HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS
LENGUAJE ADULTO
sábado, 24 de septiembre de 2016
CAPITULO 37 (PRIMERA HISTORIA)
Las cosas se mueven tan rápido, y sin embargo, a paso de tortuga al mismo tiempo. Pedro es todo lo que jamás podría desear y mucho más. Dice que estoy loca, y tal vez lo estoy. Me enamoré de él desde la cabeza hasta los talones en tan poco tiempo. Más que eso, quiero tener a su bebé.
Sí, estoy completamente loca.
Puse mi brazo contra mi frente. No, no tenía fiebre. No estoy delirando a menos que delirar sea estar enamorada.
¿Estamos repitiendo los errores de nuestros padres? Mis padres nunca se casaron, ni los de él.
Permito que mi mente imagine cinco años a partir de ahora con dos niños. No me veo a mí misma sin él. Pedro me completa de muchas maneras. Cuando tengo problemas, puedo ir a él, y está ahí para sostener mi mano mientras yo ordeno todo. Es mi compañero. Diablos, si soy real sobre él, es mi protector y mi proveedor. Es todo lo que mi madre nunca tuvo con mi padre.
¿Podría haber tenido más con mi padre? Con la pequeña conversación que mi padre tuvo con Pedro donde dijo mi madre era mejor, no puedo evitar preguntarme, ¿qué hubiera pasado sí? Mi mamá felizmente se volvió a casar, pero, ¿mi infancia podría haber sido diferente? Si la hubieran hecho diferente, si las circunstancias hubieran sido diferentes, Brian nunca hubiera estado en mi vida.
Brian. Incluso después de todo este tiempo, todo vuelve a él.
No se lo he dicho a mi madre. Las cosas han sido tan caóticas últimamente que sólo le he hecho llamadas rápidas para actualizarla sobre el progreso de mi papá. Si voy a tener a mi papá aquí, necesito tener una conversación seria con mi madre, sin embargo. Es justo en lo que a mi papá se refiere. Dejo escapar un suspiro. No hay tiempo como el presente.
—Hola, Pau—saluda mientras responde a la primera llamada.
—Mamá, ¿cómo ha estado tu día? —pregunto con indiferencia.
No somos cercanas igual que algunas madres con sus hijas, sin embargo, estamos en nuestro propio camino. Mi mamá me ha apoyado con lo mejor de su capacidad. Siempre ha funcionado. Y aunque hizo tiempo para mí, después de que las cosas comenzaron con Brian, me aparté de ella, de todos.
Como madre soltera esos primeros años, peleó. Entonces, se casó con mi padrastro, y estuvimos mejor, aunque todavía sólo como una familia de clase media.
—Día largo en el trabajo. Charlie todavía no está en casa. Está haciendo horas extras debido a que Jason necesita retenedores. ¿Alguna actualización sobre Dario?
—Está estable. Tendrá que tener a una enfermera privada o un centro de atención a largo plazo. Con el divorcio de Victoria, vive solo. Mamá... —suspiro.
—¿Qué pasa, Pau? Algo te está molestando.
—¿Te molestaría si papá fuera trasladado a un centro aquí en Detroit? ¿Te sentirías dejada atrás? —¿El balance de ser una niña con dos casas?; No quiero que sienta como si estuviera priorizando a mi padre más que a ella.
—Cariño, que te mudaras a Detroit me dio miedo. Estuviste tan lejos de casa, lejos de mí, de tu papá. Sé que los años de la adolescencia son difíciles. Sé que Victoria puso tensión en tu relación con Dario durante todos esos años. De alguna manera, creo que me sentiría mejor si Dario estuviera más cerca. Al menos tendrías a alguien. No digo que tus amigos no son suficiente gente alrededor, pero la familia lo es todo, Pau.
Me río y resoplo.
—Tengo una familia aquí, mamá. —Las palabras vuelan de mi boca antes de que pueda tomarlas de vuelta.
—Pau, cariño, ese muchacho, estoy segura de que está bien. Estoy segura de que te dice lo hermosa que eres y llena tu cabeza con tanto, pero, Pau, el primer amor rara vez es lo que piensas que es.
La ira me golpea como una tonelada de ladrillos.
