HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

sábado, 15 de octubre de 2016

CAPITULO 26 (TERCERA HISTORIA)





Escucha aquí, Ley. ―me burlo mientras paso a empujones a su lado―. ¿Estás bien, Pauly? ―pregunto, sabiendo que no lo está.


Ella se sumerge en mis brazos, llorando, y tiro de ella para mantenerla segura contra mí.


―Sabes muy bien que ella y yo no tuvimos nada que ver con esto, y no tienes ni una puta orden, entonces ¿esto era putamente necesario? ¿Te excitas al victimizar a la víctima de ese monstruo? ―prácticamente grito.


Su cuerpo tiembla contra el mío, y la abrazo con más fuerza.


―Estás caminando sobre una línea fina, Alfonso ―espeta―. Estoy investigando un asesinato aquí. Traumatismo con fuerza en la parte posterior de su cabeza es lo que causó la caída que rompió su cuello y lo mató.


Ella se cubre los oídos con las manos, sin querer escucharlo.


―¡Y ella no hizo ni mierda! Sabes eso ―apunto hacia él, queriendo hacer algo más que apuntarle―, y yo lo sé. Ella está de pie; vino aquí voluntariamente y sólo sigues diciéndole pura mierda...


―Podrías ser arrestado...


Niego.


―¿Por qué? Vamos, pequeña. ―Empiezo a caminar hacia la puerta, todavía agarrándola con la fuerza.


―Ayudar e instigar ―dice en voz baja―. Sé que la tenías.


―Corta las putas tácticas de miedo, hombre Ley. Tendría que ser un delito.


―Tenía diecisiete años ―sisea.


―Te puedo asegurar, que cumplió los dieciocho a la medianoche, y ni una maldita cosa pasó entre ella y yo.


―Él ni siquiera me tocó ―dice, la tristeza en sus ojos casi me aplasta.


―Pauly, no es así. Tenemos que conseguir que seas fuerte, que te pares en tus propios pies.


―Pero...


Niego, deteniéndola. No es asunto de Johnny.


Lo miro.


―¿Algo más?


―¿Conoce a alguien que quisiera a su padre muerto? ―le pregunta a ella.


Ella se encoge de hombros.


―Honestamente no. Nunca salí del edificio de apartamentos con él a excepción de cuando me hizo venir aquí y presentar cargos, y sólo salí dos veces sin él.


Él asiente, pareciendo aceptar su respuesta.


―No vaya demasiado lejos.


―Estará conmigo.


―Estoy seguro de que lo estará. Espero como el diablo que sea en serio el ayudarla a ser fuerte y a estar por su cuenta.


―Serio como el puto cáncer ―le digo mientras camino fuera, sosteniendo su mano.


Miro hacia ella con frecuencia, todavía agarrados de las malditas manos, y no pasa mucho tiempo hasta que parece estar temblando menos.


―¿Estás bien? ―pregunto, esperando que su respuesta sea sí.


Asiente.


―Mientras estés aquí.


―No iré a ninguna parte, Pauly. ―Abro la puerta del auto y se desliza dentro. Luego camino y subo en el otro lado. Mi teléfono suena, y veo que es el hombre Ley.


―Chaves será incinerado. No habrá servicio. ―Leo su mensaje en voz alta. La miro―. ¿Quieres verlo primero?


Ella niega.


Pongo en marcha el auto, y ella pone su mano en mi muslo, inclinándose hacia atrás, y cerrando los ojos. Una lágrima se le escapa, y se me olvida todo acerca de lo jodido que es que sienta que me puede tocar cada vez que quiera. No
me malinterpreten, me gusta; me gusta mucho; pero ¿y si piensa que este tipo de buen toque está bien con cualquiera? Siento hervir mi sangre.


¿Celos?


Mierda, estoy jodido.


―Pauly. ―Finalmente me calmo lo suficiente para abordar el tema―. ¿Tocaste a Cobra así?


―No. ―Jadea y aparta su mano. Aterriza inmediatamente sobre su pecho mientras aparta la mirada de mí y mira por la ventana.


Eso me enoja.


Rápidamente me detengo, y me mira como si tuviera miedo. 


Eso me molesta también, así que salto fuera y camino.


¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!


Tengo que correr, golpear algo, romper mierda.


Escucho un golpe en la puerta y miro para ver que está fuera del auto, yendo en la otra dirección rápidamente.


Corro para alcanzarla. Las lágrimas fluyen, y se ve tan enojada como me siento cuando estoy de pie frente a ella, bloqueándola. Cuando me mira con enojo, confusión y miedo, siento el peso de estos sobre mí.


―¿A dónde vas?


―A casa.


―¿Por qué quieres hacer eso? ―le pregunto, sacudiendo la cabeza.


