HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

miércoles, 12 de octubre de 2016

CAPITULO 17 (TERCERA HISTORIA)









Entro en Alfonso’s, después de haber esperado para charlar con mis hermanos, pero al parecer la multitud después de la pelea se fue después de dos horas esperando por mí. Me siento un poco mal sabiendo que habría traído una gran cantidad de ingresos para Martin, Emi, y Sally. Después de disculparme con Sally y ella asegurándome que todavía sería una buena noche, lanzo uno de cincuenta a la barra y salgo.


―¿Dónde diablos esta el ratón? ―Oigo un gruñido de voz familiar.


Me giro y agarro el cuello de su camisa.


―¡No es nada de tu incumbencia de mierda! ―Golpeo a Cobra contra la pared de ladrillo.


―Es mi puta amiga ―resopla mientras me empuja hacia atras―. Así que, sí, ¡es mi asunto de mierda!


Doy un paso hacia atrás sorprendido.


―¿Tu amiga? ¿Tu puta amiga a la que le mentiste acerca de mí? Un hombre que le impidió ir a mí, sabiendo muy bien que ella...


―¡No mereces a una chica como esa!


―¿Y tú sí? ―Me río.


―Te acostaste con mi chica. Missy ―gruñe mientras sus ojos se estrechan.


Los míos se estrechan de nuevo.


―¡Tu chica se metió conmigo después de que tuvo suficiente de ti golpeándola! ―Obviamente, el hijo de puta no puede superar el pasado―. No la he tocado en meses.


―¡La alejaste de mí!


―Ningún hombre te la va a quitar. ¡Esta tan jodida por tu culpa! ―Lo empujo y espero que me conteste, quiero que lo haga. En su lugar, mete las manos en los bolsillos y se para como el cobarde que realmente es.


No me mira a los ojos cuando dice.


―Ese pequeño ratón es mi amiga.


―Ella no es nada para ti. ¿Me entiendes? ¡Nada!


Él mira hacia mí, las venas abultadas en su frente. Quiero que me pegue.


Quiero que lo haga, así podré descargar el odio que tengo dentro de hombres como él, de un hombre que piensa que está bien poner sus manos en una puta mujer.


―Ella se merece algo mejor que tú.


Me río con ira.


―¿Y mejor que yo, eres tú?


―Tú y yo no somos muy diferentes, Alfonso―encaja.


―Correcto, el peleador callejero que trata de hacer que todas las personas piensen que es un niño rico con cuchara de plata en la boca creció como lo hicimos nosotros. Eres una puta broma; eso es lo que eres.


Sus ojos se iluminan de color rojo mientras mira hacia mí.


―Dile que haría lo que la mierda tuviera que hacer con el fin de mantenerla a salvo, y haré eso incluso después de que hayas ido a ella. Voy a recoger sus piezas, y a acomodar...


―¡Vas a perder tus putos dientes si siquiera piensas en acercarte a ella, tal vez incluso tu vida!


―Pft. Ya no lo tienes más de lo que tienes la capacidad para cuidar de una chica como ella. Cuando te bajes de tus tacones de héroe, no será nada para ti, pero yo, yo soy un verdadero héroe ahora. Te guste o no, Alfonso, estoy más que dispuesto y capaz de sacarla adelante.


Me lanzo hacia adelante, listo para tumbarlo, cuando veo las luces rojas intermitentes y una sirena chillar.


―Aléjense y vayan a casa. ¡Ustedes dos!


Miro detrás de mí para ver a Johnny en un auto patrulla. El hijo de puta me está siguiendo. ¡Mierda!


Doy un paso hacia atrás.


―¡Considera este tu puto día de suerte! ―Cobra se enoja, evitando la mirada de Johnny.


―Camina por esa línea, Johnny ―digo, encontrando su mirada antes de que se dé la vuelta y se meta de nuevo en su auto. Bueno, sé que está en mi cola, así que no puedo volver a Paula ahora.


Me meto en mi auto y me dirijo a la casa de mi hermano. 


