HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

lunes, 26 de septiembre de 2016

CAPITULO 3 (SEGUNDA HISTORIA)





A los diecisiete años, estaba tratando de escapar del mundo de mi madre.


A los veinticuatro, estoy tratando de escapar del mío.


Monte me dejó salir de la habitación la noche en que perdí todo. Me permitió creer que me salí con la mía. Dejé la mesa con mi pulso acelerado, con mi cabeza latiendo, y mis silenciosas oraciones siendo respondidas, o al menos eso pensé. Los recuerdos me golpean duro.


¡Mierda! No es como se suponía que sucedería. ¿Cómo estafé al estafador? Estaba segura de ganar esa mano. 


¿Cómo fue que todo salió mal?


El humo en la habitación me hace marearme, o tal vez es el miedo corriendo por mis venas. Nunca pierdo. En verdad, no estoy preparada. Este no es un juego de trastienda con un proxeneta. Las apuestas son demasiado altas, y entonces me quiebro.


Nacida de una prostituta, criada bajo las luces, el glamour y la vida de las desnudistas de Las Vegas, sobreviví. Una mano a la vez, salí. Por mí y por mi mamá, hago lo que tiene que ser hecho. Esta noche era para ella.


Me tuvo a los dieciséis años. Como una fugitiva, vio la ilusión de la fama de una corista desvanecerse rápidamente y la realidad entrar a patadas. Trabajó en las calles.


Sobrevivió. Su proxeneta tomó su virginidad, la embarazó de mí y la mantuvo bajo su pulgar todos estos años. Podría ser peor. No nos golpea y mantiene un techo sobre nuestras cabezas. Tengo ropa. Tengo comida. Primero y ante todo, tengo que recordar que la dejó mantenerme. A veces, sin embargo, me pregunto si mamá desearía que la hubiera
dejado tener un aborto, porque mantenerme la obligó a quedarse con él y en esta vida.


Cuando era niña, no me estaba permitido llamarlo “papá”. La verdad es que estaba bien para mí. No fue un padre; fue un donante de esperma. Joder, fue un violador. Mamá llamaba a su vida con él su penitencia por las malas decisiones, una que tuvo que soportar hasta que sirvió su tiempo.


―Expiación ―decía. Él se metía con su mente tanto como en realidad se la follaba, que era mucho, así que tenía el poder, incluso cuando le rogaba que la dejara irse. Tenía
todas las cartas.


Pervertido. Maldito pervertido.


¿Qué hace una mujer cuando tiene una mano de mierda?
Juega con las putas cartas que tiene hasta que puede encontrar una salida.


Puedo ser la que ató a mamá, pero en la otra cara de esa ficha, pero soy su salida.


Mamá y yo, una Bonnie y Clyde de nuestra propia maldita creación. Después de años de vigilar, años de espera, mi paciencia finalmente está dando sus frutos.


Mamá trabajó para conseguir la conexión. Luego estafamos por los dos mil dólares de cuota para entrar, y aquí estoy sentada, en la mesa de la trastienda con los apostadores
en un mal ventilado hotel. El humo llena mis pulmones, las cortinas de la ventana están corridas y la puerta está bloqueada hasta que se juegue la mano final.


Subo la apuesta. Digo que están haciendo un bluff. Todos ceden, excepto él y yo.


Sergio “Monte” Timmons.


Algunos lo llaman peligroso; otros dicen que es sexo andante. Es el hombre más joven en limpiar la casa en Nueva Jersey dos veces. Su reputación lo precede, y muchas veces, los cobardes ceden ante las apuestas subidas tan alto.


Debería haber tirado mis cartas. Debería haber renunciado al premio. Debería haberme ido de una puta vez. Diablos, ni siquiera me permito a mí misma convencerme de eso en primer lugar. Sé que mamá me quiere fuera de la esquina, pero a los diecisiete años, no tengo nada que hacer en las grandes ligas. Esto está más allá de un juego de mesa con su proxeneta y sus amigos.


Sólo que no cedo. No me doy por vencida. En su lugar, subo el premio y apuesto todo en que no tengo para empezar. 


Llegué a la mesa mintiendo. Un destello de sonrisa,
una agarrada del pene correcto y una insinuación más por venir me tienen pasando la seguridad. Luego, con una pila de facturas falsas arrojadas sobre la mesa con poca luz
mientras estoy agachada y dejo que mi escote se muestre, tengo a estos muchachos comiendo de la palma de mi mano.