—Mamá, no me digas qué es el amor o qué no es. Sabes qué, Pedro no es un niño; es un hombre, todo un hombre. No me dice lo guapa que soy; me lo muestra. Cada día, me demuestra con sus acciones lo mucho que significo para él. Él y sus hermanos han estado conmigo, apoyándome, respaldándome, y ayudándome con todo lo que parece estar chocando a mi alrededor. —Estoy temblando por mi necesidad de defender a Pedro y lo que compartimos—. Él me devolvió lo que Brian me quitó hace tiempo. —Las palabras simplemente caen en un lío de emociones.
Así no era como quería que saliera. Esperaba sinceramente llevarla a planificar una visita, y entonces se lo diría en persona. Sólo, que el gato está fuera de la proverbial bolsa ahora.
—¿Qué tomó Brian de ti, Pau? —pregunta mi madre con miedo atado a cada palabra. Inhalo y exhalo rápidamente—. Pau, dímelo por favor —ruega mientras las lágrimas llenan mis ojos.
Mi mano se extiende debajo de mí para frotar mi trasero entre el sofá en el que estoy sentada. Aprópiate de ello, supéralo me cubre hoy. Qué apropiado que mis bragas estén así mientras batallo para continuar superando mi pasado.
—Es el pasado, mamá.
—Pau...
—Él se siente mal por ello —murmuro.
La oigo sollozar.
—Pau, mi Pau. —Llora con más fuerza, y me siento peor por decírselo—. Debería haberlo sabido. Cuando llegaste a casa después del verano, cuando tenías catorce años, estabas diferente. Debería haberlo sabido. Debería haber estado más cerca de ti, presionarte más duro para que pudieras hablar conmigo. Dios mío, Pau, lo siento mucho.
A medida que ambas lloramos sin tener que entrar en detalles, Floyd se acerca a mí, lamiendo mis lágrimas.
Finalmente, mi mamá estornuda, luchando por recobrar la compostura.
—Él te-hizo... —Está tartamudeando—. ¿Tu papá, lo sabía?
Me limpio el rostro con una de las camisetas de Pedro que actualmente tengo puesta.
—No en ese entonces.
—¿Hasta cuándo, Pau?
—Dos años después —susurro, luchando por contener las lágrimas a raya.
Ella grita en el teléfono, y luego oigo el sonido de su caída al suelo y de su mano golpeando algo en el suelo.
—No, no, no. Lo siento mucho, Pau. Mi preciosa Paula. Yo te enviaba allí. Confié en Dario. Confié en Victoria. Tan grosera como siempre fue, todavía confié en ella contigo, mi primera hija, mi bebé —solloza mientras se mueve a sí misma.
—Mamá, por favor, mamá. Está bien. Estoy bien. No lo sabías. No es tu culpa.Vi a Brian cuando fui por ahí, y se disculpó. —Trato de calmarla.
—Se disculpó. Dios mío, Pau, debería hacer más que pedir disculpas. ¿Lo enfrentaste sola? No me dijiste sobre eso cuando fuiste al hospital. ¿Dario estaba bien con tener a ese cabrón en su habitación en el hospital? Tú... tú... —se desvanece, murmurando incoherentemente.
—No estaba sola. Pedro estaba allí. Fue bueno conmigo. Me abrazó. Brian se siente culpable. Ha estado en asesoramiento, y fue abusado. Victoria no le cree, pero papá sí. Lo que es más, yo le creo. Creo que realmente lo siente. Me estoy moviendo más allá de esto, gracias a Pedro. Él me ha liberado de mi pasado, mamá. No te enojes, sólo comprende, ¿de acuerdo?
—No sé cómo hacer eso, Pau. Fallé como madre.
—No fallaste en nada, tanto como yo no hice nada malo, ni Brian cuando fue violado. No es fácil, pero todos tenemos que seguir adelante. No quiero perder más tiempo con mi papá sobre esto. Tampoco quiero más secretos entre nosotras, mamá. Te quiero. Siento no habértelo dicho.
Ella solloza.
—Nena, no te disculpes. No tienes nada que lamentar. Te quiero, siempre.
Oigo a Alejandro en el fondo.
—Barbara, nena, ¿qué pasa? ¿Por qué estás llorando?
Ella solloza en mi padrastro, amortiguando sus sonidos. Él toma el teléfono.
—Pau, ¿estás bien? ¿Tenemos que ir a Detroit? —pregunta con sinceridad.
—Estoy bien, Alejandro. Todo está bien. Mira, tengo que ir a la cama. Tengo que trabajar mañana. Cuida de mamá y dile que la llamaré en unos pocos días. Los quiero a ambos.