Camino por las escaleras hasta la casa de Martin y de Emi, oyéndolos reír mientras camino por la puerta.


―¡Va a ser un niño! ―Se ríe mas fuerte.


―Espero como el infierno que sea niña, una que se parezca a ti y sólo actúe tan loca como su mama ―dice Martin.


―Oh, oh, Martin ―gime ella.


―Um, ¿ustedes dos estan decentes? ―les pregunto antes de doblar la esquina.


―¿Me estas jodiendo? ―gruñe Martin, y escucho el cuero moviéndose en el sofá.


Emi se ríe.


―Sí, entra.


Les doy un minuto antes de entrar en la sala de estar, donde me encuentro con los ojos brillantes de Martin.


―¿Interrumpo?


Martin me mira como si fuera un idiota.


―Por supuesto que no. Siéntate ―dice Emi mientras le da un codazo a Martin.


―Necesito tu ayuda ―digo mientras me siento. Martin asiente una vez, y Emi sonríe. Sé que el hijo de puta se lo dijo.


―Somos familia, así que la respuesta es sí desde ya.


CAPITULO 16 (TERCERA HISTORIA)




El impulso de consolarla envió mis labios a su frente, y un gesto, consolarla, al instante se convirtió en algo más.


Confort, proteger, reclamar...


Espero consolarla, porque hizo como la mierda menos cómoda mi cintura en 2,2 segundos. La protección llega entonces, pero ni siquiera pude mirar hacia atrás, porque sabía que eso no es lo que haría. Reclamar fue tercero en mi lista de cosas por hacer, y no puedo hacer eso por tres días, pero tengo la intención de hacerlo.


Me paro frente al gimnasio y entro de un salto, usando mi llave para entrar.


Al ver la luz en el despacho de Salvador, camino a ella, después empujo la puerta abriéndola, y Kid y Salvador me ven.


―¿Qué demonios haces aquí? ―gruñe Salvador hacia mí mientras veo a Kid empujar jeringas y frascos pequeños en un refrigerador.


―¿Qué demonios esta pasando? ―pregunto. Kid se levanta y mueve la cabeza hacia Salvador.


―Tienes que hacer esto ahora. ―Mira hacia mí y asiente mientras camina pasándome y sale por la puerta.


―Siéntate, muchacho. ―Salvador mira hacia mí, y hago lo que me dice.


Me siento en la silla plateada de metal y me inclino hacia delante.


―¿Que esta pasando?


―Primero, dime lo que estás haciendo aquí.


Lo miro, realmente viéndolo. Sus ojos tienen un tinte amarillo, y su piel tiene un tono gris. He visto esa coloración antes. He estado tan atrapado en Paula todos estos meses, que ni siquiera he visto lo que ha estado ocurriendo justo
enfrente de mi cara. La tos, el vómito, la pérdida de peso, la fatiga. Todo se estrella contra mí como un golpe bajo en el estómago. Cáncer.


―¿Estas enfermo?


―Dije tú primero ―refunfuña mientras toma un medio quemado cigarrillo Swisher y su Zippo. ―Derrama, chico ―dice mientras lo enciende.


―El padre de la chica esta muerto. Me llamó Johnny para responder algunas preguntas. No quise decírtelo por teléfono, pero necesito una coartada que no implique la pelea de esta noche.


―Estuviste aquí, entrenando. ―Exhala el humo de olor dulce.


―Bien, ahora tu turno.


―Muriendo. ―Me mira a los ojos―. Nada puede hacerse. No iba a decírtelo hasta que...


―¿Qué estás qué?


―Tengo cancer, chico. ―Chupa otra calada―. Nada puede hacerse.


¡Mierda! No esa mierda de nuevo.


―¿Qué tal si dejas de fumar?


―¿Qué tal si te callas y me dejas en paz?


Sus ojos son cada vez pesados, así que sé lo que Kid le dio.


―Sera mejor que te vayas ―dice mientras aplasta el cigarro en el cenicero―. Hablaremos más tarde.


