HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

lunes, 19 de septiembre de 2016

CAPITULO 20 (PRIMERA HISTORIA)




Es la hora de cierre y todo el mundo se fue, excepto Pedro y yo. Está listo para llevarse la caja mientras tomo mis cosas.


—Hasta mañana.


Se detiene por un minuto como si quisiera decir algo importante. En cambio, asiente.


—Conduce con cuidado.


—Claro.


Una vez en casa, salgo de mi auto y cruzo la calle cuando mi intuición de mujer, mi sexto sentido o como sea que lo llamen, me patea. Siento ojos en mí. Un ruido me llama la atención y me dirijo a mirar a mi alrededor. Juro que veo a un hombre con los ojos fríos en una sudadera con capucha encontrarse con mi mirada antes de que se meta en el callejón y desaparezca. Ojos fríos.


Hubo un tiempo en mi vida cuando vi la luz de la vida bailar en los ojos de un chico volviéndose de una oscuridad tan negra como la muerte con el tiempo


Sentimientos, lejos. Conciencia, inexistente. Frío... En blanco... sin sentimientos... sin moverme.



Brian.


Un escalofrío me recorre y es más que el frío del invierno de Detroit. Mi hermanastro. El monstruo de hermanastro mayor. El muchacho que no podía hacer nada malo a los ojos de su madre.


—Vamos, Pau. Déjame verlos. Me aseguraré de que no haya nada malo contigo. El querido papito no quiere a una niña rota —me susurra en la noche oscura de mi dormitorio, con las ásperas manos adolescentes a tientas cerniéndose en mis pechos.


Su peso se presiona sobre mí, empujándome más en la suavidad de mi caro colchón en la casa de mi padre. El colchón que no es nada como mi colchón de “casa”, de la casa de mi mamá.


Me está sofocando entre sus palabras, sus acciones y la mera sensación de él sobre mí. Saca mi camisón mientras simplemente permanezco inmóvil, sin saber qué debo hacer.


—Mi mamá puede ser una perra contigo Pau, pero me gustas. Siente lo mucho que me gustas —susurra Brian en la oscuridad.


Cuando no me levanto, envuelve la larga camisa encima de mi cabeza, dejando al descubierto mi cuerpo en desarrollo para él. Mi ropa interior es todo lo que está cubriendo mi cuerpo de él, mientras mi rostro está escondido dentro de mi camisa. Me siento segura escondida en mi camisa. Estoy perdida dentro de mi camisa.


Está encima de mí, sus manos me están tocando. No se siente mal. Y, me gusta a pesar de que a su madre no lo hace.


Mamá.


Mi mamá me compró bragas de seda cuando me “convertí en mujer”. Después de mi primer período, dijo que era demasiado grande para las bragas de los días de la semana. 


Ahora, mis bragas de seda de condición de mujer están mostrándose para que Brian las vea.


A Brian le caía bien a pesar de que a su madre no.


Sus manos están abajo de mi ropa interior. Sus dedos corren por mis pliegues. Niego.


—Me agradas. Quiero hacerte sentir bien. Te gusto, también Pau, ¿no? Quieres hacerme sentir bien, también, ¿no?


Estoy congelada. Las sensaciones son abrumadoras. Gimo, pero no puedo hacer que las palabras salgan.


—Shhh, Pau. Haré que te sientas bien. Voy a hacer que te sientas como un adulto. Quédate quieta ahora.


—No, Brian. Por favor, no —ruego en un susurro detrás de mi camisa.


Sus dedos están ahí, rozando, deslizándose, moviéndose en mí allí, en mi lugar especial.


No se siente mal. No me duele para nada, de por sí. No debe sentirse bien, sin embargo. Nada se siente bien cuando estoy aquí, excepto esta sensación.


