HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS
LENGUAJE ADULTO
lunes, 17 de octubre de 2016
CAPITULO 32 (TERCERA HISTORIA)
En silencio y con respeto, derramamos las cenizas de mi padre en el río Detroit, mientras una brisa sopla, y una suave sonrisa juega en mis labios. En mis sueños de niña, esa era mi madre envolviendo sus brazos alrededor de mí. Ella me
quiso. Realmente me quería. La pérdida de mi padre me dio eso. Me dio la verdad.
Tomados de la mano, Pedro y yo caminamos de regreso a su camioneta. Abre la puerta y se asegura de que esté acomodada antes de cerrarla y pasar a su lado.
Veo que el músculo de su mandíbula está tenso. Está metido en sus pensamientos, lo que me permite sentarme y admirar al hombre que es más fuerte que los músculos de su cuerpo, al hombre que es más que cualquier príncipe, héroe, o caballero de brillante armadura.
Pedro Alfonso es el bien en un mundo lleno de mal.
Mi padre me dio eso sin saberlo. Tal vez mi madre me dio a Pedro. En mis sueños de niña, me gusta pensar que es el regalo de un ángel.
Su brazo se extiende hacia el volante, controlando los movimientos de la camioneta. La escritura de la palabra Legado se flexiona y se mueve con cada movimiento de sus dedos y brazo. Es como si la palabra fuera parte de él.
Es un legado. Para siempre, ha tocado mi vida. Por siempre, lo recordaré. Por siempre, quiero asegurarme de que continúe.
Nos detenemos en el nuevo lugar que le dejó Salvador y vamos al interior.
Necesitando lavarme la cara, voy al baño. Cuando termino, salgo con una seria necesidad de estar conectada en todos sentidos con Pedro. Es más que una necesidad de querer que me toque. Este es un deseo carnal de mi alma. Necesito
sentir el bien desde el interior.
Cuando salgo, Pedro está en el sofá, viéndose contemplativo.
―¿Qué tienes en mente?
―A ti. ―Su respuesta es corta, sin embargo, entrelazada en pesada emoción.
―¿Qué pasa conmigo?
Mueve su dedo, dirigiéndome a él. Una vez que llego a su alcance, sus manos se estiran y me tira en su regazo.
―Eres tan hermosa. ―Acaricia mi cuello, enviando escalofríos a través de mí.
Su brazo descansa sobre mis muslos, y trazo las letras de la palabra Legado.
―Mamá ― susurra.
―Más que por tu mamá, Pedro. Eres un legado por propia valía.
―Sólo soy un hombre, Pauly. Sólo soy un hombre que fue criado por una mujer fuerte que les enseñó a sus hijos a amar con fiereza, a siempre proteger, y no importa lo difícil y larga de la pelea, nunca te rindes.
―Te enseñó bien, Pedro.
―Sí, lo hizo.
―A mí no ―le susurro, poniéndome a horcajadas sobre él―, hasta ti. ―Paso mis labios sobre los suyos, sin darle oportunidad de responder.
Sus labios se abren, y presiono mi lengua entre ellos, buscando entrada en su boca caliente y húmeda. Sus manos se deslizan por mi espalda, donde tira de mi cabello en un montón en una mano y lo retuerce. La descarga de mi cabello siendo jalado enciende mis terminaciones nerviosas en llamas. Jala un poco más duro, separando mi boca de la suya. El cuello en V de mi camisa expone mi clavícula, y
deja caer la cabeza para mordisquearme en ese lugar. Me muevo contra él, buscando la fricción mientras envuelvo mis manos alrededor de su cuello.
―Dámelo bien, Alfonso ―gimo, y antes de que lo sepa, mi ropa están volando junto con la suya.
Labios chocan en los míos mientras empujo la cabeza hacia él. Sus palabras vuelven a mí.
Una mujer fuerte que enseñó a sus hijos a amar con fiereza.
Algo dentro de mí se enciende, y el fuego quemando el fondo de mi alma explota mientras tomo el control, deslizándome sobre su endurecida longitud.
―Feroz ―le susurro―. Dámelo feroz.
Me muerdo el labio inferior, deslizándome arriba y abajo, arqueando la espalda y empujando mis pequeños pechos en su cara. Él toma rápidamente el derecho en la boca mientras su mano se acerca para torcer mi pezón izquierdo.
Me chupa duro.
Quiero más.
