HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS
LENGUAJE ADULTO
miércoles, 19 de octubre de 2016
CAPITULO 36 (TERCERA HISTORIA)
Pedro y yo fuimos a la tienda a comprar suministros para limpiar y deshacernos del papel tapiz. Limpiar es reconfortante para mí, siempre lo ha sido. No importa cómo estuvieran de mal las cosas con mi padre, no importaba lo dolorida que estuviera después de un episodio, encontraba
comodidad en realizar la limpieza. Posiblemente, me vuelve tan loca como a Emi con su necesidad de bragas, pero tengo que limpiar. Necesito tener ese control y algo que pueda hacer sin detenerme en lo que puede o no puede ocurrir después.
Comenzando en el dormitorio y baño antiguos de Salvador, fregué la bañera, el inodoro, y el azulejo. Sonrío cuando acabo, lo único desagradable e importante que queda a la vista es el amarillento papel tapiz. Su dormitorio es como el resto de la casa, con la elegancia discreta de una casa del pasado. El edredón es obviamente viejo y tiene un toque femenino con las flores azul claro y en los bordes
desgastados.
Cambio la ropa de cama a las nuevas sábanas que Pedro y yo compramos. La vibrante colcha roja es un completo contraste con el desteñido verde del papel pintado con manzanas que adornan las paredes. Mi esperanza es pintar las paredes en un gris suave y añadirle detalles en negro a la habitación.
Estoy empacando la ropa de Salvador de la cómoda cuando Emilia y Carolina aparecen para ser parte de la fiesta de limpieza.
―Como que alguien consiguió una oferta en la fábrica de papel tapiz de 1977. ―Caro se ríe.
―Yo diría que de 1984 ―comenta Emi con un resoplido.
Dejo la habitación y las encuentro en la entrada.
―Pedro está al lado en el gimnasio y regresará a casa en cualquier momento ―les digo.
―Está bien, pero no estamos aquí por él.
―¿Eh?
―Familia, Paula. Todos somos familia. Estamos aquí para ayudarte. ―Emi se mueve más allá de mí a la cocina, en donde los productos de limpieza, guantes de goma, trapos, esponjas y todos los demás materiales de construcción están en el mostrador.
Las lágrimas llenan mis ojos. Todo lo que siempre he soñado fue una familia y tener a alguien que me ayudara. Pedro me dio eso también. Me ha dado todo lo bueno.
Nos ponemos a trabajar, y las horas pasan antes de que lo sepa. Todo está limpio, y el papel tapiz está listo para ser quitado sin hacer un desastre y un lío. La emoción me llena y luego dejo que me pregunte si Pedro estará de acuerdo con
esto. Dijo que sí, pero todo ha sucedido tan rápido.
―Deja de pensar en lo que estás pensando. ―Me interrumpe Caro, mirándome con recelo.
―¿Cómo sabes que estoy pensando en algo siquiera?
―De una rota a otra, podemos decirlo. No lo pienses demasiado, Paula.
―Todo está pasando tan rápido.
Emi se bufa.
―Los Alfonso sólo lo saben. Las mujeres son las que tienen que ponerse al día. Los hermanos han amado y perdido profundamente. Cuando encuentran a la mujer que quieren, no la dejan ir, sólo le dan el espacio que necesita para
encontrarse a sí misma. Una vez que lo haces, te reclaman, y, niña, será mejor que los dejes hacerlo. No hay mejores hombres por ahí que los hermanos Alfonso. Mamá Alfonso los crió correctamente ―añade Emi con orgullo.
―¿Fue rápido para ti? ―pregunto.
―¿En serio? Ya que Pedro ha estado persiguiéndote desde antes de que Martin incluso me encontrara, yo diría que llegas tarde a la fiesta, pero bueno, más vale tarde que nunca.
Caro comenta:
―No cuestiones eso. Sólo siéntelo. No hay nada mejor que lo que dan estos hombres. Te mereces lo bueno, Paula. Deja que Pedro te dé todo lo bueno que tiene dentro.
―Me da lo bueno. ―Sonrío dulcemente.
―Oh, si es algo similar a Martin, estoy segura que sí. ―Emilia sonríe y se frota el vientre.
―Gabriel me da lo bueno también. ―Se ríe Carolina.
―Oh. ―Suspiro―. No quise decir...
―Cariño, eres una mujer, una mujer de sangre roja, así que está bien que te guste lo bueno ―responde Caro.
―Sobre todo con un hombre como Pedro. Apuesto a que tiene sus movimientos. ―Emi resopla mientras se ríe.
