HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

martes, 20 de septiembre de 2016

CAPITULO 23 (PRIMERA HISTORIA)




No puedo dormir. Son las siete y media de la mañana y estoy agotado. Ojalá pudiera dormir hoy, pero, joder, no puedo. Lucas necesita dinero extra, por lo que va a abrir y dice que quiere quedarse hasta las cinco o seis. No sucede a menudo. Diablos, no se ha ofrecido a hacerlo desde antes de que mamá muriera. Mi bar es mi bebé, soy el que se despierta todos los días y se asegura de que está todo bien, así que nunca tengo ayuda. Es mío. Sin embargo, Lucas es mi hermano, así que estoy bien con eso.


Pau está acurrucada a mi alrededor como un gato viejo, absorbiendo el calor de mi cuerpo y sacando alguno del suyo. Mierda, estoy duro. Estoy tan jodidamente duro como una maldita barra de roble. Ella me pone de esta manera. 


Medio esperaba haber estado jodido esa noche y haber realzado el jugueteo en el armario, pero joder si es tan buena sobria como borracha. Demonios, es mejor. También sabe increíble. Mierda, es hermosa y siento que todavía no he terminado con su pequeña y ardiente figura.


Eso no es bueno, no es bueno en absoluto. Como mínimo, está medio loca, abusaron de ella y, mierda, trabaja para mí. 


Esas son tres líneas que nunca he cruzado antes. Tengo que sacarla de mi sistema, aunque también la necesito para obtener algo. De esa manera, este pequeño aprieto en el que me encuentro estará bien, igualado. Dar y recibir. Y, joder, quiero dárselo en este momento. Mi boca se hace agua por dárselo.


Miro hacia abajo para ver que me observa con sus ojos brillando bajo la luz de la mañana. Se ve emocionada, pero cautelosa.


—Eh, ¿lo siento? —dice, mirándome y midiendo mi reacción. No puedo evitar sonreír—. En serio. —No es una pregunta, sino una declaración. Sé que no lo siente y yo tampoco.


Deja escapar un suspiro mientras descansa la barbilla en mi pecho, sin apartar la mirada en ningún momento, mientras se encoge de hombros.


—Trabajo para ti.


—Síp.


—Por lo tanto, ¿esto es normal para ti?


—Nada sobre ti es normal. —Tal vez debería sacar mis pelotas de mi vagina ahora, porque eso es un comentario de perra—. No, no es normal acostarme con una empleada, no es normal tener a una chica durmiendo. —Mi mano de alguna manera encuentra su camino a su cabello—. Y no es normal que permita que una pequeña cosa sexy tome el control.


—¿Crees que soy sexy? —Sonríe mientras asiento—. Supongo que lo soy. —Pone los ojos en blanco y se sienta—. Quiero decir, me frotaba contra ti en la recaudación de fondos, y fue una primera vez para mí. Quiero decir, el único chico con el que alguna vez... bueno, ya sabes...


—No, no lo sé, maldita sea. —Murciélagos revolotean en mi pecho mientras me incorporo.


Se encoge de hombros, se ruboriza y luego sacude la cabeza como si estuviera alejando algo.


—Vamos a seguir con lo sexy que soy, ¿de acuerdo? —Se lame los labios mientras mira fijamente los míos.


Empiezo a acercar su cabeza hacia mí, pero no quiero esa mierda, así que me detengo.


Me mira confundida, de nuevo.


—¿Por qué te detienes?


—¿Honestamente? —Sonríe y da una pequeña inclinación de cabeza—. Ayer por la noche nunca debería haber ocurrido.


—Lo sie…


—No lo sientas; sé tú. Sé real. No quieres algo, no me lo des. Soy un hombre, Pau. Te deseo, pero me gustaste anoche. Diablos, me gustaste en el armario. Me gustas.


—Te gusto, ¿pero te detuviste cuando me ibas a besar? —Sus cejas se fruncen un poco.


Me gusta que sea directa y la forma en que habla tan abiertamente. Como resultado, decido ser sincero también.


—Quieres darme un beso, bésame. Quieres…


Sus labios están en los míos en un abrir y cerrar de ojos. Su pequeña lengua se desliza entre mis labios y empiezo colocarla a horcajadas, pero cuando me doy cuenta de lo que estoy haciendo, me detengo. ¿Qué hace? Se sube encima de mí mientras nuestras lenguas siguen frotándose y sus caderas comienzan a restregarse.