Bajo el teléfono, sintiéndome aliviada de que no tengo secretos con mi mamá. La culpa me atraviesa por dejar caer todo esto en ella, sin embargo. Planeé llevar mi secreto a la tumba hasta que todo esto ocurrió con mi papá.
Mirando el centro de entretenimiento, mis ojos de inmediato aterrizan en una de las pocas fotos que Pedro tiene en su casa.
Levantándome, acaricio a Floyd en la cabeza mientras me dirijo a la fotografía. Tomándola, camino de regreso al sofá, sosteniéndola en mis manos. Sentándome, repaso el rostro de la mujer frente a mí. Sus tres hijos son hombres grandes que ahora la rodean en la foto.
Hay sinceridad en los ojos de Julia Alfonso. Hay una fuerza silenciosa en sus facciones. Es una mujer que era dueña de su vida, de sus problemas, y que los venció. Froto el extremo.
Aprópiate de ello, supéralo pienso para mí.
Sigo mirando la foto. Tres chicos. La mujer delante de mí crió a tres chicos increíbles, a hombres leales, fuertes.
Las palabras de Pedro se repasan en mi cabeza
—Pau, nos guste o no, eres de mi familia. Pelearé igual de duro por ti como por ellos. Joder, más duro si tengo que hacerlo.
Soy su familia. Él peleará por mí.
Las lágrimas se deslizan por mi rostro. Lágrimas de felicidad.
Encontré exactamente donde pertenezco.
Estoy tan perdida en mis pensamientos que no oigo el ruido detrás de mí. Antes de que pueda reaccionar, Pedro está de rodillas delante del sofá. Empuja a Floyd a un lado con la rodilla mientras toma mi rostro, secando las lágrimas con sus pulgares.
—Pau, ¿qué pasa? ¿Por qué estás llorando?
—Era hermosa, Pedro. —Sonrío mientras un hipo se me escapa por el llanto.
Sus ojos se mueven a la foto en mi mano.
—Lo era —responde, sin dejar de limpiar mis lágrimas y mirándome con cautela.
—Estoy loca, Pedro.
—Malditamente loca, Pau. —Está de acuerdo mientras le sonrío.
—Tu mamá... ella me calma. Me consuela. Me gusta tener esta foto aquí.
—Pau, nena, no lo tomes a mal. Yo... umm... me alegro que mi mamá pueda consolarte cuando no estoy. Podrías tal vez compartir conmigo cuando necesites algo reconfortante, sin embargo, porque mi corazón está latiendo fuera de mi pecho aquí, y estoy perdido.
Toma la foto y la coloca sobre la mesa detrás de él.
Entonces, se mueve para sentarse a mi lado en el sofá y envuelve sus brazos alrededor de mí, tirando de mí a su regazo. Pongo mis manos a ambos lados de su rostro. Lo beso. Memorizando este momento.
—Te amo, Pedro Alfonso. Eres fuerte, amable, leal, y sexy. Eres un buen hombre, un hombre que la mujer en esa foto quiso, adoró, y un hombre del que estaría orgullosa. Tú, Pedro Alfonso, me haces una mejor persona, una persona más fuerte.
—Pau, llego a casa temprano, y ya estás llorando en el sofá. Mi mamá era la mejor, te voy a dar eso, pero ¿por qué dices que te calma y te consuela? ¿Qué sucedió mientras estaba en el bar después de que vine a casa del trabajo?
Yo dejo escapar un suspiro, sabiendo que, de hecho, estoy loca. Malditamente loca, como diría Pedro. Me río al pensar en la palabra.
—Nena, en serio, no es bueno para mi ego tenerte llorando o riendo cuando estás en mis brazos.
—Me haces sonreír. Me haces feliz. —Miro el amor brillando en sus ojos por mí.
—Es bueno saberlo. ¿Qué te hizo llorar, Pau?
—Le dije a mi mamá sobre... ya sabes... Brian.
—Bueno, ahora que el secreto está afuera, es un peso menos sobre ti. No quiero nada sobre mi chica.
CAPITULO 36 (PRIMERA HISTORIA)
Pau va de puntillas alrededor por la mañana y pasa por la puerta rápidamente. Odio esta distancia. Odio preguntarme lo que he hecho. No me gusta pensar que me haría elegir entre ella y mis hermanos.
Mis entrañas se tuercen, así que decido ir a correr para despejar mi cabeza.
