HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS
LENGUAJE ADULTO
martes, 27 de septiembre de 2016
CAPITULO 6 (SEGUNDA HISTORIA)
Una cosa acerca de las apariencias, es que siempre son engañosas. A fin de parecer ser la familia feliz que no somos, algunas cosas deben hacerse como una pareja regular, una es comprar comestibles.
Monte tiene gente, seguro, pero dado que su ingreso no es lo que uno afirmaría como un sujeto a impuesto, no tengo personal. Cosas como ir al supermercado se dejan como deberes de esposa. Añadan el hecho de que la mayor parte del dinero de Monte es efectivo y tuve que encontrar una manera de inclinar la balanza, y lo hice.
Los hombres nunca deben subestimar el poder de una madre. Soportaré mucha mierda, y me refiero a un montón de mierda, por el bien de la supervivencia. No hay nada que no hiciera por mi niña, incluso si ella viene de él.
Años de agresiones verbales me dejaron débil. Él me golpea, no físicamente, nunca. No, me recuerda incluso ahora la noche en que me derrotó, cómo me superó en mi propio juego. Mientras estaba peleando por mi mamá, ni por un segundo creyó que usaría mi ingenuidad, mi falsa valentía, mis estúpidos esquemas y mi desesperado intento de romper los lazos que nos unen para inclinar la balanza a su favor.
Mamá pagó su penitencia por malas decisiones. Ahora pagaré las mías.
Puedo manejar cualquier cosa que lance hacia mí. Puede decir lo que desee, destrozarme en pedazos, hacerme jirones; puedo soportarlo todo y no perder ni un latido. Día tras día, Monte encuentra una manera de recordarme de dónde vengo. Lo tomo. Merezco eso.
Juego con él. Cheques y balances.
Dame lo peor de ti, Monte. Resistiré. Mamá no me había criado para ser débil. No me había criado para romperme.
Claro que podía ser un producto de mis circunstancias, pero no estoy rota.
Todavía.
Los guerreros en una batalla mantienen sus armas cerca, y mi arma es el tiempo. La oportunidad de escapar y ser totalmente libre vendrá. Sólo tengo que darle tiempo al tiempo, aguantar hasta que la situación cambie y mi oportunidad se presente.
Con el tiempo, voy a escapar. Solamente que nada ha salido bien al comienzo y ahora tengo que pensar en Camila. Siete años de infierno he soportado, comprándome tiempo y con él llegaron los últimos tres años de cielo que veo en los ojos de mi niña.
Monte no es un padre activo. Sólo la abraza cuando tenemos audiencia. A puerta cerrada, mi hija no es más que otra boca para alimentar, otra deuda para pagar.
Razones y excusas, son como cheques y saldos. Todos tenemos razones y excusas para todo lo que hacemos o dejamos de hacer.
Camila es su excusa para mantenerme alrededor. Es una manera de manipularme y controlarme.
Sin embargo, ella es mi razón de todo. No hay excusa aceptable para decepcionarla. No voy a fallar. El ciclo terminará con ella. Tengo que ponerla en primer lugar.
Con eso en mente, empecé mi estafa de ama de casa, jugando mi papel.
Cada vez que puedo, logro mi carga, escondiéndola hasta que sea el momento adecuado para hacer mi escape.
He tenido siete años para ganar algunas libertades como la tienda de comestibles, mi mayor aventura. Aunque Monte me da dinero en efectivo y una lista de compra, no llegas lejos en este mundo sin ser un hombre inteligente, así que por supuesto que quiere el cambio y el recibo. Los artículos tienen que coincidir.
Tiene un área de ignorancia, sin embargo, las necesidades femeninas. Una vez me di cuenta que no asistiría a mis exámenes ginecológicos, hice que mi médico me colocara un DIU que hace que mi periodo prácticamente desaparezca.
Ya que a Monte no le importaba si teníamos más hijos o no, no estaba preocupado porque no tomara píldoras anticonceptivas. Esto creó la cobertura perfecta.