―¿Dónde más debo ir, Pedro? ―No espera mi respuesta, sólo sigue―. Claramente no me quieres como yo te quiero.


―Te quiero. ―Mi voz gotea de necesidad. No puedo evitarlo―. Pero no quiero que pienses que me debes una mierda, Pauly. Quiero que seas libre.
―Extiendo la mano y paso mi dedo pulgar sobre la cicatriz al lado de su cara, y ella empuja su rostro contra él―. Te deseo tan jodidamente. ¿No te das cuenta?
Estoy tratando de hacer lo putamente correcto aquí. Quiero que experimentes el bien en el mundo. No te quiero detener.


―¿No lo ves? Eres todo lo bueno en este mundo malo, malo mío. Detenme, detenme de cualquier forma que desees, pero por favor, te lo ruego, sólo abrázame y no me sueltes.


Sin restricción.


Sin fuerza de voluntad.


Ni veinte hombres podrían detenerme ahora si lo intentaran.


Envuelvo mis brazos alrededor de ella y la abrazo tan jodidamente fuerte que estoy seguro de que sus antepasados pueden sentirlo.


―Por favor ―llora en contra de mi hombro―. Por favor, dime que no es debido a la manera en que me veo, a las cicatrices, a las...


―¿No me oíste putamente anoche, Paula? Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida.


―Me pareció que era por eso. ―Llora más fuerte, y siento gotas golpeando mi cara.


Miro hacia arriba para ver la lluvia caer.


―Pensé que no creías...


―Maldita sea. ―Le recojo y la llevo al callejón mientras la lluvia inicia―. Te deseo. Te deseo ahora. No me digas que no. ―Se inclina hacia atrás y me mira―. Esta no es la maldita manera en que deberíamos estar, pero joder si puedo aguantar más.


―No quiero que te detengas. Te quiero a ti y quiero tu toque, tu buen toque.


La empujo contra la pared de ladrillo y tiro de su larga falda de algodón negra hacia arriba. Entonces muevo su ropa interior a un lado, agarro un condón del bolsillo, y arranco la envoltura con los dientes antes de deslizarlo en mi pene
duro como roca.


―¿Esto es lo que quieres?


―Esto es lo que quería la primera vez que vine a ti ―solloza―. No lo entendía esa noche, pero después de anoche sé que te necesito de esta manera. Te necesito demasiado.


―Esto no va a tomar mucho tiempo, y por lo que entiendo, te va a doler, pequeña. ―Muevo su pierna hacia arriba y la descanso en mi cadera antes de empujar las rodillas entre sus piernas y levantarla. Froto mi pene contra su húmedo y caliente coño y gimo―. Prometo que te compensaré por ello más tarde, pero en este momento, nada me puede parar. Esto es lo que quieres. Esto es lo que necesitamos.


Me empujo dentro de ella, mis ojos se clavan en los de ella. 


Cuando abre los ojos de par en par, se queda quieta, y gime, un sonido que es más dulce que cualquier puta campana que haya oído sonar en una pelea. Luego envuelve sus
brazos alrededor de mi cuello, y tiro de su otra pierna hacia arriba, empujándome más adentro. Sus uñas se hunden en mi espalda, y su aliento se atora.


―Más ―ronronea.


Me empujo en el interior y, ella se hunde con más fuerza contra mi espalda y se tensa.


―Relájate ―digo mientras giro mis caderas, tratando de aflojar su apretado coño un poco.


―Más ―grita, y no puedo contenerme. Me meto plenamente mientras grita “mas” de nuevo.


―No me podría detener si lo intentara ―gruño mientras salgo y vuelvo a entrar lentamente al principio―. ¿Duele?


―Sí, dame más ―gime―. Más fuerte.


―¡Mierda! ―Gruño, mientras bombeo y salgo más rápido y más duro.


Su cabeza cae hacia atrás mientras grita mi nombre. 


Mientras lamo la carne expuesta de su cuello, y luego chupo, agarro sus tobillos detrás de mi espalda con una mano y empujo la camisa hacia arriba con la otra, apretando su pequeño seno perfecto.


Sus caderas comienzan a encontrarse con las mías, y me mira, con los ojos llenos de calor.


―Más.


No puedo contenerme. La follo con fuerza, lamiendo y succionando su cuello y apretando su pecho, rodando su apretado pequeño pezón entre los dedos. Se encuentra con mi empuje, con los ojos cerrados, con la cabeza hacia atrás, gritando mi nombre.


Su coño se aprieta a mi alrededor, y hunde sus uñas en mi espalda de nuevo.


―Oh, Dios... Oh,Pedro, oh.


―Vente, pequeña. Vente sobre toda mi polla. No me pidas que deje de follarte ―gruño―. ¡Nunca dejes de pedirme que te folle!