—Vamos, Floyd.
Está frío afuera, pero el sol está brillando. Termino corriendo a un lugar donde todavía tengo que entrar. Disminuyo a medida que me acerco a las puertas de hierro del cementerio de Elmwood y me quedo quieto. Floyd mueve su trasero hacia abajo en el cemento frío y me mira.
Juro por Cristo que niega.
—Entraré hoy.
Ahora juro que está poniendo los ojos en blanco.
—Vete a la mierda, bolsa de pulgas. —Doy palmaditas en su cabeza—. Los perros primero. —Señalo la puerta, y sus orejas se levantan—. Jesús, ¿qué te hizo ella, Floyd? —No se mueve—. Bien, las damas primero.
Su trasero se levanta lentamente. Parece levantar la nariz en el aire, y luego, diablos no, está sacudiendo su trasero mientras camina delante de mí.
—Uf —digo en alto, riendo mientras la sigo dentro.
Una vez dentro, nos encontramos mirando hacia abajo una minúscula placa de mamá en el cemento por un tiempo antes de que me incline para quitar la nieve.
—Hola, mamá. —Lucho inmediatamente con las lágrimas—. Joder, te echo de menos. —Las lágrimas se acumulan y empiezan a llegar—. Conocí a una chica, mamá, pero creo que ya lo sabes. Es increíble y loca como el infierno, pero estoy bastante seguro de que estoy enamorado de ella. No, sé que lo estoy, pero creo que estoy arruinando las cosas.
Me siento y espero algo: una señal, una voz, al mismo Dios viniendo y diciéndome qué hacer. Todo lo que consigo es el viento quemando mi rostro y enojado de que esto sea todo lo que tengo para darle.
Una jodida roca. Pero, diablos, ella la escogió. No quería nada lujoso. Quiso una cosa, y eso era que nosotros los chicos nos abriéramos a amar y a ser felices.
La nariz húmeda de Floyd da un codazo a mi lado, y doy palmaditas en su cabeza.
—Siento no haberte traído flores, mamá. Siento no haber venido. No sentirme cercano aquí. Hace demasiado maldito frío y no eres tú. Estás en el bar y en mis pensamientos todos los días. Voy a irme ahora. Te quiero, mamá.
Me agacho y quito la nieve del resto de la losa fría de piedra y veo: Amada Madre y las palabras: Dejé un legado de bien en un mundo de mal.
Las palabras me golpean duro. Nunca han tenido tanto peso como ahora. Fue una de las últimas cosas que nos pidió que hiciéramos. Somos lo que ella le dejó al mundo, y que me condenen si no voy a hacerla orgullosa de lo que le dio a este mundo.
—Vamos, Floyd. —Beso mi mano y la froto sobre su nombre—. Tu legado es fuerte y bueno, mamá. Lo que esa chica loca necesita saber es lo fuerte que soy. Cuanto más duro tire lejos, más duro la jalaré yo. Fue una agradable charla, mamá.
En casa, les dejo una nota de que necesito su ayuda en el bar esta noche. Conozco a Pau; irá. Sonrío y pienso, más de una vez.
***
Una manera mucho más profunda de lo que se siente cuando te decepciona un maestro, un jefe, un hermano, o incluso un padre.
No quiero decepcionarla, nunca de nuevo como la mierda.
Me encanta loca, y fuerte, e incluso enojada. Como hombre, me encanta la forma en que me mira y podría haber resuelto los problemas en su vida. Sus ojos brillaban mientras me miraba haciendo mi sonrisa más amplia, mi corazón se hincha de orgullo, y mi pene da espasmos, todo al mismo tiempo. Quiero eso de regreso.
No puedo a empezar a entender por qué se sentía como si no fuera importante después de la otra noche, pero esa mierda será rectificada esta noche.
Miro detrás de mí para ver que está caminando a la cocina del bar.
—Esta es la última fruta. —Deja los envases de plástico y luego se acerca para lavarse las manos—. Si no necesitas nada…
—Ciertamente como la mierda lo hago. —Golpeo mi puño en el mostrador de acero inoxidable y luego me vuelvo. Ella se para más alta, poniendo sus pequeños puños en sus caderas, y frunce el ceño—. ¿Cuándo vas a dejar de actuar toda enojada conmigo, Pau? ¿Qué tengo que hacer para hacerte entender que estaba cuidando como la mierda de mi familia?