—Pau —digo, deteniendo sus caderas.


—¿Sí? —pregunta con voz lujuriosa.


—Si quieres algo, tienes que preguntarme por ello.


—Quiero... —Se sonroja y luego se encoge de hombros—. Te deseo.


—Yo también, pero esto tiene que ser un dar y recibir entre tú y yo.


Asiente con entusiasmo. Maldita sea, está jodidamente loca, pero, mierda, no puedo detenerme.


Le doy la vuelta sobre su espalda y chilla.


—¿Consentimiento? —pregunto mientras beso sus labios, siguiendo por su mandíbula.


—Dado. —Sus ojos se amplían cuanto más abajo beso su cuerpo.


Estoy entre sus tetas y, de repente, odio mi camiseta de MotleyCrew que se puso para dormir. Llego a su vientre, levanto la camiseta y sumerjo mi lengua en su ombligo.


Aparta su pierna de debajo de mí, así que estoy entre ellas. 


Entonces, se muerde el labio mientras froto mi rastrojo de la mañana a través de sus bragas y arquea su espalda hacia mí.


Me detengo y miro hacia arriba, extiende la mano y mete su dedo en mi boca. Cuando lo empiezo a chupar, engancha ese pequeño dedo y lleva mi mandíbula hacia su coño.


—Te quiero ahí.


—¿En serio? —Medio sonrío mientras me acerca más.


Aparto sus bragas a un lado, rompiéndolas accidentalmente, y luego mi boca la cubre. Sin dirección, sin bromear, me zambullo.


—Sí, por favor... Oh, Pedro... Alfonso... ¡Oh, Dios!


Mi lengua da vueltas en su dulce coño de miel y gimo, incapaz y poco dispuesto a ocultar la satisfacción que sale de su coño. Gime, sus manos sujetan mi cabello mientras se empuja contra mí.


Envuelvo mis brazos alrededor de sus piernas y las abro más, entonces me sumerjo en su miel. La quiero sobre todo mi rostro. Quiero olerla todo el día. Quiero darme un banquete para siem… durante horas. ¡Mierda!


Se tensa cuando la siento llegar. Le meto el dedo, dándole su orgasmo mientras chupo su clítoris. No se necesita mucho antes de que se caiga a pedazos, tirando de mi cabello, montando mi mano y gritando mi nombre.


Mientras desciende de su clímax, la veo jadear y pienso: Jimmy Hendrix habría muerto como un hombre feliz si se hubiera asfixiado en su coño en lugar de en su propio vómito. Estoy seguro de que podría morir justo ahora y ser un hombre feliz, y todavía no me he corrido.


Aún.


Asciendo, besándole el cuerpo, arrastrando su camisa con mis dientes y descubriendo su pecho.


—¿Consentimiento?


—Dado —jadea mientras tomo su pequeño guijarro en mi boca y hago un círculo con mi lengua.


Me alejo de ella y me pongo de rodillas. Entonces, la sujeto por las caderas y la acerco más antes de colocarme. Paso la cabeza arriba y abajo de su hendidura y gimo. Cuando miro hacia arriba, se está apoyando sobre los codos para mirar.


—Malditamente ardiente.


—Sexy —dice, impulsándose hacia adelante, pidiendo sin palabras mi polla.


—Sexy —digo cuando la penetro.


—¡Pedro! —vuelve a gritar, mientras me quedo quieto completamente en su interior.


—Lo siento, Pau, no me puedo contener.


—No —gime—. Hazme… —Se detiene y cierra sus ojos con fuerza. Luego, en la más pequeña y baja voz, oigo sus valientes palabras—: Fóllame.


Y la follo, lo hago. Sujetando sus caderas, entro y salgo de su interior mientras empuña las sábanas, luciendo completamente sexy, y persevero. Su cabeza se mueve de lado a lado mientras se muerde el labio.


Su coño me estrangula, haciéndome saber que está lista para correrse otra vez. Acelero el ritmo, deseando liberarme con ella, corriéndonos juntos, ella y yo.


Momentos más tarde, me corro, sin contener nada, y está ahí conmigo. Un maldito orgasmo, de la mejor clase que hay.