Mi cuerpo tiene el control y estoy perdida. ¿Qué pasa conmigo? Mi cuerpo está respondiendo, mientras mi cerebro grita para que se detenga, pero no puedo hacer que las palabras pasen por mis labios de nuevo. ¿Por qué quiero que me toque más ahora? Para. No dejes que lo haga. ¿Qué es lo que me pasa?


Voy a vomitar.


Voy a vomitar. Caigo de rodillas en la nieve, respirando entrecortadamente, hasta que la realidad finalmente se asienta sobre mí. Ya no más. No me puede tocar más. Ahora conozco la palabra “no”. Ahora sé que no era correcto. Ahora sé que tengo el control.


Empujo los recuerdos de cómo comenzó mi pesadilla y donde se detuvo mi mundo y se inclinó sobre su eje. 


Siempre me he preguntado si la vida estaría bien otra vez.


Me levanto y voy dentro.



***


El sábado por la noche pasa rápido. Hay alguien tocando la guitarra acústica y cantando, todo el mundo está teniendo un gran momento. Es más, por primera vez, soy verdaderamente capaz de mantener el ritmo.


Cuando Pedro cierra la cocina, sale y mira a su alrededor.


—Voy a llenar los refrigeradores. Entonces podrás tomar un descanso.


—Estoy bien...


—Pau. —Hay una advertencia en su tono.


—Está bien.


Estoy de pie afuera en el frío cuando llega esa sensación de nuevo, la de anoche. Hay un cosquilleo en la parte posterior de mi cuello, como si alguien me estuviera mirando, el cosquilleo de alguien bebiéndome.


Cuando escucho lo que suena como un bote de basura volcarse, rápidamente me dirijo al interior, a la seguridad de Hooligans. No me gusta sentirme como parte de algo aquí cuando, de hecho, solo soy una empleada.


Froto mi trasero para mayor seguridad. “Tengo mi propia espalda” y esa es una realidad con la que estaba de acuerdo completamente hasta hace dos días. Mi pasado llegó para dispararse de nuevo al frente de mi mente y ahora estoy asustada, como poco.


—¿Estás bien? —pregunta Pedro mientras me agarra de la cintura cuando intento pasarlo.


—Sí, bien —aseguro, alzando la mirada a sus profundos ojos marrones. Pongo mis manos sobre la suya, mi piel calentándose inmediatamente. Me permito disfrutarlo solo por un momento antes de apartarme y mirar hacia abajo—. Discúlpame, por favor.


Al final de la noche, me voy, mientras vuelve a hacerse cargo de la caja registradora. Es la mejor manera de evitar situaciones más difíciles.


Estoy en mi auto y trato de abrir la puerta que se ha helado más debido a la tormenta que llegó hace unas horas. Tiro un poco de ella y casi tengo la llave dentro cuando juro que oigo mi nombre.


Oigo su voz, creo.


Brian.


Salto y dejo caer mis llaves, miro a mi alrededor, luego al cielo de la noche oscura. Mi respiración se intensifica mientras oigo pasos acelerados y viniendo hacia mí. Siento una mano en mi hombro e inmediatamente salto de nuevo y grito.


Empiezo a correr mientras un brazo se envuelve alrededor de mi cintura por detrás, deteniéndome.


—Por favor, no —grito—. Oh, Dios, por favor.


—¿Pau? ¿Qué diablos está pasando?





CAPITULO 19 (PRIMERA HISTORIA)





Salto hacia atrás contra Pedro y juro que lo siento. ¡Eso! Su cosita me hurga en la espalda. Me da risa, lo que hace a Lucas reír aún más duro. Decido que una explicación es necesaria.


Pedro me está enseñando cómo frotar.


—Veo eso —comenta, secándose los ojos—. Me dijo cómo frotar la carne, también, pero nunca me lo mostró.


—Oh, por el amor de Dios, Lucas, ¿qué estás haciendo aquí? —refunfuña Pedro detrás de mí.


Miro hacia atrás mientras se aleja de mí para ajustarse su... cosita.


