HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

viernes, 21 de octubre de 2016

CAPITULO 46 (TERCERA HISTORIA)





Realmente, nunca imaginé que mi vida podría pasar de no tener a nadie a tener una familia, una verdadera familia.


¡Voy a ser una Alfonso! Seré parte de una familia, que quiero.


Nosotras, mis hermanas y yo, junto con mi futura sobrina, hemos pasado horas y horas para encontrar las más lindas decoraciones, e incluso accesorios de boda.


Mientras estoy guardando mi portátil después de otro momento de diversión con las chicas, hay un golpe en la puerta. Espero que sea Emi necesitando orinar.


Sin embargo, la persona de pie delante de mí, no es Emilia Alfonso.


―Jason ―digo mientras la sorpresa desaparece.


Él sonríe.


―Ratón.


Doy un paso hacia atrás por costumbre y me doy cuenta de que fue un movimiento en falso cuando interpreta el gesto como su invitación a entrar en nuestra casa, mi casa con Pedro.


―Sabes, fuimos amigos una vez ―comienza, y no estoy segura de si se está refiriéndose a él y a mí o a él y Pedro. Trago―. Yo y Alfonso ―aclara―. Hace mucho tiempo, llegué a entrenar con Salvador, pero no estaba en lo de subir y subir por quien era, así que me enviaron a volar. Su hombre es grande en honestidad.


El miedo se acumula en mí.


―¿Por qué estás diciéndome eso? ¿Por qué estás aquí?


―Alfonso, es bueno. No me gusta ese hecho, pero lo es. Missy corrió hacia él, corría directo a él cada puta vez.


―¿Qué quieres decir con todo el tiempo? ―Da un paso hacia mí y mantengo mi mano arriba.


―Sacaba una rabia de mí. Ya sabes, como tu viejo. No paraba de regañarme, no dejaba de presionarme. Me rompí. Me da vergüenza decir que más de una vez.
Ella corrió hacia él, pero siempre volvía. Lo hacíamos, y luego me comparaba con él y yo me ponía en marcha otra vez. ¿A dónde corría de nuevo? Directo a Alfonso. ¿Por qué no podía correr hacia mí? ¿Por qué no pudiste correr hacia mí?


―Eres mi amigo. Sólo somos amigos. No te veo de esa manera. ―Mi voz se quiebra―. Me asustas, Jason.


Él da un paso atrás.


―¿Ves? Honestidad. No empujas los límites. Sabes lo que hice por ti. Sabes cuál es mi redención. Te mantuve a salvo, no Alfonso.


Extiende la mano, y uso mi antebrazo para bloquearlo. 


Cambio mi peso naturalmente, me preparo para defenderme.


―Pude perderlo todo. Todo por ti, y, sin embargo, corriste con él. Arriesgué todo por ti.


Está tranquilo, demasiado tranquilo.


―No te pedí nada.


―Vi las marcas. Vi el interés que Pedro tenía en ti, siempre el salvador. Pero fui yo esta vez, Ratón. Yo te salvé.


Niego. ¿Qué está diciendo? Esto no puede ser.


―Estaba borracho. Fue rápido, y fácil. Te salvé de tu futuro con él.


―¿Por qué debería dejar un pasado así por un futuro igual? ―le grito. Ahora estoy enojada.


Sus ojos se amplían con mi declaración.


―Dijiste que perdías el control. Ya sea que lo hagas o no, eres peligroso. ―Lucho por mantenerme fuerte. Él no me va a romper. No importa qué tan asustada esté, no voy a encogerme en la esquina. Pedro me dio eso.


―Lo soy ―susurra, y me preparo, detectando el cambio en él―. Ya sabes lo que dicen.... Claro, crecí con la cuchara de plata, mientras él creció en los barrios pobres, pero estamos
cortados por el mismo patrón: dos chicos jóvenes con padres que querían hacernos hombres, que nos enseñaron lecciones en la vida de un solo golpe a la vez. Pedro se romperá un día. ¿Entonces qué, Ratón? Por lo menos conmigo, ya sabes lo que hay ―se burla y veo rojo.


La rabia me golpea en el intestino.


―¡Cómo te atreves! Pedro no se romperá. No es el hijo de su padre. Es el legado de su madre. Cuida de mí y me ama. Moriría antes de traerme tristeza o daño. Libraste al mundo de un monstruo, pero eso no me protege. Estaba a punto de salir, de todos modos. Ten tu cabeza bien puesta, Cobra. Deja de ver a quién golpear primero y simplemente aprende a controlar la bestia dentro. No todo es una pelea. El amor no debe doler. Cuando encuentres a la chica adecuada, te
empujará, te empujará a ser mejor.


Él me mira, estudiándome.


