiós a Martin. Le dije que correría de regreso por la línea de la costa, y sabe que necesito dejar salir el vapor.
Cuando camino de vuelta a la habitación del hospital, escucho un sonido familiar, y corro dentro.
Kid está de rodillas junto a la cama de Salvador, y lo escucho limpiarse los mocos. Miro hacia arriba mientras las enfermeras y la doctora entran corriendo.
Empujándome más allá de ellas sostengo su mano mientras toma su último aliento.
CAPITULO 19 (TERCERA HISTORIA)
No he dormido una mierda. No podía dormir con la idea de que ella estaba sola. Agarro mi teléfono y la llamo, sabiendo muy bien que no debo hacerlo. Joder, si esta mierda sale mal, Johnny podría arrestarme por complicidad.
Ella responde, no dice mierda. Buena chica.
―¿Dormiste bien?
―Creo que sí. ―Su voz es soñolienta y sexy como el infierno, y mi erección de la mañana se vuelve aún más difícil de ignorar.
Salto de la cama y voy por la casa de Martin al baño a hacer pis.
Escucho su risa.
―¿Qué es tan gracioso?
―Estas haciendo pis. ―Se ríe de nuevo.
―Nada de mi pene es para reírse, pequeña ―dije mientras lo sacudo y luego me lavo las manos.
―Buen toque ―susurra, coqueteando conmigo.
Maldita sea, pienso, y un gemido se escapa de mi boca. Ella imita mi sonido, y casi me vuelvo loco.
―Quiero buen toque ―me susurra―, de ti.
―Joder ―digo, sacudiendo la cabeza. Ella suspira―. Escucha, eso no es lo que tú y yo tenemos, ¿me entiendes?
―Oh ―dice con una voz triste que hace que me duela el pecho.
―Lo que quiero decir es que...
―Entiendo ―dice en voz baja.
―No, no creo que lo hagas. Nunca tuve la intención de ser amable contigo para poder entrar en tus bragas. Quería mantenerte a salvo, segura. La mierda salió mal después de la pelea esa primera noche. Pasé por encima de algunas
líneas, y no quiero que pienses que eso es de lo que se trata. Puedo tener mi pene mojado en cualquier lugar, ¿entiendes?
El teléfono se queda muerto, y estoy sorprendido.
Al diablo eso.
Le marco de nuevo, y ella no dice mierda cuando contesta la llamada.
―No putamente me cuelgues, ¿entiendes?
―No me grites, ¿entiendes?
Oí portazos de cajones cerrándose.
―¡Deja lo que malditamente estés haciendo y escúchame!
―Por qué no vas a darle a quien quiera que sea algo de ese buen toque, Pedro Alfonso, y me dejas en paz. Tal vez podría ir a ver a mi amigo que cuide de mí hasta que pueda volver a casa y...
―Por encima de su cadaver― gruño.
―La palabra es sobre mi cadaver ―dice en tono un poco enojado que se clava en mí.
―No en esta puta situación. Si vas a él, Paula Chaves, juro que esto se acaba.
El silencio se extiende entre nosotros, estoy molesto por ella diciendo esa mierda de Cobra.
―Entonces sera mejor que no toques a ninguna otra persona, tampoco ―dice en voz baja.
No puedo evitar sonreír, deseando poder verla afirmando eso tal cual es.
―No te preocupes por lo que haga.
―Entonces probablemente no deberías preocuparte por lo que yo haga.
―Imposible ―sale de mi boca antes de que pueda pensar con claridad.
El silencio de nuevo.
―¿Estas ahí? ―pregunto.
―Sí ―dice en un suspiro.
―¿En qué estas pensando?
―En ti. Estoy pensando en ti y en la forma en que me haces sentir. Nunca me sentí así antes, Pedro, así que o bien simplemente te alejas y me dejas lidiar con el lío que he creado, o me dices que está bien que me sienta tan celosa por lo que acabas de decir sobre... tocar a otra persona como pareces sentir cuando menciono su nombre.
