HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

miércoles, 5 de octubre de 2016

CAPITULO 34 (SEGUNDA HISTORIA)




Miro hacia arriba cuando ella entra en el baño. Está sonriendo, las emociones llenan sus ojos, y mi corazón se hincha.


―¿Estás lista para tu baño, pequeña mamá? ―pregunto mientras pruebo el agua una vez más―. Caliente y húmeda.


Sonríe y sacude la cabeza.


―¿Quieres quitarte esa ropa, o deseas que lo haga por ti?


Se encoge de hombros y no dice nada.


―¿Te comieron la lengua los ratones? ―Y vaya que todo lo que puedo imaginar es su vagina teniéndome. Ella obviamente sabe lo que estoy pensando, porque se sonroja y mira hacia abajo.


Miro hacia arriba, al aire, y digo como si fuera para mí mismo:
―Bueno, que me condenen. Le doy mis bolas, y ahora pienso que realmente está lista para dármelas de regreso. Gracias a Dios.


―Te daré más que eso ―dice mientras mira hacia arriba.


―Mucho más. ―Me pongo de pie y camino hacia ella―. Ahora voy a darte algo un poco diferente. ―Me apodero de mí mismo―. Muy bueno, muy diferente.


Tomo el dobladillo de su camiseta y lo levanto, dejando que mis dedos toquen la piel caliente, suave, debajo de ella.


―He estado pensando mucho últimamente. ―Paso las manos alrededor de su cintura y hasta su espalda―. No es sólo acerca de estar físicamente dentro de ti, sino mucho más profundo. ―Le desabrocho el sujetador y paso la mano por debajo de su camiseta, y luego sostengo la parte posterior de su cuello―. ¿Sabes lo que estoy diciendo?


Traga con dificultad.


―Creo que sí.


―Creo que lo haces, también. Pero déjame mostrártelo. ¿Me dejarías mostrártelo?


―Sí. ―Toma una respiración rápida mientras paso mis dientes suavemente por la línea de su mandíbula.



Tiro de su camiseta hacia arriba y la paso sobre sus hombros, y luego tiro de su sujetador.


―La primera vez que te vi, al instante estuve sobrecargado de sentimientos. Molesto, tal vez. ―Lamo alrededor de sus pequeños pezones apretados―. La primera vez que te besé, sabía que nunca sería igual. ―Tomo su boca y lamo su
interior. Me encanta su sabor; no puedo tener suficiente. Me retiro con un gemido―. Adictiva como la heroína, Paula Chaves. Eres peor, tal vez.


Paso la mano por su espalda y engancho su pantalón y bragas con mis pulgares antes de empujarlas hacia abajo, poco a poco, mientras beso cada centímetro de carne expuesta. Al mismo tiempo, sus pequeños gemidos
entrecortados ponen a prueba mi resistencia.


Su agarre va a mis hombros mientras levanto su tobillo y libero una pierna, después la siguiente. Muevo mis manos en alto a la parte posterior de sus piernas lentamente hasta que su pequeño apretado trasero está en mis manos.


―Nunca he querido tener ningún trasero, pequeña mamá. ―Le beso el vientre, lo que la hace gemir, por lo que lo hago de nuevo, sintiendo una pequeña parte de su piel de gallina cubriendo su piel.


Levanto su pierna y la pongo sobre mi hombro antes de mover la nariz arriba y abajo por la cara interna de su muslo, inhalando su aroma.


―Nunca quise establecerme, tener una familia, porque nada en mi vida nunca se sintió mejor que ganar, liberarme del pasado, desde cerca de la pobreza.
Y ahora sé que puedo hacerlo mejor, ser mejor. La felicidad superficial por medio del cumplimiento de los deseos materiales era alta. Ganar era alto. Hacer mi salida era un alto, el último alto o así lo pensé.


Empujo un dedo dentro de su humedad, por lo que mi boca se pone celosa de mi mano. Entonces tomo su vagina y empujo otro dedo dentro lentamente a medida que miro hacia arriba, viendo su boca abrirse poco a poco y su cabeza
moverse hacia atrás.