Después, sus ojos están caídos pero abiertos mientras me observa rodar a mi lado. Está jadeando y así estoy yo cuando veo su mirada perdida en el techo.


La tomo de la mano y froto sus nudillos antes de presionarlos sobre mis labios.


—El mejor coño.


Traga con fuerza y asiente una vez.


—Mierda, ¿hice algo m…?


—¿Usaste condón? —Su voz tiembla.


—Sabes que no lo hice. No hubo tiempo; no pude evitarlo. Estoy limpio, sin embargo. Me hago pruebas. Nunca antes lo he hecho sin nada y tu coño es tan apretado que estoy seguro de que nada ha entrado allí desde hace tiempo. —Ruedo hacia mi lado y planto un beso en sus hinchados labios rojos.


Se sienta lentamente y baja su camiseta. Ni siquiera puede mirarme. Hay lágrimas en sus ojos, y siento como si me hubieran dado un puñetazo en el estómago dos veces. Primero, porque está a punto de llorar y segundo, porque no me he quedado atrapado en el momento, no después de mamá.


—Está bien, no llores, Pau. Mierda —digo mientras le tomo la mano, acercándola para darle un pequeño abrazo—. Estoy limpio. Nunca lo hago sin condón.


—Estoy limpia, también. Perdí a alguien, así que me hago pruebas. —Se seca los ojos y me mira—. Y si…


—¿Y si, qué? —Intento de entrar en pánico. No quiero asustarla más de lo que probablemente está—. Lo juro, Pau, estoy limpio.


—¿Eres estéril, también?


—No. —Me rio—. Además, tomas la píldora o algo así, ¿no?


—No —murmura.


Me levanto de un salto.


—¡No lo haces! —¡Joder! Ni siquiera consideré esa mierda. La tomo de la mano y la llevo al cuarto de baño—. ¿Quieres intentar, no sé, limpiarte? —La suelto junto al inodoro y camino hasta la bañera—. ¿Cuán caliente te gusta…? Quiero decir... ¿cómo te gusta tu baño?


—Me gusta caliente —resuella.


La miro mientras abro el agua, en secreto queriendo quemar a esos pequeños cabrones nadando allí.


—Pau, no estaba tratando de ser un idiota. Supuse que, bueno...


—Ni siquiera estaba pensando sobre…


—Bien, está bien. —Me pongo de pie, levantando la tapa del inodoro, y casi bajándola y limpiando su coño, cuando me mira con extrañeza—. Mierda, lo siento. Adelante.


Salgo, esperando que se lave bien, deshaciéndose de mi carga, dejando sólo su delicioso sabor.


Me paseo arriba y abajo, pasando mis manos por mi cabello, y espero hasta que oigo el chorro. Cuando entro de nuevo, tiene el culo desnudo y está metiéndose en la bañera. Su culo es jodidamente hermoso.


Al mirarla, veo cómo me observa por encima del hombro, atrapándome mientras me aprieto intentando evitar la erección que está surgiendo rápido.


—¿Sexy todavía? —pregunta, buscando aprobación. Ese es el tercer golpe al estómago.


—Diablos, sí —digo sinceramente, porque ese trasero redondo es más que eso—. Haré el desayuno…


—No te preocupes por eso —comenta mientras se sienta en mi bañera—. ¿No tienes que abrir pronto?


Agarra mi toalla y se lava el rostro.


—No. Lucas necesitaba cambiar de turno, así que tengo el día libre.


—Y la noche. Es mi…


—Pau, hablé en serio acerca de darte algo de tiempo libre. Trabajas cuarenta horas a la semana, además de veintiocho en el bar. Es demasiado.


—No, lo necesito. —Mira hacia otro lado, lavando su brazo—. Estoy atrasada en algunas cosas y el auto…


Estoy muy duro y necesito salir como la mierda de allí, o voy a lastimar su bonito y pequeño coño rosa.


—¿Necesitas algo antes de que salga de aquí y nos haga algo para desayunar?


—¿Tu amigo te llamó sobre las llaves? Necesito unas pocas, eh… —Hace una pausa y después susurra—: bragas.


Sonrío y asiento.


—Le voy a llamar. Disfruta de tu baño. Asegúrate de intentar…


—¿Pedro? —Sus ojos son amplios.


