HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

martes, 18 de octubre de 2016

CAPITULO 35 (TERCERA HISTORIA)





Cuando me despierto por el suave y dulce ronroneo, ella todavía está dormida en mis brazos. No quiero despertarla. 


Ha sido un infierno de semana.


Para ella, han sido unos malditos dieciocho años.


Me encanta que pueda dormir. Me encanta que confíe en mí lo suficiente como para saber que está segura y protegida conmigo. Y me encanta que el idiota de Cobra piense que la insinuación de matar a su viejo haría que lo quisiera a él y
no a mí. Obviamente no.


Me siento posesivo con ella, y eso me asusta. No debería necesitar a ninguna persona tanto como la necesito. No debería desear a nadie tanto como la quiero.


No debería desear a nadie tanto como la deseo. No quiero que se despierte algún día finalmente sintiéndose normal y decida que quiere salir como el infierno de aquí, lejos de mí. 


Mi trasero está tan empapado de ella que no quiero que necesite, desee, o quiera irse lejos alguna vez.


Necesito golpear mierda. Necesito romper mierda. Necesito correr. Sin embargo, no quiero hacerlo. Quiero abrazarla y mantenerla siempre.


¿Por siempre? ¿Qué diablos?


Acabado, estoy tan jodidamente acabado.


―Te amo, Pedro Alfonso. ―Sale en un susurro tan bajo que pienso que puedo estar imaginándolo. Lo había dicho antes, y lo creí entonces. Necesito creerlo ahora.


―Yo también te amo, pequeña ―digo en un susurro igual de bajo.


Ella no se mueve, no se agita, y siento como que tengo que estar dentro de ella de nuevo si no me callo la boca.


Me deslizo de ella y voy al baño. Considero lavarme la cara, pero luego decido que no quiero hacerlo. Todavía puedo olerla. Lamo mis labios, y puedo probar una pizca de ella.


Maldito enfermo. Me río de mí mismo en el espejo.



****


Estoy en la cocina, llenando una botella de agua, cuando sale.


―¿Dormiste bien, preciosa? ―Ella sonríe, después mueve la cabeza y cubre su rostro.


Me acerco y tiro de su mano.


―Lo eres, lo sabes.


―Me alegra que pienses eso.


No lo suficientemente fuerte, se hace eco en mi mente.


―Ve a tomar unos shorts y una de mis camisetas. Tú y yo iremos a soltar un poco de vapor.


Va de regreso hacia el dormitorio.


―¿No podemos hacerlo allí?


―Lo haremos cuando volvamos. Podemos hacerlo toda la noche. Pero esto es bastante importante para los dos.


Después de que se cambia, caminamos al lado, donde la llevo al ring.


―Necesito que aprendas a pelear.


Ella asiente y mira alrededor del gimnasio, con los ojos por todas partes, evitando los míos.


Agarro su barbilla.


―Pauly, necesito que aprendas a pelear.


―Te tengo a ti. ―La tristeza en su voz hace que me duela el pecho.


―Sí, pero... ―Me callo cuando ella suspira, y juro que pone los ojos en blanco―. Oh, vamos ahora. Hazlo por mí ―digo con voz burlona, y ella sonríe, cierra los ojos y sacude la cabeza―. Bien. Necesito saber que si algo me sucede,
podras cuidar de ti misma, porque juro por todo lo que amo... ―sus ojos se ajustan a los míos cuando escucha la palabra amor―... que si dejo esta puta tierra, no solamente dejo algo bueno en el mundo, sino... ―Me detengo y tiro de ella cerca
de mí―. Dejo a la persona que conozco malditamente bien y que amaré por siempre por mí y para mí.


―Tú...


―Te amo, Pauly. Lo supe desde el momento en que dejé la comisaría cuando tu viejo, Chaves, presentó los cargos. La necesidad de protegerte era fuerte, pero la necesidad de verte, de vigilarte, de cuidar de ti, y, sí, el amor no ha desaparecido. Sólo se ha hecho más fuerte. Putamente te amo, Paula Chaves. ―Cierro los ojos y sacudo la cabeza―. Sólo le he dicho eso a otra mujer en mi vida, a mi mamá. A
nadie más.