Me apoyo en ella y la lamo, con mis dedos todavía trabajando en su interior mientras tiembla. Aplano mi lengua contra su clítoris, hago círculos mientras grita mi nombre, y luego la llevo abajo, agradable y fácil.


Mientras afloja su agarre de mis hombros, saco mis dedos y la miro mientras chupo su sabor entre mis dedos.


―Como estaba diciendo ―continúo mientras me pongo de pie―, nunca quise ser dueño de nadie hasta que probé a mi platino. Entonces, aquí y ahora, te digo que no sólo quiero ser dueño de ti, sino que no te tendré de ninguna otra manera.


Se ve mortificada y, entonces en menos de dos segundos, enojada. Vuelve la cabeza, y la tomo del brazo.


―Desde el momento que te vi, malditamente me poseíste. ¿Eso me enoja? ¿Estoy alejándome de ti? Soy un maldito porque tengo miedo de alguna perra, y seamos sinceros, has sido una perra, ¿me tienes por las pelotas? A la mierda eso,
Paula. Eres la propietaria de parte de mi corazón.


Ella me mira.


―¿De parte?


―Oh, no puedes estar molesta. La otra parte de mi corazón lo tiene esa pequeña niña. Debería ser el que estuviera enfadado, porque robaste esa mierda de mí. Por lo tanto, en la medida que pienses que te poseo, es al revés. Si no te alejas de la corte mañana, me estarás dando todo lo que tienes, y no se te ocurra tratar de tomarlo de nuevo. Así que, sí, quiero ser tu dueño, igual que quiero que seas mi dueña.


―Ya te dije que somos tuyas.


―Que nos poseemos.


Niega.


―Acabo de tener una de las mayores experiencias sexuales de mi vida, Alfonso, ¿y te estás tropezando con lo de la “propiedad”?


―Se suponía que estarías de acuerdo, y es cuando ―la tomo en mis brazos―, te tome de esta manera ―mi boca se derrumba en la suya, y la bebo antes de alejarme―, y te besé así.


Sus manos forman puños en mi cabello, y me tira hacia atrás para un beso, esta vez su lengua busca el control. Cuando se lo doy, ella se aleja, pero continúa frotando mi cabello entre sus dedos.


―Entonces iba a mirarte y a decirte que me enamoré de ti, y no podrías dudar absolutamente de nada.


―Posesión. ―Ella empuja su frente contra la mía, así que estamos ojo a ojo.


―Ya era puta hora.


Nos quedamos así, mirándonos, compartiendo un momento. 


Es lo más grande de mi vida, y estoy bastante seguro de que, aparte de dar a luz a Camila, lo es de ella, también.


―¿Qué vas a hacer después? ―dice en un susurro tan suave que puedo oír nuestros corazones latir.


La pongo en la bañera y subo detrás. Tirando de ella a mi regazo, me estiro entre nosotros y empujo mi pene en su interior. Entonces la jalo contra mi pecho y la beso suavemente.


―Te amo, pequeña mamá.


Poco a poco, guío sus caderas hacia atrás y adelante de mí. 


Su cabeza cae en mi hombro mientras la mezo en un lento movimiento que termina con un orgasmo compartido con la chica que es dueña de mi corazón.


―Eso ―susurro contra su mejilla.


Después de que seco su cuerpo y el mío, decido afeitarme, y estar presentable para mañana en la corte. Cuando termino, veo a Paula subirse a la cama, con el trasero en el aire y etiquetada como “Pequeña Mamá Alfonso”.


Me apresuro y agarro sus caderas antes de que llegue a la parte superior de la cama.


―¿Me estás dando una mierda de necesidad por la palabra “posesión” y tienes el trasero etiquetado con mi nombre y el tuyo?


Ella se da la vuelta y ríe.


―Emi.


―Ah, sí, Emi. ―La beso de nuevo, porque no puedo evitarlo―. ¿Qué demonios voy a hacer contigo?


―Amarme ―responde con una vulnerabilidad que nunca he visto en ella antes, y es aún más sexy que la fuerza que vi esa primera noche.


