HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

miércoles, 28 de septiembre de 2016

CAPITULO 11 (SEGUNDA HISTORIA)




Comienzo mi turno en un deslumbramiento. Con cada propina, calculo mentalmente mis facturas. No pasa mucho tiempo antes de que sienta la quemadura, la picadura de una persona mirándome. Echo un vistazo alrededor del piso del casino para encontrarlo. “Llámame Alfonso” resuena en mi cabeza, y aprieto mis piernas mientras me estremezco al instante por él, recordando cuando grité su nombre.


Sonríe y me guiña un ojo antes de volver de nuevo a su juego, las fichas se alinean frente a él mostrando claramente que está ganando. Al saber que está aquí, siento que la temperatura ha subido a unos cien grados.


Eso en cuanto a no volver a verlo de nuevo.


Por supuesto, no podía ser tan afortunada.


No, todavía estoy atascada en la vida de los golpes duros y probablemente siempre lo estaré.


La desesperación me llena, haciendo que mi pecho se oprima por la ansiedad. No doy cinco pasos antes de que esté a mi lado.


―¿Estás bien?


―Estoy bien ―murmuro, tratando ir a otra mesa.


―Conseguí una habitación aquí. ¿Por qué no vienes y cenas conmigo?


Miro hacia él, y por un momento, me pierdo en las profundidades de sus ojos azules. Utiliza eso para su ventaja y toma mi mano, pero me zafo como si me quemara.


―¿Qué demonios estás haciendo?


Pone un dedo sobre el nombre en mi etiqueta fijada en mi seno izquierdo.


―Paula, cálmate.


―Tengo que trabajar ―le susurro, después de retroceder para componerme un momento.


Su toque enciende algo dentro de mí que nunca pensé posible. ¿Deseo?


¿Podría ser? Es todo tan nuevo. Nunca me he permitido sentir nada. Mi vida ha sido una amortización, nunca antes he experimentado emoción y, me atrevería a decir, que tampoco sensualidad.


Empujándome, continúo moviéndome, completamente distraída por él a cada paso. Cuando hago una llamada a casa para comprobar a Camila, Yamila se ríe de mí y de mis frustraciones sobre Alfonso.


―Chica, vive la vida por primera vez en la historia. Es una noche. Tómate tu tiempo y saca tu trasero por la mañana antes de que él se levante. Yo tengo a Ris Priss. Tú no has tenido la oportunidad de tener sexo. Una vez, nena, solo una
vez acuéstate con él y podrás saber que Monte definitivamente no tiene la balanza inclinada a su favor.


Bajo el teléfono sorprendida. No hay manera que puede andar libremente.


Luego mi mente va inmediatamente a la sensación de su boca sobre mí, y tiemblo mientras voy de regreso al piso para terminar mi turno.


Mientras veo el reloj, mi mente está en quitarme mi traje y conseguir entrar en alguna sudadera. Preocupada, no lo siento acercándose y tropiezo mientras trato de salir de su camino. Cuando extiende un brazo y me sostiene por mi
bíceps, automáticamente me tenso ante su toque.


Busca mis ojos, y sin vergüenza, no puedo ocultar mi expresión. No me tensé porque tenga miedo de él. No, el toque de Alfonso tiene la capacidad de hacer que mi corazón dé un vuelco, después entra en un atronador ritmo que me hace sentir como que podría estallar directo en mi pecho. Su presencia es innegable, su atracción magnética. 


Me consume sin siquiera intentarlo.


Sin decir una palabra, sus labios se estrellan contra los míos, y en un segundo su lengua invade mi boca y comienzo a pensar en su boca sobre otros lugares. Entonces el ruido que nos rodea se disipa, y lo único en que puedo pensar es en la sensación de sus labios contra los míos mientras su lengua baila deliciosamente en cada rincón de mi boca.


Muerde, chupa, y da vueltas mientras de alguna manera vamos al ascensor y luego a su habitación. Todo ocurre tan rápido que no podría irme incluso si quisiera intentarlo. La ropa sale volando mientras me electriza aún más con cada
caricia. Mi camisa: Desaparece. Mi falda: Se va. Su camisa ahora se encuentra en el suelo, con los botones dispersos en todos lados. Mis pezones están tan apretados que, cuando el aire los golpea mientras me quita el sujetador, siento como si pudiera explotar de deseo. Retrocedo a la pared, y me quejo.


Necesitando contacto, necesitándolo a él, envuelvo una pierna alrededor de la suya y prácticamente me subo sobre él hasta que rodea mi cabeza con una mano, moviendo mi cabello hacia arriba, mientras la otra hace cuchara en mi
trasero y envuelvo mis dos piernas alrededor de él.


Éxtasis. Ni siquiera me ha penetrado todavía, y estoy en éxtasis puro.


Su mano se desliza dentro de mis bragas. Llega a mi centro, y echo la cabeza hacia atrás contra la pared mientras sus dedos se deslizan dentro y fuera, mis paredes internas comienzan a apretarse alrededor de sus dedos. Inserta otro
dedo, y no puedo evitar que mi cuerpo se hinche, trabajando para una liberación.


Esto debería ser considerado un delito.


Me tenso mientras mi cuerpo se mantiene subiendo más y más. Mis inhibiciones salen proverbialmente por la puerta mientras me giro contra él, buscando mi liberación. Él ríe suavemente en mi oído antes de lamer mi cuello y chupar el dulce punto detrás de mi oreja. Luego deja caer su cabeza a mis pechos, donde toma mi pezón en su boca. Lo lame, chupa, y yo me voy, mi orgasmo me recorre.