Cada mes en el supermercado, compro productos femeninos en mayor cantidad y él nunca pone en duda las compras.
Compro doble, a veces triple de lo que normalmente necesitaría. Luego, utilizando un calendario, me aseguro de
usar la cantidad más pequeña de modo que el cubo de basura muestre el uso de algunos de los productos.
Antes de llegar a casa en los días de compras, le saco una copia al recibo.
He escaneado mi tarjeta de recompensas para que el recibo pueda consultarlo en la computadora. Puesto que él no está en casa cuando salgo de la tienda, no ve que devuelvo los artículos por efectivo.
Corté el forro de la maleta de Camila y oculto mi dinero allí, asegurándome de mantener la abertura oculta, con el dinero al ras de la tela. Eso tomó tiempo, pero unos pocos conteos, y en tres años, había logrado algunos ahorros. No estoy
ni siquiera cerca de estar lista, pero algo es mejor que nada.
Las cosas fueron bastante bien, considerando todas las cosas. Esa debería haber sido mi primera pista de que algo estaba mal. ¿Cómo se me olvidaron las pistas antes de este momento?
Vuelvo a casa de la tienda, y mientras descargo los comestibles de la tienda, escucho un ruido arriba. Camila se fue con Yamila, mi única amiga de verdad en esta vida loca. Yamila se quedará con ella hasta que acomode los comestibles y luego me la regresará. En consecuencia, no debería haber ningún ruido en la casa, excepto yo.
Tratando de decirme que estoy escuchando cosas, sigo en mi tarea. Sin embargo, los gemidos suenan de nuevo, y sigo el ruido, pensando que alguien irrumpió en la casa.
Sólo que no lo hicieron.
No, voy al dormitorio, a la misma habitación que he compartido con Monte, noches tras noches, desde hace años y atada a mi cama está una muy embarazada joven rubia.
―Paula, ¿qué diablos? ―grita Monte a medida que continúa empujando hacia la mujer en la cama sin perder el ritmo.
Mi boca se abre y cierra como un pescado. Todo este lío sólo va de mal en peor. ¿Qué demonios digo? Me importa una mierda que ande de puto por ahí, excepto por el hecho de que no usa preservativo, incluso conmigo parada allí, ¡y
está en mi maldita cama!
La chica se muerde el labio inferior, gimiendo como bien ha practicado la estrella porno mientras me ve y mi marido continúa su ritmo. Allí, de pie, sin moverme por la sorpresa, sólo puedo abrir la boca.
Entonces la chica sacude la cabeza vigorosamente, como si estuviera luchando contra su clímax y Monte le da su atención, luego se estrella contra ella más fuerte para que grite su placer. Al mismo tiempo, lucha para evitar venirse.
―No te preocupes; el bebé no es suyo ―me tranquiliza la chica.
―¿Crees que eso es lo que me preocupa? ―Me río de ambos. Entonces, sin decir nada más, giro y salgo de mi habitación. Tratando de calmar mis manos temblorosas, trato de pensar.
¿Qué es lo siguiente?
¡Qué desastre!
¿Está usando protección?
¿Qué me depara el futuro?
Soy una puta, una con un único cliente. Me ha empequeñecido a este punto. Una vez, me dijo que era demasiado para poder resistirse a mí, que lo hizo porque tenía que tenerme. Sentirme como un premio es mejor que sentirme como una posesión. No soy el premio de nadie.
Qué vida enferma y retorcida vivo. Qué gigante desastre de manipulación.
La rabia hierve en mi interior y la vergüenza me recorre mientras mi último pensamiento me golpea.
¿Mi hija se someterá a ver esto? Él no sabe que no está conmigo. ¿Y si salía disparada de la habitación como hace la mayoría de los días que está buscándome? ¿Cómo le explicaría algo de esto a Camila?
