HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS
LENGUAJE ADULTO
martes, 4 de octubre de 2016
CAPITULO 29 (SEGUNDA HISTORIA)
―Dime algo bueno, Paula ―pide Julian mientras le pongo la bebida delante. Alzo una ceja y lee mi no respuesta―. Chica, lo tienes bien, pero cuéntame algo bueno.
―Tengo mi casa, gracias a ti.
―No gracias a mí. Soy un bastardo egoísta que quiere tener una vecina atractiva. ―Me guiña el ojo mientras se bebe el vaso.
―Lo que dicen de los niños es cierto, son fuertes. Camila parece acostumbrare bien. De hecho, esto puede ser lo más feliz que la he visto nunca. Entre su tiempo con Sally, Emi y esos muchachos Alfonso, pone más atención ahora que nunca antes. Además, tenemos a esta vecina que nos ayuda a sentirnos seguras y le encanta hornearle galletas. ―Sonrío, pensando en lo bonito que es tener al lado a alguien con quien me siento cómoda.
―Necesito otra copa además de esa, Paula. Me alegra ver que son felices. Tienes que saber que no siempre he mantenido seguras a las personas cercanas a mí. No soy fiable para eso. Esos muchachos Alfonso, sin embargo, mantendrán un ojo en ti.
―Julian, de todas las cosas que he atravesado, eres una de las más personas confiables que conozco.
―Tengo un pasado, mujer. No es uno lleno de chistes o cuentos de hadas. Es oscuro, feo y es todo mi culpa.
Le sirvo otro trago y me inclino.
―¿Quieres hablar de ello?
―Cuando puedas revivir a los muertos, entonces podremos hablar. Hasta entonces, solo sé que eres de la familia de los Alfonso y que se ocuparán de ti.
―Bueno, Julian, ahora para mí eres familia, y quiero cuidar de ti.
―Un día diferente, en un tiempo diferente, tal vez las cosas podrían haber sido diferentes. Sin embargo, no lo son, así que jugamos las cartas que nos tocan; como tú, pequeña mamá. ―Julian sonríe mientras me llama por el apodo de
Pedro―. Cuando las cartas en tu mano sean fuertes, mantenlas, no las descartes y te arriesgues a perderlo todo. Pedro es bueno. Paula, juega tu mano con él y mira a dónde va, eso es todo lo que estoy tratando de decirte.
―Eres un hombre prudente, Julian.
―Viví una vez, Paula. Amé una vez, profundamente. Perdí todo… por la botella, nada menos. Vengo aquí para escapar de eso. Solamente, que en ti, veo a esa mujer que es hermosa, fuerte, independiente y que está aterrada de su cabeza. Así que, en lugar de beberme mi día y sacudir una sola línea, quiero ayudarte a ver lo que todos los demás pueden ver en ti. Todos estamos tirando para que bajes
la guardia y, al mismo tiempo, no te asustes de tu maldita sombra. Emi ha estado ahí. Lo atravesó y tú también lo harás.
Mientras termino mi turno, pienso duro en las palabras de Julian. Emi y yo nos hemos vuelto cercanas durante mi tiempo aquí. Las bragas que lleva, frotarse el trasero como un tipo de “locura”, como dice Martin; y es inspirador. No sé
los detalles de su pasado, pero puedo ver su futuro y está lleno de esperanza, promesa y cosas muy buenas.
Suspiro y susurro al bar vacío mientras cierro:
―Oh, mamá, ¿dónde estás para poder hablar contigo ahora?
―Me siento de la misma manera la mayoría de los días, Paula. ―Eso viene de Lucas, que gira la esquina detrás de la barra después de cerrar la caja registradora por la noche.
Nunca he dejado de pensar en esta monumental cosa en común que comparto con Pedro, ambos perdimos a nuestras madres. La mía estaba lejos de ser perfecta, pero al final de cada día, era mi mejor amiga. Nos reíamos,
hablábamos hasta que se ponía el sol más veces de las que puedo contar y, en todo el caos, ni una sola vez me hizo sentir sola. Incluso si me convenció de que estar con Monte era algo bueno, estaba ahí para sostenerme la mano y atravesar conmigo los tiempos más oscuros. No estuve sola hasta que se fue. Entonces vino Camila y llenó mi vida una vez más. Solo que, Camila no tiene el vacío de perder a su madre, igual que Pedro y yo. Espero que llegue a vieja y tenga el cabello gris antes de que se enfrente a esa clase de pérdida.