―Esto es mas importante ―mascullo.


―Mira, nunca he tenido hijos, pero te tengo a ti, y le juré a un amigo que cuidaría de Kid. Tú y él son todo lo que tengo. Ambos necesitan estar juntos, ayudarme a salir de esto, pero estoy absolutamente seguro que van a dejarme ir.


―¿Estas preguntandolo o diciéndolo?


―Diciéndolo ―dice, mirandome con severidad.


Siento emociones en ebullición.


―Te quiero, hombre. ¿Seguro que nada se puede hacer? Haré lo que malditamente desees.


―Bien, ahora saca tu trasero de aquí y ve a decirle a Johnny que estuviste conmigo. Después, hazte cargo de esa chica.


―Es tan putamente joven.


Él sonríe.


―Entonces entrénala bien. Ahora vete. ―Se pone de pie, sosteniéndose sobre su escritorio―. ¡Kid!


Se abre la puerta, y Kid entra. Me mira, y lo miro, entendiendo lo que pasa en esa mirada. Entonces asiento.


―Te quiero, hombre. ―Le doy a Salvador un rapido abrazo con un solo brazo, después salgo del gimnasio antes de que pierda mi mierda.


Brinco en mi auto y golpeo el volante un par de veces antes de comenzar a alejarme.


Mientras conduzco a la comisaría, pienso en mamá, en Salvador, y creo que en Paula. Anteriormente, cuando mierda tan profunda como esta me llegaba, huía.


Corría fuera, escapaba de mis problemas, corriendo hasta que podía darle algún sentido a la mierda al revés en el mundo. Corría hasta que podía visualizar lo que era correcto. 


Luego iba con Salvador y golpeaba como la mierda una bolsa hasta que estaba agotado físicamente. Después de eso, me hundía en algo caliente hasta que estaba rodeado de un sentimiento que triunfaba sobre mi necesidad de dolor, mi liberación.


En este momento, tengo que correr, necesito golpear mierda, necesito tener sexo, pero primero tengo que asegurarme que la pequeña está bien.


Entro por la puerta doble de la comisaría, donde Johnny Ley está caminando detrás de un escritorio.


―La próxima vez, iré a buscarte ―gruñe hacia mí.


Yo sonrío.


―Haz lo que tengas que hacer.


Después de que deja escapar un gemido de frustración y me devuelve el saludo, escucho el clic familiar de la puerta abriéndose, y suelto una risa.


―¿Qué es tan divertido, Alfonso? ―Los ojos de Johnny se estrechan hacia mí.


―Por primera vez abrí la puerta yo mismo. Por lo general, estoy usando esposas de acero.


Él niega.


―Sabes que no es verdad, Pedro.


―Era una broma. Debido a que decidiste cruzar esta línea, supongo que probablemente sera cierto en el futuro ―digo y lo sigo a su oficina.


―Toma asiento.


―No importa si no lo hago. ¿Tienes algo de café de mierda?


Él mira hacia atrás, con los ojos entrecerrados.


―¿Qué hombre? Tengo antojo. ―Inclinando hacia atras la silla, pongo los pies sobre el escritorio, y me relajo de nuevo, enlazando las manos detrás de mi cuello.


―Esta mierda no es divertida. ―Arroja una carpeta, y patina deteniéndose cuando llega a mis pies―. Chaves esta muerto, su hija desapareció, y tú, ahí con aire satisfecho, has sido el que ha estado tratando como el infierno de conseguir que alguien saque a la chica de allí. Tú y ella son sospechosos de mierda de primera mano en este homicidio.


Dejé escapar un suspiro, tirando de mis pies de su escritorio, y agarrando la carpeta. Mirando el interior, dos sentimientos se combinan dentro de mí: náuseas y alivio.


―Parece que se cayó por las putas escaleras.


―Claro como el demonio que lo hizo, y de cabeza ―le digo, volteando la foto hacia los lados―. Debe haber putamente dolido.


Johnny cierra el puño sobre el escritorio.


―¡No es una maldita broma!


