HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

domingo, 18 de septiembre de 2016

CAPITULO 17 (PRIMERA HISTORIA)



Ya he decidido que Pau no es el tipo de chica con la que pueda salir. Está medio loca, es indecisa y ahora con todo esto de la charla de mierda sobre hacer el amor, no la mantendré alrededor. Por si fuera poco, viéndola con mi ropa, en mi casa, diciéndome lo que debo hacer es agitador.


Dejo el plato con tostadas y un vaso de agua delante de ella mientras agarro las mías y tomo un mordisco. Nos miramos el uno al otro y, juro por Dios, que estoy listo para decirle que se vaya. No quiero su maldito dinero. La quiero a ella por más tiempo.


—Trabajarás la deuda de tu auto las noches del viernes, sábado, domingo y martes. No deberá tomarte mucho...


—Tenía la intención de decirte que necesito tener los viernes o los sábados libres. —Llega a su espalda y se frota el trasero. ¿Qué diablos pasa con esa mierda?—. Seguiré yendo los jueves por la noche, pero realmente me gustaría tener tiempo para mi vida social.


—¿Quieres decir, ir a fiestas y tener sex...?


Levanta una mano, deteniéndome.


—Fue una cosa de una noche. Un paso para llegar a ser. —Se detiene, niega y luego deja la tostada—. No tengo hambre, gracias. Te veré esta noche.


—Espera, Pau. —La sigo mientras corre por las escaleras. Una vez en el garaje, mira hacia sus manos—. Se te olvidaron tus llaves. —Se las entrego y luego golpeo la puerta del garaje.


Llaves en mano, se mete en su auto, lo enciende, baja la ventanilla y me agradece antes de dar marcha atrás en el garaje.


Me digo a mí mismo: No me des las gracias todavía, Pau, tengo planes para ti.



***


Entro en el bar y enciendo las luces. El lugar está limpio y no huele. Pienso en un par de semanas atrás y en lo que me metí. Odio a ese hijo de puta. No hay razón para mirar hacia atrás, pero hoy, estoy de mal humor.


Supongo que podríamos decir que por fin di el cuarto paso en el proceso de duelo. La depresión. No estoy deprimido, no me gusta esa palabra. Por lo tanto, otra vez estoy “de mal humor”.


¿Cómo puede un hombre hacerle eso a una mujer? ¿Cómo pudo mi padre hacerle eso a la mujer que le dio tres hijos? Jodidamente engañar a “su chica” todos esos años mientras ella estaba moribunda en el hospital. Maldito pedazo de mierda.


Lucas entra.


—Hola, ¿qué pasa? —pregunta, frotándose las manos para calentarse.


—¿Has estado fuera toda la noche? —Le doy una taza de café.


—Sí, tengo que ir al gimnasio y dormir un poco —comenta antes de tomar un sorbo—. ¿Cómo estuvo nuestra chica anoche? Estaba malditamente derrumbándose, hombre.


—Sí, no fue bonito, Lucas. Es joven...


—Es lo suficientemente grande para ir a la tienda, con edad suficiente para conseguir pan, hombre. —Ríe entre dientes.


—Es una empleada —advierto.


—Lo suficientemente grande para coquetear, es lo suficientemente mayor como para andar por ahí.


—Hermano, déjala malditamente sola.


—¿Hablas en serio? ¿Desde cuándo un trasero está fuera de los límites?


Lo miro, con mi mandíbula cerrada, haciendo mi mejor esfuerzo no decir una puta palabra. Pero como el infierno si no quiero que sepa que está tomada. Él y Gonzalo pudieron haber compartido a una chica antes, pero la regla Alfonso es que, si uno la señaló, los otros no lo podrán hacer a menos que diga lo contrario. No lo he hecho hasta este momento. 


Necesito hacerlo, pero no lo he hecho. Por lo tanto, es muy seguro que él no la etiquetará.


—Mierda. —Jadea cuando comprende mi advertencia—. Te acostaste con Pau anoche.


—No, ciertamente no me acosté con Pau anoche.


—Oh, hombre, conozco esa mirada. Eres el mejor follando bombones. ¿Era virgen? —No digo nada, simplemente lo miro—. Oh, hombre, es virgen y qué, ¿tiene veinticuatro, veinticinco años? Eso está jodido. Necesitaba echar un polvo. Es injusto para ella, hombre.