―Oh Ris Priss, papá sólo está teniendo un momento especial con una amiga… en la cama de mamá. No te preocupes.
A pesar de su falta de paternal adoración, a pesar de mi arruinado matrimonio, ningún niño necesita ver el acto adúltero de uno de sus padres en su casa. Arruina por completo mi vida, bien por mí. ¡Metete con la cabeza de mi
hija y se terminó, hijo!
Ahora, ¿qué demonios voy a hacer?
Ausentemente paso mis dedos sobre las encimeras de granito que se interponen en la cocina, tratando de crear un plan, porque esperar ya no una opción.
Los clics de tacones de la desconocida en el piso de madera de la entrada me avisan que se va, al mismo tiempo, escucho un taxi tocar la bocina. Supongo que Monte la trajo aquí y originalmente tenía la intención de llevarla a casa. Él va y viene como le place. Con múltiples vehículos en el garaje y delante, no tendría manera de saber que estaba dentro cuando regresé con los comestibles.
Entra en la cocina y lava sus manos, y no me dice nada, ni me muevo.
Cuando el brazo va alrededor de mi cintura, tirando de mí contra él, de espaldas a su frente, me congelo. Mi estómago se revuelve mientras mueve el cabello de mis hombros y detrás de mi cuello. Inhala mi perfume y luego su gemido vibra contra mi piel expuesta.
Quiero vomitar.
―¿Te gustó mirar, Paula? Me gustó que observaras.
―¿Estás malditamente hablando en serio ahora? ―Las palabras se escapan de mi boca antes de que pueda detenerlas.
Me agarro del mostrador mientras me tira fuertemente contra él, su agarre ahora es firme y casi doloroso.
―Bastante serio. De hecho, no quiero que sólo mires; quiero que participes. ―Muerde suavemente el lóbulo de mi oreja y me tambaleo hacia adelante, tratando de poner espacio entre nosotros. Sin embargo, es más grande y fuerte, y mi intento es un fracaso mientras gruñe en mi oído―: Quiero ver tus rizos dorados repartidos en sus muslos mientras lames su vagina como un hombre sediento en el desierto.
Su erección presionando en mi espalda me permite saber qué tan serio habla y la habitación da vueltas mientras lucho por contener el contenido de mi estómago.
―¿Y si me niego? ―le pregunto valientemente mientras el miedo se apodera de mis venas.
Su mano sale de mi cintura y se desliza hacia arriba de mi cuerpo hasta que la envuelve firmemente alrededor de mi cuello, no apretando sino advirtiéndome.
―No tienes una mala vida, Paula. Ya no estás viviendo “los duros golpes”, y, sin embargo ¿realmente quieres negarme algo? ―Su agarre se aprieta en mi cuello―. Quieres hacerme el villano aquí…
No digo nada mientras continúa apretando mi cuello, los pulmones me queman mientras corta mi suministro de aire.
―Soy tu puto héroe, Paula.
No puedo respirar. La habitación gira. Duele, la quemadura, el ardor. La adrenalina patea dentro de mí mientras mi cuerpo lucha por instinto, abro y cierro la boca rápidamente, pero ningún oxigeno entrará. Es la forma en que todo va a terminar.
Entonces, hay un ruido a mi izquierda en la puerta lateral, y Monte de repente me libera, entonces me empuja lejos mientras escucho a Camila y a Yamila entrar.
Mi futuro parpadea ante mis ojos mientras me vuelvo hacia el fregadero para ocultar las lágrimas de mi única amiga y, más importante, de mi hija. Mis pulmones se llenan de aire dolorosamente mientras respiro poco a poco.
―Mamá, mamá. ―Camila se precipita hacia mí y abraza mi pierna mientras me lavo las manos y salpico agua en mi cara.
No me puede ver en este momento de debilidad. Voy a ser fuerte por ella.
Mientras la recojo y la abrazo, Yamila me mira y niega justo cuando Monte regresa a la habitación.