—¿Y yo qué? —grita—. ¿Qué hubiera pasado si algo te hubiera sucedido? Sabes qué, no importa. Bajo la máscara, y nunca…
—Ni siquiera termines esa maldita frase. ¡No nos hagas eso!
Ella se cubre el rostro y empieza a llorar. No, no sólo a llorar, está llorando fuerte, y yo malditamente le hice eso.
¡Putamente le hice eso!
No necesito más el consentimiento de mierda, así que doy tres pasos para cruzar la habitación y la jalo a mis brazos.
Luego, toma tres segundos antes de que ella se envuelva alrededor de mí.
—Pau, nos guste o no, eres mi familia. Voy a luchar tan duro por ti como lo hago por ellos. Joder, más duro si tengo que hacerlo. —Pongo su trasero en la isla de acero inoxidable y alejo sus manos de su rostro—. Háblame.
—No sé qué decir. —Se seca los ojos y toma varias respiraciones rápidas.
—Esto no se trata sólo de la otra noche, ¿verdad?
Ella niega, luego asiente, y al instante estoy derritiéndome a causa de mi loca pollita.
—Sabes que me encanta tu trasero, ¿verdad? —Ella asiente—. Y el resto de ti, también. Háblame.
—He tenido unos días malos, y cuando te dije eso, dijiste que no es eso por lo que estás aquí. No sé…
—Espera, Pau. Quise decir que no es mi intención darte días malos. —Ella me mira y cierra los ojos lentamente—. Espera, ¿pensabas...? Mierda, Pau, nena, vamos, habla conmigo. Dime que cuando no te llamé mientras manejaba lo de mis hermanos como la mierda te hizo dudar de todo lo que te dije.
Ella niega, pero sé que lo hizo.
—Fui al cementerio hoy y vi a mi madre por primera vez. Le hablé de ti…
—Quiero ser más cercana a mi padre, Pedro. Quiero verlo. Sé que…
—Entonces buscaremos algún lugar por aquí. Infiernos, múdalo a mi casa.
—No tan cerca. —Se ríe, y yo sonrío.
—Entonces hagámoslo. Después del trabajo mañana, nos sentaremos y echaremos un vistazo a algunos lugares.
—Es la noche de damas. —Mira hacia abajo.
—Contraté a un chico nuevo. —Sonrío—. Mi trasero se sacudirá por un par de ojos solamente.
Eso hace que ría.
—¿Tu mamá? No quise interrumpir; simplemente me hizo darme cuenta de que nunca se sabe cuánto tiempo tienes para corregir errores.
Agarro el dobladillo de su camisa y tiro hacia arriba, y a pesar de haber sido dicho que no necesito su consentimiento, la miro, asegurándome de tenerlo. Ella levanta los brazos para que pueda tirar de su camisa hacia arriba. Entonces, sus pequeños pies empiezan a patear un poco como un feliz, niño pequeño, y me río de mí mismo.
Ella es de bajo mantenimiento, trabajadora, hermosa, ávida de mi toque, mientras la saboreo y a mí. Mi puta loca Pau.
—Ella dijo que dejó un legado de bien en un mundo de mal.
—Llego a su espalda y desabrocho su sujetador, besándola en sus hombros quitándole una correa a la vez. Mi boca tiene un seno mientras uso mis manos para desabrochar sus pantalones vaqueros y tirar de ellos, tomando sus zapatos antes de completar el trabajo.
—Eres muy bueno —gime mientras sus manos frotan la parte de atrás de mi cabeza.
—Esto va a ser rápido, y te juro que te lo compensaré —le digo mientras me desabrocho y empujo mis jeans lo suficiente para liberar mi pene de su jaula de mezclilla.
—Te necesito, tanto —dice ella mientras la levanto.
Nos alineo, silbando cuando mi cabeza golpea su vagina húmeda caliente, y ella gime. Me apoyo contra la pared.
—Tengo toda la intención de hacer que camines gracioso por una semana.
—Vamos. A... —Me estrello contra ella, y ella grita—. Hacerlo.
—Gracias —siseo mientras golpeo en ella una y otra vez—. ¿Cómo se siente mi pene, Pau?
—Tan bien —grita en mi hombro.
—Estoy en bruto dentro de ti, Pau.
—Se siente tan… —Deja brotar y me mira, sorprendida.
—Te voy a llenar y amarte para siempre. ¿Puedes manejar eso?
Lágrimas van a sus ojos, pero sonríe y asiente.