—No era virgen y es mejor que simplemente dejemos el tema.


—Al diablo eso. ¿Desde cuándo dejamos temas como este?


—Voy a decirlo una vez, eso es todo. Luego, se acabó.


—Cuenta. —Se inclina como un niño esperando que su madre lea el siguiente capítulo de un libro de cuentos.


—Tienes la culpa. Esa maldita recaudación de fondos es donde follamos. Teníamos máscaras, así que no tenía ni puta idea de quién era y ella no tenía idea de quién era yo.


—Bueno, mierda, supongo que un puto gracias estaría a la orden. ¿Cómo diablos lo averiguaste? —No digo ni una mierda—. ¿La violaste? —Ríe, sabiendo muy bien que no lo hice ni lo haría, pero quiere sacarme de quicio.


—¿Estás fuera de tu maldita...?


—¿Oh... —levanta la mano—… hubo un sexo consensuado?
 —Niego y trato de no sonreír—. Mierda, hombre, así que esa pequeña tira y afloja de bragas, ¿fue cuando el proverbial desenmascaramiento se llevó a cabo?


—Ni una palabra, Lucas. Si no me debiese por arreglar el auto, habrá terminado aquí.


Se ríe de nuevo.


—Oh, ¿en serio? ¿Es esa la máscara con la que vas a esconderte?


—No me estoy escondiendo. Es una historia verdadera.


—Entonces cámbiala.


Me está desafiando, probándome, lo sé.


—Esto no es un juego. No hago obras de caridad. Me aburre y puede hacer lo que sea en el infierno que quiera hacer. Hasta entonces, retrocede.


—¿Fue buena?


Lo miro a los ojos.


—Soy bueno y eso es todo lo que importa. Ahora ve a casa y duerme algo. Te necesito de vuelta en el bar esta noche.


—¿Evitándolo? —bromea mientras se pone en pie para irse.


—No. Cocino el viernes, imbécil y las multitudes se están haciendo más grandes, por lo que necesito respaldarla.


—Por supuesto. Mañana por la noche tengo una pelea, por lo que tendrás que respaldarme tú —menciona sobre el hombro mientras se pasea por la puerta como el niño que consiguió un calcetín lleno de dulces para Navidad. Estoy tan contento de que uno de nosotros pueda encontrar humor y felicidad en todo esto.


Pau, la Pau de trasero loco, no necesita ser respaldada por mí de nuevo. No importa cuánto me guste volver a visitar esa vagina ahora mismo, no lo haré.




CAPITULO 16 (PRIMERA HISTORIA)





Hay un sonido golpeando a mí alrededor. ¿Por qué alguien llama a mi puerta? Ni siquiera recibo visitas. Me quejo. ¿Por qué no se detiene? Si me acuesto aquí en silencio, va a desaparecer.


Además, mis párpados son demasiado pesados para abrirlos. Tengo que volver a dormir, quien está en mi puerta puede volver más tarde.


De repente, eso no se siente bien. Acaricio la cama a mí alrededor y abro un ojo.


La luz de la ventana brilla demasiado, luego mi mente comienza lentamente aclararse.


Los golpes no son de mi puerta. No, todo lo que me rodea está en silencio, posiblemente demasiado silencioso.


El golpeteo es la segunda resaca de mi vida atravesándome.


Me estiro y pongo el brazo sobre los ojos. Qué desastre.


Tuve sexo en un armario con un extraño. Lo dejé allí sin la intención de mirar atrás. Lo que conseguí de ello fue poder. 


Ahora, siento que se lo quité a un tipo que realmente nunca ha sido bueno conmigo. Debe pensar que soy una puta. Me pregunto si piensa que sabía que era él. Me pregunto si piensa que lo estoy usando. Me dio un trabajo que me da solo las propinas suficientes para mantener mi agua corriendo y luego arregla mi auto. ¿Qué hice? Nada.


Mi auto.


Oh, arregló mi auto. Lo dejó mejor de lo que ha estado desde que se lo compré a mi mamá cuando tenía diecisiete años. Limpio, el auto estaba muy limpio... hasta que vomité en él.