―Nunca dije que lo fuera. ―Cierro la carpeta y la empujo a través del escritorio para que golpeé su mano―. Disculpa, me equivoqué.


―Tú, maldijo hijo de...


―Cuidado, Johnny Ley ―gruño hacia él.


―Podría arrestarte como la mierda ahora.


―Tengo una coartada sólida como una roca. ―Atajo de nuevo.


―Sí, eso he oído. ¿Debo felicitarte por tu victoria, Hitmaker?


―Bueno, eso estaría bien, pero prefiero campeón. ―Me pongo de pie y miro el reloj―. Tengo lugares a los cuales ir, gente a la que ver, y es obvio que no tienes intención de detenerme, o lo habrías hecho para ahora. Mi palabra es todo lo que tengo en este mundo, y tú y yo sabemos que cuando digo que no maté a la mierda, es la verdad. Me gustaría haberlo hecho, y esa es la verdad, también.


―¿Dónde esta la chica? ―suelta a presión.


―¿La chica? Ni idea de lo que estamos hablando, pero puedo prometerte que ella no lo mató, tampoco. Tal vez sólo cayó por las escaleras de mierda, hombre. Los borrachos hacen mierda así todo el tiempo.


―¿Es la verdad, Alfonso? ¿Realmente no sabes dónde está?


No contesto.


―Quiero hablar con ella ―dice, un poco mas tranquilo que antes. Es por eso que me arrastró hasta aquí. No puede encontrar Paula. Bien. Tengo la intención de que siga siendo así.


―Bueno, entonces te sugiero que la encuentres. ―Me detengo―. Oh, mierda, no pudiste hacer eso, tampoco.


―Ni tú y tus hermanos pueden ―dice con una arrogancia que me molesta.


―¿Qué tal si dejas de andar alrededor y tratas de usar tus habilidades de súper poli?


―¿Qué tal se tienes en cuenta que es una puta menor? ―grita.


―Sólo por un par de días más, hombre, eso es todo. Después, el sistema no podrá tocar a la chica.


―Sera una adulta entonces, Alfonso, y entonces podría terminar en la cárcel ―advierte.


―No, si no lo hizo.


―No soy el enemigo aquí ―dice en un tono apenas-como-enojado.


―No. Sin embargo, la credencial detrás de la que te ocultas y la edad te han hecho perezoso y sin corazón.


―Estas hilando muy fino ―se burla.


―Fuiste un infierno de policía una vez, Johnny, así que ¿qué tal si te encuentras de nuevo? ―Abro la puerta y miro hacia atras―. Pon esa mierda a descansar como homicidio. Un borracho se cayó por las escaleras, puto caso cerrado.


―No vayas muy lejos, Alfonso. Si la autopsia demuestra lo contrario, voy a necesitar una declaración.


No digo mierda, simplemente sigo caminando a la salida.





CAPITULO 15 (TERCERA HISTORIA)





No lo debería desear. No debería estar con él. Pero no puedo evitarlo.


Quiero su toque. Quiero su seguridad. Quiero cualquier cosa y todo lo que me pueda dar. Algo del intercambio de energía en la pelea me tiene excitada. No me siento cómoda con la violencia, pero hay una cierta energía en la atmósfera que alimenta a todo el mundo en el lugar, incluida yo.


Cobra me trajo a la pelea de esta noche. Me dijo que me quedara fuera de la vista. Sin embargo, cuando Pedro estuvo peleando contra él y parecía tan enojado, tuve que hacer algo. Tenía que ser un consuelo. 


Después de que noqueó a Cobra, debería haberme quedado. Debería haberme quedado para asegurarme de que mi amigo estaba bien. Por mucho que Cobra me advirtió que era un mal hombre, fue agradable conmigo. Todavía me asustaba que pudiera golpear a su novia, una mujer a la que dice amar, pero no me ha golpeado. Podría haberme lastimado en todo tipo de formas, pero, en lugar de eso, me dio un refugio seguro hasta que pudiera llegar a Pedro. Hay algo entre nosotros. Un tirón desconocido que me hace volver a él sin importar nada.