―Nunca. ―Jadea mientras su cuerpo tiembla atravesando su liberación. Su cabeza cae sobre mi hombro, y se aferra más firmemente.


No puedo detenerme. Estoy fuera de control, soy un hombre poseído.


Sus dientes raspan mi barbilla hasta que sus labios encuentran los míos.


―Te amo.


Inmediatamente me vengo.


Cuando estoy vacío, gastado, totalmente drenado, la abrazo fuertemente y susurro, esperando que no me oiga, aun así demasiado débil para no decirlo.


―No dejes de hacer eso, tampoco.










CAPITULO 25 (TERCERA HISTORIA)





La estación de policía es sólo eso, una estación. Al entrar en el edificio, no hay sensación de comodidad. No, es todo negocios. Hay una dureza en la atmósfera que sentí la noche que tuve que venir con mi padre a presentar cargos contra Pedro.


El miedo me atenaza. Padre dijo que me iban a enviar lejos si hablaba.


Tiro de la mano de Pedro, deteniéndolo.


Él se vuelve y se encuentra con mis ojos.


―Pauly, no voy a dejar que te pase nada ―afirma, leyendo mis temores.


Estamos tan conectados, pero todavía tenemos mucho que aprender uno del otro.


Asiento y le permito guiarme a través del lugar hasta que estamos frente a alguien que Pedro claramente conoce.


―¿Cómo supe que la traerías?―le pregunta a Pedro con aire de suficiencia.


―Johnny, Johnny, Johnny, deberías avergonzarte de ti mismo de que un mocoso como yo pueda hacer mejor tu trabajo que tú.


―No seas un idiota, Pedro. Ve con cuidado. ―Extiende una mano a modo de saludo hacia mí―. Señorita Chaves, soy Johnny Adkins. Tome asiento. ―Hace un gesto hacia las sillas frente a su escritorio―. Tendré que verificar alguna
información de usted, y luego nos dirigiremos a una habitación donde tengo que hacerle unas cuantas preguntas.


Después de confirmar mi identidad para que pueda cerrar el caso de la persona desaparecida, me lleva a una pequeña habitación con una mesa, dos sillas, y sin espejo, pero una cámara se encuentra en la esquina superior. Tomo asiento y
noto tardíamente que Johnny dejó a Pedro en el pasillo.


―No puedo tenerte aquí, Alfonso.


―¿Por qué no, Johnny Ley?


―Ley, esa es tu respuesta.


Sin darle la oportunidad a Pedro de responder, se voltea a la habitación y cierra la puerta detrás de él. El cerrojo cae en su lugar de forma automática, y siento que mi cuerpo se calienta con ansiedad mientras coloca un archivo en la
pequeña mesa y toma el asiento de al lado.


―Paula, no soy el enemigo aquí.


Retuerzo las manos juntas, después me detengo, pensando que eso puede hacerme parecer culpable.


―No entiendo ―le digo sinceramente, sin saber lo que piensa que podría o no podría haber sucedido.


―Vamos a empezar con el lugar donde has estado.


―Con un amigo.


Él levanta una ceja.


―¿Con Pedro Alfonso?


―No ―le contesto. Técnicamente, estaba con Cobra cuando mi padre me estaba buscando.


―¿No? ―Sonríe, y me doy cuenta que necesito explicarme un poco. Es obvio que estuvimos juntos.


―No todo el tiempo. Dejé la casa de mi padre y me quedé con un amigo. Luego fui a un hotel.


―Bien. Entonces describe a tu padre la última vez que lo viste.


―Estaba durmiendo. ―Decido que corto y simple es el mejor curso de acción. No voy a decir que se desmayó en el pasillo, y que pasé por encima de su cuerpo inconsciente mientras me escapaba.


―Su padre está muerto, señorita Chaves ―afirma, estudiándome.


―Eso me han informado. ―Las lágrimas llenan mis ojos mientras el miedo me atrapa. ¿Me enviará lejos?


―¿Sabes cómo murió tu padre?


―No, señor ―declaro con firmeza porque no lo sé.


―La última vez que lo viste, ¿estaba durmiendo?


―Sí, en nuestra casa.


Sus ojos parpadean con rapidez antes de ocultar su intriga.


―Tu padre fue encontrado en la parte inferior de la escalera de su edificio de apartamentos, señorita Chaves. 


Jadeo y me tapo la boca. Pedro estaba en lo cierto. Yo no lo hice. El alivio me llena.


―A mi padre, es que... mmmm...le gustaba beber.


Señala las contusiones amarillentas curándose en mi cara y brazos.


―Le gustaba hacerte otras cosas también, ¿no es así, Tatiana?


―Le gustaba beber, señor Adkins.


―¿Qué lo hizo despertar y salir de su apartamento?