La vergüenza me recorre. Soy un completo desastre. Mi vida es un completo desastre. Mi auto es un desastre.


Antes de que pueda pensar más en ello, el sonido de pisadas capta mi atención. Miro por encima del borde de la cama para encontrar a un pitbull mirándome.


Inclinándome, acaricio al perro que se encuentra a mi lado, apoyando la cabeza en la cama con la pequeña protuberancia de su descomunal cola contra el suelo, mientras absorbe mi atención.


¿Podría esconderme aquí todo el día con su perro? No. Con el tiempo, tendré que enfrentar a Pedro. ¿Qué voy a decirle, sin embargo? ¿Qué puedo decir?


—Floyd, ven aquí, perra —llama Pedro y las orejas del perro se mueven antes de tomar el camino para encontrar a su amo.


Eso en cuanto a la esperanza de poder escaparme mientras Pedro aún dormía.


El palpitar en mi cabeza no se disipa mientras trato de averiguar qué hacer entonces.


¿Por qué bebí tanto anoche?


Por mortificación, es por eso.


En el momento que Lucas lanzó mi ropa interior en la barra, habría hecho cualquier cosa para esconderme de la realidad.
Sentándome, gimo antes de mirar a mí alrededor y encontrar el reloj. Después, procedo a alucinar.


¡Las 10 a.m.!


Las diez de la mañana.


Dos horas después de las ocho de la mañana. Dos horas más de mi entrada al hospital. Dos horas tarde a mi trabajo. 


Dos horas más tarde para mi carrera. Sin avisar, sin presentarme. Estoy completamente arruinada. No solo posiblemente voy a perder mi trabajo regular, sino que estoy bastante segura de que, después de saber que soy la chica del armario, Pedro también me despedirá.


Sin trabajo pronto estaré sin hogar.


Mis pies tocan el frío suelo de madera y, de inmediato, busco mi teléfono, mi ropa, mi cerebro y simplemente no están aquí. Ninguna de esas cosas está aquí. Mi corazón salta, manteniendo casi el mismo ritmo que mi cabeza.


Estoy enferma, literalmente enferma del estómago.


Corro a lo que supongo es el cuarto de baño y llego en el último momento. Al instante estoy inclinada sobre el inodoro, levantándome de nuevo, aunque solo sea una vez, gracias a Dios.


Decido tomar una ducha rápida. Me siento muy mal y ya estoy llegando tarde al trabajo y, muy probable, estoy completamente jodida. Si hay alguna esperanza de que pueda mantener mi trabajo en el hospital, tengo que caminar sin oler como, como...


Vomito de nuevo y con eso, vienen lágrimas.


Me levanto del inodoro y me quito la ropa. Soy una ruina, una maldita ruina. Solo necesito salir de aquí, olvidar las últimas veinticuatro horas y seguir adelante.


¿Seguir adelante? Ni en sueños. Estoy literalmente atrapada en un cuarto de baño, física y emocionalmente, por el miedo. 


Esto es una locura y no puedo creer que me haya permitido bajar la guardia. Pensé que esa noche me haría una persona más fuerte. Pensé que esa noche me ayudaría a seguir adelante de los acontecimientos de mi pasado. Oh Dios, no puedo permitirme el lujo de bajar la guardia de nuevo.


Después de bañarme, me lavo los dientes con el dedo y luego vuelvo al dormitorio, donde tomo un pantalón de chándal de una cesta de ropa y una camiseta, olfateándolos para asegurarme de que están limpios.


Me miro en el espejo, rodando mi cabeza y hombros y estirándome para frotar mis bragas de inspiración, pero no hay ninguna. Como resultado, cavo profundamente en mi bolsa emocional de trucos y las agarro buscando fuerza. Las bragas han estado funcionando desde hace años, pero en momentos como este, sin bragas y necesitando fuerza, tomo la poca fuerza que puedo.


La Reina B. Sí, Beyonce. Mi canción de elección “Run the World”.



¿Quién dirige esta madre? Yo dirijo esta madre. Soy fuerte. 


Puedo enfrentar esto. Me he enfrentado a peores cosas. 


Dirijo mi mundo. Dirijo mi mundo. Dirijo esta madre.


