HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

domingo, 2 de octubre de 2016

CAPITULO 23 (SEGUNDA HISTORIA)




Fue difícil ponerlos en un taxi y decirles adiós. Hice que Martin me prometiera enviarme un texto cuando fueran a abordar el avión. Cuando lo hizo, estaba poniendo algunas 
cosas en mi maleta, preparándome para salir también.


Pero primero, tenía que detenerme con Wheels y mi abogado unas horas.


No hace falta decir, que Wheels estaba emocionado cuando vio el lugar, mientras mi abogado me decía que era un idiota, que no valía eso. Por lo tanto, le dije como era.


Vine aquí para encontrar una nueva vida, una mina de oro, y convertirme en un mejor hombre que mi padre. Me estaba yendo por una nueva vida, como un hombre mucho mejor que el infierno. Logré para lo que vine, y ahora es el momento de volver a casa. Infiernos, Detroit es diferente ahora. Es bueno allí. ¡Al diablo el oro! Tengo platino.


Wheels extendió una invitación abierta e incluso me dijo que después de consultarlo con la almohada no se sentía bien acerca de todo esto. Le dije que se callara de una puta vez y que estuviera contento. El chico sonrió y asintió, y luego
nos acomodamos y repasamos todo lo que teníamos. 


Cualquier otra cosa que fuera necesaria debería hacerse a través del correo.


Él está bien con dejarme guardar el auto de Paula hasta que pueda ir de nuevo a Detroit. Iba a dejar que ella decidiera si aún quería la cosa de regreso, o si simplemente podía empeñarlo y alejarme. De esa manera, tendrá algo de dinero para que Ris Priss se monte en algo adecuado. Además, la niña se veía bien en la Escalade, y siempre debía montar en algo por el estilo.


Cuando todo está terminado, decido dar un último recorrido por La Franja.


Quiero echar un vistazo, obtener fotos en mi cabeza de los lugares donde anduve como As. Estaba actuando un papel entonces, sé ahora que nunca lo hice. No todo es malo, sin embargo. En realidad, se siente malditamente bien.


Me detengo en un semáforo junto a Caesars y miro el espejo para ver una camioneta con cristales tintados, y el hijo de puta está tan cerca que casi puedo oler su aliento. Después en una luz, la misma mierda.


Se está metiendo bajo mi piel un poco cuando sigo derecho saliendo de la ciudad y sigo por ahí.


Dejo que mi humor obtenga lo mejor de mí, aprieto el acelerador, y entonces la luz por delante se vuelve roja. Me detengo y miro el espejo. El hijo de puta está allí de nuevo, y no está desacelerando. Miro la luz, aún roja, y luego a los autos que están atravesando la luz en ambas direcciones. 


No tengo a donde ir.


Me preparo justo antes de la colisión de metal, el hijo de puta gira sus neumáticos y, literalmente, se sube en mi trasero. 


Aprieto los frenos hasta el fondo, dándome cuenta que quien quiera que sea, me está presionando a ir a la intersección. 


La única cosa que puedo hacer es pasar el puto nudo.


Cuando escucho la ventana trasera aplastarse, sé que el loco hijo de puta no va a parar, por lo que abro la puerta para largarme. Mientras lo hago, la puerta del lado del conductor de la camioneta se abre, y ¿quién es?


Monte puto Timmons, sosteniendo una barra de hierro en la mano.


Mientras viene hacia mí, noto un auto patrulla en el estacionamiento del Quickie Mart en la esquina.


―¿Me estás jodiendo, hombre? ―grito.


―¡Decidí que no te quedarás con mi hija! Ella me lo debe.


―¡La chica no te debe nada! ―Salto hacia atrás mientras él balancea la barra de hierro sobre mí―. ¿Eso es todo lo que tienes? Mi viejo era más duro que eso.


Él se balancea de nuevo, y yo retrocedo, deslizándome jodidamente cerca para su comodidad. Entonces veo a la policía corriendo desde la tienda de conveniencia. Uno corre a nosotros y el otro a su auto. Los oigo gritar, pero no presto atención a las palabras que se dicen a excepción de “¡Ato!”.


―Me lo debes ahora. ―Él se balancea de nuevo, y le permito que me dé en un lado.