―No lo sé. Una vez que perdió el conocimiento, llené una bolsa y me fui.


―Alguien tuvo que llamar su atención. Alguien lo golpeó en la parte posterior de la cabeza. Un golpe con un objeto contundente. Luego cayó por las escaleras.


Mis ojos se vuelven enormes.


―¿Quién querría golpear a tu padre en la parte posterior de la cabeza? ¿Tal vez alguien que vio las marcas en ti y sabe lo que te pasó?


Niego.


Él abre un archivo y me muestra un informe.


―Los hermanos Alfonso vivían una vida similar a la tuya. Sólo que no estaban solos. Tu novio no puede ser un vigilante. Tenemos leyes en este país por una razón.


Pedro Alfonso no es mi novio. Es un buen hombre.


―No dudo que se pudiera pensar eso, pero tiene una reputación de violencia y una hoja llena de antecedentes.


La fecha y la hora en el informe frente a mí mantienen mi atención. Esa fue la noche en que estuve con Pedro en la pelea. Llegamos en el auto con Salvador y Kid, y
más tarde cambiamos autos con el de Pedro y pasé la noche sola. Estuvo conmigo.


Yo estaba con él, por lo que Pedro no tuvo nada que ver con la muerte de mi padre. ¿Por qué Johnny no ve eso?


―Señor Adkins, ¿por qué está tan seguro de que Pedro tuvo algo que ver con esto?


―Sólo estoy haciendo mi trabajo, señorita Chaves. Estoy en busca de justicia para aquellos que no pueden hacerlo por sí mismos.


Su afirmación tuvo una acumulación de rabia dentro de mí que nunca he sentido antes.


Alzo las cejas hacia él.


―Estaba con Pedro Alfonso esa noche. ―No estoy segura que las peleas sean exactamente legales, por lo que digo mis palabras cuidadosamente―. Él me recogió y me llevó al hotel, donde las cámaras mostrarán mi hora de llegada.


―Mentirle a un oficial es un delito.


Saco el teléfono que Pedro me dio.


―Aquí, mire los mensajes. Le envié un mensaje y lo recibió, sentado a mi lado. Tire esos informes.


Él niega hacia mí, y yo veo rojo.


―Habla de delito, pero yo voy a hablar de ofensa personal. Señor Adkins, ¿sabe lo que me parece ofensivo?


―Estoy seguro de que está a punto de decírmelo ―responde con sarcasmo.


―Me parece ofensivo que usted, un oficial de la ley, que ha jurado proteger y servir, no pueda ver más allá de sus propios problemas en el asunto que nos ocupa. Dice que simplemente está haciendo su trabajo. Está en busca de justicia para aquellos que no pueden hacerlo por sí mismos. Fueron sus palabras, ¿estoy en lo correcto?


―Sí. ―Asiente.


―Bueno, ¿dónde estaba cuando necesité justicia? ¿Dónde estuvo en busca de justicia para mí cuando yo no pude tenerla? Vio las marcas, sin embargo, me puso una trampa para tener que hablar por mí misma. Bueno, mi padre seguro no puede hablar ahora, pero usted está presionando esto, ¡y sin embargo, cuando no podía hablar, no hizo nada! ―Las lágrimas caen por mi cara. Tantas veces, me hubiera gustado que alguien, alguien hablara por mí, pero nadie vino al rescate hasta Pedro Alfonso. Ahora, debido a mi padre, este hombre frente a mí está acusando a Pedro por algo que sé en el fondo de mi corazón que no hizo.


Sorbo y me seco las lágrimas.


―Un borracho se cayó por las escaleras, señor Adkins ¿Qué más necesita aparte de eso?


―Señorita Chaves...


―No, señor Adkins, usted está detrás de sus leyes, pero ¿dónde está su corazón? Viví en el infierno en manos de ese hombre. ―Señalo la foto de mi padre en el archivo―. No tengo madre. No tuve a nadie que alguna vez se haya
preocupado hasta Pedro Alfonso. Y le digo ahora que él no lo hizo. Francamente no me importa quién lo hizo más allá de querer enviarle un agradecimiento por salvarme. Me escapé porque sabía que la próxima vez que me golpeara sería el momento en que no podría soportarlo, y me mataría. Poco a poco, golpe tras golpe, he estado muriendo por dentro. La siguiente vez, me habría vencido. La siguiente
vez, yo habría sido la del archivo, no él. Si defiende la justicia, bien, que haya justicia en mi oportunidad en la vida por primera vez en la historia.


Pedro golpea brutalmente la puerta, y Johnny se mueve para abrirla. Le doy la espalda, no quiero me vea hecha un desastre.


Quiero tener vida. Quiero vivir. Quiero ser libre del pasado y de su dominio sobre mí.