—Dijiste que querías que la ayudara esta noche. Supongo que tienes todo bajo control. Y mientras ustedes dos están de regreso aquí frotando y la mierda, tienes un bar lleno de gente y Sally necesita una mano...


—Oh, querido Señor —exclamo, quitándole de las manos a Pedro el trapo de la barra.


Sus ojos se entrecierran un poco mientras me limpio las manos y se lo tiro de nuevo, antes de dirigirme a la barra donde veo a un cliente habitual que adivino es amigo de Pedro.


—Llegas temprano, Lucas —digo mientras pongo su cuenta delante de él.


—¿Pedro no está por aquí?


—Está cocinando —respondo, sirviendo su trago.


Se ve un poco desorientado. Está acostumbrado a que Pedro o Sally se encarguen de él. Interactúan muy bien con él. Es un poco distante.


—¿Tienes una broma para mí? —pregunto con una sonrisa.


—No es así como funciona —se queja y toma un sorbo.


—¿Cuál es la bebida favorita de Bruce Lee?


Me mira como si estuviera loca.


—El wataaah —digo mientras hago un golpe de karate falso.


Toma otro sorbo y se sienta en silencio, recordándome que soy una terrible camarera bromista.


Mientras me mira, me empiezo a sentir bastante estúpida. 


Estoy dispuesta a pedirle disculpas cuando se ríe en alto para que todos en la barra me miren. Comienzo de inmediato a reír junto con él, porque su risa es tan exagerada que no puedo evitarlo.


—¿Todo está bien? —Pedro sale de atrás para ponerse a mi lado.


—Es toda una voluntariosa —responde Julian con una sonrisa mientras se enjuaga las lágrimas.


Gonzalo y Lucas vienen a nuestro lado, también.


—Bueno, mierda, Pau. —El señor Resbaloso se ríe—. ¿Qué le dijiste?


—Es nuestro secreto. —Julian está inexpresivo mientras mira a Gonzalo.


—¿Lo vas a derramar, Pau? No puedo conseguir que este hijo de puta se ría por nada.


—Como dijo —le doy un guiño a Julian—, es un secreto.



***

Dos horas más tarde, el bar está lleno y realmente estoy disfrutando de mí misma. Con Julian ahora haciéndome sentir cómoda, junto con dos de los habituales, que vienen todos los viernes sonriendo de noche cuando me ven, siento que este lugar también es parte de mi casa ahora, exactamente como Pedro dijo que todos se sentían.


Sé sus bebidas antes de que puedan sentarse, High Life de barril. Quiero decir, técnicamente la mayoría de los asiduos piden lo mismo, pero estos dos siempre tienen su primera ronda con un trago de vodka y un pedazo de limón.


—Las cosas baratas, muñeca —me saluda el viejo Burt.


Las cenas se están sirviendo y no tengo ni idea de cómo Pedro está a la altura, sin embargo, lo está.


Corro hacia la parte de atrás para darle una orden de la barra y encuentro a Gonzalo en la cocina con Pedro y las dos chicas de la semana pasada. No lo vi venir. Ahora sé lo que hacen para mantenerse al día.


La rubia besa a Pedro en la mejilla y me dan la espalda. He oído todo esto de las mujeres hablando de los hermanos Alfonso, no me gustó entonces. La veo besar a Pedro y, definitivamente, no me gusta ahora.


—¿Todo bien por ahí?


Pedro se separa de la rubia tonta y camina hacia mí, deteniéndose justo en frente.


—Seguro que lo está.


Miro a su alrededor y por supuesto, la tonta está sonriéndome. Sí, seguro que lo está.


Froto mi trasero. “Con clase y fabulosa”. Entonces, doy un paso atrás y me repongo, mientras me mira de la forma que siempre hace, como si estuviera tratando de comprenderme.