Entumecido, soy putamente insensible al dolor.


―Vamos hombre. Tienes que tener más en ti que eso. Oh, cierto, eso es correcto, no lo tienes. Una mujer como Paula no se habría ido si hubiera estado satisfecha.


Un giro, una conexión, y estoy abajo. Perfecto. Creo que está funcionando.


―Te voy a matar, hijo de puta.


―Haz tu mejor intento.


Se balancea de nuevo, y ruedo hacía los neumáticos mientras el hierro golpea el pavimento. No bien lo hace viene hacia mí. Entonces hay una ráfaga de conexiones de puños a mi cara, uno detrás de otro.


Me río.


―Cobarde.


―Quieto. ―Escucho antes de rodar a mi derecha, evitando el último golpe que planeo tomar antes de golpearlo de regreso.


El puño de Monte golpea el pavimento, y grita como una perra antes de ser derribado por los dos policías de Las Vegas.


Salto y por sólo un segundo, creo que debería haber permanecido allí, dejar que piensen que este hijo de puta me lastimó. Entonces me paseo a mi auto, y ¿qué veo? Bueno, eso es puto dolor. Los golpes que mi auto acaba de tomar fueron algo perfecto en un juego que puede haber comenzado, pero que yo terminaré.


―¡Voy a matarte, As! ―grita él mientras lo esposan y lo empujan en la parte posterior de la patrulla.


¿Qué digo? Ni una maldita cosa.


Estoy rodeado de gente que atestiguó su ataque contra mí y a mi vehículo y todos se están preguntando si estoy bien. No digo nada.


¿Estoy bien? Claro que sí, lo estoy. El hijo de puta loco no fue provocado, y no puse un dedo sobre él. Diablos ni incluso me escuchó decir una palabra. Me aseguré de ello.


Sergio “Monte” Timmons estará lejos por mucho tiempo como la mierda.


La ambulancia me lleva al hospital, donde me entero que tengo dos costillas rotas y una conmoción cerebral, y entonces consigo un par de puntos de sutura cerca de mi sien. Después, la policía me entrevista y presento un informe.


Tengo que pasar la noche ya que tengo una lesión en la cabeza y quieren observarme. Me inyectan alguna droga asesina, y después me desmayo como la mierda.


Después de dos días, finalmente me liberan, y Wheels me da un paseo al auto de Paula. Luego voy a donde mi Porsche ha sido remolcado, sólo para descubrir que está hecho un lío. Tengo la información del seguro de Monte y
envié el informe de la policía y las fotos. Recibiré una respuesta de la compañía de seguros en una semana. Se me ofrece uno de alquiler, pero declino.


Agarro mi bolsa de lona y una maleta, las meto en la parte posterior del auto de Paula, cierro, y me deslizo dentro.


―Qué montón de mierda. ―Me río de mí mismo mientras deslizo el asiento trasero para acomodar mis piernas.


Me tomo mi tiempo conduciendo de vuelta a Rock City para no presionar el auto de Paula demasiado duro. Mi cabeza está palpitando, mi costado me duele demasiado para durar mucho, y no quiero aparecer con un ojo negro y puntos de sutura.


Lo único que le digo a mis hermanos y a Paula, quienes sólo llaman una vez al día, es que estoy disfrutando de mi viaje.


Cuando llego a casa, Martin sale de su garaje, limpiándose la mano con una toalla grasienta.


―¿Conseguiste un auto nuevo? ―Se ríe de mí.


―Es el auto de Paula. Se deshizo del…


―¿Qué demonios le pasó a tu ojo?


―Caí por las escaleras cuando estaba saliendo. La patada final de Las Vegas en mi trasero para dirigirme en la dirección correcta.


―¿Esa es la historia?


―Sí.


―¿El auto de niño bonito?


―Me deshice de él.


―¿Otra apuesta perdida?


―No perdí ni mierda. ―Miro las escaleras que conducen hasta el apartamento―. ¿Ella está ahí arriba?


―Nah. Se fue a trabajar. El niño de Sally tiene fiebre.


―¿El más pequeño?


―Sí.


―Ese niño se enferma mucho, ¿verdad? ―Martin asiente en respuesta, y pregunto―: ¿La chica?


―Arriba con tu cuñada.