―Entonces ¿me puedo quedar aquí? ¿Me puedo quedar contigo? ¿No tengo que volver allí? Yo...


―No sólo puedes quedarte conmigo, sino que lo harás. Te guste o no, eres mía para proteger, enseñar, cuidar, tocar... ―extiendo la mano y tiro de ella contra mí―... y amar. A nadie mas.


―Nunca. ―Ella sonríe, y un tipo diferente de lágrima escapa de sus ojos.


―Bueno. Ahora besa a tu hombre.


Ella lo hace de inmediato, susurrando “Te amo” en contra de mi boca.


―Te amo. ―Me muevo hacia atrás y tomo su hombro―. Ahora voy a enseñarle a mi chica toda la mierda que necesita saber para ser tan fuerte en el exterior, como lo ha sido en el interior.


Ella asiente y sonríe.


―Bien.


―Dime lo que harías si hiciera esto. ―La tomo, girando a su alrededor, y tirando de ella con fuerza contra mí.


―Te lo permitiría. Me gusta.


Miro hacia abajo mientras ella mira hacia arriba y sonrío.


―¿Vas a seguir siendo prudente, o vas a ser seria durante unos veinte minutos? ―Ella se ríe, y la tiro más seguramente hacia mí, susurrando en su oído―. Tan pronto como esté satisfecho aquí, voy a llevarte de nuevo a nuestro
casa y me aseguraré absolutamente de que estés satisfecha allí.


―Tienes toda mi atención.


―Bien. ¿Qué harías si un extraño te agarra así?


―No lo sé. Simplemente no lo sé ―dice con tristeza.


―Golpéalo con el codo tan fuerte como sea posible en el intestino y grita, pequeña. Grita para que pueda oírte. Si estoy al otro lado de la ciudad, quiero escucharte, ¿entiendes?


―Sí.


―Y cuando golpees con el codo a alguien, hazlo para lastimarlo.


―No quiero lastimar a nadie.


―Entonces, pretende que soy él.


Ella se tensa.


―Haz de cuenta que tú eres yo.


―Está bien.


―Golpéame con el codo, Pauly, y haz que du.... Maldición ―gruño después de poder respirar de nuevo.


―¿Te lastimé?


―No. Sólo me tomó por sorpresa. Lo hiciste bien. ―La giro hacia mí y la agarro suavemente alrededor del cuello―. ¿Qué harías en esta situación?


―Pedro, tienes que decírmelo, ¿de acuerdo?


Asiento. Joder, no tiene ni un hueso agresivo en su cuerpo cuando mi pene no está involucrado.


―Baja la barbilla inmediatamente, apriétala tanto como puedas de tu pecho, protege tu tráquea, y luego agarra su rostro. Después, hunde tus pulgares en las cuencas de sus ojos, llévalo más cerca, y golpéalo con la rodilla en donde puedas. ¿Entiendes?


Ella asiente vigorosamente.


―Ahora inténtalo.


Pasamos más de veinte minutos trabajando en la mierda que ayudaría si ella pudiera hacerla por intuición. Contra viento y marea, me aseguraré de que lo haga.


―Lastimar. Repite la palabra una y otra vez. Lesiona a tu atacante, e inmediatamente aléjate. Lastímalo.


―Lastimar ―repite.


―Bien. Ahora de nuevo.


―Pero pensé que volveríamos a casa. ―Casi se queja.


―Defensa propia primero, sexo después.


―Sexo primero, después autodefensa ―contesta. Y soy masilla en sus manos.


―Está bien, lo haremos a tu manera, pero después de que te folle, no te quejes de que estás agotada. Regresaremos aquí.



CAPITULO 34 (TERCERA HISTORIA)






Ella es una bola de nervios, y estoy tan jodidamente torcido que no puedo ver bien. No puedo ver nada excepto a ella. 


Ella y yo. Yo y ella.


Ella y putamente yo, no él. Nunca él.