—Lo siento, todavía eres bastante sexy, Pau, con o sin mi sem…


Me lanza la toalla húmeda y nos reímos.


—¡Fuera!


Se la lanzo de vuelta, salgo de mi habitación, y quiero golpear mi cabeza contra la pared. Sexo ardiente, una chica desnuda en mi bañera… olvida eso, una sexy chica desnuda que me gusta en mi bañera… ¿y estoy preocupando por un accidente en el calor del momento? Joder, estoy volviéndome loco.


Le envío un mensaje a mi chico, averiguando si sus llaves están literalmente atascadas. La mierda se congeló, y no las va recuperar en un día más o menos. Esa noticia hace que mi polla se agite en mi pantalón. Me pregunto si se va a quedar aquí hasta entonces. El auto está parado por ahora. 


No hay remolque. Sólo tengo que encontrarle un repuesto.


Durante el tiempo en que bato unos huevos, hago un poco de pan tostado, exprimo un poco de jugo de naranja, todavía no ha salido de la bañera. Le preparo un plato y camino de un lado a otro. Ha pasado mucho tiempo desde que me he sentido así. Joder, ¿a quién estoy engañando? Nunca me he sentido así.


Miro el reloj para ver que han pasado quince minutos. Tomo su plato y subo por las escaleras, pensando que puede comer en la cama. Diablos, la voy a comer mientras come en la cama, tal vez sacar con la lengua cualquier remanente de mis nadadores.


Me detengo cuando la oigo cantar. Tiene esta dulce voz que me hace parar y acercarme más para escuchar.


—Won’t let nobody hurt you. I’ll stand by you. So if you’re mad, get mad. Don’t hold it all inside. Come on and talk to me now...


No está cantando alto, pero la letra de I’ll Stand ByYou de The Pretenders tiene un sonido ensordecedor.


—Hey, what you got to hide? I get angry, too. Well, I’m a lot like you. When you’re at a crossroads and don’t know which path to choose, let me come along, ‘cause…


Luego, no oigo nada.


Llamo a la puerta y la abro, entonces, camino hacia la bañera. Sus pies están en el borde y su cabeza sumergida con los ojos cerrados. Cuando sus párpados se abren, se levanta de un salto, salpicando agua por todas partes.


—Me asustaste como la mierda —dice mientras sostiene su mano en su pecho.


Mantengo mis ojos en los de ella.


—Perdona, has estado aquí un tiempo.


—Lo siento, el agua está realmente calentita.


—Todo bien, entonces. —Coloco el plato en el tocador e intento pensar en algo que decir.


—Oye, hombre… vaya. Mierda, es Pau.


Miro hacia atrás, viendo a Lucas pasar por la puerta.


Pau y yo tenemos la misma maldita expresión en nuestros rostros, sorpresa y mierda, hasta que se empieza a reír y resoplar, entonces se cubre la boca.


—Joder —refunfuño y cierro los ojos con fuerza.


—Lo siento mucho. —Se ríe con nerviosismo—. Yo…


—No te preocupes por eso. Mira, las llaves tomarán un tiempo en salir. ¿Alguien tiene un repuesto?


—No —dice, tratando de no reír, y sacudo la cabeza—. Qué desastre.


—¿La puerta de entrada estaba cerrada?


—¿De mi casa? —Se apunta con el dedo.


—Sí. —Asiento.


—Si la sacudes lo suficiente, no necesitas una.


—¿Tu juego de llaves para el auto...?


—En la mesa al lado de la puerta. —Empieza a salir, así que sujeto una toalla.


—Quédate aquí. Hace frío. Voy a tomar un algo de… —hago una pausa y niego—… bragas y ropa.


—No puedes entrar —dice mientras envuelve la toalla a su alrededor—. Tienes que sacudirla sólo a la derecha.


—Puedo hacerlo.


Se queda dudando y empieza a mirar alrededor, evitando el contacto visual. Sin embargo, no le doy la oportunidad de convencerme o distraerme. Siempre evita preguntas con más de su locura.


—¿Número de Apartamento, Pau?


—1223 —murmura.


—Cuando estés vestida, conseguiremos tu auto para que puedas regresar a casa y descansar. Come, Pau. —Apunto a la comida—. Volveré pronto.


Bajo las escaleras y miro a Lu, que tiene una sonrisa de comemierda en su rostro.