Miro fijamente a Lucas mientras se sirve un trago. Cuando hace lo mismo para mí, niego y levanto las llaves del auto.
―Veo una gran cantidad de ella en ti ―comenta antes de tomarse su bebida.
―¿En serio?
―Sí. Mamá fue un descarado volcán hasta el final. Tuvo que pelear, Paula, peleas reales ―se da un golpe en el pecho― del tipo que viene de aquí. Te podrías haber quedado con ese puto Monte, pero no lo hiciste. Saliste. Peleaste por tu libertad y más que eso, luchaste por tu niña. Tienes corazón, Paula.
Se me llenan los ojos de lágrimas.
―Soy un desastre, Lucas.
―En absoluto. Tienes que dejar entrar a la gente, tienes que dejar que las personas te ayuden, Paula. Pedro, te dará la seguridad que nunca has tenido, pero tienes que querer eso.
―Sí, pero…
―Pero nada. ¿Mi hermano alguna vez no te ha dado a elegir? De la forma en que lo veo, dejó que te alejaras. Dio un paso atrás y te dio espacio, mientras te mantenía a ti y a la pequeña seguras. Tienes un buen trabajo en el que eres buena y trabajas duro. Tienes tu propia casa. Has podido tener a tu niña sana y salva, lejos del cabrón que te ayudó a hacerla. Estás haciendo todo sola. Nos dejaste entrar; a Martin, a Emi, a mí, e incluso a Julian. Sin embargo, mantienes a Pedro a distancia. Lo veo, tienes sentimientos, pero sigues tratando de luchar contra ellos. La pelea es buena cuando se necesita, pero, ¿por qué luchar contra
la atracción hacia Pedro? ¿Por qué negárselo a los dos? Eres la repartidora, tienes las cartas en tu mano.
Me apoyo contra la barra, deseando no conducir. La mierda es cada vez profunda y necesito tranquilizarme.
―No se trata solo de mí ―susurro.
Lucas echa la cabeza hacia atrás y se ríe.
―Nena, esa pequeña chica tuya nos tiene a todos comiendo de la palma de su mano, pero muy especialmente a mi hermano. Consigan hacerlo funcionar o no, estará en la vida de Camila.
Pienso en eso, dándome cuenta que tiene razón. Pedro Alfonso es el tipo de hombre que estará alrededor de Camila, sin importar nada.
Terminamos de cerrar, luego voy a casa y en silencio entro en mi apartamento.
Por lo general, después de sus “citas” de los miércoles por la noche Pedro se encuentra en el sofá cuando entro.
Encontrándolo vacío, atravieso la pequeña sala hacia la suave luz que sale de la habitación de Camila, sonrío
mientras lo escucho susurrar:
―Hace mucho, mucho tiempo atrás… en una tierra lejana ―continúa leyendo el cuento mientras el pecho se me tensa de la emoción.
Escucho los suaves sonidos de los ronquidos de Camila, así que no sé por qué Pedro todavía está leyendo, pero pongo atención a las palabras.
―Había una hermosa niña. Vivía con su madre, que era la mujer más hermosa en toda la tierra. Eran los tesoros ocultos dados al príncipe como un regalo de su madre, la reina. Tuvieron que ocultarse bajo las brillantes luces de la Ciudad del Pecado hasta que el príncipe fue lo suficientemente mayor para ver lo puro en su interior cuando las vio. ―Pedro hace una pausa, y me apoyo contra la pared para escuchar más―. Él tenía que sembrar su avena salvaje y trabajar en su propio pasado, pero su mamá, la reina, sabía el hombre que había criado. Sabía que, cuando fuese el momento adecuado, se convertiría en el hombre para esta pequeña chica y su madre.
Moviendo la puerta para poder verlo, asimilo la escena antes de preguntar:
―¿En serio?
Ahí, en la pequeña cama doble de mi hija, está Pedro, con su metro ochenta y cinco. Tiene las piernas cruzadas por los tobillos, la cabeza apoyada contra la pared ya que Camila no tiene cabecera y los brazos cruzados sobre el pecho. Con los ojos cerrados y parece perdido en sus pensamientos, perdido en su cuento de hadas.