Bueno, hasta que se reparten las cartas. Todo se convierte en negocios en el minuto en que el primer papel de seis centímetros y cuatro milímetros por ocho centímetros y
nueve milímetros cae al fieltro.


Mano tras mano, me las arreglo para sobrevivir hasta el juego final.


Monte sonríe hacia mí detrás de sus anteojos de aviador después de haber revisado su teléfono, que fue entregado a él por el repartidor. Todos los dispositivos electrónicos tienen que ser silenciados y entregados al repartidor para que no haya distracciones. ¿Por qué se lo devolvió? ¿Podría tener suficiente suerte para ganar por ausencia? Nunca he querido que alguien tenga una emergencia familiar tanto como ahora.


Con sus labios en una media sonrisa, siento mi pecho apretarse.


―Paula “Hard Knocks” Chaves ¿Estás lista para la mano que estoy seguro cambiará tu vida? ―Su susurro resuena en mis venas como hielo. Me ha descubierto.


Trago. ¿Cómo diablos es que sabe mi nombre? Utilicé una identificación falsa para entrar.


Golpea ligeramente el dedo contra su boca amenazantemente, entonces mueve sus anteojos hacia abajo, sus profundos ojos marrones ven hacia mí. Quiero gatear debajo de la mesa, pero escucho la voz de mamá en mi cabeza, diciendo: “No muestres miedo. Nunca dejes que te vean sudar, Paula”. Es hora de hacer que mi mamá se enorgullezca, sin importar el costo.


―Es una costumbre para mí conocer a mis oponentes. Casi me tenías, pilluela. No te preocupes, nena. Tu secreto se quedará en esta habitación, porque, después de esta parte,
te aseguro que todo lo que crees que sabes está a punto de cambiar.


Debería haber cedido, pero mi ego nubló mi visión. Ahora mi concentración se ha ido, el juego está tirado y mi vista se nubló de nuevo, esta vez por las lágrimas que me niego a dejar caer.


Five Card Draw, Texas hold’em, jokers wild, todo está perdido antes de que pueda parpadear.


Luchando por contener mis emociones, trato de detener mis ahora temblorosas manos. Él sabe demasiado. Cuando se entere que su pago no es real, ¿qué ocurrirá conmigo? ¿Con mamá? ¿Incluso sobreviviré esta noche?


Una semana después, mamá y yo fuimos instruidas que empacáramos nuestras maletas. El gran papi Proxeneta nos estaba engañando. Sólo, que no lo hizo.


Él “nos acomodó” en un exclusivo condominio a las afueras de Strip, después le entregó a mamá un fajo de billetes antes de volverse y alejarse. Nunca miró atrás, no es que alguna de las dos lo esperara. No estuvimos en el lugar ni
veinticuatro horas antes de que un servicio de mensajería entregara un paquete dirigido a Paula “Hard Knocks” Chaves.


Mi corazón se hundió. Al ver ese nombre, debería haber empacado con mamá en ese mismo momento y huido con el poco dinero que el gran papi había dejado. ¿Hice eso? Nop.


¿Cómo diablos me encontró?


Abriendo el sobre, mi corazón golpea fuertemente, mi respiración se entrecorta y mis palmas sudan.


Dentro había un contrato, que sellaba mi destino en contra de cualquier futuro que alguna vez hubiera esperado.


No estábamos siendo liberadas por gran papi tarado. 


Habíamos sido compradas y pagadas. Él le dio suficiente a gran papi para liberar a mamá. Nos puso una trampa.


Sergio “Monte” Timmons me posee. Nos posee. ¿Cómo demonios sigue pasándome esto? El ciclo de miseria, se lava, enjuaga y repite. De ser la propiedad de un hombre paso a otro.


El brillo, el glamour, las luces y la acción de Las Vegas todo es una fachada.


Es un agujero negro de manipulación. La vida aquí es un juego. Día tras día, todo es un juego para sobrevivir y prosperar. El ganador se lleva todo.


Monte no perdió tiempo en mudarse a la casa con nosotras. 


Más aún, conmigo. Mi edad no importaba. Me tenía en una posición donde no lo podía negar. Si la palabra se regaba sobre mis falsos billetes en la mesa, mi edad no sería nada más que un número en mi acta de defunción.


Monte usó eso a su favor.


La situación no parecía mala para mi madre, que había pasado su vida entera trabajando en las esquinas. Para mí, era el infierno. Monte no me puso en una calle o en una cama de hotel para pagar mi deuda. No, me hizo su esposa en una ceremonia en una capilla en Strip, para lo que mi madre estúpidamente firmó de acuerdo.