Me arqueo y me empujo hacia él.
―¡Más fuerte!
Una vez que obedece, estoy en el borde, violentamente subiendo y bajando por su eje.
Luego sus manos agarran mis caderas, deteniéndome.
Levantándome sin esfuerzo, me desliza fuera de él, y al instante me siento vacía. No puedo evitar poner mala cara.
―Protección, pequeña. ―Sonríe, buscando sus vaqueros para conseguir un condón―. Estoy demasiado cerca de venirme.
Sus palabras me golpean de nuevo. Proteger siempre.
Oh, cómo me hubiera gustado haber conocido a su madre, tener a alguien como ella en los tiempos más oscuros. Puedo ver cómo atravesaron todo juntos.
Tenía mi voluntad. Tenía mi idea de tener algo mejor un día.
Tenía mis sueños de niña de un hombre igual que Pedro Alfonso que me diera bien en mi mundo lleno de mal.
Los sueños realmente se hacen realidad.
Estoy de espaldas con mis tobillos alrededor del cuello de Pedro cuando se desliza de nuevo en mí.
―Más fuerte ―clamo. Quiero sentirlo. Quiero que se venga en mí y hacer toda la mala sensación tan buena.
Él me lo da con fuerza, su mirada fija en la mía, el sudor perlándose en nosotros. Lleva mis tobillos a sus hombros, enderezando las rodillas y manteniendo los muslos juntos.
Luego se desliza completamente hacia fuera y entra de nuevo. Mis músculos se contraen, y cada centímetro de mí quiere más.
Estirándome, retuerzo mis pezones, pellizcándome con dureza en el mismo momento que Pedro entra en mí.
Empujo mis caderas hacia arriba, enviándolo
más profundo, y me hace ver estrellas.
Mi estómago está visiblemente tenso, igual que las paredes de mi vagina, mientras las réplicas del orgasmo me atraviesan, y los ojos de Pedro permanecen llenos de moderación.
Sus palabras me golpean de nuevo, escapando en un susurro sensual.
―Nunca te rindas conmigo, Pedro Alfonso.
―Nunca ―gime mientras se desliza afuera y adentro.
Después de tres veces más, estoy en el borde.
―Más fuerte ―le ruego.
Él deja caer mis tobillos y me abre ampliamente. Envuelve una pierna alrededor de su cintura, la otra colgando del sofá.
Luego sus ásperas manos frotan el interior de mis muslos casi en la unión, y mi cuerpo tiembla.
―Te ―jadeo―, necesito.
―Me tienes.
―¡Más fuerte!
Sus manos agarran mis muslos, abriéndome más. Sus pulgares abren los labios de mi coño y el aire me golpea con cada empuje, y me da una sensación totalmente nueva. La áspera sensación de sus pulgares masculinos contra la
sensible piel de los labios de mi coño mientras frota el vello ahí sólo me pone más en llamas.
Dentro y fuera, se mete, sus testículos me abofetean con cada embestida. Las sensaciones se vuelven demasiado, y grito mi orgasmo. Sus manos se mueven hacia arriba de mis costados mientras cae hasta los codos, cerniéndose sobre mí.
Con suavidad, me besa mientras se desliza dentro y se queda ahí, y palpito alrededor de él, drenándonos a ambos.
Quita el cabello de mi cara.
―Me tienes, Pauly ―repite su declaración anterior, y yo sonrío.
Después de tomarnos unos minutos para conseguir que nuestra respiración regrese a la normalidad, se desliza hacia afuera, y me lleva arriba hacia la ducha.
En el cuarto de baño, no puedo evitar reír por el pelado papel.
―Pequeña, debo estar haciendo algo mal si la idea de tener una ducha conmigo te hace reír.
Me vuelvo hacia él, con calor en mis ojos.
―Odio el papel tapiz.
Él se ríe conmigo antes de tomar la ducha, durante la cual se asegura de que me olvide del papel tapiz y sólo pienso en aferrarme a la pared mientras me lleva a otro orgasmo, éste desde atrás.
Al salir de la ducha, gentilmente me seca antes de ponerme el pijama, y él se desliza en sus bóxer. Nos acurrucamos juntos en la cama que compartimos aquí en la habitación de invitados.
Me río en la tranquilidad de su pecho.
―El sonido más bello del mundo ―susurra.