Pensó que estaba acostándome con Cobra. Dice que no se acostó con Missy.


Definitivamente necesitamos comunicarnos mejor. Nunca he sentido celos antes. A decir verdad, nunca he sentido nada más que miedo...hasta Pedro Alfonso.


Ahora tengo tantas emociones que estoy mareada tratando de ordenarlas todas.


Me hace sentir como una mujer y no como una niña. Hace que mi cuerpo se queme de adentro hacia afuera. Me hace cosas de las que sólo he leído en los libros.


Hace que quiera sucumbir al salvaje abandono cuando he crecido temiendo a mi propia sombra. ¿Cómo puede una persona hacerme todo eso cuando apenas lo conozco?


Pedro ciertamente parece estar listo para saltar edificios altos y salvar a la damisela en apuros. Llegamos a la parte delantera de Alfonso’s. Pedro me lleva a su auto.


―Abróchate el cinturón ―dice, señalando el cinturón de seguridad, y luego abre la guantera y toma un teléfono―. Todo está listo. Mi número está aquí. ―Toca el cuadrado verde con un teléfono en él y me lo entrega―. Haz clic en
favoritos. Mi nombre está ahí. El único que alguna vez vas a necesitar.


Asiento.


―Ahora aprieta lo que se ve como una burbuja de dibujos animados y luego me escribes un mensaje y pulsas enviar.


Hago lo que pide mientras se retira de la acera y su teléfono empieza a tocar música.


―Bien. Ahora tu número está en mi teléfono y sabes cómo enviarme un mensaje. Si alguna vez necesitas algo, cualquier cosa, ¿a quién llamarás?


―Al campeón ―contesto con una sonrisa que siempre se apodera de mis labios cuando pienso en él.


Sonríe y asiente.


―Eso es, pequeña.


―No tienes que hacer todo eso por mí, sabes. No estoy indefensa. Me las arreglé para sobrevivir el último par de días.


Me gruñe, sí, gruñe:
―Aléjate de Cobra.


―Es un mal hombre ―digo rápidamente―. Lo sé. Me lo dijo.


―¿Te lo dijo? ―Levanta una ceja hacia mí.


―Sí, me encontró fuera de Alfonso’s cuando estaba buscandote. Me mantuvo a salvo y hablamos. Es mi amigo ―trato de defender a Cobra.


Obviamente, hay una historia entre los dos y no es una buena. Cobra me lo dijo, pero no creía que Pedro guardara tanto rencor también.


―No es amigo de nadie, pequeña.


―Fue agradable conmigo, Pedro.


Aleja la mirada de mí y decido no presionar más. Por ahora, quiero estar en el momento con la persona que me dio el impulso para atravesar mi infierno durante el año pasado.


Nada más se dice, pero no puedo evitar mirarlo. De vez en cuando, echa un vistazo, pero sólo durante un instante. 


Cada vez, parece retorcerse en su asiento, por lo que aparto la mirada, sin querer ponerlo incómodo.


Nos detenemos en un hotel donde espero a Pedro en el auto mientras consigue una habitación. Una vez dentro, no puedo evitar quedarme boquiabierta ante la suite. Nunca en mi vida me he alojado en un lugar tan agradable.


Paso mi dedo a lo largo de la pared de un suave gris, nítida y limpia, mientras entro en un cuarto de baño que es más grande que el dormitorio de mi padre. Una bañera, lo suficientemente grande como para ahogarse, está a la
derecha y una ducha con un banco se sitúa a la izquierda. 


Justo enfrente hay una encimera con un lavabo a cada lado con cada artículo de tocador que pudiera imaginar.


Escucho que Pedro se mueve en la habitación detrás de mí y me pregunto si puede permitirse un lugar tan lujoso. 


Después de todo, vivió en el apartamento junto al mío durante más de un año y las personas que viven en nuestro edificio rara vez pagan a tiempo o en su totalidad. Mirando alrededor, no puedo evitar preguntarme si una noche aquí cuesta el alquiler de más de un mes con mi padre.