Con las palabras de la reina B en mi cabeza, salgo de la habitación con toda la falsa confianza que puedo reunir. 


Camino por las escaleras, dispuesta a enfrentarlo a él, a Pedro Alfonso, el hombre que permití que me follase en el armario, el que me dio el mejor sexo de mi vida, luego me dio trabajo cuando estaba a punto de que me cortaran el agua, el tipo que arregló mi auto y que me ha ayudado más que cualquier otra persona que haya tenido y pedido... Oh rayos, ¿podría exigir algo de él? No. No, no podría. 


Independientemente, mi reina interior B está aquí y sé que puede encargarse de esto.


Llego a la parte inferior de la escalera y el perro viene a mi lado. Pedro Alfonso está en la cocina, sin camisa, el sudor brillando en su piel tatuada y “Alfonso” está, literalmente, mirándome al rostro con el tatuaje en su espalda. Llámame Alfonso corre por mi cabeza mientras veo su cabeza moverse un poco por cualquier tipo de música que está en los audífonos de sus oídos. Está sacando mantequilla de maní de su armario, claramente disfrutando su momento. La verdad sea dicha, estoy disfrutando de la vista.


Nunca he amado los tatuajes, pero Dios mío, los suyos son hermosos.


Empuja el pan en su tostadora, luego sus dedos rasguean el mostrador con el ritmo tocando en sus oídos. Doy un paso más cerca, tratando de averiguar de qué canción se trata, pero entonces el perro ladra, haciéndolo girar rápidamente.


Su teléfono cae al suelo, tira de los audífonos de sus orejas, lo que permite que la canción explote a través de la vivienda.


—Siento interrumpir. —Estoy siendo fuerte aquí, porque estoy dirigiendo esta madre, me recuerdo antes de continuar—: me gustaría discutir algunas cosas contigo; sin embargo, llegaré tarde al trabajo. Se cruza de brazos, sus bíceps se doblan y me distraen un poco. Observo sus ojos mirarme de arriba abajo—. Señor Alfonso, yo...


Pedro —me corrige, con voz firme.


—A fin de mantener esto profesional... —continúo, llegando a mi espalda para frotarme el culo.


Me mira como si estuviera tratando de entenderme mientras recuerdo que no tengo inspiración en ese momento, pero la Reina B me dio permiso para dirigir esta madre, por lo que rápidamente regreso y centrada.


—Puedo estar en peligro de perder mi trabajo en el hospital, por lo que te pido que por favor no sostengas contra mí que me permití actuar extravagante y te dejé hacerme el amor en un armario.


Alza las cejas y se ve confundido.


Mi rostro arde inmediatamente y la Reina B, bueno, huye para esconderse. Me aclaro la garganta, tratando de seguir liderando esta conversación en la dirección que necesito que vaya, sin bragas y sola.


—Fue...


—Mira, Pau, tuvimos sexo en un armario. Somos dos adultos. —Puedo decir que está luchando para no sonreír—. El consentimiento para tener sexo fue dado y recibido con una ovación de pie, un par, si la memoria me sirve bien.


—No es necesario ser crudo —protesto, manteniendo el contacto visual.


—No hay nada crudo en follar y te puedo asegurar que eso es lo que fue. No hubo hacer el amor en ese armario.


—Me gustaría dejar eso atrás.


Me estudia por un momento.


—No estoy seguro...


—No voy a aceptar un no por respuesta. —Cuando veo mis llaves en el mostrador, la Reina B dentro de mí se encamina directamente a ellas. Manejar, concentrarse, resolver. Tengo que terminar con él y salir de aquí—. Tengo que ir a trabajar, pero te veré esta noche.


—Tu chica llamó. Te cubrió y tienes el día libre, así que, ¿por qué no disminuyes la velocidad y te relajas? Desayunas un poco y podemos discust...


—Cuando te haya pagado por arreglar el auto, habré terminado en el bar.


Entrecierra un poco los ojos.


—Comer, hablar y escuchar, pero no hacer exigencias. No me gusta esa mierda.




CAPITULO 15 (PRIMERA HISTORIA)





Meto las bragas en mi bolsillo trasero.