―No quiero que te sientas de ninguna manera por mí, Paula, excepto que confíes en mí para ayudarte. También debo mencionar que dije que podría mojar mi pene en cualquier lugar, pero nunca dije que lo fuera a hacer. También necesitas saber que, por mucho que no quiera que te sientas de ninguna manera acerca de mí, desde luego no puedo apagar lo que siento por ti. Así que... ―Suspiro y
muevo la cabeza.
―Entonces... ―Suspira de nuevo.
Un par de minutos pasan cuando ninguno de los dos dice nada.
―¿Todavía estas ahí? ―pregunto.
―Aja ―dice, sonando como si estuviera llorando.
―Maldita sea, pequeña, no llores.
―Yo... ―Se detiene―. Nunca me había sentido de la forma en que me siento por ti.
―Correras hacia algo mejor que yo algún día. Sólo no ha habido nadie más todavía, pero lo habrá.
―No ha habido otra persona. Cobra fue muy agradable conmigo, ¿y adivina qué? No sentía nada por él aparte de amistad. Nada.
―Es una buena maldita cosa. Lo mataría.
Ella se ríe, y vaya si no es el sonido más dulce que he oído.
―No iré a cien metros cerca de ti hasta que tengas dieciocho años o hasta que veas el mal que sería para ti.
―Alguien esta en la puerta. ―Suena nerviosa como el infierno, y me siento de esa manera también.
―Ve por la mirilla y dime lo que ves.
La escucho mover los pies por el suelo.
―Es una mujer con una bolsa.
―Mantén la cadena enganchada y abre.
Lo hace, y escucho la voz de Emilia.
―Hola, Tatiana. Soy Emilia Alfonso, la hermana de Pedro.
―Abre, pequeña. Es una de las buenas.
―Él dice que abra la puerta ―le dice a Emi.
―Esperaré ―dice Emi en el fondo.
―Dos días mas y deberíamos tener todo configurado y listo para conseguir que vivas de la forma que te mereces ―le digo.
―Espero caerle bien ―susurra Paula.
―Así sera. Te llamaré esta noche, ¿de acuerdo?
―Esta bien ―dice, y luego cuelga.
Me dirijo a la cocina y me hago un batido. No podría comer si quisiera en este momento, pero no hay manera que vaya a perder lo que he estado trabajando muy duro por ganar. No sólo es fuerza o peso, sin embargo. Necesito saber que puedo protegerla siempre, especialmente con Cobra en sus talones. El gato y el ratón, ¡al diablo eso!
Mientras termino mi batido, suena mi teléfono, mostrando el número de Salvador.
―¿Qué hay de nuevo, viejo? ―respondo, manteniéndome ligero, sobre todo ahora con la muerte cerniéndose sobre su cabeza.
―Te encontraré en el hospital. La ambulancia acaba de llevarse a Salvador. ―Oigo romperse la voz de Kid―. No es bueno, hombre, no es bueno en absoluto.
―En camino. ―Me muevo y voy a mi habitación para tomar mi ropa. Esto no puede ser todo. No puedo perder a otra persona.
Mientras me lanzo por las escaleras, Martin se asoma.
―¿Estas bien?
―Joder, no, ¡no estoy bien! ―le grito, luego me rompo. Mis rodillas golpean el suelo, y grito de rabia mientras muevo los puños contra la madera una y otra vez.
Martin me agarra por detrás y mueve mis brazos hacia atrás.
―¿Qué demonios esta pasando? ¿Es la chica? Emi esta con ella, por lo que derrama, ¡maldita sea!
―Es Salvador. ―Muevo mis brazos lejos―. Se esta muriendo. Tiene cancer.
―Ay, mierda, Pedro ―Suelta mis brazos.
Ahuyento las lágrimas que siento calentando mi piel y salto.
―Me tengo que ir. Acaba de ser trasladado al hospital.
―Te llevaré. Vamos.