Me quito el traje mientras ella se quita su pequeño vestido negro, odio llevar esas jodidas cosas en las bodas y en los funerales. A medida que se pone de pie en ropa interior y sin sujetador, miro su trasero. A través de él se extiende un Soy
fuerte.


Emi, suspiro.


¿Cómo diablos lo hace? Tan intencional como fue, tenía que ver eso ahora más que nunca. Necesitaba el recordatorio de que Paula me ama. Me lo dijo antes, así que si ese hijo de puta mató a su padre y pensó que Pauly iría hacia él,
buscando protección, está equivocado. Maldita y putamente equivocado. ¿Por qué?


Debido a que mi chica es malditamente fuerte.


No la necesito debilitada y necesitada. Necesito su fuerza y... 


Detengo la pequeña charla que estoy teniendo conmigo mismo cuando ella se da la vuelta y suelta su cabello.


―¿Pedro? ―dice mientras camina lentamente hacia mí como si fuera la depredadora, y ahora yo fuera la presa.


―Paula.


Ella me mira de arriba a abajo. Estoy tan desnudo como ella. 


Diablos, llevo bóxers hoy y que me jodan si no coinciden con los de ella. Tal vez necesito una pequeña impresión de mierda sobre ellos, diciendo que soy su puto hombre, no el
puto que se llama a sí mismo como una serpiente, probablemente porque su pene es un jodido gusano.


Ella me agarra y aprieta mi pene, haciéndome gruñir. 


Después, besa mi pecho y se mueve hacia mi brazo. Legado.


―Tu mamá estaría orgullosa de ti ―susurra―. Un hombre tan bueno, un hombre tan fuerte. ―Aprieta con más fuerza―. Mi hombre.


―Malditamente correcto ―gruño.


―Mi campeón... ―me besa la mano, luego lame mi dedo―, tiene la fuerza de un león y el corazón de un cordero


―Joder, Pauly ―digo mientras chupa mi dedo medio.


―Salvador estaría orgulloso de ti también. ―Mete otro en su boca y lo chupa. Lo chupa realmente bien. Luego lo saca lentamente y lo frota en sus labios―. Estoy orgullosa de ti. ―Toma mis manos y camina hacia mí, empujándome hasta que mi espalda está contra la pared. Luego besa mi pecho―. Me encantan tus cicatrices. ―Me besa más abajo―. Me encantan las mías ahora también. Hiciste eso por mí. Haces todo bien.


Se deja caer de rodillas, sacando mi pene de mis bóxers.


―Hermoso. Blando y duro al mismo tiempo, algo así como tú. ―Su lengua rodea mi pene, y agarro su cabello, teniendo cuidado de no tirar de él. Sólo necesito tocarla.


Pauly me toma en sus manos, colocando una parcialmente alrededor de mi pene y la otra tirando suavemente de mis bolas. Entonces me toma más profundo y me mira con ojos muy abiertos, buscando aprobación.


―Jodidamente perfecto, Pauly. Mejor que perfecto.


Parece contenta cuando su lengua acaricia la parte de abajo de mi pene, y me acaricia mientras me toma más y más profundamente.


―Tan bueno. Tan jodidamente bueno. ―Mi mano se estrecha alrededor de su cabello, y ella gime.


Me toma por completo, tragándose mi pene antes de retroceder, la saliva fluye de mi pene a su boca mientras me bombea más fuerte, más rápido, entonces me toma de nuevo.


Mis caderas se empujan hacia adelante, y Paula me mira.


Traga de nuevo, después retrocede. Me sostiene y lame la cara inferior de mí más y más abajo hasta que su lengua se desliza a través de mis bolas. Chupa una, luego la otra,
sosteniéndome firme, bombeando más fuerte. Luego me lame, frotando la cara contra mi pene, y me lleva a su boca lentamente, con los ojos en mí, hambrientos, atractivos, y necesitados.


―No quiero que pares, pequeña, pero necesito que te vengas conmigo. ―Extiendo mi mano y saco mi pene de su boca, lamentando de inmediato la pérdida de calor. La alzo desde debajo de sus brazos mientras ella se retuerce.


―Quiero terminar ―casi gruñe.