―Con mi cuñada, ¿eh? ¿Ustedes dos están saliendo?


―¡Diablos no! ¿Por qué dirías una cosa así? ―Martin levanta sus puños.


―Porque dijiste “tu cuñada”, no “mi esposa” o “Emi” o… ―Muevo la cabeza, porque el hijo de puta me confunde.


―Ella es tu cuñada. Es de la familia, igual que la pequeña chica está empezando a sentirse, igual que tu “amiga” también.


―Bueno. Necesitan una familia.


―¿Tienes un plan?


―¿Un plan?


―No juegues putamente al tonto conmigo, Pedro. Te gusta lo suficiente para traerla aquí y luego volver a Las Vegas para ganarse su libertad. Vendiste tu casa, diciendo que no necesitas nada de ella, pero básicamente la ignoras.
Cuando ella pasa la noche en tu cama, te vas al sofá. Luego te tomas tu tiempo para volver aquí, no nos dices ni una mierda a ninguno de nosotros, tienes conversaciones de dos minutos con ella, básicamente la alejas. Ella y Emi se están
volviendo cercanas como el infierno, y Emi me dijo que tiene apego por ti, por lo que, ¿qué diablos estás haciendo? Los tres estamos dentro. ¿Pero tú? Ninguno de nosotros tiene puta idea de lo que está pasando en tu cabeza, y luego vuelves aquí con alguna historia de mierda sobre las escaleras. Eso no se hace si no la vas reclamar.


―¿Reclamarla? ―Me río―. Paula no es alguien que se reclame, Martin. En el minuto en que haga eso, ella saldrá pitando.


―Ella no irá a ninguna parte, Pedro. Sabe lo que hiciste, y cualquier persona con dos dedos de frente y un corazón sabe que está enamorándose de ti fuerte y rápido y…


―No estoy en esto para que se enamore, Martin. ¿Qué ocurrirá después de que lo haga? ―No espero que responda―. Levántate y muévete. No dejaré que eso suceda.


―Estás equivocado, hombre.


―Tú no está escuchando.


―¿Qué diablos se supone que significa eso?


―Diferentes estilos para diferentes gentes. Tu enfoque está con Emi, con la mierda de hombre de las cavernas, moviéndote hacia ella sin saber siquiera lo que estaba pasando, eso funcionó para una mujer como Emi. La ropa interior y la mierda; ella ya te dejó estar dentro…


―Cuidado… ―gruñe.


―¡Cierra la puta boca y escucha! Era exactamente lo que ella necesitaba. Ella accedió, te dio su consentimiento a lo que la sujetaba. No era propiedad de su abusador en el sentido literal de la palabra. Lo sabes. Pero conozco a Paula.
Esa pequeña mamá no estará alrededor si es sólo porque se enamoró. Podría reclamarla, y ella se irá directamente a las putas colinas en el segundo que haya un problema. Tiene que sentirse libre de todo como nunca hizo antes, por lo que
va a ser la que me reclame a mí, ¿me entiendes?


Él sonríe.


―Jugaré a la perra con Paula cualquier día de la puta semana hasta que se sienta libre. Entonces, y sólo entonces, le mostraré lo que es un hombre Alfonso realmente. Ella no sólo tiene que enamorarse; tiene que saltar.


―Quiero jugar twitch. ―Oigo los pequeños pies repiquetear en el piso de cemento mientras corre hacia mí. Me pongo en cuclillas mientras ella se detiene y sonríe, y luego la agarro y tiro de ella a un abrazo.


―A ti, sí te reclamaré.


―¿Cómo la sirena en la concha? ―Se ríe y me abraza también.


No tengo ni puta idea de qué diablos está hablando. Miro a Emi, quien me sonríe y sostiene su mano en su corazón.


―Ha estado viendo la película de La Sirenita ―explica―. Almejas.


―¿Quieres ver? ―pregunta Camila.


―¿Qué tal si llamó a tu mamá y le pregunto si estaría bien que te lleve a una cita para cenar?



CAPITULO 22 (SEGUNDA HISTORIA



Acostada, espero a que Pedro llegue a la cama. No llega nunca.


Cuando llega la mañana, voy a la cocina para encontrarlo de pie con sus hermanos en torno a la isla.