En los últimos siete años, nada ha cambiado. Monte va, juega y vive por la próxima emoción. El siete de la suerte es una perra cruel. He acumulado siete años de deuda con él.


Cada comida que he tenido, cada ducha que he tomado, todo lo que he tenido alguna vez, hecho o visto obligada a soportar es un centavo añadido a la línea roja. Las marcas negras son por el buen comportamiento cuando hago mi
parte.



Es curioso cómo la historia se repite, incluso si no quieres que lo haga.


Mamá murió de un infarto en el tronco encefálico, es decir, cerebral. Sucedió rápido. Una noche se fue a la cama, y a la mañana siguiente, no respondió. Una llamada a los servicios de emergencia y un viaje en ambulancia al hospital más tarde, yacía en una cama con soporte de vida con una ciruela pasa por cerebro.


Decisiones se tuvieron que tomar, y las posibilidades de que despertara y fuera normal eran escasas; como resultado, fue desconectada y mi vida se estrelló alrededor de mí.


Más cuentas. Más deuda pagada por Monte.


El estrés te consume y los errores suceden, como la falta de una píldora o dos de control de la natalidad. Manteniendo un ojo en los costos, cremé a mamá.


Dos meses más tarde, se me permitió un viaje a Santa Bárbara para dejar sus cenizas. Sintiéndome mareada, oriné en uno de esas varitas olvidadas por Dios y las dos líneas rosadas sellaron mi destino.


Soy una estadística. Los pecados de la madre fueron pasados a la hija.


Independientemente de cómo llegó este bebé, voy a aferrarme a la esperanza y a darle a mi hija algo mejor que lo que tuve. De alguna manera, de alguna forma, el ciclo sí se romperá.


No debería quejarme. En verdad, Monte me permite amigos. 


Sus amigos, por supuesto, pero no estoy casi tan atada como mi madre. Tengo un buen auto, una casa bonita y un armario lleno de ropa. Si lo miras desde afuera, lo tengo
hecho.


Si la gente supiera que vivo en un matrimonio sin amor, de manipulación y corrupción. No soy la única que le debe a Monte. Todo el mundo en su vida está en deuda con él por alguna cantidad.


El estafador que se niega a ser estafado, siempre en control, siempre asegurándose que tiene la ventaja, Monte tiene a personas que se encargan de su otra gente. Los que no le pagan o tienen un plan de servicio como yo, lidian con esas personas sobre las que Monte mantiene la presión hasta que la deuda es pagada o alguien sufre las consecuencias.


Como dice Monte: “Es un mundo de equilibrio de poderes, Paula”.


Y siguen los cheques y saldos a su favor en todo momento y en todas las formas.


Si no camino en la línea, pagaré el precio… con mi vida. Mi deuda con él está más allá de cualquier cosa que pudiera pagar con un trabajo regular.


Demonios, no sé si el bastardo en realidad jamás me permitiría irme, incluso si lo intentara.


¿En qué momento suficiente se convierte en suficiente, sin embargo?


¿Cuándo me liberaré de las cadenas que me sostienen? 


¿Cuándo romperé el ciclo por mi hija? ¿Cuándo Camila Noelia Timmons llegará a ver el amor en acción?


¿Cómo le puedo enseñar qué es el amor cuando ni incluso lo conozco yo misma?


No he aprendido mucho en mi corta vida, pero sí sé que nunca he tenido amor verdadero en ninguna relación a mi alrededor y seguro como la mierda no es lo que lees en los libros. No he vivido lo que cualquiera consideraría una vida
normal, pero estoy absolutamente segura que conocer el amor no se trata de una deuda tampoco. Un matrimonio de verdad, una verdadera relación, si pudiera existir, no es sobre deberle a tu pareja una maldita cosa.


Miro hacia abajo a mi dormida, preciosa niña y mi corazón se hincha. Puede que no conozca el amor de un hombre por una mujer, pero estoy malditamente segura que no hay nada, y me refiero a absolutamente nada, que supere las
profundidades de la emoción que una madre siente por su hijo.


Mi mundo está deformado. Mi vida es una mierda. Me las arreglé para conseguir hacer algo correcto en mi pobre existencia hasta que tuve a esta niña.


Cada aliento que respira es un soplo de nueva vida en mí.


Monte puede comprobarse y equilibrarse a sí mismo hasta que el sol caiga del cielo, siempre y cuando tenga a mi niña.