Me siento en la cama.


―Te quiero sobre mi cara.


Me recuesto, llevándola conmigo, y la beso con fuerza. Ella arrastra sus dientes por mi lengua y se aleja. Se da la vuelta sobre su lado y rápidamente se mueve hacia abajo, tomando mi pene dentro de su boca de nuevo. Mis caderas se
empujan hacia arriba, y ella traga.


―Lo siento, mierda ―gimo, tratando de llevar su boca de nuevo a la mía.


Sus dientes me muerden, no duro, pero lo suficiente como para decirme que no tiene intención de parar.


―Maldición, joder, maldición ―digo mientras su cabeza sube y baja en mi pene―. Haz lo que quieras, pero haré lo mío también. ―Me estiro detrás de ella y agarro su trasero, levantándolo y tirando de ella hacia mí.


―¿Qué estás haciendo? ―dice con expresión de sorpresa.


―No importa, Pauly. Sigue comiéndote mi pene. Voy a comerme tu pequeño y dulce coño, y te vas a venir conmigo. ―Levanto su pequeño trasero y me muevo para que esté por encima de mí. Entonces me apoyo y chupo con fuerza sus empapados labios―. Mmm...


―Oh, Dios... ¿Cómo...?


La chupo más duro, llevándola hacia abajo a mi cara mientras la extiendo más ampliamente con mis manos y meto mi lengua dentro de su caliente y húmeda vagina. Ella gira sus caderas, y chupa más duro.


Un festín. Estamos dándonos un festín el uno con el otro, teniendo placer y dándolo.


Ella tira de mis bolas mientras muerdo sus labios, y eso no la detiene. Estoy tan profundamente en su vagina y en su boca, que nunca quiero salir.


―Trágame, nena. Voy a llenar tu boca, y vas a venirte por toda la mía ―gruño cuando siento a mis bolas tensarse.


―Sí. ―Me acaricia más duro y me toma de nuevo más profundo.


Froto mi pulgar a través de su pequeño y apretado agujero mientras mi lengua la penetra. Ella tiembla, después se tensa, y sé que está tan cerca como yo.


―Vente, maldición. Vente ahora.


Grita su orgasmo mientras mi venida cae en su boca abierta.


Los dos estamos todavía tratando de recuperar el aliento, todavía en la posición sesenta y nueve, cuando finalmente puedo formar una oración.


―Ven aquí y déjame abrazarte.


Ella se da la vuelta sobre su lado, se sienta, y se mete en mis brazos con su cabeza en mi pecho. En cuestión de minutos, los dos estamos dormidos.


CAPITULO 33 (TERCERA HISTORIA)




Hoy es el día del servicio de Salvador. Hoy voy a ser fuerte por Pedro. Hoy le daré de regreso una pequeña porción de todo lo que me ha dado.


Kid, Pedro, y yo nos encontramos en el gimnasio con Gabriel, Carolina, Martin, y Emilia. Es tan asombroso ver a este grupo de personas interactuar como una verdadera familia. Gabriel mantiene a Carolina a su lado, y Martin se queda atrás sosteniendo a Emilia, sosteniéndola en sus brazos mientras sus manos descansan sobre su vientre. Pedro nunca suelta mi mano. Con nuestros dedos
entrelazados, unidos, no me suelta, y encuentro fuerza en el lazo. Encuentro consuelo en nuestro vínculo. Encuentro mi lugar a su lado. Siento que he encontrado mi casa.


Es un momento solemne; enfrentando la pérdida del hombre que era más un padre para Pedro de lo que su viejo alguna vez realmente lo fue. No hemos tenido mucho tiempo para hablar acerca de lo que está pasando en el mundo de Pedropero Emilia me dijo lo mucho que significaba Salvador para él cuando no pudo venir a mí, justo después de su pérdida. 


Es reconfortante saber que su familia lo respalda y, como Emilia me dijo, a mí también.


De repente, la puerta del gimnasio se abre y Cobra entra. La tensión aumenta y la atmósfera cambia. Trato de soltar la mano de Pedro para saludar a mi amigo, pero él no hará eso.