CAPITULO 18 (TERCERA HISTORIA)
¿Qué es ese ruido? Algo gime sobre un campeón del mundo y pelear hasta el final. Miro a mi alrededor para encontrar que el ruido proviene del teléfono que Pedro me dio. “We Are the Champions”.
Él es el campeón. Sonrío para mis adentros mientras la música sigue asaltando mis oídos.
Mirando la pantalla, deslizo el dedo para responder de acuerdo a las instrucciones de Pedro. Levantándolo a mi oído, me detengo.
―¿Paula? ―cuestiona, y el profundo timbre de su voz diciendo mi nombre me da escalofríos.
―Sí ―logro para decir con poco mas que un susurro.
―Surgió algo, y no puedo volver a ti. El hotel es seguro, y mi cuñada, Emi, estará allí en la mañana para llevarte algo de ropa.
―¿Todo está bien? ¿Estás en la cárcel? ―pregunto mientras el panico me llena. No hay necesidad de que nadie vaya a la cárcel por mis crímenes. Debo entregarme.
El ríe.
―No, no estoy en la carcel. No permiten celulares personales cuando estás encerrado.
―Oh.
―Todo esta bien, pero ambos hemos tenido una maldita larga noche, y ahora son las primeras horas de la mañana. Vamos a descansar un poco, y te veré tan pronto como pueda. Hasta entonces, Emi irá a verte.
No estoy segura de qué más puedo decir o hacer, excepto sólo responder.
―Está bien.
Hay un largo silencio entre nosotros.
―Paula, tienes que colgar ahora.
―Esta bien ―le susurro.
Otra pausa.
―Botón rojo ―susurra.
―Bien.
No hay palabras, sin embargo, no puedo cortar la llamada.
―Pauli ―dice, y mi corazón se agita con el apodo―. Tengo que descansar.
―Esta bien.
Nada
―Hablame ―dice Pedro, y lo escucho moverse―. No puedo llegar a ti en este momento. Lo siento.
―Pedro. ―Hago una pausa, no estoy segura de que puedo lograr las palabras.
―Pauly, lo que necesites. ―Suspira―. Lo que sea. Haré que suceda.
―Pedro, ¿él esta..? ―Siento la acumulación del nudo en mi garganta y cierro los ojos―. ¿Mi padre...? ¿Realmente... esta muerto?
Su vacilación es toda la respuesta que necesito.
―Pauli, esta es una conversación que desearás tener cuando esté delante de ti.
―Lo hice, ¿verdad?
Él deja escapar un gruñido de frustración.
―No, se cayó por las escaleras.
―No me mientas, Pedro Alfonso.
―Una cosa que no haré es mentirte, Pauly. Necesitas saber el hombre que soy, el hombre que mi mamá crió para que fuera. Soy un montón de cosas, pero un mentiroso no es uno de ellas. Incluso cuando duela, nena y créeme, la mierda va a doler a veces, todavía te voy a decir la verdad. ―Hace una pausa, esperando mi respuesta. No digo nada―. Pauly, no tuviste nada que ver con lo que le sucedió a tu padre. Era un borracho que se cayó por las escaleras como hacen los borrachos.
―Los policías... los policías... ―tartamudeo.
―La policía, nada. Johnny y sus chicos de azul tuvieron su oportunidad de salvarte, y no lo hicieron. Lo qué pasó con tu viejo, pasó, pero, nena, no fue por ti.
―¿Estan buscandome?
Una vez más, más dudas es toda la respuesta que necesito.
―Pauly―Empieza.
―¡No, Pedro! ―Lo corto bruscamente―. ¿La policía me busca? ¿Es por eso que te mantienes alejado...para evitar que me encuentren? Si no lo maté, ¿qué es lo que quieren conmigo?
Él respira con dificultad en el teléfono.
―¿Vas a hacer todo difícil? ―susurra mas para sí que destinado para que lo oiga, así que no hay respuesta―. Te están buscando, pero no a causa de la caída de tu viejo. Él informó que no estabas, por lo que han estado buscándote ya antes de que lo encontraran a él.