―Hiciste mejor a Alfonso. Se dio por vencido en el circuito por ti. Salvador no pudo conseguir que hiciera eso. Lo haces mejor. ¿Lo amas?


―Con cada gramo de mi ser. ―Me mantengo firme.


―Sé feliz pequeño Ratón. ―Con esas últimas palabras, se va.


Dejo escapar el aliento que estaba conteniendo, el alivio me llena mientras cierro la puerta detrás de él. Por un momento, estuve preocupada porque las cosas salieran mal.


―Estoy feliz ―le digo al aire a mi alrededor.


Sentada en el sofá, me fijo en todo lo que dijo. Las emociones mezcladas toman el control. Él mató a mi padre. 


Eso está mal. Eso lo hace peligroso.


Suspiro mientras las lágrimas se acumulan en mis ojos. No debería sentir la pérdida, ¿o sí? Él estaba aquí, en busca de agradecimiento. Se lo agradecí, ¿no?


Así no debería ser la vida. No es cómo la amistad debe ser.


Es un ciclo: mi padre mata a mi madre, accidentalmente o no; mi “amigo” mata a mi padre. ¿Quién va a matar a Cobra? 


Si no soluciona su vida, algo malo va a pasar.


Mi padre murió por mi causa. La culpa me llena con ese pensamiento, y no me gusta el sabor que deja en mi boca. 


No se merecía morir, ¿verdad? ¿Estoy agradecida de tener el escape, sin embargo? Sí.


Vuelvo en mi mente a la noche en que me fui. Él podía haberme matado muchas veces a lo largo de los años. Un golpe más a la cabeza, una caída en la dirección equivocada, las costillas movidas después de que me las rompió, daños internos. Hubo tantas maneras a lo largo de los años que podría haber terminado igual que mi madre. 


Sólo, que no lo hice. Golpe tras otro, sobreviví, exactamente
igual que Pedro.


Cobra sobrevivió a su infancia, también. Simplemente no puede ver que tiene que ser el que cambie. No le puedo dar eso. Tiene que elegir romper el ciclo. Yo lo elegí la noche en que dejé a mi padre. Elegí vivir libre de temor. Elegí romper mi ciclo, y Cobra tiene que hacerlo por sí mismo.


Miro hacia arriba cuando hay un ruido en la puerta para encontrar a Pedroquien entra y limpio las lágrimas de mis ojos.


―¿Pauly?


―Cobra estuvo aquí ―contesto sin pensar.


Pedro se precipita, cayendo de rodillas frente a mí.


―Voy a malditam...


―Nada, Pedro. No harás nada. Vino para asegurarse de que soy feliz. Lo admitió, sin embargo. Sin andarse por las ramas, que hizo eso.


Pedro besa mi frente en respuesta.


―Lo hizo por mí ―digo solemnemente.


―¿Te tocó?


―Sí, pero lo bloqueé.


―Voy a maldita...―Salta hacia arriba, y estiro la mano para detenerlo.


―Así no. No, no, no. Trató de tocar mi cara, pero estaba en pánico porque no lo esperaba, así que utilicé el antebrazo para bloquearlo como me enseñaste. ―Sonrío con orgullo, y Pedro se relaja.


Le doy el resumen de lo que ocurrió con Cobra. Después, ambos nos quedamos preguntándonos qué hacer.


―Tenemos que llamar a Johnny. Tenemos que decírselo ―dice Pedro finalmente.


Sabiendo lo bueno-hasta-el-hueso de honesto que es, lo entiendo.


―Lo sé, pero Pedro, siento como si fuera mi culpa. Perderá cualquier oportunidad de cambiar porque estaba tratando de una manera retorcida hacer algo bueno.


―No hay nada bueno dentro de él.


Tal vez no, pero lo intentó.


La cara de Pedro no oculta su frustración conmigo.


―Miras todo tan diferente.


―¿Es malo? ―pregunto.


―Sí. ―Niega―. No. ―Se ríe―. Me haces ver todo de manera diferente.


―Necesito un cierre, Pedro.


Él me mira.


―Necesito saber que Johnny no seguirá presionando esto. Al final, se cayó por las escaleras. Eso puede o no haber ocurrido sin Cobra.


Él pone las manos en sus caderas.


―Pauly...


Pedro, quiero seguir adelante con la vida que tengo contigo. Quiero que el pasado sea el pasado y dejarlo detrás. Nada de eso necesita pesar sobre nosotros mientras empezamos nuestro futuro.


―Cualquier cosa que necesites, nena.


Puedo decir que esto es difícil para él. Tiene un instinto natural para proteger lo que es suyo. Y soy suya. Me levanto y me paro de puntillas para besarlo.


―Necesito un buen toque. Necesito a mi hombre. Te necesito ―susurro contra sus labios.