—¿Por siempre?
—Joder, sí. Tú y yo y una carga de mierda de los Alfonso.
La veo mirar hacia arriba como si estuviera tratando de averiguarlo, y entonces me ve.
—Cuatro.
—Cuatro para un comienzo. —Sonrío—. Vamos a empezar haciendo uno en ti ahora.
—Consentimiento dado. —Sonríe, riendo hasta que me meto dentro de ella otra vez.
—Nena, no te rías cuando mi pene está en esa muy pequeña vagina tuya. Me hace querer dejarle moretones. —Golpeo de nuevo.
—Creo que me gustaría eso —dice con voz ronca.
Mi boca se estrella sobre la de ella. Nuestras lenguas bailan, los ritmos de nuestro cuerpo están en sintonía, y mis bolas están en llamas. No estoy a punto de dejar de penetrarla contra la pared de la cocina. Me dijo que lo hiciéramos y hacerlo es lo que haré.
Ella se viene tres veces y está inerte en mis brazos cuando finalmente la lleno con mi semen. Luego me deslizo por la pared con ella en mi regazo, mientras ambos tratamos de recuperar el aliento.
—Te amo, Paula.
—Te amo, Pedro —gime con dulzura.
Oigo la puerta y gimo, permitiendo que mi cabeza caiga hacia atrás y golpeé la pared.
Ella ríe.
—Me ocuparé de eso, pero no sé si pueda caminar todavía.
—Eso me puso duro otra vez. —Sonrío, pero no estoy bromeando. Amarla me hace quedarme quieto—. Quédate quieta. Volveré y te golpearé un poco más.
CAPITULO 35 (PRIMERA HISTORIA)
Un movimiento en la habitación me despierta de mi sueño.
—¿Pedro? —digo aturdida, mirando el reloj que dice que son las cinco y doce.
—Vuelve a dormir, Pau. —Su voz es grave por la fatiga.
Me incorporo, mirando a través de la oscuridad hacia él.
—Llegas tarde. —Simplemente afirmo, tratando de mantener mis emociones de chica bajo control.
¿Dónde ha estado? El bar ha estado cerrado durante horas. Más que donde ha estado, ¿quién ha estado con él? Mi mente corre.
Él entra en el cuarto de baño, enciende la luz, y veo su rostro en diferentes tonos de púrpura. Buscando rápidamente en su torso expuesto mientras se cambia, veo las marcas rojas de irritación alrededor de sus costillas, incluso a través de los tatuajes.
Deslizándome de la cama, lo sigo al cuarto de baño. Sus manos están lastimadas, y sus nudillos están cubiertos de abrasiones, hinchadas, y claramente irritadas.
—¿Pedro? —le pregunto desde la puerta del cuarto de baño, mientras continúa desnudándose y entra a la ducha.
¿Qué pasó? Me pregunto mentalmente.
—¿Pau? —responde.
—¿Por qué estás golpeado?—pregunto mientras el miedo se acumula dentro de mí.
¿Alguien intentó robarlo? ¿Asaltarlo?
—Vuelve a dormir. Tienes que trabajar mañana. Siento si te desperté.
—¿Eso es todo por lo que lo sientes? —Froto mi trasero.
“Mantenlo real” es mi inspiración actual.
Qué apropiado.
Él levanta una ceja hacia mí, pero eso sólo me saca más de mis casillas.
—Llegas tarde a casa, claramente estuviste en un altercado de algún tipo, ¿y todo lo que me dices es siento haberte despertado?
—¿Qué tal Pau, no me asaltaron esta noche, pero sobre estos cortes y contusiones...?
Él me sonríe.
—Bueno, ¿te robaron? ¿Tenemos que llamar a la policía? ¿Necesitas ir al hospital?
—Pau…
—¡No me digas Pau! Estás herido. Tenemos que conseguir que te revisen.
—Ya he estado en el hospital una vez esta noche. No voy a volver.
—¡Qué! —grito—. ¿Fuiste al hospital y no me llamaste? No puedo creer que no quisieras que estuviera allí.
—Diablos, Pau, déjame decir una palabra.
Pongo mis manos en mis caderas y toco mi pie, esperando que continúe.
—Lucas fue asaltado esta noche. Después de que lo llevé a la sala de emergencia y lo cosieron, Gonzalo y yo fuimos y nos encargamos de ellos. Estoy en casa ahora. No quise despertarte. Sé que tienes que trabajar en el hospital, por lo que vuelve a la cama. Estaré allí en unos pocos.