Nerviosa, voy a la habitación, que está más allá de una bonita sala de estar con sofá, silla y televisión de pantalla plana. La cama de tamaño king es enorme en comparación con la cama gemela en la que normalmente duermo. La ropa de cama es suave y esponjosa y en tonos azules y amarillos, lo que hace que todo se sienta más brillante. Quiero echarme en la cama y moverme de un lado a otro, pero como Pedro me está mirando fijamente, me detengo para evitar parecer una niña.


Cuando me encuentro con su mirada, curva sus labios en una media sonrisa que tiene a mis partes de chica apretándose. Este hombre es poderoso, atractivo y todo lo que jamás podría soñar.


―¿Esto es todo lo que tienes? ―pregunta, sosteniendo la mochila.


―Sí. No pensé mucho en ello ―admito, considerándolo como un fracaso.


La sonrisa de Pedro se hace más grande.


―Pequeña, trajiste lo esencial.


Me río. Lo esencial, claro, si así es como quieres llamarlo. 


Traje mis tesoros.


Traje los regalos que me ha ido dejando desde hace meses. 


Dejé atrás las pertenencias de mi padre y tomé sólo lo que podía reclamar como propio.


Me siento en la lujosa cama y veo que Pedro termina de desempacar las pocas cosas que tomé cuando me fui y me llena de vergüenza mientras toca cada objeto. Es probable que no signifiquen nada para él, pero son todo para mí.


Cuando suena el teléfono de Pedro, deteniendo cualquier otra conversación entre nosotros, frunce el ceño cuando ve la pantalla.


―Johnny jodido Ley, qué sorpresa ―responde Pedro, y me esfuerzo por escuchar al hombre a través del teléfono.


Sólo puedo oír murmullos antes de que Pedro responda, sonriendo con suficiencia:
―Oh, vamos, vamos, poli ―provoca Pedro―. No estoy jugando ningún juego. ―Hay una pausa mientras responde la persona―. ¿Quién es ella, exactamente? Si estás buscando a tu madre, bueno, se está ahogando con una polla en este momento y no puede responder al teléfono.


Reprimo una risita ante lo descarado que es Pedro, a quien claramente no le gusta este Johnny. Algo que dice hace que Pedro se tense.


―¿Es una amenaza, agente?


Escucho al hombre en el otro extremo decir mi nombre y que mi apartamento es la escena de un crimen. Al instante, esto ya no es divertido.


El rostro de Pedro palidece y mi corazón late violentamente en mi pecho.


―Homicidio. ―Escucho decir a Johnny y mi corazón da un vuelco. ¿Quién fue asesinado en mi apartamento?


―No, no lo haría ―afirma Pedro tranquilamente.


Hay murmullos de nuevo.


―¿Por qué yo?


―Chaves no tenía enemigos< excepto tú. ―Entiendo vagamente mientras Pedro mira hacia el techo.


―Nos vemos allí. Soy inocente, Johnny. Te lo digo. Hemos sido amigos. Me conoces. Estás caminando en una línea fina. Igual que una prueba de sobriedad, Johnny, da un paso fuera de la línea y te caerás. Entonces, tú y yo estaremos en
lados opuestos de esa línea. En este caso, nuestro pasado no valdrá una mierda.


Pedro desliza su dedo por la pantalla del teléfono, poniéndole fin a la llamada.


―¡Joder! ―ruge con frustración mientras pasa la mano por su cabello castaño oscuro. Entonces me mira y lucho contra las lágrimas.


Mi apartamento es la escena de un homicidio... ¿y si es mi padre? ¿Y si es una reacción a todas las pastillas? Por todos estos meses, ¿le hice algo a largo plazo? ¿Qué pasa si lo maté? Sólo necesitaba alivio. Necesitaba seguridad. No fue
mi intención matarlo. Las preguntas gritan dentro de mi cabeza, pero las palabras no salen.