Quiero irme.


Pero la quiero más a ella.


No hay manera de que pueda irme hasta que sepa lo que tengo que hacer con ella. No hay forma de que pueda escapar hasta que encuentre una manera de que ella sea completamente libre. Es mi vida, mi ser, todo mi mundo.


Un día, encontraré una manera de tener algo mejor para nosotras. No lo he descubierto todavía.


―Duerme bien, mi bella durmiente. Mamá hará lo correcto para ambas ―le susurro a la callada sala a mi alrededor―. No necesitamos un príncipe azul, niña. De alguna manera, de alguna forma, pequeña princesa, haré que suceda.




CAPITULO 2 (SEGUNDA HISTORIA)




Un día, el anciano llegó a mí con un bate que guardaba en el bar. Mientras corría hacia mí, Lucas se asomó de donde estaba sentado en el sofá y lo golpeó.


El anciano cayó de bruces, y cuando se levantó, balanceó el bate hacia Lucas una y otra vez, mientras Lucas se agachaba y lo evitaba todo lo posible. El pequeño pedazo de mierda nunca fue golpeado ni una vez.


El último giro habría tenido a Lucas, estaba acorralado. Sin embargo, agarré el puto bate, lo puse contra la garganta del anciano y lo mantuve allí hasta que el hijo de puta se desmayó.


Mamá llegó corriendo hasta las escaleras desde el bar para encontrarlo tirado en el suelo.


―Esto tiene que parar. Ustedes chicos, deben ir a quedarse con Martin en su casa.


―No vamos a irnos con él. Si nos vamos, tú también te irás.


―No puedo, o todo por lo que he trabajado se habrá ido.


―Entonces no nos iremos ―le dije mientras envolvía un brazo alrededor de ella.


―Trabajo para ustedes tres chicos, respiro por ustedes tres, vivo por los tres. Todavía veo algo bueno en él. Cuando está sobrio, él…


―No voy a dejarte o por lo que has trabajado ―interrumpí.


Mamá finalmente paró de llorar, pero tomó una eternidad. Cuando él llegó, los tres estábamos sentados en el sillón. Se quedó allí de pie y nos miró a través de ojos rojos, sin embargo, nunca dijo una sola palabra.


Una noche, me desperté cuando estaban peleando y salí corriendo de mi habitación en mis malditos shorts. Estaba persiguiéndola por las escaleras hasta el apartamento. Un gran baúl viejo estaba en el rellano. Lo empujé hasta el borde, listo para enviarlo abajo sobre él. El anciano se congeló, y vi el miedo en sus ojos inyectados de sangre, un miedo que nunca había visto antes. Pero pasó
rápidamente.


―Si la tocas, joder, esto caerá sobre ti, ¿me entiendes? ―le grité.


―No tienes las bolas, pedazo de mierda.


―Pruébame, hijo de puta ―susurré.


El miedo volvió a mostrarse en él y ahora sabía qué era lo que lo delataba.


Todo el mundo tenía algo, un resbalón que mostraba una debilidad, un pequeño camino.


La secundaria no fue fácil para un niño que tenía buena apariencia. No estoy siendo arrogante, tampoco. Tengo un espejo y sé cómo me miran las mujeres. No tener el dinero en efectivo para los hilos correctos o para decir las cosas buenas que todos los demás decían, me convirtió en el chico que las chicas populares veían a escondidas. Esperaban su turno.


Una chica, Annie, estaba saliendo con un atleta cuyo nombre era Aiden y la engañó. Entonces comenzó a venir a mí. Un día después de la escuela, me pidió mi número, lejos de su grupo de amigos, por supuesto. Le dije que no tenía celular. 


Ella actuó sorprendida y me alejé.


Al día siguiente, me entregó un teléfono.


―Es de prepago. Te escribiré un mensaje.


―No, no lo quiero. Gracias, sin embargo ―le dije.


―Es para mí, no para ti.


Despectivamente, se fue mientras yo todavía sostenía el teléfono.


Esa noche, cuando me envió un mensaje, diciéndome que era ella, me pregunté dónde habría conseguido el teléfono. Después de convencerla un poco, me enteré que era de una farmacia a una cuadra del colegio.


Después de la escuela, entré allí y encontré el teléfono en el pasillo seis. Era de cincuenta dólares y estaba en oferta.


Durante una semana, arrastré mi trasero fuera de la cama a las cinco de la mañana para subir y bajar por la calle con una pala hasta que limpié las aceras de la gente.