—Cierra la puta boca y ven conmigo. Le daremos a Pau algo de privacidad mientras vamos a por su auto. Después, necesitas llevar tu culo al bar.






CAPITULO 22 (PRIMERA HISTORIA)




Cálida. Tranquila. Oscuridad. A salvo. Los fuertes brazos tatuados de Pedro se envuelven firmemente a mi alrededor. Mi pierna sobre él, mi brazo a su alrededor, mi cuerpo medio encima de él y siento una quemadura profunda en mi interior por tenerlo. Tiene un brazo debajo de mí, descansando solo en la cima de mi trasero, mientras la otra está sobre mí, su mano relajada en mi espalda.


Excitándose más, mi cuerpo se llena de vida con cada respiración que él toma. Muevo la cabeza y se ríe debajo de mí mientras mis ojos se posan en su creciente erección.


—¿Ves algo que te guste? —Su voz profunda vibra a través de su pecho, sonando más sexy que nunca.


En lugar de responder, me subo encima y lo beso. Moviendo las manos a ambos lados de su cabeza, llevo mis labios lentamente a los suyos. Espero el rechazo, solamente que no viene. Sus labios se abren y entonces, mi lengua se desliza en el interior, mientras sus manos se mueven hacia abajo para tomar mi trasero en su gran pantalón. “Con clase y fabulosa”. Esto es fabuloso.


Mis pezones se endurecen contra la tela de su camiseta mientras soy muy mala con su labio inferior antes de alejarme. Busco sus ojos, preguntándome qué sucederá después.


—Consentimiento jodidamente dado, si eso es lo que estás buscando.


Cuando asiento y muerdo mi labio, me pone rápidamente sobre mi espalda mientras devora mi boca. Envuelvo mis piernas alrededor suyo y me arqueo hacia él. Queriendo, necesitando y jadeando con deseo, soy insensible y salvaje.


Mueve las manos a mis caderas, tirando de la cintura de mi pantalón. Dejando caer mis piernas, levanto mis caderas para ayudarlo en sus esfuerzos por desnudarme, abriéndome a él.


Sus ojos se oscurecen de lujuria. Creo que se va a sentar sobre mí y a besarme de nuevo, pero cuando estiro mis manos para pasarlas por su cabello, se mueve hacia abajo, besando mi vientre.


—Tengo que probar esa dulce vagina de nuevo.


Antes de que pueda registrar lo que me está diciendo, sus labios están sobre mí... no. Me estremezco, sintiendo un escalofrío y oh, me sacudo. Su lengua me está trabajando como nunca antes. Me acuerdo del armario, pero esto es mucho más.


Dedos tiran de mis labios para separarlos mientras su lengua me lame, dando vueltas y luego chupa. Estrellas bailan detrás de mis párpados, mientras solo puedo agarrar las sábanas y montar mi orgasmo.


Se ríe contra mí, enviando vibraciones por encima de mi núcleo. Un dedo se desliza dentro de mí y me tenso automáticamente alrededor del único dedo.


—Tan malditamente dulce —susurra Pedro contra mí mientras sus dedos se mueven dentro y fuera, mientras su lengua sigue trabajando su magia.


No se necesita mucho antes de que comience de nuevo dentro de mí. Mis muslos agarran su cabeza por propia voluntad.


Quitando el dedo, pone ambas manos sobre mis muslos internos en la coyuntura para apartar mis piernas de él. Una vez que tiene un poco de espacio, su lengua se sumerge dentro de mí y, entonces, mueve la cabeza atrás y adelante. 


Las sensaciones me abruman mientras su vello facial frota el interior de mis muslos y su lengua me penetra, enviándome sobre el borde del olvido.


Hecha la cabeza hacia atrás, sonriendo como un hombre que acaba de ganar una medalla de oro. Luego, tomando el dobladillo de la camisa que llevo, la desliza hacia arriba. 


Cuando me muevo hacia arriba, me la quita de forma rápida y la arroja a un lado.


Antes de que pueda recuperarme o controlar mi cuerpo, su boca está en mi pecho izquierdo, chupando. Ansiosamente me arqueo, lista de nuevo para más.


Me hace hambrienta de deseo, necesitada de lujuria y superada con la sensualidad de una manera que no se siente mal. No, me hace sentir poderosa.