—Solo tienes algunas órdenes. La gente está comiendo en la barra. Debe ser tu toque especial. —Digo eso un poco más fuerte para que la rubia tonta me escuche. Aunque, estoy sorprendida de que lo dije en voz alta y mucho menos para irritar a la Rubia.


Sus cejas se alzan, haciéndome saber que lo he vuelto a sorprender. Una sonrisa lenta se arrastra arriba en la esquina de su labio mientras niega y cruza los brazos frente a su pecho.


—¿Me vas a dar las órdenes o las mantendrás para ti?


—Tal vez se las dé a ella —susurro.


Ahora tiene una sonrisa completa. Nunca me di cuenta de lo blancos que eran sus dientes, me gustan.


—Sadi —dice en voz alta— Pau tiene algunas órdenes que necesita que prepares.


—¿Desde cuándo lleno pedidos de la ayuda temporal? —se burla mientras camina alrededor de él y mete su mano en frente de mi rostro.


—Desde ahora. —Se las entrego y la miro—. Y no soy ayuda temporal; He estado aquí desde hace dos semanas y un día.


Resopla y Pedro se ríe.


—Sadi, deseas mantener esta pequeña noche del viernes corr...


—Y los jueves —comenta ella burlonamente.


—Prepara las órdenes. —Pedro sigue sonriendo hacia mí mientras hago un ceño y le doy la espalda caminando, frotando mi trasero para mi recordatorio diario.


Estoy casi detrás de la barra cuando me toma del codo.


—¿Quieres decirme qué fue todo eso? —Miro hacia él, frotando mi trasero de nuevo y niego—. Mira, tú vienes a conseguir la comida, las propinas son tuyas. Ella saca la comida, son suyas. Cuanto antes terminemos con esa deuda, más rápido podrás...


Mi estómago da un salto.


Paso junto a él y agarro los platos de comida del mostrador antes que ella. Susurra:
—Cuidado, perra.


—¿Perdón? —contesto en un susurro, sinceramente, sin pensar que pudiese haberme dicho eso a mí.


—No tiene ningún interés en ti. —Se ríe burlonamente mientras me mira de arriba a abajo.


—Mi interés está en mi trabajo —índico con tanta confianza como puedo reunir.


Necesito este trabajo con el fin de pagar mi deuda con Pedro. Entonces, podré seguir adelante, dejar todo esto y él puede volver a lo que tiene con ella o con quién sea.


Mi pecho quema con molestia. Quiero frotarme el trasero de nuevo. “Con clase y fabulosa”, me va bien esta noche. 


Siempre debo trabajar este fabuloso trasero con nada más que con clase. Entiendo eso. Dirijo esta madre.


Apartándome de ella, con platos en mano, me centro en mi trabajo.


Cuando la cena termina, Lucas viene detrás de mí y empieza a frotar mis hombros.


—La prisa terminó, los refrigeradores están llenos. Tómate quince minutos y enfríate. Estás bastante malditamente tensa, Pau.


—No, ve tú —protesto, lamentablemente alejándome del masaje en mis hombros.


—Insisto.


Estoy a punto de rechazarlo de nuevo cuando veo a Pedro mirando en mi dirección y decido tomar el descanso que necesito.


Una vez que doy un paso fuera, dejo escapar un fuerte suspiro.


—¿De verdad crees que tienes una oportunidad?


Miro mientras Sadi saca el humo por su boca en mi dirección.


—Estoy aquí para trabajar, no para mantener la atención de nadie.


—Sí, eso es lo que dicen todas. —Lanza el cigarrillo al suelo y lo pisa con su bota de cuero—. Después de que tenga sexo contigo, va a dejarte ir, como a todas las demás.


—Bueno, voy a asumir que esa es tu forma de marcar su territorio y te puedo asegurar que...