El viernes, entré en la escuela y le di sus sesenta dólares.


―El teléfono es mío. ―Entonces me alejé.


Esa tarde, estaba sacando la basura del bar cuando se estacionó en su pequeño Beamer. Era más viejo pero jodidamente dulce.


―¿Vas a dar un paseo conmigo? ―preguntó al bajar la ventana.


―Nah ―negué.


Pedro Alfonso, ¿cuánto más tengo que hacer o decir para que sepas que estoy interesada en ti? ―dijo Annie y sonrió.


Negué y no traté de devolverle la sonrisa, pero lo hice.


―¿Todavía sales con Aiden Law?


―Depende. ―Sonrió de nuevo.


―¿De?


―De ti, por supuesto.


La vi enviar un mensaje de texto.


―Entra y te mostraré lo que acabo de enviar.


―¿Es una broma? ―Sonreí, luego me incliné, agarrando el teléfono de ella.


―De ningún modo. Entra.


Tan pronto como entré, me entregó su teléfono y no estaba bromeando. Le había dicho que terminaron, había roto con el pobre hijo de puta mediante un mensaje de texto.


Oyes todo los cuentos sobre los amoríos que terminan a través de cartas.


Demonios, incluso películas se hacían sobre ellas. Sin embargo, estoy aquí para decirte que aquellas cartas escritas no tienen ninguna comparación con Siri. Esa perra ha roto más corazones de los que incluso podrían empezar a imaginar.


La mano de Annie estaba en mi muslo tan pronto como se alejó de la acera.


Sus labios estaban en mi pene tan pronto como estacionamos en el callejón entre dos almacenes abandonados. No voy a mentir, llené su boca mucho más rápido de lo que me gustaría admitir, y con la misma rapidez, estaba seguro que estaba enamorado de Annie. Tenía que ver algo con una chica que había tragado o me había dado mi primera mamada, aunque no estoy seguro de cuál.


―Sólo quiero que todo el mundo te vea como yo. ―Sonrió mientras levantaba sus pequeñas alpargatas azul marino marca Jimmy Choo y me besaba delante de todos en el pasillo, luego se alejó.


El día de San Valentín, me dio una chaqueta de cuero, que era un poco demasiado. Todavía estaba paleando aceras para ahorrar lo suficiente para comprarle un collar de Tiffany.


Ese corazoncito me costó trescientos dólares, incluso de segunda mano en una casa de empeños. Ella lo llevaba con tanto orgullo. La noche en que se lo di, tuvimos sexo en la mesa de billar en el bar, donde me había encontrado después de salir a escondidas de su casa.


No fue su primera vez. Fue la mía.


Al día siguiente, estoy usando la mierda de cuero cuando Aiden se me acerca y me dice que quiere su chaqueta de regreso.


―¿De qué diablos estás hablando? ―Cerré mi casillero, luego me volví hacia él y enfrenté a sus cinco amigos.


―Ella me dio esa mierda, entonces dámela de regreso. Por cierto, no la mereces. La quiero de vuelta.


Cuando me puse de pie cara a cara con él, vi pequeñas gotas de sudor en el nacimiento de su cabello, eso era lo que lo delataba a él.


―Si me la quitas, es tuya ―contesté mientras caminaba a su alrededor.


Sus chicos, los cinco, sostuvieron mis brazos mientras Aiden me golpeaba.


No me moví, no me inmuté, la única cosa que hice fue escupir la sangre juntándose en mi boca en su puta cara. Entonces sonó la campana, y se dispersaron como pequeñas cucarachas de mierda.


Annie corrió hacia mí, preguntando qué pasó, pero no dije una mierda. Sólo caminé junto a ella mientras me quitaba la chaqueta y tiraba esa hija de puta a la basura.


―¿Qué estás haciendo? ―me gritó. Como en, jodidamente me gritó.


―No estar contigo, nunca más. ―Y sí, lo dije lo suficiente alto para que un par de personas, unas cuantas, me escucharan.


Esa noche, el anciano tuvo a sus chicos en el bar jugando a las cartas. Su trasero se desmayó en el verde sobre la mesa de juego. Yo tenía cincuenta dólares de palear aceras, pero cuando el anciano Smith preguntó si quería jugar, le dije
que no sabía cómo. Dijo que me iba a enseñar.


Luego sonrió, casi maliciosamente. Lo que lo delataba a él.
Five Card Draw era el juego. Capté el quid de la cuestión rápidamente.