―Bueno, bueno, bueno, vaya que escogiste el momento perfecto, Yamila. ―Con sus palabras, mi amiga se estremece visiblemente, y mis ojos se amplían cuando miro entre los dos―. Alex dice que quieres dejarlo. Me explica que están teniendo una separación de prueba.
Yamila quería dejar a su marido; no es ningún secreto. Él no es como Monte, sin embargo. Simplemente ya no están enamorados. La prueba de separación es algo que deliberadamente oculté de Monte, con el temor de que me separara de mi amiga. Obviamente, juzgué mal a Alex y su capacidad de mantener la boca cerrada.
―También parece como si mi esposa no quisiera continuar con sus deberes aquí. ―Se vuelve hacia mí―. Tengo una reunión con un cliente. Si quieres irte, vete antes de que vuelva, Paula.
Mi estómago cae al suelo. Le paso a Camila a Yamila y lo sigo mientras Monte camina hacia el garaje sin siquiera mirar hacia atrás a su hija.
―¿Estás hablando en serio?
―He estado hablando en serio durante todo el día, Paula.
―¿Puedo irme?
Sonríe maliciosamente hacia mí.
―Por supuesto. ¿Pondría un arma en tu cabeza para hacer que te quedaras? ¿Te amenacé o puse en peligro tu vida para que te casaras conmigo? No, este es un acuerdo de negocios, es decir, ya no funciona. Puedes irte.
Quiero chillar de alegría; solo que lo sé mejor.
―¿Cuál es la trampa? ―Mi cuerpo tiembla de anticipación.
―No hay trampa. Me debes y me vas a pagar. Si no lo haces, el precio será demasiado alto para que tu precioso corazón lo resista, querida Paula. ―Se vuelve y camina hacia mí. Cara a cara, baja la vista hacia mí, e inclinando la
barbilla, añade―: Esa niña de allí era mi regalo para ti para que pudieras tener algo propio, pero puede serte quitada con la misma facilidad que te la di. Estaré en contacto.
Jadeo.
―Bienvenida de nuevo, Hard Knocks.
Sin decir nada más, se vuelve y se sube a su auto.
Mierda, ¿qué he hecho?
CAPITULO 5 (SEGUNDA HISTORIA)
En las primeras cuatro horas, voy al California, al Binion’s, al Cortez y al Golden Gate para jugar blackjack para asegurarme que mi bolsillo se rellene, y hago dos mil de los grandes en cuatro horas. No es un puto mal día en absoluto.
La presión está apagada ahora. Tengo doscientos mil para jugar y doscientos mil de nuevo en la cartera. ¿Por qué doscientos mil? Siempre tengo doscientos mil escondidos para llegar a casa, siempre.
Me dirijo de vuelta para guardarlos en la caja fuerte y tomar un respiro.
Enciendo la pantalla plana de ochenta pulgadas, montada en la pared y me hundo en mi sillón reclinable de cuero, mi trono. Apretando el control de la silla, el masaje comienza, y luego me siento, escuchando las noticias.
Más tarde, me despierto sintiéndome como un hombre nuevo, como un ganador. Juro que huelo los cientos y esas perras tienen mi nombre en ellos.
Esta noche, estaciono en el valet y le tiro mis llaves.
―Sé amable con ella ―le digo mientras le doy uno de veinte―. Si regresa viéndose igual, habrá otro más grande.
―Sé que lo habrá, As. ―El chico me guiña el ojo.
Este es un juego de azar, el darle las llaves a alguien que incluso no conoces.
Desgarra al muchacho en el Rock City, pero nadie sabe lo duro que fue conseguir ese auto. Nadie sabe que no soy sólo algún pequeño titulado punk que se está quemando su fondo fiduciario y su juventud jugando a las cartas, conduciendo automóviles y andando en bares. Nadie lo sabe porque no pueden ver lo que me delata. He enterrado esas perras profundamente, tan profundamente como las
emociones que siento viendo a alguien en mi apreciada posesión.