La fuerza es algo que excita, pero saber que una mujer que ha tenido la vida de Paula y que ha decidido darse a mí a ella y a su hija, que confía en mí, que me da su lujuria, deseo, y una responsabilidad que nunca sabía que deseaba
tanto…


Ahora, eso es maravillosamente atractivo.


Así que solo hago lo que pide. La amo. Toda. La. Maldita. Noche




CAPITULO 33 (SEGUNDA HISTORIA)






El viaje en avión es normal. Pedro sostiene mi mano o deja su brazo a mi alrededor todo el tiempo. Bajamos, alquilamos un auto y me lleva a un hotel.


Wheels nos ofreció su lugar, pero Pedro pensó que alojarnos en su antigua casa podría recordarme el juego retorcido de Monte con Camila. Estoy más allá de agradecida por su previsión. A veces, pienso que sabe lo que necesito incluso
antes que yo.


Vamos a cenar con Yamila antes de volver por la noche. Al salir del ascensor, me congelo: De pie delante de nuestra puerta está Marshall.


―¡Diablos! ―brama Pedro antes de ponerme detrás de él. 


Caminamos por el pasillo y nos detenemos enfrente del matón y mano derecha de Monte.


―No soy una amenaza, As. Sólo quería hablar con Paula.


―No hay nada que decir, Marshall ―respondo, moviéndome al lado de Pedro, quien trata de que vuelva detrás de él. La caballerosidad es agradable, aunque no necesaria.


―Puedo entender eso. Sólo quería que supieras que siento no haber intercedido por ti o Camila. Tienes que entender a los jugadores y el juego. La vida en que estoy, no pude evitar eso.


―Razones y excusas, Marshall. Si tus razones son erróneas, no pongas excusas para tu comportamiento. Y si tienes que hacer excusas para algo, revisa tus razones. Al final, lo malo es malo y la vida en la que estás es la equivocada. Quiero lo mejor para mi hija y estoy absolutamente segura que voy a dárselo.


―Te deseo lo mejor, Paula.


―Has terminado aquí ―espeta Pedro, tomando mi mano y entrelazando nuestros dedos.


Marshall asiente y se aleja.


No digo nada más porque, sinceramente, no hay nada que decir. Marshall tenía un trabajo que hacer y lo hizo. Si no duerme por la noche debido a ello, esas son cosas que tiene que resolver. No es mi carga para llevar o mi deuda para
pagar.


Entramos. Pedro me dice que necesito relajarme y que va a prepararme un baño. Me dirijo a mi bolsa y saco mi pijama… y, por supuesto, con las prisas se me olvidó empacar las bragas.


En toda la confusión, la bolsa de regalo de Emi cae sobre la cama, así como el contenido. Me río, pensando que mi chica me conoce bien, cuando, no una, sino tres bragas caen sobre la cama.


Hay una tarjeta, que abro antes de estudiar las prendas interiores.



Paula,
Al leer esto, quiero que sepas que me inspiraste. Una vez, me quitaron mis elecciones y me tomó lo que se sintió como toda una vida entender que no fue mi culpa. Las cosas malas a veces le suceden a la gente buena, simplemente
porque las cosas malas pasan.
Monte te quitó tus opciones. Recuerda siempre que en la vida el consentimiento es jodidamente necesario. Te doy un nuevo par de bragas con ese recordatorio para ti. Monte se llevó tu consentimiento; recupéralo durante este viaje.
Pedro le importas, incluso si no te lo ha dicho todavía. Todos podemos verlo. Mandé hacer estas bragas para recordarte que te respalda. Todos lo hacemos. Tienes el as en el bolsillo. Tienes nada más que ases, nena. Ases Alfonso.
Después de pasar tiempo contigo y Camila, sé que eres una madre increíble,
Paula. También eres una diminuta mujer con espíritu de fuego. La pequeña
mamá Alfonso. Eres parte de esta familia. No olvides eso nunca.
Tómate tu tiempo en este viaje para ordenar tu pasado. Tu futuro está aquí
en Detroit y Camila va a estar bien con nosotros hasta que hayas terminado.
Con amor e inspiración, Emilia Alfonso



Las lágrimas llenan mis ojos mientras asimilo todas las palabras de Emi. Soy parte de una familia, una con tres fuertes hermanos y una peculiar y amable mujer, todos llevando orgullosamente el nombre Alfonso.