Con sus palabras, mi cuerpo deliciosamente adolorido, se relaja contra él y me quedo dormida, escuchando el sonido constante de los latidos de su corazón.
Por primera vez en mi vida, me voy a dormir completamente satisfecha y no tengo miedo de lo que el mañana pueda traer.
CAPITULO 31 (TERCERA HISTORIA)
Me despierto con el olor del café, y cuando abro los ojos, lo veo, veo a mi príncipe lleno de cicatrices, de pie junto a la cama.
Se inclina y me besa.
―¿Dormiste bien?
Bostezo, sonrío, me estiro, y miro alrededor.
―Seguro que lo hice. ―Empiezo a sentarme y soy consciente de inmediato del dolor entre mis muslos.
―¿Dolor? ―pregunta, tratando de parecer preocupado, sin embargo, hay un destello de algo más en sus ojos; travesura.
Sonrío.
―¿Estás orgulloso de ti mismo?
―Fue un buen toque, ¿verdad? ―pregunta, sentándose y pasándome la taza de café.
―Claro que lo fue. ―La sostengo en mis manos, disfrutando de su calidez.
Él está mirando mi pecho, y siento mis pezones tensarse con conciencia.
―Mmmm ―dice y se para rápidamente―. Iré al gimnasio y finalizaré algunos detalles de último momento en los servicios de Salvador de mañana. Le envié un mensaje a Johnny. Las cenizas de tu viejo estarán listas para recogerse al mediodía. Si te sientes con ganas, lo llevaremos al río. Si no lo deseas así, lo pondremos en el contenedor de basura. Es tu opción. ―Se inclina y me besa en la mejilla.
―Quiero hacer lo correcto por él.
Me mira, y no estoy segura de sí lo hice enojar o no.
―¿Está bien?
―Lo que quieras, está bien conmigo ―responde.
―Entonces, ¿por qué me miras de esa manera?
―¿Cómo? ¿Sexy? ¿Fuerte?
Me río, y él sonríe.
―Todo eso, pero también como molesto conmigo.
―Ves el mundo de manera diferente que cualquier persona que haya conocido.
―¿Y es algo malo?
―No, Pauly, no está mal. Sabía que eras especial, diferente... mejor. ―Hace una pausa, y me gusta la forma en que me está mirando―. Malditamente hermosa. ―Se acomoda a sí mismo―. Me pones duro como el infierno al instante.
―Así que supongo que te gusto. ―Sonrío y miro hacia abajo.
―Más que gustarme, Pauly. Mucho más de gustarme.
―Bueno, por favor no te detengas. ―Me siento tan cálida, tan... feliz.
―Intenta detenerme. ―Me hace un guiño―. Bueno, cerraré la puerta al salir. ¿Por qué no miras a tu alrededor y tal vez te duchas mientras no estoy? Después quiero ir a la comisaría, al río, y a la cama de nuevo.
Pedro se va, y por una vez en mi vida, estoy muy contenta de que alguien venga a casa después de pasar tantos años sola y me siento feliz de esa manera porque solo significa que estoy segura.
Mi mente va a toda la nueva información. Soy, de hecho, ciudadana de Estados Unidos, así que no me pueden enviarme de regreso a Rusia. Tengo dinero, aunque no sé mucho acerca de tener dinero y qué hacer con él a excepción de ocultarlo. Padre odiaba los bancos. Siempre hablaba de los sistemas corruptos que robaban el dinero conseguido con sacrificio. Pedro me ayudará a resolverlo, sin embargo.
Sonrío para mí. Vaya, estoy sonriendo. Pedro Alfonso me da eso. Si esto es realmente lo que es el amor, por favor, no dejen que nunca se detenga.
Moviéndome por el espacio, observo la casa. No hay cuadros en las paredes.
El mobiliario ha visto días mejores, pero está en mejor forma que las cosas que tengo. Me siento en el desgastado sofá con desteñido tejido de color verde oliva que procede probablemente de los años setenta cuando miro a mi alrededor. La televisión es la única pieza nueva de electrónica en el lugar. Me río, me pregunto si habrá cable.
Dado que está callado, continúo sentada y pensando. Paz.
Por primera vez, estoy sentada en un sofá, sin preocuparme por la siguiente tarea, por hacer las cosas bien, y con qué tipo de estado de ánimo vendrá a casa el monstruo.
Me enderezo.
No se necesita mucho antes de que no pueda simplemente sentarme, pero no tengo a donde ir. Bueno, probablemente debería volver a casa y arreglar el edificio.