Mientras observo el salto del chico en mi auto, veo una sonrisa en su rostro.
Sé que ese hijo de puta quiere quemar caucho tan seguro como que sé que quería hacer lo mismo la primera vez que me senté en sus asientos de cuero negro. Y, diablos sí, lo hice, pero el caucho fue pagado por mí.
Su agarre se aprieta en el volante ―lo que lo delata― pero no hará un comino. ¿Por qué? Necesita este trabajo. Le debe al banco, luego se va y juega el juego, con la esperanza de algún día ser un triunfador, igual que yo.
Sé lo que delata a todos, incluso a los repartidores. No cuento las cartas; cuento con mi instinto. Confío en mis entrañas. Mamá no crió a un tonto. Mamá tampoco crió a un imbécil titulado. Lo que me delata: Me niego a tratar a las
personas que tienen el mismo sueño que yo como que son menos. El trabajo duro no es ajeno a este chico.
Desde el momento en que me estaciono en mi auto, le sonrío al chico con la cara llena de granos quien toma las llaves. Se las doy y le doy respeto en la forma de confiar en él mi auto.
Todos me conocen porque los trato bien. Les doy buenas propinas, les hablo y los trato con respeto.
CAPITULO 4 (SEGUNDA HISTORIA)
Después de cambiarme de ropa, salgo del baño de un aeropuerto. Soy alguien diferente aquí. Soy alguien importante. Soy lo que los deportistas y chicos populares de la secundaria quieren volverse.
Por un breve momento, pienso en Annie y me pregunto si encontró el hombre que pudiera convertir en perfecto en la secundaria. Se decía que Annie tenía un brillo en sus ojos castaños cuando veía a sus pequeñas amigas del jet-set
mirándome. La hacía verse aún mejor. Aparentemente para ella, estaba de moda salir con alguien inferior a ella. Pero yo no tenía la intención de ser inferior a nadie.
Aquí, nadie me usaba de esa forma. Hice al hombre cuyo reflejo veo en el espejo hoy.
Como de costumbre, tiro uno de veinte en las ranuras del aeropuerto. Entré en el avión con doscientos mil y ese dinero me tiene que durar un mes, si no es que más.
El primer tirón es una pérdida. Los siguientes veinte van dentro y con el siguiente recupero mi dinero en efectivo. En mi tercera oportunidad, pierdo.
Un hombre como yo no es supersticioso; un hombre como yo está calculando. Perder no significa que pierda. Me dice dónde empezar.
Este es un ritual que hago cada maldita vez. Si pierdo, comienzo lejos de Strip, donde los límites y las reglas son más bajos. Cuando gano, voy primero a Strip, donde hay normas más estrictas, menos espacios y mayores límites.
¿Hay un método para mi locura? He cambiado como la mierda más de veinte veces y aprendí que esta manera establece el tono para mi juego. “Mi juego,” escuchaste bien.
La mayoría de las personas juegan un juego, pero yo no.
El juego es mío. Dirijo el juego.
Camino hacia el aire seco del desierto. Mis poros de inmediato se marchitan, mi cara se ruboriza y respiro profundamente, sintiendo que me ahogo. No estoy sofocado, sin embargo. La quemadura es mi bienvenida. Tiempo de jugar. Paro un taxi y me acomodo.
―3111 Bel Air Drive ―digo al taxista mientras subo al vehículo con aire.
Está oscuro, una hora del día cuando sólo hay algo acerca de las luces de Las Vegas que pone en marcha una oleada de energía en mi cuerpo. Me siento vivo, como si tuviera un propósito más grande que los rascacielos y los casinos, más brillante que las luces de Strip. Soy más audaz en Las Vegas y me gusta eso.