―Entonces debería entregarme solo para que sepan que no lo hice.
―Eres menor de edad. Tampoco estoy seguro del papeleo que tu padre hizo para que vinieras aquí. Quédate en el hotel hasta que sea tu cumpleaños. Entonces podremos enderezar todo esto.
No entiendo por qué se preocupa. Mi papá está muerto.
Como resultado, Pedro Alfonso no tiene que cuidarme ya.
―Puedo ir a casa, Pedro.
―No hasta que seas legal, no puedes. No hay nadie aquí. El sistema esta del carajo. Te mandarán a un centro de rehabilitación para menores y te quedarás ahí hasta que lo pierdas todo. Estate tranquila hasta tu cumpleaños, y entonces podremos resolver el futuro.
Mi mente se vuelve loca con tantos pensamientos. Sólo tengo las palabras de Pedro y esta conexión que compartimos para confiar. Nunca me he sentido como
una niña, nunca me sentí joven hasta este momento cuando mi ingenuidad me hace sentirme como una tonta. ¿Cómo puedo confiar en un desconocido? ¿Cómo no puedo hacerlo? He estado en una burbuja atrapada por mi padre, y no sé nada de la vida real. No soy una niña ―él me golpeó por años― pero ciertamente no sé nada acerca de la vida como adulto.
El silencio se extiende entre nosotros.
―Pauly, ¿te quedaras tranquila hasta que Emi llegue allí con el desayuno?
La realidad me golpea como un puñetazo en el estómago, y mi estómago se retuerce.
―No es como si tuviera ningún otro lugar a donde ir.
―Pequeña ―susurra―. Por favor, estuve como loco tratando de encontrarte, sólo para descubrir que estabas con Cobra.
―Él fue bueno.
―Esta lejos de ser agradable, Paula. ―Su declaración es firme y seria.
―Ha sido más que agradable conmigo. ―Defiendo a mi único amigo que no sea Pedro.
Lo que tengo con Cobra es completamente diferente a lo de Pedro. Me gustaría describir las cosas con Cobra como las de un hermano. Es como el hermano que nunca tuve.
―Mantente alejada de él y su equipo.
―No importa. No lo veo aquí, y aquí es donde estaré, ¿recuerdas? ―Termino, sin saber por qué. Pedro sólo ha sido bueno conmigo. Sólo me gustaría que estuviera aquí en este momento y no me mantuviera oculta como si hubiera
hecho algo mal si realmente no lo hice.
―No seas irritable. ―Hace una pausa―. No quiero que te molestes, Pauly. Quiero cuidarte.
―Ya es tarde. Deberías descansar.
―Cierra la puerta ―me recuerda con calma.
No contesto. Me muevo a la puerta y deslizo el bloqueo en su lugar.
Volviendo a la cama, me subo con mis tenis como de costumbre. Muevo mis dedos de los pies contra el forro de tela suave mientras escucho a Pedro respirar en el teléfono.
―Buenas noches, pequeña.
―Buenas noches Pedro Alfonso ―susurro, sin embargo no cuelgo. El silencio se extiende, y tengo que mirar la pantalla del teléfono para ver si desconectó la llamada.
―Cuelga Pauly.
―Tú primero ―Lo reto.
―Buenas noches, Paula. ―Mi nombre sale de su lengua, suave como la seda.
Nos sentamos en silencio, ninguno de los dos habla y ninguno desconecta la llamada.
―¿Pedro? ―le susurro.
―¿Pauly? ―responde, y puedo oír la sonrisa en su voz.
Mirando hacia el reloj de cabecera, veo que son casi las cuatro de la mañana.
―¿Puedes quedarte en el teléfono hasta que me quede dormida? ―pregunto, la vergüenza que siento hace que me sienta tan vulnerable.
―Todo lo que quieras, pequeña.
Sin decir una palabra, me acurruco en la cama y me duermo.
¿Qué hay en Pedro Alfonso que mantiene lejos todas las cosas malas?
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