No puedo, sin embargo. Aún no. No tengo en mí averiguar lo que sucederá después. Asimismo, no puedo volver a ese lugar sin que los recuerdos me asalten.
No sé lo que es peor, las cicatrices físicas que me dejó atrás o las mentales de las que no puedo huir.
Me levanto y trato de sacudirme el miedo a mi pasado.
Yendo a la cocina, miro debajo del fregadero buscando limpiadores.
Un hombre típico, pienso mientras encuentro una caja de pastillas de Brillo y una botella de jabón. Bueno, eso tendrá que funcionar. Me pongo a limpiar las encimeras de cocina, sólo para encontrar que apenas se han utilizado. La mayor
parte de la cocina parece sin tocar. Sacudo lo que se ha asentado, pero no hay el polvo habitual. Entonces limpio las paredes empapeladas, mi mente se remonta al antiguo papel tapiz de nuestro deteriorado apartamento.
Tantas veces, usé pegamento escolar para tratar de pegar el papel pelado de nuevo. Tal vez, para algunas personas, el papel no importaría. Tal vez, para algunas personas, el polvo no importaría. No se trata de lo que tenía o no, lo que tengo en la actualidad o lo que voy a tener. Se trata de cuidar de él y de hacer gala de ello. Sólo porque no vivía en una casa adornada con lámparas de araña, no quiere decir que quería mirar el papel despegado. Pasé todo mi tiempo dentro de
mi casa, y cada parte de mí necesitaba sentir como si estuviera en casa. A mi padre no le importaba estar en los barrios pobres, pero yo podía hacer lo mejor de estar allí.
Froto el frágil papel entre mis dedos, y el grano del material cede y se rasga.
No hay pegamento y no hay suficiente humedad en el papel decorado para que se pegue. Mis instintos gritan que tire de él, que lo arranque, y que sea fresco de nuevo.
Me detengo.
Esta no es mi casa.
El peso me aplasta, y caigo de rodillas.
¿Dónde está mi casa?
Dejando caer mis lágrimas, necesito purgarme. Tengo que dejarlo todo. Lloro por la niña que una vez tuvo una mamá, una mamá que realmente la amaba, por lo que vi en las fotos. Lloro por la niña que no ha conocido una familia. Lloro por la chica que se convirtió en una mujer que ahora está perdida. Lloro por la mujer que tiene que recoger los pedazos.
Entonces mis lágrimas cambian, y me trago el nudo. Lloro porque soy libre.
Lloro por la mujer en mi interior, que está lista para la reconstrucción. Lloro por el papel tapiz de la pared que tiene que venirse abajo para dar nueva vida al espacio que ocupo. Lloro porque, igual que el papel tapiz, mi piel se curará de los moretones que no se pueden ver ya. Tendré una cubierta nueva y lo nueva en la vida que ahora tengo. No seré el papel roto y desgarrado, sino una mujer que no está definida por las cicatrices que marcan su pasado.
Soy libre.
Soy yo.
Tan atrapada como estoy en mis pensamientos, no me entero que regresa. No hasta que sus grandes manos me agarran y me tiran para ponerme de pie y miro con ojos llorosos la cara de todo lo bueno en mi vida. Los ojos marrones profundos de Pedro Alfonso están amplios por la preocupación, mientras mis ojos negros bailan con emociones no expresadas.
―Pequeña ―susurra, mirando por encima de mí y tratando de entender por qué estoy molesta.
Sonriendo, me suelto.
―No me gusta el papel tapiz.
―Está bien, entonces lo cambiaremos ―afirma.
―Pedro, realmente odio el papel tapiz. ―Él me suelta sin hablar y tira de la pieza que se curvó. Da un tirón y el papel se desprende en una gran pieza, dejando un poco atrás.
Luego se vuelve hacia mí, y usando los pulgares, limpia mis
lágrimas.
―No llores por el papel tapiz, Pauly.
Me estiro y agarro sus muñecas.
―Estoy lista para dejarlo ir. Estoy lista, Pedro. ―Las lágrimas caen mientras me estudia.
―Bueno, vamos por las cenizas. ―No se mueve, manteniendo mi cara quieta en sus grandes manos.
―Un buen toque. ―Me sonríe suavemente―. Todo está bien.
Tira de mí hacia él y me besa en la frente.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)