No abre los ojos, simplemente asiente.
―Bueno ―me acerco a él―, ¿y vivieron felices para siempre?
Abre los ojos y se encuentra con mi mirada.
―No sé, Paula. Dímelo tú.
Lo tomo de la mano y lo llevo a la sala de estar, donde nos sentamos en el sofá, él en el lado derecho y yo en medio.
Luego me vuelvo para enfrentarle, con las piernas dobladas debajo de mí.
―Háblame de la reina, Pedro ―incito y sonríe dulcemente.
―Oh, la reina… Era la Reina de Diamantes. Tenía amor por sus hijos a montones, como dice el dicho. Pero, gobernaba como si fuera del Rey de Tréboles, llevaba a un segundo plano sus necesidades, deseos y anhelos. Lo único que el
tirano siempre le dio a ella y a sus chicos fueron tiempos difíciles. El Joker era salvaje todo el tiempo, ves. Un impredecible bastardo, el Rey de Tréboles no se avergonzaba de gobernar su casa con puño de hierro. Eso dejó a sus tres Jacks con sentimientos de impotencia y, con el tiempo, con su amor y necesidad de proteger a los chicos la reina creció, su resentimiento hacia el rey también creció.
Al final, la vida no era de ases, debido a que la reina dejó esta vida para ir a una mejor, pero les dio a sus chicos la mano ganadora antes de perecer. ―Estira la mano, me toma de la barbilla y frota el pulgar sobre mi mejilla―. Los dejó con ases en las manos.
Me muerdo el labio inferior mientras asimilo sus palabras.
―El As de Diamantes, viendo a la reina trabajar tan duro, los chicos desarrollaron la perspicacia y la ambición que solo se pueden encontrar en esta carta. El As de Tréboles fue su legado de inteligencia. Paula, no podemos tener nada sin antes educarnos en la disposición de la tierra. La reina les dio eso a sus chicos. Como una diamante, también les dio el As de Diamantes, queriendo que sus hijos hicieran su vida. Quería que estuvieran bien completos y que fuesen fuertes. Con su última carta… el As de Corazones. La reina les dejó a sus chicos un legado de corazón.
―Tu mamá… ―Mueve el pulgar para cubrirme los labios, silenciándome.
―Hacer el bien en este mundo lleno de mal. Le hice esa promesa, Paula y estoy absolutamente seguro que quise decir cada maldita palabra. La vida no fue fácil viendo a nuestro viejo ponerle las manos encima. Peor que eso fue escuchar la forma en que hablaba de ella. Cada maldito día, nada de lo que hacía estaba bien. Sin embargo, mamá era fuerte. No dejó que eso la carcomiese. No dejó que la desgastase. Podría haberla tenido retenida, pero estoy muy seguro que no la rompió.
―Estoy rota, Pedro ―la admisión sale antes de que pueda detenerme.
Se acerca y me lleva a su regazo.
―Nena, eres una gran cantidad de cosas, pero rota no es una de ellas. ―Me traza los labios con el pulgar―. Estás jugando la mano que te repartieron. Sin trucos, sin gestos, solo afrontando la vida. Tienes coraje, ánimo de lucha y
resistencia. ―Se detiene y me mira a los ojos, como si estuviese tratando de llegarme al alma―. Tienes corazón, pequeña mamá. Tienes más amor en ti para esa niña del que incluso la Reina de Diamantes tenía para sus Jacks y eso, es mucho decir. Permítete tener algo bueno, Paula para ti… y para la pequeña chica.
No tengo palabras para responderle. Ninguna. El hombre me ha convertido en una pila de ruido de fondo y, al mismo tiempo, me mantiene firme. ¿Así es cómo será la vida con Pedro Alfonso? ¿Es realmente mi lugar seguro para caer?
Inclinándome, lo beso suavemente. Lentamente, exploro sus labios cuando abre la boca para dejar que lo invada con la lengua. Poco a poco, lo atesoro y todo lo que me dio esta noche. Cuando me aparto, me sonríe de una manera que es
deliciosamente Pedro.
―Bueno, pequeña mamá, tuviste tu cuento antes de dormir, por lo que ahora vamos a arroparte.
―¿En serio? ¿Por qué contaste esa historia en ese momento? ―Mi curiosidad está de vuelta.