―Buenos días ―le digo a la habitación, apenas en un susurro.


―Buenos días, Paula. ―Ambos, Martin y Lucas, me saludan. Pedro meramente me estudia, sin decir nada.


―Voy a tener nuestra mierda lista ―dice Lucas mientras toma una taza de café y se va. Martin asiente y hace lo mismo.


―¿Dormiste bien? ―pregunto con indiferencia.


―No.


―Podrías haber venido a la cama.


―Paula, no voy a usarte así. Eres libre, y te acostumbrarás a la sensación de eso antes de subirme de nuevo en la cama contigo. Tomará cada parte de autocontrol que tengo permanecer lejos, pero voy a darte ese espacio.


No sé qué decirle, así que la hago al pregunta ha estado en la vanguardia de mi mente desde anoche.


―¿Por qué no vienes a casa con nosotros?


―Te estoy dando espacio, pequeña mamá. Ve a casa con tu niña. Estaré allí mañana. Tengo algo de mierda que ordenar aquí, de todos modos.


Con cautela, voy hacia él, y cuando estoy justo enfrente, miro sus ojos azules, que parecen estar cubriendo un montón de emociones.


―¿Es seguro que te quedes detrás?


―¿Estás preocupada?


Me muerdo el labio inferior.


―Sí ―susurro.


Mira por encima de mi cabeza a la pared detrás de mí contemplando mi respuesta.


―No me debes, Paula. ¿Entiendes eso? No tienes ninguna obligación.


―Sé eso, Pedro ―Parpadeo lágrimas mientras todo tipo de emociones me llenan―. No… no…... lo… ¿cómo…? No quiero que nada te suceda. ―Suspiro, incapaz de conseguir las palabras correctas.


Él simplemente me mira, tratando de leerme.


Pedro, no sé si podría haber hecho nada de esto sin ti.


Envuelve sus brazos a mi alrededor y me sostiene cerca, sin decir una palabra, mientras solo vivimos este abrazo.


―Voy a darte el espacio, pequeña mamá, pero nunca estaré lejos.


Se inclina hacia atrás para tomar la punta de mi barbilla y subirla hacia él, entonces acaricia sus labios contra los míos.


―Siempre te respaldaré. Necesitas un poco de espacio, pero todavía estaré aquí. Sólo tengo que darte tiempo para que puedas tomar algunas decisiones por ti misma.


Siempre me respaldará.


Opciones. Tengo opciones, y va a dejar que escoja. Todo esto se siente bien… demasiado bien


CAPITULO 21 (SEGUNDA HISTORIA)





Todo ha sido un torbellino. Después de terminar el trabajo, Emilia podía decir que no podía manejar el pensamiento de Pedro estando en el torneo sin mí. Sin permitirme pensar demasiado en todo, reuní el valor suficiente para dejar a mi bebé con Emi y abordar un vuelo nocturno a Las Vegas con Martin y Lucas.


Con una familia respaldándome mientras me enfrentaba a mi pasado, eso es lo que dijo Emi cuando nos íbamos.


No sabía cómo tomar eso. Solo sabía que, al final del día, tenía que pagar mi deuda yo misma. No podía dejar que Pedro lo hiciera.


Antes de que mis nervios pudieran obtener lo mejor de mí, estaba en las mesas. Estaba en el torneo.


Traté de mantener mi expresión cerrada a las miradas de trato fácil de las personas. Traté de mantener mi compostura, aun sabiendo que todo estaba literalmente en la línea en este momento.


Sentada, pasé los dedos por el fieltro donde la mesa se reúne con las molduras de madera. El contraste era extraño cuando sentías el verde suave del forro y luego te movías al barniz recortado.


Rugoso y liso. Suave y resbaloso.


Igual que la mesa, necesitaba ser suave y resbaladiza a pesar de todo. Esta noche, en verdad el ganador se llevaría todo. Esta noche, tendría de vuelta mi libertad. Esta noche, escogería mis opciones.


Era fácil dejarse atrapar. Hubo un momento en el que quise quedarme y seguir jugando. Quería subir la apuesta y ver si podía obtener un beneficio.


Había demasiado en riesgo, sin embargo.