—¿Por qué crees que ya no te quiere aquí el jueves por la noche? Después de que consigue todo, ¿de verdad crees que querrá que le des calambres a su estilo? Quiero decir, no puedes incluso mantener tu mierda bien detrás de la barra. Dependes de él para todo. Un hombre como Pedro no quiere a una pequeña duende necesitada como tú reteniéndolo. Se hizo cargo de su madre durante años y finalment...


—¡Sadi!


Aparto la mirada de ella mientras Gonzalo viene hacia nosotras.


—Mantén la maldita boca cerrada —susurra ella.


Mientras me giro para alejarme, Gonzalo me detiene.


—¿Estás bien?


—Por supuesto. —Froto mi trasero mientras camino a su alrededor. Con clase.






CAPITULO 18 (PRIMERA HISTORIA)



Estoy de espaldas cuando Pau entra.


—Llegué temprano.


Echo un vistazo al reloj y asiento mientras froto la segunda costilla de primera con adobo Alfonso.


—Estará muerto por una hora, así que no era necesario que llegaras temprano. —Le doy la vuelta a la carne y froto un poco más.


—No te preocupes, no voy a cambiar turnos con Sally. Sé que necesita el dinero para sus hijos. Cuando llegué le expliqué que no estaba aquí para eso.


—Bueno, ¿para qué estás aquí?


—Bueno, es que... —Cuando se detiene y frota su trasero, no puedo evitar mirarla.


Es increíblemente sexy, huele como el cielo y se ve de ese modo, pero la chica es jodidamente peculiar.


Mira hacia arriba y aparto la mirada.


—Estoy dedicada y decidida a pagar mi deuda.


—No me cabe duda de eso, Paula. Simplemente no quiero que estés incómoda.


—Eso hace dos de nosotros —comenta, apartando el cabello de sus ojos—. Gracias a Dios que tus hermanos no lo saben. Quiero decir, estuve tratando por una semana de averiguar si se trataba de Lucas a quien yo, umm, yo...


—¿Pensaste que fue Lucas con quien te acostaste?


Levanta su mano otra vez, como un policía de tráfico de mierda y me detiene. Por alguna razón, dejo pasar esa mierda.


—Sexo. Tuve sexo —replica y me encojo de hombros—. ¿Qué, también hay un problema con eso?


—Pau... —Pongo la carne en la sartén y limpio mis manos en un trapo de la barra—. Puedes decir eso de todos modos si quieres.


—Pero prefieres decirlo de manera cruda —medio susurra, pero puedo decir que está tratando de ser enérgica. Oí a mi madre utilizar el mismo tono cuando estaba hablando con mi viejo.


—No estoy tratando de ser crudo, Pau. —Pongo el asado en el horno y luego le doy vuelta—. No es falta de respeto, ¿de acuerdo? Ningún juicio, tampoco. Tú y yo estábamos allí. Tú y yo lo dejaremos ir. La única diferencia entre tú y yo es que yo, obviamente, tengo más experiencia. —Hago una pausa, tratando de elegir bien mis palabras, no es algo que esté acostumbrado a hacer. Levanto la vista hacia ella y me inclino casualmente contra el mostrador—. Creo que acostarse es mejor que tener sexo.


Sus ojos se abren.


—Así que piensas... —Se detiene y comienza a morderse una uña.


A la mierda si no me gustaría que fuera mi labio el que estuviera mordiendo.


—Adelante, no te detengas por mí. Si este pequeño arreglo va a funcionar, necesitamos mirarnos a los ojos y enfrentarlo.  —Estoy muy seguro que quiero ser dueño de ese atractivo, pequeño trasero al menos una vez más antes de que ella termine de trabajar para mí.


—¿Pensaste que era...? —Se cubre el rostro y no continúa.


—Está bien, mira, Pau, lo disfruté, tú lo disfrutaste. Estaba jodidamente excitado. Somos adultos y, ¿Pau?


—¿Sí?


Me estiro y aparto la mano de su rostro.


—El consentimiento fue dado como la mierda.


Me mira mortificada. Me río y luego pasa la mierda más linda. También se ríe.