—Regresaré. ¿Ustedes dos piensan que pueden quedarse lo suficientemente sobrios para barrer el suelo?


—Guau, hombre, ¿es tu momento del mes? —Lucas se ríe mientras lanza el trapo por encima del hombro.


—Sí, algo así. —Empiezo a ir a la puerta—. Volveré con tu paseo —le digo a Paula sin molestarme en mirar hacia atrás mientras camino por la puerta.


Una vez que la puerta se cierra detrás de mí, el aire frío golpea mis pulmones, y finalmente suelto un aliento. Me quedo ahí por un minuto, tratando de averiguar qué diablos voy a hacer acerca de este pequeño predicamento en el que me he metido a mí mismo. Pecados del padre. No quiero que sea así.


Después me doy cuenta de que mis bolas están en grave peligro de congelarse, empiezo el camino a casa. Debería haberme ido más temprano, cuando estaba más caliente, pero esa pequeña polluela loca tenía mi atención y me mantuvo entretenido toda la maldita noche.


Esta mierda no es buena, no es buena en absoluto. Maldito Lucas. Es su culpa. Quiero decir, más o menos.


Si sólo hubiera ido a esa condenada beneficencia como se suponía que debía, nada de esto habría pasado.


Abro la puerta del garaje y miro el auto, sacudiendo la cabeza mientras pienso en la cantidad de tiempo que he pasado en él. Quiero decir, ¿quién diablos hace eso? Yo no.


Bueno, no por una chica con la que tuve sexo como el infierno y que no tenía intención de ver de nuevo, incluso si no supiera quién era cuando empecé.


Entonces, ella se aparece en mi bar, actuando como la versión moderna del cuento de hadas de alguna princesa que necesita ser salvada. Cenicienta y las pequeñas bragas que dejó en el baile. Sin embargo, no soy ningún puto príncipe azul. Ni siquiera me gusta abrazar y la mierda después de echar un polvo. Necesito unos momentos después de que me vengo para conseguir mi mierda
junta antes de querer que me toquen.


Aunque, seguro que no soy el tipo de persona que viene, se levanta y se va. Y ella putamente me abandonó. Ella, la señorita bragas que ama los gatos de dibujos animados y las hadas, me abandonó, y le di un paseo.


Fui la perra de alguien, y ni siquiera lo supe.



***


Camino en el bar para ver a Lucas inclinado sobre la barra, sonriendo tan brillante como una de las señales fluorescentes de cerveza colgando en mi maldita ventana. La forma en que ella lo está mirando es molesta por decir lo menos.


En el tiempo que me tomó ir a casa y volver, ella ha trabajado su camino de borracha a borracha descuidada. 


Aquí está, sonriéndole a Lucas, bebida hasta el trasero. 


Entonces, putamente resopla cuando se ríe, y las proverbiales bragas de vidrio encajan ahora en el trasero de la señorita Suaves Bragas, cubriendo esa dulce y penetrable vagina.


—¿Casi están listos? —les pregunto a los dos. Lucas se queda conmigo, así que al menos existe seguridad en los números.


—Tengo a una señorita esperando en la cuadra. —Le hace un guiño a Pau luego camina hacia la puerta.


—Tómalo con calma pequeño. Ella es una mierda cara.
Cálmate. ¿Tomarlo putamente fácil?


Mientras camino junto a la barra y apago las luces, veo a Pau mirando hacia otro lado.


—¿Estás lista? —le pregunto al caminar alrededor de la barra.


—Síííí —grita.


Mientras se pone de pie, se tropieza. Tengo que esforzarme para evitar que mis manos se estiren para asegurarse de que no se cae. Mientras ella agarra la barra para mantener el equilibrio, yo me levanto y miro.


—No debí haber tomado esos tragos —murmura y luego se encoge de hombros—. No soy buena con los tragos.


No respondo porque soy muy consciente de cómo se pone con los tragos. ¿Quién diablos dice eso? Una medio loca y borracha.


—O para beber en realidad. Soy muy, muy mala para beber.


Le doy un momento para sí misma, tomando un poco de extraño consuelo en que se sentía incómoda. Diablos, yo me siento incómodo.


—Eso es obvio. Mira, vamos a llevarte a casa. —Camino lentamente para que, si ella cae, pueda atraparla.