―Me tienes, nena. ―Me recoge y me lleva a nuestra habitación, y me da exactamente lo que necesito antes de llevarme a ver a Johnny.



****


No es fácil en la estación, y Johnny quiere cuestionar las cosas aún más.


Pedro ya me dijo que quiere que le diga quien pensamos que lo hizo. Decidimos que queremos dejarlo.


―Me conoces, y conoces a mi familia, Johnny. Cuando digo que quiero poner esto en el pasado, sabes que lo digo en serio.


―Alfonso, te conozco, y sé que hay más en esto. También sé que sabes más de lo que me estás diciendo ―presiona Johnny.


―Necesito un cierre. No me importa quién lo hizo, señor Adkins. Mi futuro no va a estar atado a mi pasado. Deje que hagamos esto para poder seguir adelante. Errores fueron cometidos por sus manos, sabe eso. Los errores no deben
prolongarse ahora que se ha ido ―declaro.


―Un borracho tuvo una caída. Sucede todo el tiempo ―dice Pedro sin problemas.


―Y eres un puto astronauta, Alfonso ―Johnny le da una sonrisa frustrada a Pedro.


Pedro me aprieta más cerca.


―Estoy sentado en la cima del mundo, Johnny Ley, así que sí, soy un maldito astronauta.






CAPITULO 45 (TERCERA HISTORIA)





Entro en el bar, donde Pauly no me está esperando todavía. 


Me gusta así.


Me gusta sorprender a mi presa de vez en cuando.


Ella y las chicas se han vuelto cercanas, y le gusta ayudar los viernes, preparando a la multitud de la cena. Con la mejor costilla en la ciudad, el lugar siempre termina pared a pared.


Entro, viéndola reír y hablar con Julian. Lleva la camiseta y los vaqueros de una Alfonso. Su cabello está tirado hacia atrás con mi cinta verde, sí, toda mía. Le sonríe a Julian, el hijo de puta está radiante, y sé que no está jodido todavía. 


Apenas son las cuatro.


Me deslizo en el asiento de al lado.


Ella sonríe y se lame los labios.


―Hola, ahí. ― Se inclina hacia delante, y me da un beso.


―Un hombre debe casarse con una mujer a la que cree que puede besar así en...


Lo pateo debajo de la barra.


―¿Qué demonios?


Hago un ceño hacia él, después miro hacia Pauly.


―¿Crees que me puedas dar un minuto?


―Por supuesto. Enseguida vuelvo, tengo que conseguir que una de las chicas me cubra.


―Tus hermanas, Pauly ―la interrumpo.


Ella sonríe ―malditamente sonríe― y asiente.


―Vuelvo enseguida.


Julian me mira, su nuevo proyecto.


―Estoy disponible.


Me pongo de pie y le doy palmaditas en la espalda.


―No eres mi tipo.


―Listillo. ―Le oigo decir mientras camino hacia la puerta que conduce a la barra―. Sabes a lo que me refiero.


Pauly sale de detrás de la barra, y tomo su mano. Entonces la llevo a las escaleras y de regreso a la única habitación que queda del antiguo apartamento donde nos criaron.


Me siento en la vieja mecedora de mamá y pego en mi regazo.


―Ven aquí, Pauly.


Ella me mira con un poco de confusión en sus ojos cuando se sienta.


―Este es el apartamento en el que me crié ―le explico―. Martin lo destrozó cuando pateó a mi viejo a la acera, sin embargo, mantuvo esta habitación en la esquina trasera. Aquí es donde ella venía a esconderse cuando el anciano llegaba a casa borracho.


―Lo siento mucho ―dice, abrazándome.


―La mierda pasa, Paula. La felicidad debe ser un derecho de nacimiento, pero no siempre lo es. Algunos de nosotros recibimos un golpe tras otro y nos las arreglamos para permanecer fuera de la tierra. Ambas madres, la tuya y la mía, nos dieron vida y nos protegieron lo mejor que pudieron. Después de ver estas fotos de ti de bebé sostenida por una mujer que sonríe mientras lo hace, no tengo ninguna
duda de que eras la única luz en su vida, igual que yo y mis hermanos en la de mamá.


―¿Eso crees?


―No hay duda en mi mente.


―Te amo.


Beso el lado de su cabeza.


―Y me encanta oírte decir eso. Más que eso, me encanta decírtelo. Te amo malditamente demasiado, pequeña. Han pasado más de siete meses desde que te vi en una esquina, preparándote para el siguiente golpe. Durante siete meses, he tenido necesidad de protegerte. Sólo que me tomó un poco de tiempo darme cuenta de que era más que eso. No sólo quiero protegerte, también quiero ser un hombre mejor para ti, un hombre honesto, tu hombre.