―¿Dónde está tu equipo, Cobra? ―le pregunta Gabriel mientras Carolina se mueve detrás de él.


Ver a los hermanos Alfonso cada uno mover a sus mujeres a lugares seguros tira de mi fibra sensible.


―Vine solo.


Martin se ríe con sarcasmo.


―No te creo eso.


―Vine a presentarle mis respetos a Salvador y a verificar a Ratón. ―Cobra me mira, y le doy un saludo con mi mano libre.


―Paula está muy bien. Esto no es un juego, Cobra ―gruñe Pedro.


―Sólo quería ver a mi amiga. Necesitaba asegurarme que está realmente bien. No quiero que todo lo que hice por ella sea por nada.


―¿De qué diablos estas hablando con “hice por ella”? ―pregunta Pedro.


Trato de alejarme de nuevo para hablar, pero su mano aprieta la mía, manteniéndome en mi lugar.


―Ratón ―dice Cobra, mirándome.


―¿Qué hiciste? ―pregunto.


―Piénsalo. Piensa en ello y lo verás ―responde de manera inquietante, haciendo que mi espalda se erice con agitación. 


Pensaba que era mi amigo.


―Jason, gracias por el lugar seguro donde quedarme ―digo suavemente―. Estoy bien, como puedes ver. ―Al sentir el aumento de la tensión, añado―. Salvador valora tu tiempo y respeto. Debes irte, sin embargo. Te veré por ahí, ¿de acuerdo?


―Ratón, en cualquier momento, cualquier cosa que necesites, estoy aquí. ―Saca una tarjeta de visita y la desliza en mi mano―. Cualquier cosa por ti, por tu
seguridad.


Pedro se encuentra cara a cara con él, evitando que Cobra llegue más cerca de un brazo de distancia de mí.


―Hiciste lo que viniste a hacer. Ahora es el momento de irte ―interviene Martin, poniendo su mano sobre el hombro de Cobra, y Kid se mueve a mi otro lado de manera que Cobra reciba el mensaje.


Él aprieta mi mano con la tarjeta una vez más, antes de soltarla.


―Es bueno saber que tienes gente, Ratón. Eso me incluye. No importa lo que cualquiera de ellos piense de mí, si necesitas algo, estaré aquí.


―Es hora de irse ―repite Martin con firmeza.


Cobra le resta importancia.


―Por ahora, sí. ―Mira a Pedro―. Te estaré observando. Tú y yo, Alfonso, tenemos asuntos pendientes.


―No es el momento ni el lugar, Cobra ―dice Pedro, y puedo sentir la ira crecer en él.


El miedo me atenaza, no por lo que Pedro pueda hacer, sino por la forma en que se pueda sentir.


Tiene razón. Este no es el momento ni el lugar. Este es su momento de guardar luto. Él me dio eso para un hombre que no merecía ni la mitad de lo que Salvador. Ahora es mi momento de dárselo.


―Cobra, recibí tu mensaje. Vete.


Él me guiña el ojo antes de salir.


Si las miradas mataran, los Alfonso hubieran asesinado a Cobra mientras nos dejaba.


Se necesita un poco de tiempo para que el estado de ánimo cambie, y durante todo el servicio hay una creciente tensión subyacente entre Pedro y yo.


Mi pensamiento se dirige de nuevo a Cobra. ¿Qué podría haber hecho por mí? Entonces un pensamiento me golpea, pero lo descarto. No hay manera de que Cobra matara a mi padre. Dijo que quería ser bueno. Dijo que había golpeado a su chica por ira, no porque hubiera planeado la violencia. 


Esto no es algo con lo que sepa tratar.


Aunque Pedro me mantiene cerca, siento como que está distante. ¿Está enojado conmigo? ¿Está lastimado?


El servicio termina y quiero tomar todo su dolor. Hay un momento cuando quiero frotar mi trasero como Emilia, recordando las bragas que tengo. Necesito estar aquí por mi hombre. Necesito la conexión que compartimos. Necesito la calma que me da al estar conmigo. Necesito que deje ir la pérdida y que me permita compartir su carga como hizo con la mía.