Cuando vamos afuera, ella se ríe en alto, dando un pequeño resoplido y cubriendo su boca. Por un momento, me olvido de que estoy enojado con ella por engañarme, que es exactamente lo que asumo ha hecho. Maldita sea si no se hace difícil estar enojado con ella, sin embargo. El pequeño resoplido me lleva de vuelta al armario, que es donde quisiera que esta mierda se hubiera quedado.


Capto su mirada mientras ella toma su auto. Incluso en su borrachera, se ilumina de emoción. Sus ojos son brillantes tienen un trazo inyectado de sangre, pero de cualquier manera, está radiante.


—¿Tú hiciste esto?


—No fue nada —le digo mientras abro la puerta del pasajero, jugando de esa manera.


—Sin duda, fue-es-bueno, ambos —dice mientras se mete en su auto. Juro que huele los asientos antes de sentarme atrás y gemir—. Oh. Mi. Dios. Incluso limpiaste aquí. —Se asoma hacia mí a través de la puerta abierta.


—¿Puedes sentarte para poder cerrar la puerta?


Una vez que hace lo que le pedí, camino alrededor del auto, abro la puerta y empiezo a entrar.


Pau se monta sobre la consola, frotando el volante.


—Reemplazaste la cubierta.


—Conozco a un hombre, y tenía algunas cosas por ahí, no es gran cosa.


—Es una gran cosa. Es hermosa. No recuerdo este auto con este aspecto. —Ella se sienta atrás, y yo termino de entrar—. Gracias, Pedro. Muchas gracias. —Cubre su rostro con ambas manos—. Nadie nunca —sorbe—, nunca, nunca, jamás me han hecho sentir como tú. —Se detiene y mira hacia arriba—. Eh-oh, historia equivocada, historia equivocada.


Estoy tratando de no reírme. Se supone que debo estar molesto. Diablos, si no está haciéndolo difícil porque está jodida. No, está bebida.


—¿Y qué tal si sacas tus llaves del apartamento de tu bolsa, por lo que, si te desmayas puedo meterte dentro?


—Por supuesto —dice ella, secándose los ojos—. Claro.


Salgo a la calle, y ella todavía no se sienta de frente cavando en su bolso. Cuando acelero, se ríe, finalmente se sienta, pero de repente sostiene su estómago.


Detiene su risa inmediatamente y se tapa la boca.


Oh, demonios, creo que iré más rápidamente.


Me estiro hacia ella y abro la puerta justo a tiempo para que vomite, pero sólo medio lo hace fuera del auto. No se detiene, tampoco. La mierda dura por siempre.


Tengo su cabello en mis manos por dos razones: una, para que no vomite en él; y dos, porque si comienza a caer, tengo un agarre lo suficientemente firme que estoy seguro de que puedo prevenirlo y tirar de ella hacia atrás.


Después de que deja de vomitar, se sienta de nuevo, jadeando. Miro a mi alrededor por algo que pueda usar para limpiar su boca. Cuando no puedo encontrar nada, busco en mi bolsillo trasero donde por lo general tengo un trapo de barra o un trapo para grasa y se lo entrego.


Ella se ve sorprendida y luego mira hacia abajo.


—Pau, no tengo nada más aquí. Estas bragas tendrán que servir.


—Pero, yo no…


—Sólo tienes que utilizarlas —le digo, y ella las toma.


Cuando nos detenemos en su casa, está dormida, una vez más, y no puedo despertarla. Tampoco puedo encontrar sus llaves, y el auto huele a vómito.


Joder, me digo a mí mismo mientras hago un cambio de sentido y vuelvo a casa. No es que puedo dejarla en el pasillo de su edificio. No me gustaría eso de todos modos.


Mientras aprieto el remoto y abro la puerta del garaje para entrar, Floyd está afuera sosteniendo su almohada, esperándome como siempre hace.


Salgo y la miro.


—Tenemos compañía esta noche. ¿Crees que puedas comportarte?


Ella pone su cabeza hacia abajo y, juro como la mierda, que suspira.


—Confía en mí, no será así —le digo mientras camino alrededor del auto y abro la puerta, con cuidado de no abrir demasiado rápido debido a que Pau está apoyada en ella.