Gracias a la mierda.


—Por lo tanto, ¿vamos a estar bien? Tú y yo trabajando juntos, ¿estás de acuerdo? Dímelo tú.


—Bueno, si te estoy leyendo bien, no piensas que soy una, eh... —Un rubor está sobre su rostro—. No soy una puta.


—Yo tampoco. —Le doy un guiño luego giro para sacar la tercera costilla de la nevera—. Estará muerto por aquí durante una hora, no tienes que quedarte. Creo que tienes las respuestas que buscabas.


—Sí, gracias. Pero, si no te importa, me gustaría pasar el rato. Traje un libro, así puedo leer.


—¿Te gusta tanto este lugar? —Me río.


—Hace calor. —Resopla, se tapa la boca, se ruboriza, luego alcanza su bolso y toma un libro.


—¿Tu casa no es caliente?


Se encoge de hombros y no responde. Simplemente se sienta y lee.


Trato de ignorar el hecho de que está en la habitación, pero me encuentro mirando en su dirección con demasiada frecuencia. Aunque me doy cuenta de que el libro que lee es Grief por la cubierta, procuro no entablar una conversación sobre ese tema. A la mierda eso.


Estoy echando la mezcla mientras bosteza y se levanta del taburete en la esquina.


—¿Necesitas ayuda?


—No, estoy bien.


Se acerca a la isla de acero para sentarse y mirarme.


—¿No utilizas una taza de medición o una receta?


—No es necesario. Todo está aquí. —Toco mi sien—. Receta de familia.


—La salsa secreta Alfonso.


La forma en dice mi nombre se mete en mi cerebro y hace que mi pene se contraiga. Ahora todo lo que puedo pensar es en la salsa secreta Alfonso y lo mucho que quiero mi salsa sobre todos sus increíbles labios, en un puchero.


—Es un adobo.


—Entonces, ¿solo utilizas las manos? ¿Sin guantes o algo?


Mierda, mierda, mierda, me digo a mí mismo.


—Sí.


—Me gustaría ayudar.


Me gustaría arrastrarte al puto armario, pequeño trasero loco, cosa atractiva. Creo que eso nos ayudaría a ambos. 


Mantengo eso para mí mismo.


—Lávate las manos y ven aquí.


Salta mientras saco las especias, luego se coloca a mi lado.


—Solo tienes que tomar un puñado y frotarlo alrededor, así. 


—Se lo muestro y lo intenta, por lo que me da risa—. Un poco más duro que eso. —Lo hace de nuevo—. Dame tu mano.


La llevo a un lado, le doy la vuelta, y espolvoreo el polvo en ellas. Pongo más y me pongo detrás de ella. Entonces, dirijo su mano sobre ella y le muestro cómo frotar adecuadamente la carne de vaca.


Mira por encima del hombro, levantando su otra mano, sonríe.


—¿Con ambas manos cómo tú?


Asiento y luego empieza a frotar la carne con la otra mano, también, pero de nuevo no lo hace lo suficientemente duro. 


Así que, teniendo sus dos manos en la mía, la ayudo a frotar la carne. El grano del roce entre nuestras manos solo se suma a la sensación de mi cuerpo presionando el suyo, con sus manos en la mía y una mesa manteniéndola firmemente en su lugar. Estoy lo suficientemente cerca para oler la lavanda y su aroma natural a limpio, ahora estoy medio endurecido.


Trato de calmar mis latidos y cerrar los ojos. Cuando los abro, está mirándome desde encima del hombro, con la boca ligeramente abierta. Se apoya en mí un poco mientras su cabeza se levanta más y no puedo soportarlo ya. Me apoyo en ella, dispuesto a darle lo que está pidiendo.


Justo cuando estoy a punto de ceder a nuestros deseos, me congelo, oyendo antes de ver a Lucas riéndose fuera de la puerta de la cocina.


¡Mierda!