El teléfono de Carolina suena, distrayéndola de nuestro momento.
―Hola, Slick ―responde y hace una pausa―. Oh. ―Se muerde el labio inferior mientras sus cejas se juntan―. No lo sé. ... Oh, hombre. No quiero rechazarlos. ¿Dónde podemos ponerlos? ―Las lágrimas caen por sus mejillas mientras escucha―. Gabriel, no esperaba que saliera bien. No quiero sacar a nadie, y no quiero rechazar a nadie. El Nido es un lugar seguro, un lugar de comodidad, no es un lugar para ser rechazado en la puerta. ―Hace una pausa.
Miro a Emi, tratando de averiguar lo que tiene a Carolina tan alterada.
―Lo sé, lo sé, pero he estado allí, sin saber a dónde ir. Hola, así es como me escapé contigo. ―Sonríe a través de las lágrimas―. Es lo mejor que hiciste por mí y Ris Priss. ―Suspira, escuchando―. Bien. Ya se nos ocurrirá algo. Tenemos que lograrlo. ―Hay otra pausa mientras Gabriel habla con ella―. Te amo más. Adiós.
Termina la llamada y nos mira a mí y a Emi.
―El Nido de Mamá está lleno, y hay una madre soltera con dos hijos que busca ayuda. Está bastante golpeada por lo que dijo uno de nuestros residentes a cargo. ―Se seca las lágrimas―. No quiero rechazar a nadie. ―Siendo madre
soltera de su hija, Camila sabe de luchas. Mamá, la palabra, el título, la persona, todo pasa por mi mente. ¿Cómo habría
sido si mi madre hubiera tenido un lugar al que acudir conmigo? ¿Y si hubiera encontrado ayuda? La idea de una madre y sus dos hijos teniendo que regresar y aguantar el infierno en manos de ese hombre en su vida me tiene débil de las rodillas.
En silencio, me muevo para sentarme en el sofá.
Emi me observa atentamente.
―¿Estás bien, Paula?
―Sí, sólo recordaba.
―Oh, Paula, lo siento. No pensé en lo que esto removería en ti.
No tengo palabras. No quiero ver a Gabriel y a Carolina teniendo que enviar a alguien lejos. Me gustaría que hubiera algo que pudiera hacer. Me gustaría poder volver atrás el tiempo y haberle dado a mi madre algún lugar al que huir.
Por otra parte, si lo hubiera hecho, no estaría aquí con Pedro. No hubiera encontrado mi bien en un mundo lleno de mal.
―Carolina ―digo su nombre en voz baja, insegura de mí misma.
―Paula, siento incomodarte.
―No, no es eso. Tengo un edificio. ―La vergüenza me golpea―. Quiero decir, no es agradable. Los apartamentos necesitan trabajo, y no se pueden utilizar todos porque algunos inquilinos pagan alquiler, y tengo que cuidar de la señora Simmons, sobre todo después, bueno, de todo. ―Estoy divagando.
―Paula, ¿qué estás tratando de decir? ―pregunta Carolina, todavía preocupada por incomodarme.
―No quiero que nadie regrese. Tengo un edificio de apartamentos. No son de lujo. Es un punto de partida, sin embargo. Bueno... si... si... si quieres...no sé... um...llama a Gabriel ―tartamudeo mientras Carolina empieza a llorar de
nuevo. No sé qué decir.
Me levanta del sofá con un fuerte abrazo.
―Tenía un ex. Era malo. Manipulador, loco, peligroso. Gabriel me salvó. Construyó el Nido de Mamá para que nadie tuviera que sentirse atrapado como yo, como tú. Oh, Paula, eres el bien para alguien también. ―Está llorando, y no puedo evitar llorar con ella.
―Son sólo unos apartamentos ―digo modestamente.
―Para algunas personas, eso lo es todo ―susurra Emilia, sus propias lágrimas corren por su rostro.
―Cuando no tienes nada, es importante apreciar cada pequeño algo que se puede conseguir. ―Me limpio mis propias lágrimas―. Cuando finalmente consigues algo real, debes aferrarte a él, y nada se siente mejor que darle la
oportunidad a otra persona. Tienes que mantener viva la esperanza dentro de las personas ―les digo a las dos mujeres increíblemente fuertes frente a mí.
Por primera vez en mi vida, puedo devolver el favor y ser parte de algo más grande que yo. Por primera vez, tengo la oportunidad de ser parte de una familia.
Tan rotas, como cada una de nosotras ha estado, nos reunimos para acoplarnos a la otra perfectamente, como si fuera el destino.
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