Inclinándome, pongo mis manos a cada lado de su rostro y lo tiro hacia mí por un beso, degustándome en él. Solo me excita más.


Envuelvo mis piernas en torno a él, meciéndome en su erección cubierta con el pantalón. Lo deseo. Lo necesito. 


Mira por dónde, tengo que tenerlo.


Sintiendo mi urgencia, Pedro se aleja para quitarse el pantalón y toma el condón de su mesita de noche. 


Rápidamente, se lo pone. Entonces, rueda sobre su espalda, prácticamente recogiéndome y me pone encima de él. 


Mientras nos acomoda, solo coloca su punta en mi apertura, dejándome a cargo.


Dirijo esta madre...


Me hago cargo. Me deslizo hacia abajo lentamente, dejando que mi cuerpo se ajuste a su tamaño. Cuando me levanto de nuevo, no me inclino para esconderme de él. En cambio, me recuesto, con las dos manos sobre sus muslos detrás de mí, mientras lo monto con todo lo que puedo. Está tratando de contenerse, pero no toma mucho tiempo antes de que sus manos estén en mis caderas, controlando el ritmo con el que se desliza dentro y fuera de mi resbaladizo calor. Estoy ardiendo mientras mi cuerpo tiembla.


Inclinándome, chupa mi pezón antes de soltarlo con un chasquido y eso es todo lo que toma ponerme sobre el borde de nuevo. Mientras me quedo floja me corro.


Se empuja en mí tres veces más antes de que lo sienta apretarse debajo de mí con su lanzamiento. Agotada, solo puedo permitir que me bese suavemente antes de apartarme de él y ponerme de lado.


Apenas me pongo la camisa y mis bragas de nuevo cuando el agotamiento se hace cargo. Caigo dormida rápidamente antes de que pueda volver de desechar el condón


CAPITULO 21 (PRIMERA HISTORIA)




Empieza a temblar mientras sus manos toman en puño mi chaqueta y me acerca más.


—Jesús, Pau —susurro al mirar hacia abajo para ver las lágrimas cayendo por su mejilla. No puedo evitar tirarla contra mi pecho—. Está bien, chica.


Después de unos momentos, deja de temblar y luego siento que empieza a alejarse. No quiero que eso suceda. Se siente bien abrazarla, estar cerca de ella, pero la dejo ir de todos modos.


Se seca los ojos y aspira por la nariz, se inclina y busca algo.


—¿Qué se te perdió?


—Mis llaves. —Su voz se estremece.


—Bueno, vamos a encontrarlas. —Me agacho para ayudarla y observo la alcantarilla cerca de donde estaba buscando. Saco mis llaves y uso la linterna de mi llavero, moviendo la luz por el desagüe—. Eh, ¿Pau?


—¿Sí?


—Creo que es posible que tengamos un problema.


Da un paso más y mira hacia abajo.


—Maldición.


—Tu llave de repuesto está bajo el guardabarros. Puedo llamar a un amigo y conseguir esas mañana. No es gran cosa.


—Mis llaves del apartamento están allí.


—¿Tienes conserje viviendo en tu edificio?


Niega mientras sus labios se estremecen.


—Y no tengo repuesto, tampoco.


—Lo tienes. Está bajo...


—Lo saqué esta mañana.


—¿Por qué de todas las personas haces eso? —Me río, tratando de aliviar su preocupación, porque al parecer, ahora también quiero hacer eso por ella.


—Pensé que alguien me seguía anoche. —Frunce el ceño mientras se frota el trasero—. No es para nada divertido.


—Está bien, dime por qué pensaste eso.


Me mira a los ojos. Empieza a abrir la boca, pero la ajusta rápidamente cerrándola y niega.


—¿Qué quieres decir con no? Si tienes un problema, entonces tengo que saber sobre ello.


Inclina la cabeza y de nuevo me mira. Está a punto de decir algo cuando sus cejas se elevan y su mandíbula se cierra nuevamente.


Ahora me pongo furioso.


—No es algo con lo que debas meterte. Si tienes a alguien que está metiéndose contigo, puedo encargarme.


—Es mi problema. —Empieza a temblar de nuevo y sus dientes castañean—. Soy un adulto y yo...


—Bien, bien, mete tu trasero en mi auto, te podrás quedar conmigo esta noche.