—¿Lucas está bien?
—Sí, Pau. Ahora, por favor, vete a la cama.
Dejo escapar un suspiro. Él no fue asaltado. Se peleó.
Estuvo en una pelea por su hermano.
Una cosa que me gusta de los hermanos Alfonso es su lealtad con el otro. Son una familia.
Mi frustración se acumula. Entiendo por qué lo hizo, pero su actitud al venir a casa me molesta. Llegar a las cinco de la mañana también me molesta. Que llegue y que no me explique lo que está pasando me molesta. No se trata tanto de esta situación molestándome.
Regresa a la cama. Regresa a la cama. Cuanto más estoy aquí y me desestima más me molesto.
Bien, decido, iré a la cama.
Me quedé allí, inmóvil, mientras la cama se sumergía un poco más tarde, y Pedro se subía a ella. Me tira hacia él, y tanto como quiero pelear contra ello, no puedo. Él está en casa. Está a salvo. Un poco golpeado, pero no es tan malo como podría haber sido.
Vuelvo a dormirme, pero muy pronto, mi alarma suena, y rápidamente la apago.
Saliendo de Pedro, me levanto lentamente, tratando de no despertarlo. Lo observo mientras duerme. Tiene un ojo morado, un corte en la nariz, pero por lo demás, se ve mucho mejor que hace apenas unas horas.
Finalmente, me muevo de manera eficiente y dejo la habitación sin despertarlo.
Al llegar al trabajo, Tamy y Anto ya están en nuestra pequeña oficina conversando. Ambas vienen y me abrazan, asegurándose de preguntar acerca de mi papá.
Antes de poder instalarme para ponerme al día con los demás, entro a la habitación de un paciente.
El día transcurre en una falta de definición mientras ayudo a una familia a negociar la pérdida de su padre. De una manera extraña, echo de menos al mío. No somos cercanos, pero después de verlo tan enfermo y luchando por hacer las cosas bien conmigo, no puedo evitar echarlo de menos ahora.
Sintiéndome insegura de cuál es mi posición con Pedro solamente me dan ganas de correr de nuevo a California. Me quedé fría emocionalmente. Algo pasó con su hermano, y él me excluyó de ello. Dijo que me amaba, pero, ¿sí leí más cosas de nosotros?
Trabajo más tarde de lo habitual. Al llegar a casa, Pedro ya está en el bar por la noche, así que alimento a Floyd y como algo de cena.
Estando en su espacio, me doy cuenta de que la broma ha terminado. Probablemente debería resolver lo de mi situación de vivienda. Tengo que encontrar un nuevo hogar.
¿Cuánto le debo a Pedro por trabajar en mi auto y por quedarme aquí? Todas las preguntas pasando en mi cabeza me hacen más emocional y, francamente, me marean.
El agotamiento barre sobre mí, y me quedo dormida en el sofá. En algún momento de la noche, Pedro viene y me lleva a la cama. Mi alarma me despierta, estoy toda enredada con él y soy incapaz de recordar que me trajo.
—Pau... —Pedro trata de hablar.
—Tengo que prepararme para el trabajo —le susurro, después me alejo de él y salgo de la cama, la tristeza se hincha dentro de mí por la distancia entre nosotros.
En silencio, me preparo para mi día. Él me observa, sin embargo, no dice nada.
¿Por qué está tan enojado?
La tensión crece entre nosotros mientras me voy a mi jornada laboral.
El día en el hospital pasa muy pronto. Mientras me voy, estoy un poco deprimida de saber que voy a una casa vacía que no estoy segura de querer más.
La sorpresa me da una bofetada en la cara cuando llego a casa para encontrar a Pedro sentado en el sofá, esperándome.
—Llegas tarde —me saluda.
Bueno, veo cómo va a ir esto.
—Eso pasa a veces con mi trabajo.
—Corta la mierda, Pau.
—Tú corta la... mierda, Pedro. —Trato con descaro; solamente, que me olvido de la marca.
—¿Qué te pasa?
Pongo mis dedos en mi barbilla.
—Umm... El hombre del que estoy enamorada llega a casa horas más tarde, golpeado…
Él me interrumpe.
—Yo no recibí la paliza, Pau. Te lo prometo, los cinco imbéciles que tocaron a mi hermano quedaron en peor situación que Gonzalo o yo.