Pedro me dijo que su mamá les dio a todos su apellido para dejar un legado de bondad. Miro hacia el techo del hotel y sonrío.


―Él es mi cosa buena en un mundo de mal, mamá Alfonso ―susurro antes de limpiarme las lágrimas y reunir mis cosas.


Entonces, paso mis manos sobre la inscripción en las bragas antes de tomar unas e ir al baño, donde mi futuro me está esperando.



CAPITULO 32 (SEGUNDA HISTORIA)




Renunció a su casa por mi hija… y, sin embargo, no me ha pedido nada a cambio. ¿Puede alguien ser realmente tan desinteresado?


La duda me consume. He pasado las últimas dos semanas obsesionándome, pensando demasiado e intentando seguir adelante. Fiel a su palabra, Pedro me ha dado espacio. 


También ha tenido sus noches de miércoles con Camila, sin
fallar.


Tomo el sobre de la encimera de mi cocina por lo que parece la milésima vez. El contenido sigue siendo el mismo… un vuelo de ida y vuelta a Las Vegas, Nevada. Un último viaje para resolver todo y dejarlo atrás. Una última oportunidad para enfrentar a Monte y verlo desaparecer con mis propios ojos.


Una oportunidad de estar allí y mostrarle lo que he hecho sin él. Un último momento para mantenerme firme en mi futuro mientras dejo el pasado donde pertenece… en el pasado.


Ya no tiene el poder. La balanza se ha roto sin remedio y no han quedado pesos y contrapesos, sin deuda que pagar. No soy más su puta.


Un viaje al lado del hombre que ha sido mi salvación. Una oportunidad de avanzar hacia mi incierto pero prometedor futuro. Una oportunidad para demostrarle a Pedro que quiero que sea mío y que soy suya. Un momento para comenzar mi futuro mientras de verdad dejo ir mi pasado. Pedro me da
libremente sus “bolas”, como dice. Ahora puedo darle mi corazón.


Para alguien que nunca ha conocido el verdadero amor de un hombre por una mujer, estoy completamente asustada. 


¿Puede ser esto real?


En el juego del amor, la reina de corazones es salvaje. Es impredecible. Es indomable. Ve la belleza en la más fea de las situaciones. Sabe lo que el corazón desea y puede tomarse su tiempo para darlo, pero cuando está lista, pone todo ante tus pies.


Todo lo que siempre soñé está justo delante de mí si puedo encontrar el valor para dar el salto. Tengo mi libertad. Tengo a mi hija. Por primera vez en mi vida, tengo un verdadero compañero. Pedro toma en cuenta mis necesidades
primero. Es paciente, es comprensivo y es malditamente bueno en la cama.


Me río ante el pensamiento. Provoca emociones en mí que nunca antes había sentido.


También me asusta absolutamente. Pedro Alfonso tiene la capacidad de romperme de una manera en la que Monte nunca podría. Monte sostuvo mi cuerpo, sostuvo mi lealtad por deber y controló mi vida. Pedro sostiene mi corazón, captura mi cuerpo con un simple toque y controla mi futuro.


La simple idea de no ver a dónde podrían llevar las cosas con él me tiene tan asustada como el pensamiento de las cosas desmoronándose.


Pesos y contrapesos… la balanza aún está igualada. Si no nos doy una oportunidad, podría desaprovechar el tener un futuro del que los cuentos de hadas están hechos. Si tomo el riesgo y se desmorona, me derrumbaré y no estoy segura que pueda levantarme.


El amor es una apuesta. Es un juego donde el ganador se lleva todo y el perdedor se queda vacío.


Mi teléfono suena, alertándome de un mensaje y sacándome de mis pensamientos. Mirando la pantalla, encuentro que en realidad no es de Pedro como esperaba. Es de Emilia.


Se fue al aeropuerto. Pensé que querrías saberlo. Se acabó el tiempo, nena.


Sus palabras me alcanzan.


Se acabó el tiempo.