—No puedo quedarme contigo. —Sus dientes están sonando tan fuerte que no solo lo escucho, sino que lo veo.


—Entonces, ¿a dónde vas a ir, Pau?


Mientras se encoge, sus ojos comienzan a nublarse, pero está tratando con fuerza de verse enojada.


—Bien, pero... pero...


—Vamos. —Agarro su mano y la arrastro detrás de mí. Está fría, tiene miedo y es desafiante como el infierno, pero malditamente me escuchará.


Tira de su mano, así que la mantengo apretado mientras mantengo mi ritmo.


—Camina conmigo, o te cargaré.


Oigo su grito de asombro, pero no me detengo.


No dice absolutamente nada todo el tiempo mientras nos dirigimos a mi casa. Ni una palabra cuando estaciono en el garaje y apago el motor. Todavía no hay nada mientras sale del auto y es recibida por Floyd.


Llegamos arriba, donde se quita sus botas negras y hago lo mismo con las mías. Se inclina y las pone en la alfombra al lado de la puerta, haciéndome mirarlas. Las mías son del doble del tamaño de las suyas. Se ven extrañas allí como si pertenecieran juntas.


Tomo mi teléfono y le envió un texto a mi chico policía en la tienda para decirle que se asegure de que su auto no sea remolcado y luego le pido que saque las llaves de la alcantarilla de desagüe.


Tan pronto como cuelgo el teléfono, Pau se aclara la garganta.


—Si esa es tu novia, Sadi...


—¿Mi qué?—Casi me ahogo.


—La chica a la que besaste, la que parece tener un problema conmigo, la que...


—¿Por qué te frotas el trasero todo el tiempo? —Ahora lo está haciendo de nuevo y estoy más enojado, así que lo dejo salir.


—¿Qué?


Cierro las manos en puños a mis costados.


—Pau, me frustras muchísimo, incluso antes de que supiera que fuiste tú con quien tuve sexo esa noche. Te frotas el trasero, resoplas, eres increíblemente peculiar y tú...


—Siento ser una carga.


Ahí va, frotando esa cosa de nuevo.


—Nunca ni una vez dije que eres una carga. Ni una sola vez, Pau. Esa no es mierda justa. Esa perra es una de muchas. —Cuando intenta callarme, doy dos pasos antes de cubrir su descarada pequeña boca con mi mano—. No traigo trabajo a casa. No me acuesto con las personas que trabajan para mí. —Quito mi mano.


—Excepto ella —escupe Pau.


—Hace mucho tiempo, fue una distracción. Nunca la contraté. Como que vino con el lugar. Te puedo garantizar que no ha venido hacia mí después de que me hice cargo. Es una muy buena camarera, sin embargo. Es solo una espina en mi costado. Quieres que se vaya, di la palabra. —Toca sus labios y mira hacia abajo—. No tengo ni idea de cuál demonios es el acuerdo, pero me gustaría pensar que la chica que parece estar ocupando mi mente en este momento no está jodidamente loca.


—¿Estoy ocupando tu mente? —susurra.


—Paula, dos semanas contigo me han dejado poco tiempo para mucho más. Hay algo acerca de ti, nada de esto tiene absolutamente nada que ver con ese armario, que me hace sentir... —Me detengo y le doy la espalda.


—¿Sentir qué? —pregunta con una voz casi con pánico.


Niego.


—Simplemente sentir. Sabes dónde está mi habitación. Sigue y consigue un poco de sueño. Le envié un mensaje a un amigo, para que tu auto no sea remolcado, y las llaves estarán aquí en la mañana.


Pedro, espera.


Me detengo y doy la vuelta.


—¿Qué sucede? —Suspiro de agotamiento.


—¿Cómo se llama tu perra?


Miro a Floyd que está sentada en el maldito pie de Pau.


—Floyd. Ahora responde a una pregunta para mí.


Asiente y traga.


—¿Quién te asustó esta noche? Fue Sadi, porque si es así, se irá.


Traga antes de encogerse.


—Alguien de mi pasado.


Sé que es una pregunta difícil para que la responda, pero lo hizo. Eso es sin duda un comienzo con una mujer que no quiere regalar mucho.


—¿Te lastimó?


Cierra los ojos y asiente. Unas lágrimas caen y me ablanda.