Las lágrimas llenan mis ojos.
—Cuando miré el reloj y vi la hora, me entró pánico. ¿Sabes los pensamientos que corrieron por mi cabeza?
—Te lo dije, asaltaron a Lucas. Tenía que llevarlo al hospital, y luego Gonzalo y yo tuvimos que manejarlo.
—Sí, me dijiste todo eso. Después. Del. Hecho. Está bien; Ahora lo entiendo. Ustedes son familia. Yo soy la extraña. Sólo soy la “pieza”. —Sé que es un golpe bajo lanzar mis bragas en su rostro, pero me lastimó al sacarme de la ecuación. Antes de que pueda reaccionar, él está en marcha y en frente de mí.
—¿Cómo acabas de llamarte a ti misma?
Los nervios me golpean, pero me quedo en mi sitio.
—Sólo soy la pieza. Tu… —No puedo terminar mientras sus labios se estrellan sobre los míos. Sus labios son como una droga que no puedo rechazar. Me embriagan con su sabor.
Una vez que me tiene fuera de equilibrio física y emocionalmente, se aleja.
—Eres más que una pieza, Pau. No juegues conmigo.
—Me sacaste. Sé que son tus hermanos, pero me hiciste sentir que no quieres que sea parte de ellos, que no quisieras que fuera parte de tu familia. Estaba preocupada por ti, por Lucas, y Gonzalo. Sin embargo, me quedé en la oscuridad y fui descartada como si fuera una llamada de botín regular, no algo más.
—Maldita loca —comienza, pero lo interrumpo.
—Loca por ti. Loca por los Alfonso. Quiero saber que estás a salvo. Quiero saber que tus hermanos están seguros. Quiero algo real, Pedro.
—No hay nada más real que esto, Pau. —Da un paso atrás y sostiene mi mano.
—Tú y yo vivimos juntos, dormimos juntos, e incluso trabajamos juntos. —Levanta mis nudillos a su boca y frota los labios a través de ellos—. Te amo. Nada ha cambiado, pero no puedes pedirme que ignore esa mierda. Lucas fue reventado y…
—Deberías haberme llamado.
—Lo sé. —. Asiente y me tira más cerca—. Debes llamar cuando llegues tarde también, entonces. Me derrito en su abrazo porque me pierdo—. Háblame—susurra.
—He tenido un par de días agitados. Eso es todo.
—No es por lo que estoy aquí —dice, y con esas cinco palabras, estoy completamente confundida.
—Lo sé —le digo, sólo queriendo un respiro de estar molesta. Necesito su toque. Necesito su abrazo. Necesito su comodidad.
—¿Quieres venir al bar? Tengo a Gonzalo cubriéndome. Necesitaba asegurarme de que estábamos bien.
—Estamos bien. Me voy a quedar.
—Está bien. —Da un paso atrás y luego se inclina y me besa—. Te extraño, Pau.
Me obligo a sonreír y a asentir.
—Nos vemos en unas horas. Lucas y Gonzalo se refugiaron en un hotel. ¿No te importa si vienen a pasar el rato?
—¿Por qué están en un hotel?
Él se encoge de hombros.
—Les dije que necesitábamos espacio, pero con nuestros horarios, no hemos tenido mucho tiempo ni oportunidad de utilizar ese espacio, ¿no? —Niego. Él se inclina y me da otro beso luego sonríe y sacude la cabeza—. Esa propiedad comunal, esa es una cosa entre “tú y yo” todavía, ¿verdad?
—Asiento y trago duro—. ¿Todavía estás sangrando?
Niego.
—Bueno, necesito una probada, Pau. —Sonríe—. Voy a tener que despertarte esta noche, entonces ¿Por qué no duermes un poco ahora? —Con eso, me hace un guiño, se da la vuelta, y luego sale por la puerta.
Miro a mi alrededor y pienso en lo que dijo.
No es para lo que estoy aquí.
La confusión se establece, pero una vez estoy más agotada.
Yendo a la cama, me quedo dormida más rápido de lo que esperaba.
Me despierto más tarde por el movimiento en la cama y unos brazos tirando de mí cerca.
—¿Pau?
No contesto.
—¿Nena?
No puedo hacer esto esta noche, no cuando estoy tratando de prepararme para lo que sé que viene.
Siento sus labios presionarse contra la parte posterior de mi cabeza. Luego inhala profundamente, gime, y susurra:
—Te amo, Pau.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)