El tiempo es una cosa caprichosa. Pasa en un abrir y cerrar de ojos, en un borrón y, antes de saberlo, se ha ido. En un zumbido… desaparece y no es visto de nuevo.


Mi madre nunca tuvo la oportunidad de conocer el amor verdadero. La mamá de Pedro nunca sintió amor incondicional fuera del que tenía con sus hijos. Me dije que cuando me alejara de Monte iba a romper el ciclo por mi hija.


Bueno, hoy es el día.


Observo la pantalla de mi teléfono una vez más, el reloj en negrita me mira fijamente con desafío. Con manos temblorosas, deslizo la pantalla y aprieto responder.


¿Me recoges?


Dos simples palabras sellan el trato. Voy a saltar. La pregunta ahora es:
¿Caeré o nos elevaremos juntos?


Afuera esperándote. 


El texto de Emi llega inmediatamente, seguido de un emoticón sonriente.


Sin dudar, comienzo a llenar una bolsa de ropa, luego recuerdo las bragas.


No me preocupo por una bolsa para Camila ya que se va a quedar y Emi tiene la llave de repuesto de mi casa si la necesita.


Alzando a Camila, me apresuro a bajar las escaleras y salir por la puerta.


―Te quedarás con la señorita Emi durante unos pocos días. Lucas ha prometido leerte y Emi me llamará todas las noches y te pondrá al teléfono. Te quiero, Ris Priss. ―Beso su frente mientras la pongo en el asiento del auto y Emi
me sonríe desde el lado del conductor.


―Es una fiesta de pijamas, mami. No te preocupes, vamos a divertirnos.


Oh, el mundo sin preocupaciones de una niña de tres años. Intacto, ileso e inocente. Aunque su padre es una mala persona, la protegió con su ausencia. Un día, voy a tener que enfrentar todo esto, pero por ahora, ella no tiene ni una sola preocupación… mientras que mi mente corre con preguntas. ¿De verdad voy a hacer esto? ¿Es inteligente? 


Una vez más, ¿de verdad voy a hacer esto?


Salimos deprisa hacia el aeropuerto con Emi conversando con Camila, manteniendo el humor ligero. No pasa mucho tiempo antes de que me deje allí.


Entregándome una pequeña bolsa de regalo, Emi me guiña mientras la abrazo y doy un beso de despedida a Camila antes de tomar mi bolsa y entrar.


El aeropuerto es abrumador y mis emociones están a flor de piel. En un borrón, me las arreglo para facturar, pasar por seguridad y encontrar mi puerta.


Llego a la sala de espera y de inmediato lo veo inclinado contra la pared y lo contemplo.


Su cabello es un desastre, como si constantemente hubiera estado pasando las manos a través de él. Lejos quedó el mañoso y trajeado hijo de puta que conocí esa primera noche. No, enfrente de mí hay un hombre que está dispuesto a llegar hasta el final por sus chicas. Mi corazón late más rápido cuando me admito todo eso.


Pedro Alfonso no es un imbécil titulado como tantos otros. 


No lleva a la gente a la locura ni manipula situaciones en su beneficio. No, toma a todos en su vida como son. Los buenos, los malos, los feos… él está allí completamente.


Es un hombre con corazón, dedicación y un propósito para ser mejor de lo que ha sido antes.


Cuando su cabeza se levanta, se encuentra con mi mirada y sus ojos se llenan con pensamientos y emociones, pero no se mueve. De todos modos, continúo caminando hacia él y cuando estamos frente a frente, todavía no se mueve.


Pedro ―susurro.


―¿Estás aquí? ―cuestiona como si estuviera soñando.


Asiento.


―Estoy aquí.


Sin decir palabra, sin vacilación, sus brazos se envuelven a mi alrededor mientras su boca cae sobre la mía. Cuando se retira, me sonríe con suficiencia y mis labios se curvan hacia arriba.


―¿Qué?


―Mi pequeña mamá no tiene miedo.


Suelto una risita.


―Te dije que no tengo miedo de nada.



―¿Eres mía?


Me muerdo el labio y miro sus ojos.


―Somos tuyas.


―Joder, sí ―responde antes de besarme hasta dejarme sin aliento de nuevo.