También perdí cuarenta dólares en menos de diez minutos. 


En esos diez minutos, sin embargo, aprendí lo que delataba a todos los hombres en esa mesa, y luego salí con ochocientos setenta y dos dólares. Suerte de principiante, todos rieron.


Al día siguiente, me presenté tarde a la escuela, vestido con una chaqueta de piel nueva. Agarré a una chica nueva, le arrojé a Annie mi teléfono viejo, saqué mi nuevo teléfono inteligente de prepago de mi chaqueta y se lo entregué a mi
nueva chica.


Después de eso, jugaba a las cartas con los chicos cada vez que el anciano se desmayaba. Hacía suficiente dinero para obtener la mierda que quería y conseguía un poco de la mierda de Lucas, también. Pero entonces mi momento de más orgullo fue cuando le di a mamá su regalo por el día de la madre: Un collar Tiffany directamente de la tienda en línea. Nada de mierda de segunda mano para ella, ni para mí.


Nunca más. Y no miré hacia atrás, tampoco.


Un año más tarde, mi viejo apostó por un luchador clandestino porque pelearía contra un nuevo desconocido, Lucas, entonces un joven en la escuela.


Perdió el bar, y lo perdió contra Martin. Fue jodidamente hermoso.


Mi viejo es un pedazo de mierda. Es un borracho, un jugador y un torpe imbécil que toma placer en herir y degradar a todos a su alrededor. Pero nos enseñó mucho a mí y a mis hermanos.


Pedro ahora es dueño de un bar, yo viajo jugando a las cartas y Lucas es luchador. Algunos pueden decir ―demonios, muchos lo han dicho― que la manzana no cae demasiado lejos del árbol. Pero las raíces de los tres árboles son tan fuertes como las de mamá, manchadas con su derrame o no, por lo que somos buenos chicos. Deberíamos tener los malos hábitos del anciano, pero tenemos el
corazón de mamá.


En su lecho de muerte, nos dijo que estaba orgullosa de nosotros. Nos dijo que nos quería, nos pidió disculpas por la forma en que fuimos educados y nos hizo prometer que sacaríamos el bien de un mundo malo.


Mamá murió porque ese hijo de puta no pudo mantenerlo en sus pantalones. Ella era demasiado terca para ir a los médicos cuando estaba sintiéndose como el infierno.


Perdimos a mamá, pero saber que estaba orgullosa de sus tres chicos,ninguno de los cuales poseemos un título o trabaja en empleos tradicionales, nos hizo sentirnos bien. 


También nos hizo determinados.


Primero Martin atrapó la mano del viejo en la caja, después lo encontró teniendo sexo con una antigua camarera y, finalmente, lo echó.


Sin el viejo alrededor, lo que he aprendido en los pocos meses desde que volví es que nada es más fuerte que la hermandad que Martin, Lucas y yo compartimos.


No soy la perra de nadie, nunca más lo he sido. Pero cuando se vive con un verdadero monstruo, y no sólo la idea infantil de ese que vive debajo de la cama, sino el verdadero, realmente nunca vives en alto; solo sobrevives.


Este lugar de horrores e infierno no se siente tan mal ya, sin embargo.


Detroit Rock City ya no tiene la misma sensación de frío y amargura que siempre tuvo antes. Se siente como un santuario, un lugar al cual ir cuando me siento solo, un lugar al que quiero conducir, no alejarme conduciendo. Este es un
lugar donde, cuando la mierda golpea el ventilador, sé que los tres hermanos la podremos superar juntos. Sin el viejo, este bar, esta ciudad, este lugar es ahora donde mis hermanos y yo queremos vivir.


Ahora podemos vivir.


Hoy, mientras me meto en mi Escalade y bajo mis gafas de sol estilo aviador marca John Varvatos de mi cabeza para cubrir mis ojos, le digo adiós a mis hermanos y a mi nueva cuñada, Emi, después regreso al desierto. Necesito una
dosis, una ganada, un par de buenas manos repartiendo en mi dirección. Necesito guardar algo de dinero para que la próxima vez que vuelva a Detroit, pueda quedarme más tiempo.


Me detengo frente al cementerio para decirle “nos vemos” a mamá antes de ir al aeropuerto. No me parece bien no hacerlo.


Luego salto de vuelta en el Escalade y repaso la lista de reproducción: Kid Ink, su canción “Carry On”. Mmm, no puedo esperar a seguir adelante.