Se ríe suavemente.
―Nena, le cuento a la niña esa historia cada noche que estoy con ella, una vez que se duerme y hemos acabado de leer los tres cuentos de la noche.
Arqueo una ceja.
―Me contó que su papá perfecto le leería dos historias más cada noche después de terminar la primera. Bien, su hombre perfecto puede leerle tres, pero yo le leeré cuatro. Llámame aplicado. ―Me guiña un ojo―. Cuatro ases de una baraja. Cuatro historias para mantener a nuestra pequeña niña contenta. Cuatro es un número de la suerte, pequeña mamá. ―Con eso, me toma y me lleva a mi habitación.
Sin dudar, lo tiro a la cama conmigo. En vez de dormir, me da cuatro orgasmos que se aseguran de recordarme vívidamente esta noche por mucho tiempo.
Me lo da bien. De alguna manera, este hombre ha hecho su camino a mi vida, a mi corazón y me ha dado más en estos pocos meses de lo que había tenido en toda mi vida. ¿Puede durar? ¿Puedo aferrarme a él? Me ha tomado mucho darme cuenta que, más que nada, quiero tener esto con él. La baraja está en mi mano, la partida es un póquer a cinco cartas y planeo tenerlo durante tanto tiempo como pueda.
CAPITULO 28 (SEGUNDA HISTORIA)
La vi tanto el viernes como el sábado en el bar, luego tuve una partida de cartas el lunes e hice algo de dinero. Los lunes van a ayudar mucho a la causa. El fin de semana llamé a un agente de bienes raíces en Atlantic City y puse a la venta mi casa. El martes, tomé el portátil y busqué cómo iniciar un negocio. Miré algunos lugares y me di cuenta que podría hacerlo. No era solo un sueño, mierda, iba a ser real.
El miércoles, encontré mi edificio, a cuatro calles del bar.
Tres pisos y la planta superior ya tiene un gran loft. Está bien, pero lo mejoraré.
―¿Qué opinas? ―me pregunta el banquero Townsman.
―Se ve bien. Necesita mucho trabajo.
―Bueno, eso sucede. La gente sabe que está perdiendo algo y dejan de cuidar de su mierda. La economía apesta, así que no nos hemos esforzado.
Aunque los cimientos están bien, es una estructura sólida.
Es una ganga para la persona correcta.
No quiero parecer demasiado ansioso.
―Estás pidiendo doscientos mil por un lugar que necesita casi la misma cantidad para ponerlo en marcha.
Baja la mirada al archivo en su mano.
―Como dije, vale la pena.
Extiendo la mano y la estrecha.
―Lo pensaré.
Duda, pero no me da lo que quiero. Su señal es la vacilación. Se derrumbará.
Me acerco hasta la casa de Paula y llego justo cuando están saliendo. Paula se ve increíblemente atractiva con su camiseta negra, pantalón negro de estilo militar y el cabello recogido en coletas bajas que cuelgan sobre sus hombros.
―Casi llegas tarde. ―Camila menea el dedo hacia mí.
―Lo siento, señorita. ―También muevo el dedo―. Tuve una reunión, pero estoy aquí.
Le doy a Paula el medio abrazo habitual, pero esta vez, huelo su cabello.
―Maldita sea ―le susurro al oído.
Da un paso atrás y me mira.
―¿Reunión?
―Sí. ―Tomo a la pequeña y me la echo por encima del hombro―. Ten una buena noche en el trabajo, pequeña mamá.
Camila se ríe.
―Que tengas una buena noche en el trabajo, pequeña mamá. Yo iré a una cita.
—Asegúrate de que se abroche el cinturón y tiene que estar en la cama un poco más temprano, tenemos una reunión mañana.
La miro.
―¿Reunión?
―Sí ―responde mientras sonríe y se aleja.
***
―¿Eso crees? ―pregunto, comenzando a cerrar el libro.
―Bueno, tal vez no. Mi papá perfecto leería dos libros más.
Me río.
―¿Qué libro debo leer entonces?
Se sienta y se estira hacia su mesita de noche.
―Éste.
―Bueno, supongo que puedo leer uno más.
Alza dos dedos.
―Dos más, ¿recuerdas?
―Lo recuerdo bien. ―Le hago cosquillas bajo la barbilla, después abro el libro―. Había una vez…
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