―Lo eres. Eres tan bueno, Pedro, muy, muy bueno. ―Sus brazos se aprietan alrededor de mí―. Lo sé, contigo en mi vida, nunca seré esa chica acurrucada en la esquina de nuevo. Ahora sé que mi vida vale pelear.


―Puedes apostar tu trasero que sí. ―Levanto su barbilla y la beso, mi lengua lentamente acariciando la suya, acariciando cada parte de ella, saboreándola.


Podría perderme fácilmente en esto, tomar más, darle más, pero en este momento, quiero darle todo, no sólo más.


Tiro hacia atrás antes de estar demasiado sobre el borde. 


Con ella, a menudo es muy difícil dar marcha atrás.


―Tú y yo, no fuimos dotados con el derecho a ser felices desde el nacimiento. Ambos tuvimos que pelear. Tu lucha fue mantenerte con vida, escondida en la esquina. Mi pelea fue de la esquina, liberando la rabia que estaba dentro de mí con el fin de sobrevivir. Dos peleas diferentes, dos esquinas separadas. El resultado es el mismo, sin embargo, Pauly. Mi Pauly, tú y yo estamos juntos en esto. No estamos solos ya. Estoy en tu esquina, y tú estás en la mía. Por otra parte, peleamos por nuestra felicidad, pero pequeña, nuestras peleas han terminado.


Cavo en el bolsillo para encontrar la pequeña cinta y la saco, manteniéndola en el puño de mi mano.


―Soy mejor gracias a ti. Seguiré siéndolo y queriendo ser mejor gracias a ti. Te prometo que nunca te tendrás que ocultar en una esquina sola, luchando por sobrevivir. Yo estaré a tu lado por el resto de tu vida si estás en la mía.


―Sabes que lo haré. ―Ella mira hacia abajo, llevando la mano a la cinta para el cabello.


Tiro suavemente de su cabello hacia atrás, así estamos de acuerdo.


―¿Me lo prometes, entonces?


―Por supuesto.


Sostengo la cinta. Es del mismo lugar que la primera que le di hace muchos meses.


―Quiero darte esto. ―Dejo colgar la cinta en mi mano todavía cerrada.


Ella sonríe como si le estuviera dando la puta luna.


―Gracias. ―Tira de ella, y la suelto―. Oh Dios mío.


―¿Por el resto de nuestras vidas?


―¿Estas... estas...?


Tomo el anillo de diamantes y muevo la cabeza.


―Paula Chaves, ¿me darás el honor y el privilegio de estar en tu esquina para protegerte y amarte para siempre?


Su mano tapa su boca, las lágrimas comienzan a derramarse, y asiente.


―¿Lo harás, mi pequeña hermosa, te casarás conmigo?


―¿Hoy?


Me río.


―Si eso es lo que quieres.


―No puede ser lo suficientemente pronto. ¡Oh, Pedro, sí! ―Me besa―. Sí, ¡sí, sí!


Me río mientras empujo el anillo en su pequeño dedo y luego la beso.


Ella se ríe también, y salta. Corta su respiración y se tapa la boca. Después, las malditas lágrimas caen de nuevo mientras empieza a reír de nuevo.


―¿Voy a ser una Alfonso?


No puedo evitar reírme de eso, también.


―Sí, Pauly, lo serás.


Me abraza y mira hacia arriba.


―Voy a amarte tan fuerte cuando lleguemos a casa.


―Sé que lo harás ―gimo, agachándome a los labios de mi prometida.


Ella tira hacia atrás.


―Pero primero, tengo que decírselo. Tengo que decírselo a mis hermanas que realmente seré parte de esta familia.


Está radiante, sonriente, y tan ansiosa de decírselos, que está a punto de saltar fuera de su piel. Tiene ganas de correr por las escaleras. Siento un ligero tinte de celos... Eh, nadie es putamente perfecto.


―Ve y díselos ―digo.


―Los dos. ―Agarra mi mano―. Lo haremos juntos.


―Perfecto. ―Sonrío antes de volverme más serio―. Después saldremos de aquí para poder tener sexo duro en casa contigo.


―Un buen toque.


―Jodidamente buen toque, pequeña.


Ella gime y sonríe.


―Pasaría por todo ese infierno otra vez, todas esas veces en la esquina sola y asustada, si supiera que terminaría contigo.


―Nadie te obligará a ir a una puta esquina de nuevo. No estás sola.



***


Durante las siguientes dos semanas, casi no la veo excepto cuando estoy dentro de ella. Las cuatro: Emilia Alfonso, Carolina Alfonso, Camila Alfonso, y Paula Chaves... futura-Alfonso, pasan todos los días en ese maldito ordenador,
recorriendo internet buscando proyectos, mientras, ―sí― planean el día que la llame mía legalmente, no sólo mía en mi corazón.