Me apoyo con cuidado, evitando el vómito, y levantándola. 


Ella está fuera de combate. Apuesto a que podría dejarla en el suelo, y no lo recordaría, no es que sería una decisión inteligente en absoluto.


Culpo a Lucas de eso, también.


Una vez arriba, tiro de mis botas y luego tiro de sus zapatos antes de caminar por las escaleras y en mi dormitorio donde la pongo en mi cama. Bien podría quedarme aquí. Ella necesita un poco de ropa y quién diablos sabe si mis hermanos tengan algo limpio en sus cuartos. Maldita sea, se ve bien en mi cama.


Ella no abre los ojos, pero susurra:
—Duerme.


—Sí, lo sé.


La estoy acomodando sobre una almohada cuando me doy cuenta de algo de mierda salpicada en su camisa. No quiero que mi cama huela a vómito. Las sábanas se cambian los lunes, y no las lavaré hasta entonces.


Estiro mi pierna y agarro el cesto de ropa limpia con el pie y lo arrastro a través del piso. Entonces, saco una de mis camisetas y la tiro por encima de mi hombro. Miro a Pau por un momento, tratando de decidir si puedo lidiar con el olor o no. La respuesta es no. Saco su camisa y hago mi mejor esfuerzo para no mirar, lo que es casi imposible.


Lanzo rápidamente una de las mías por su cabeza y empujo sus brazos dentro. Entonces la tiendo en la cama y tiro una manta sobre ella.


Miro al lado de la cama a Floyd.


—No nos quedaremos aquí esta noche, chica. Estaremos tomando el lugar de Gonzalo. Pero, primero, tenemos un Chevy que necesita un poco de atención.


Después de limpiar su auto, voy arriba. Estoy cansado como un perro, pero no puedo evitar pensar en esa maldita noche, hace dos semanas. La forma en que sabía su vagina, la forma en que ordeñó mi pene, y me río de mí mismo. 


Cenicienta y sus bragas.


Acabo de tomar una ducha rápida, con la esperanza de poder lavar algunos de mis pensamientos de esa noche. Me envuelvo en una toalla y luego camino en mi habitación para tomar algo de ropa limpia.


Normalmente, no me molestaría, prefiero dormir desnudo, pero no esta noche, no con esta invitada ocupando mi cama.


Mantengo mi espalda hacia ella y me pongo algunos sudores. Cuando me doy la vuelta, sin embargo, ella está mirándome.


—Mierda, se supone que estás dormida.


—Estoy dormida —dice ella tragando duro.


—¿Necesitas una bebida?


—Si no te importa, eso sería genial.


Me tomo mi tiempo para conseguir un vaso de agua y un par de Tylenol. Los necesitará. Demonios, tomo dos yo mismo, y ni siquiera tuve una copa esta noche.


Cuando entro en la habitación, ella está sentada con Floyd acostada junto a ella. Me detengo y la veo acariciar a mi perra. Floyd no es una perra y no muerde, pero ni siquiera se levanta de la cama de Lucas cuando está en casa.


Maldita sea, Floyd, no te dejaste atrapar, también.


Ella me mira.


—Lo siento.


—No te preocupes por eso esta noche —le digo, caminando por la habitación y entregándole el agua y las pastillas—. Tómate éstas. Vas a sentirte como una mierda mañana.


Ella mira hacia abajo a su camisa y luego hacia mí con preguntas bailando en sus ojos.


—Vomitaste sobre ella.


Ella toma las píldoras, las traga, y luego asiente.


—Correcto.


—Duerme un poco. Hablaremos en la mañana.


Pedro, necesito este trabajo —susurra, mirando el vaso en su mano.


—Ya se nos ocurrirá algo. —Me vuelvo para salir—. Vamos, Floyd.


—Puedo llamar un taxi —dice Pau, deteniéndome en seco.


—No, estás bien aquí. Duerme un poco. —Me dirijo a la luz apagándola en mi camino después bajo las escaleras a la habitación libre que Gonzalo utiliza para quedarse cuando está en la ciudad.


Esta será una noche larga, con muy pocas horas de sueño, llena de pensamientos de qué hacer con la chica roncando en mi cama.