Cuando el taxi me deja enfrente de mi apartamento, siento una sonrisa esparcirse a través de mi rostro. No, no es un palacio. No es ni siquiera un hogar unifamiliar. El edificio ahora posee un pedazo de puerta y tiene vigilancia de
veinticuatro horas. Mis propios casi quinientos metros cuadrados de algo.
Tiene dos dormitorios, tres baños, una cocina como obra de arte, y una sala de estar que alberga no sólo una pantalla grande, sino un televisor de pantalla enorme y un sistema de sonido Bose la rodea. También tengo un garaje, y es al primer lugar al que voy, con el fin de asegurarme de que mi Porsche está en buena situación y sin daño alguno en su interior.
A medida que la puerta del garaje se levanta y lo miro, siento dentro mi orgullo hacer olas en mi pecho, porque todo lo que tengo está pagado. No le debo ni una mierda a nadie.
Mañana, él y yo pasearemos por las calles y encontraremos algunos buenos y bronceados traseros de Las Vegas para celebrar, para darme una bienvenida apropiada de vuelta a las luces brillantes y a la gran ciudad.
Susurro a la noche:
―Estoy de regreso, hijos de puta, y listo para continuar construyendo mi riqueza. ¿Ustedes están listos?
Conciliar el sueño en un colchón que compré en línea que no fue auto-hecho o de segunda mano en la tienda en el centro de Detroit fue una de las mejores cosas que hice aquí. Esta cama está hecha para un rey. Es hipo alergénica, una
necesidad para mí. Soy alérgico al polvo, al parecer, por eso pasé tanto tiempo en el médico cuando niño. Estoy seguro de que es también la razón por la que mamá no fue a menudo ella misma.
Ella había establecido un plan de pago cuando era más joven y el viejo se quejaba por las facturas. Cinco dólares a la semana. Cinco dólares a la semana, y pagué esa mierda con mi primera gran victoria.
La descripción decía “El Rey de California”: Almohada con cubierta afelpada con espuma fría. Vi “Rey” y vi “fría”.
Entonces miré el espejo y me di un guiño. Se hizo para mí, así que di un clic en esa perra. Estoy tan contento de
haberlo hecho, también. Me encanta esta maldita cama.
No más dormir en un viejo colchón en el suelo. Era el rey durmiente.
Me encanta ser rey, pero en Las Vegas, no era un rey. Aquí en Las Vegas, soy un As. Entro en cualquier casino y saben quién soy. Tengo un buen auto y estoy vestido para impresionar. Siempre tuve que fingirlo hasta en realidad
hacerlo, pero mirando alrededor de mi habitación, diría que lo hice.
Me levanto temprano en la mañana y me estiro, deseando dar un salto en el día, comenzando con una carrera. Mi cuerpo necesita estar cansado, para que así sentarme dentro de un casino durante horas no me vuelva loco.
Me dirijo al dormitorio número tres, enciendo el sonido surround marca Bose, y salto sobre la cinta de correr; que también compré en línea y fue entregada en mi puerta. Demonios, incluso hice que armaran la máquina para trotar.
No quería estropear una maquinaria de cinco mil dólares.
Después de mi carrera y ducha, tomo un pantalón de vestir color gris, una camisa de cuello con tirantes blancos y botones en azul. El azul hace que mis ojos resalten.
Entonces me quedo en mi vestidor, comprobando mi apariencia en el espejo.
―En el clavo, por supuesto.
Entro en el baño, seco mi cabello, agarro un poco de gel y acomodo cada cabello en su lugar, el aspecto no está completo sin eso. Me afeito, algo que hacía en la parte posterior del Rock City, después tomo mi Rolex plata de la encimera, paso la correa, doy un paso atrás y admiro el reflejo en el espejo.
Me partí el trasero para ser lo que soy hoy en día. Un triunfador, un gran apostador, un As, me llaman como quieren, pero todo vuelve a donde empecé.
Antes de dejar mi libreta patea traseros, agarro mi cartera y un preservativo.
Necesito agarrar un pequeño culo de alta sociedad hoy.
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