Conseguí un boleto de Marshall. Entonces Yamila llama a un tipo que conocía a un tipo que conocía a otro chico, conseguimos las cartas doradas de Martin y Lucas. Marshall no se veía del todo contento cuando llegué con invitados.


Qué mal, qué triste, tipo grande.


Sé que en algún lugar dentro de él, hay un corazón. Solo que le debe demasiado a Monte para irse. No sé qué va a pasar si Monte se entera que Marshall me había hecho entrar. No podía pensar en él. Tenía que permanecer
centrada, en el dinero en efectivo, y en pagarle a mi esposo.


Había ahorrado lo suficiente para mi entrada. Voy a tener que trabajar para pagar mi boleto aquí, pero soy libre.


¡Qué sensación tan increíble!


En el exterior, iba y venía, esperando desesperadamente que Pedro estuviera bien. Mi estómago se retorció. Mi intuición gritaba que había más de lo que sabía. La forma en que Pedro estaba provocando a Monte a través de mí,
jugando con él.


¿Pero por qué? Esta era mi batalla para pelear.


Gané lo que se necesitaba para que la deuda fuera pagada en su totalidad.


Entonces ¿por qué, me preguntaba, Pedro sigue ahí? 


Estamos a mano. ¿Por qué no cambia el dinero y sale?


Al verlo cuando finalmente salió, sé que algo se apagó. Él no se precipita hacia mí. No hay cuento de hadas mientras me levanta y me abraza.


No, me dice que vamos a comer, que me vaya a casa, y que él llegará en unos días más.


Antes de que pueda reflexionar sobre su actitud, Marshall sale, con Monte directamente detrás de él. Entonces Marshall pasa su mirada por mí de una manera que me dice que elija mis palabras con cuidado.


Que escoja.


No puedo detener la sonrisa que crece cuando Monte se acerca. Tengo una opción. ¡Finalmente!


Siento que los hermanos Alfonso se tensan detrás de mí mientras todos se mueven a mi espalda. Lucas se mueve para interponerse con Marshall, pero extiendo la mano y agarro suavemente su antebrazo.


Calienta mi corazón saber que se enfrentaría cara a cara por mí, pero este es un mundo en el que no vive. Hay un código, y no puede cruzar esa línea, o estaré en deuda de nuevo antes de que cualquiera de nosotros pueda parpadear.


―Los documentos se entregarán a mitad de semana ―dice, mientras Monte me estudia.


No se lo digas. No le digas nada, me recuerdo a mí misma.


―Monte, debes saber que nuestro matrimonio no fue legal. Nunca tuvimos testigos, ni oficiante. ―Antes de irme, hice que Emi realizara algunas investigaciones, y no encontró ningún registro en el juzgado de que alguna vez legalmente estuve casada con Sergio “Monte” Timmons, porque el certificado de matrimonio nunca se expidió. Además, mi tarjeta de seguridad social todavía dice “Paula Chaves” como mi nueva tarjeta de conducir de Michigan.


―Hard Knocks, debes saber que nunca me ato legalmente a mis activos. Estoy hablando del papeleo de Camila. Renunciaré a mis derechos.


Mi ritmo cardíaco truena en alto en mis oídos, mi cara tira todo por la borda mientras lucho por mantener la calma.


Monte me sonríe de una manera que sólo puede ser descrita como pura amenaza.


―Soy una gran cantidad de cosas, Paula, la mayoría de ellas no son buenas, pero soy un hombre de palabra en los negocios. Pesos y contrapesos, Hard Knocks. Tuviste un respiro. El saldo fue pagado en su totalidad. ―Mueve su mirada de mí a Pedro―. Para ti y para Camila. Eres libre.


Monte se da la vuelta y se aleja mientras el brazo de Pedro va alrededor de mi espalda. Cuando está a pocos metros de distancia, mira por encima del hombro hacia mí, entonces le dice a Pedro:
―Yo la tuve primero; seré el último. Y cuando venga arrastrándose de regreso, le haré pagar el precio de no ser el único que ha tenido en su vagina.


Pedro se aleja para avanzar hacia Monte mientras Marshall mueve la cabeza hacia mí.


―¡Pedro, para! No vale la pena ―le digo.


Él se detiene y me mira.


―Sé el bueno ―le susurro―. No hagas que él lo sea.