Camino hacia ella y le tomo la mano.


—¿Estás asustada?


Abre los ojos y veo el miedo allí mientras asiente.


—No voy a dejar que nadie te lastime, Pau.


Y no lo haré tampoco. Desde que Paula entró aquí al ritmo de su propio tambor, hizo que mi corazón latiera al mismo maldito ritmo. Hay algo acerca de su trasero loco que me hace sentir que la vida puede ser más que existir.


—Aprecio todo lo que has hecho, pero yo no...


—Pau, otra pregunta. No estoy tratando de hacer algún movimiento hacia ti ni nada, pero el frotamiento de trasero, ¿hay un genio o alguna mierda que estés esperando que salga de esa cosa? —Se ríe, resopla y luego niega. “Con clase y fabulosa”. Se frota el trasero de nuevo—. No voy a discutir, a veces también pienso locuras.


Sonríe suavemente y mira hacia abajo.


—Mis bragas me hacen sentir más fuerte. —Cierro los ojos con fuerza y digo una pequeña oración para que exista una explicación detrás de esa mierda—. Los dichos me dan fuerza. —Abro los ojos y la miro por unos segundos, mientras me doy cuenta de todo—. El consentimiento es requerido, pero no se dio en un momento dado.


Muy lentamente, asiente una sola vez.


—Quienquiera que fuese, será mejor que nunca se te acerque de nuevo, o voy a matarlo.


Agarro su mano y tiro de ella por las escaleras detrás de mí. 


Una vez en mi habitación, le encuentro un pantalón de chándal y una camiseta.


—Ve a cambiarte al baño.


Estoy dándole privacidad cuando lo único que quiero es abrazarla para que se sienta segura.


Me pongo un pantalón de pijama y me meto en la cama. 


Cuando sale, me mira y se detiene.


—Vamos, tuviste un mal día. Nada sucederá aquí, excepto yo mostrándote que no tienes nada de qué preocuparte. No todos somos iguales.


Se mete en la cama sin más vacilaciones, incluso se acurruca contra mí. Meto mi brazo bajo sus hombros para acercarla más.


—Buenas noches, Pau.


—Buenas noches, Pedro.


Se queda dormida en minutos, pero yo no puedo. Observo sus pestañas sobre su piel suave como polvo blanco. Tiene un hoyuelo que he visto en varias ocasiones, normalmente cuando está tratando con nuestros clientes. Su cabello es oscuro, un poco más claro que el mío y las puntas llegan justo por debajo de sus hombros. Tiene pómulos altos y curvas amenazantes. Amenazantes porque loca, rota, llorando, riendo, presionada contra mí o a través de una maldita habitación, mi cordura e incapacidad de permanecer en la otra mitad del club están amenazadas.


Su esencia es lo que sé que no voy a poder olvidar. Su sabor es de primera, recordándome a Galliano: dulce, vainilla, cítrico y amaderado. Nada como, bueno, la mierda que he probado antes.


No juego que sé que es lo normal. Pensando en quererlo con ella es como una resaca de tres días. Nunca he pensado en alguien tan a menudo. Nunca he tenido una sensación de ardoroso deseo de ser un protector, un proveedor y un
compañero hasta que la loca, resoplando, dando chirridos entró en mi vida detrás de una máscara.


Sin embargo, es una adicción que no puedo permitirme.


Me deslizo desde debajo de ella, luciendo una erección que no se va. Necesito bañarme ahora más que cuando la traje aquí.


Me quito la ropa y entro. Echo un poco de Axe en la mano y luego agarro mi pene, tomando las cosas con calma, como si quisiera entrar en su dulce y pequeña vagina. Pero, a la mierda si no quiero comérmela primero. Sin embargo, esto tendrá que ser suficiente.


Necesitando la liberación, tomo mis pelotas y les doy un tirón mientras me masturbo más y más rápido.


—Joder, Pau —gimo mientras bombeo más rápido.


Aprieto más duro, imaginando que ese tenso, pequeño apretón me estrangula y cierro los ojos, imaginando sus putas curvas calientes. Tengo que venirme. Sé que no será lo mismo, pero joder, lo necesito.


Mis bolas se tensan y la sabedora calidez se extiende a través de mí. No tengo ninguna razón para pelear contra ella, no hay razón para aguantarme, así que no lo hago.