―Quédate tranquila, pequeña. No dejes que nadie entre o salga de la habitación aparte del servicio de habitaciones. Tengo que ir a cuidar de algo.


Extiendo la mano para detenerlo cuando pasa junto a la cama.


Pedro, fui yo ―susurro.


―¿Qué? ―pregunta con confusión en su rostro.


―Lo hice. Soy la razón de que mi padre esté muerto. ―Claro, es una suposición que lo esté, pero, ¿quién más podría estar muerto en el edificio?


Cuando me fui, roncaba, pero seguro que no se movía.


―Pequeña, no debes escuchar conversaciones ajenas. Sinceramente, dudo que mataras a tu padre. Johnny sólo se está metiendo conmigo. Iré, responderé algunas preguntas y averiguaré la verdad detrás de todo este absurdo homicidio.
Te aseguro, Paula, que no tienes nada que ver con esto. ―Besa mi frente suavemente―. Pide algo para comer y cárgalo a la habitación. Vuelvo más tarde. ―Luego se va sin decir nada más, o incluso mirar atrás.


Las emociones se descontrolan dentro de mí. El miedo aprieta mi estómago mientras pienso que de verdad lo maté de alguna manera y luego la ansiedad corre por mis venas cuando me pregunto lo que me depara el futuro. ¿Me enviarán de vuelta a Rusia? ¿Iré a la cárcel? ¿Habrá alguien que me crea acerca de que me golpeaba? ¿Qué pasa ahora? ¿A dónde iré?


Con aire ausente, ordeno un poco de comida y me siento en la cama mientras la tristeza y la angustia me consumen. Mi único pariente está muerto. No, las cosas no eran buenas para mí, pero era todo lo que tenía. Hizo lo mejor que pudo. 


Al menos, eso es lo que siempre decía.


La culpa me llena. Le di demasiado antihistamínico. Era un hombre viejo.


Bueno, no considero viejo a alguien de cincuenta años, pero tal vez tenía una enfermedad del corazón. La caja decía que no se tomaran bajo ciertas condiciones médicas.


Miro alrededor de la habitación, luego me pongo de pie y voy al armario, donde Pedro ha desempacado mi mochila como si me fuera a quedar aquí por un tiempo. Sin embargo, no pertenezco aquí.


El golpe en la puerta me hace dar un respingo. Mirando a través de la mirilla, veo que es el servicio de habitación, así que abro la puerta y espero a que el hombre deje la bandeja sobre la mesa de café en la sala de estar. Garabateo en el papel que me da, asegurándome de que mi nombre sea un montón de líneas ilegibles. Luego se va y vuelvo a los cajones abiertos del armario.


La mitad de mí quiere meter todo de nuevo en mi mochila y volver a casa, no es que tenga un hogar ya. No soy mayor de edad, mi único padre está muerto ―muy probablemente por mí―, y si vuelvo, tendré que decirles que lo drogué.
Pedro dijo que regresaría. La mitad más fuerte de mí, la parte de mí que no puede evitar creer en el héroe tatuado, quiere estar tranquila y esperar para averiguar lo que Pedro sabe.


¿Qué pasa si este Johnny estaba jugando con él y mi padre está vivo? Si llego a casa ahora, después de haber desaparecido durante tantos días, sin duda me va a matar.


Cerrando los cajones, vuelvo a mi comida. Abro la tapa y muevo los alimentos alrededor del plato, mi apetito ha desaparecido. Demasiadas preguntas me invaden y la ansiedad hace que mi estómago se revuelva.


Me acurruco en el sofá y decido que mi única opción por el momento es esperar. El miedo a lo desconocido todavía me desafía, pero, por ahora, llevo cuatro días sin nadie que me golpee. No debería confiar tan fácilmente. Algo en Pedro me grita que es bueno. Algo me atrae hacia él de una manera que pensé que sólo podía encontrar en los libros.


Pedro Alfonso volverá y voy a esperar por él. Tengo que creer que será bueno conmigo.


Pedro es así de bueno.