―As, conseguiste para lo que viniste aquí esta noche. Espero que haya valido tu juego, porque no vas a jugar aquí otra vez. Esta es mi ciudad. ―Monte me devuelve la mirada―. Paula, cuando los golpes duros te den una vez más, te estaré esperando, y no seré tan bueno esta vez.


Después de un momento, se da la vuelta y hace su salida, mientras escalofríos corren por mi espalda y mi mente.


Consigo un apretón de hombro de Lucas y otro de Martin, mientras Pedro solo se me queda mirando.


―¿Qué es lo que quiere decir que no puedes jugar aquí de nuevo? ¿Qué ocurrió allí, Pedro?


―No hay nada de qué preocuparse. ―Ve a sus hermanos―. Comamos, después ustedes chicos, se subirán a un avión y regresarán a Ris Priss.


Hay una distancia entre nosotros que no entiendo. Soy libre. 


Esta noche, gané. Obtuve mi salida. Este debe ser un momento feliz, pero siento como si estuviera empañado por alguna cosa. Es solo que no sé qué es.


Lucas y Martin parecen leer en Pedro algo que me estoy perdiendo; como resultado, la cena es rápida y tranquila. No estoy acostumbrada a ser libre.


Ahora lo soy. Soy libre, y tengo que dejar de cuestionar todo y simplemente disfrutar el momento, al menos por ahora.


Volvemos a la casa de Pedro hasta nuestro vuelo de mañana. Mientras los chicos pasan el rato juntos, voy a la sala de Pedro y le leo a Camila, en un chat de vídeo del celular de Emi al mío. Al ver su cara sonreír en la pequeña
pantalla, tengo la primera ola de calma que he sentido en mi vida entera.


Ella es mi razón de ser. Es mi todo.


Termino mi llamada, después voy a la sala de estar, donde puedo oír voces en la cocina.


―¡A la mierda! Déjalo todo. No necesito ropa. No tengo nada personal aquí. Mi casa es Detroit; este era un lugar de descanso. Dejen que el chico se quede con todo. ―Oigo decirle a Pedro a sus hermanos.


¿Qué está pasando?


―¿Realmente se lo diste al chico?―regresa Lucas.


―No, se lo vendí al chico. Estaba fuera de juego. Ella me hace eso. ¿Por qué diablos la trajiste aquí? Si no hubiera ganado, si no se lo hubiera vendido, ¿te das cuenta de lo mal que esto podría haber terminado?


―Pero no lo hizo. ―Eso viene de Martin, la calma en todo.


Mi teléfono suena, alertando a los chicos de mi ubicación. 


Mirando hacia abajo a la pantalla, veo que es Yamila y trato de actuar como si no hubiera oído nada mientras respondo.


―¡Ganaste! ―chilla ella.


―Gané suficiente para salir de su control ―digo con orgullo.


―¿Vas a volver?


―Oh, cariño, desearía hacerlo. No creo que este sea el lugar para mí y Camila, sin embargo. No quiero estar mirando por encima de mi hombro. No quiero recordar nada de aquí excepto alejarme con mi niña y nuestra amistad.
Este no es el lugar para mí.


―Te voy a extrañar. ―La tristeza en su voz es evidente. Eso duele, pero este no es el lugar para mí o mi hija, ni para Yamila.


―Detroit tiene todo para ti ahora, nena. Podría tener un nuevo comienzo para nosotras ―digo, en silencio rogándole estar de acuerdo.


―¿Quién sabe? Tal vez cuando mi mierda esté ordenada. Sabes que no puedo irme hasta que tenga mi propio marcador reembolsado.


―Estoy aprendiendo. ―Suspiro―. De todo esto, he aprendido que no se trata de deber o de poseer. El amor, la vida y las relaciones no son pesos ni contrapesos. No sé lo que son exactamente, pero no son la posesión de alguien.
Aférrate a eso, Yamila, y aférrate a la hermosa mujer que tienes en el interior.


―Te quiero, Paula.


―Yo también te quiero, nena. Llamaré cuando aterrice mañana.


Finalizando la llamada, me siento triste por mi amiga, pero aparte de eso, siento emoción. Mi futuro está frente a mí, y por primera vez en la historia, tiene un aspecto luminoso.