Mientras me baja, me lleva a la cama, donde me pone suavemente abajo como si fuera una pequeña, apreciada posesión. Antes de que pueda aclarar mi mente, su boca está en la mía en un beso que está lleno de pasión, necesidad, y deseo, todo salvaje y desenfrenado.


―Necesito estar en ti, Paula.


No le doy un segundo pensamiento. En los dos encuentros que he tenido con él, me ha dado el único placer que he recibido de un hombre. Ahora tiene que estar en mí. Pesos y contrapesos.


Abro mis piernas para él cuando deja caer su pantalón, se pone un condón, y después, me quita delicadamente mis bragas como si estuviera abriendo el mejor presente en toda su maldita vida. Bajo su mirada mis inseguridades reaparecen lentamente, pero antes de que pueda detenerlas, él está sobre mí, y entonces está dentro de mí.


Llenándome.


Cada centímetro de mi cuerpo se estremece mientras me extiende, después va dentro de mí y se queda mirándome, observándome, tomándome. Nunca he estado tan llena de tantas maneras. Este momento es tan íntimo, tan vulnerable,
pero al mismo tiempo, se siente como una verdadera conexión. ¿Qué tiene este hombre Alfonso que me consume?


―Platino ―susurra antes de moverse finalmente.


No puedo pensar en lo que eso significa, porque estoy elevándome de repente a otro orgasmo. Él se balancea, rueda, gira, y yo soy incapaz de hacer otra cosa que tomar el placer mientras continúa introduciéndose dentro de mi cuerpo antes de caer de nuevo, diciendo en alto su nombre y mordiendo su hombro solo para recordarme a mí misma que es real.


Con dos golpes más, se aquieta, luego cae detrás de mí. Me da un beso suave, lento antes de salir, y cuando se va a quitar el condón, me encuentro con una sensación de vacío. 


Pero el momento de espacio permite que mi mente
funcione de nuevo.


Vacía. ¿Cómo puede alguien de quien incluso no tengo puta idea hacerme sentir tan en blanco, solo al dejar mi lado por un segundo? Estoy certificadamente loca por ser tan salvaje sobre dar un comino por un completo desconocido.


Con ese pensamiento, el temor me recorre. La niebla se ha ido. Él sigue siendo un completo desconocido, y yo sigo siendo una puta. Sin embargo, regresa antes de que pueda hacer un escape. Metiéndose en la cama junto a mí, me tira a su lado. Entonces, con mi vacilación, se aleja para darme espacio.


―Háblame.


―Tengo que irme. ―Quito mis piernas de las suyas y cubro mis pechos.


―Aún no. Háblame. Hace una hora, me estabas arañando como si quisieras devorarme. Solo te viniste dos veces, nena. Te doy eso. ―Me acaricia la cara y toca mi sien―. Es obvio que te quiero ahí. ¿Qué está pasando en tu cabeza?


―Nada. Solo tengo que irme.


―Niega lo que sientes, y no diré ni una sola palabra para que no te vayas. ―Me desafía.


Dudo, mis ojos parpadean, y él me lee.


―Niégalo. Niégame. ―Sonríe, haciendo que mi cuerpo se sienta como si estuviera en fuego de nuevo.


―No te conozco.


―Ni nombre es Alfonso, Pedro Alfonso, hermano de Martin y Lucas de Detroit. ¿Qué más quieres saber?


―¿Cuál es tu juego? ―pregunto, sintiendo que la obligación me golpea.


Tiene razón. Me dio no uno sino dos orgasmos. Ni siquiera estamos a mano.


Antes de que pueda continuar, responde:
―No hay juego. Eres la mujer más hermosa que he visto, y me siento atraído a ti. Quiero que sepas eso.


―Hablar desnuda no es realmente mi cosa ―respondo, sintiéndome muy vulnerable y aún más expuesta que antes.


Sin decir una palabra, se levanta y me lanza una camisa de botones de su armario, y me meto en ella, dándome cuenta que no podré salir de esto tan fácilmente.


Puedo hacer esto. Puedo hablar hasta que se quede dormido. Luego tendrá lo que solicitó, y saldré de su vista y de su mente.


Le doy un poco de charla general donde evito todas las respuestas importantes, después pretendo estar cansada y él se acomoda detrás de mí y me ordena dormir. 


Controlando mi respiración, le dejo creer que estoy disfrutando de mis sueños. Cuando finalmente relaja su abrazo e iguala su respiración, sé que está dormido. Ahora puedo hacer mi escape.


Mi corazón late con fuerza en mis oídos mientras me muevo desde debajo de su cuerpo desnudo. Recogiendo mi ropa interior, la deslizo debajo de mi falda de trabajo. Empiezo a desabrocharme la camisa que dejé detrás, pero a medida
que me muevo, lo huelo, huelo a él. No queriendo arriesgarme a despertarlo, me salto ponerme un sujetador y cambiarme la camisa, decidiendo que es mejor permanecer en la suya.


Miro hacia atrás por última vez. “Alfonso” está tatuado junto a su espina dorsal en tinta negra. Nunca olvidaré ese nombre, pero me aseguré de obligarme a mí misma a olvidar su toque, su sabor y su ternura.


Niego, tratando de borrarlo mientras recojo mis cosas y me deslizo fuera de su habitación.


Todavía es temprano en la mañana, cuando la mayoría de la gente está durmiendo, pero son horas después del final de mi turno mientras voy al estacionamiento. El cosquilleo en mi cuello me hace mirar alrededor como si alguien estuviera mirándome.


Revisando la zona, no veo a nadie a primera vista, pero mientras inserto la llave en la puerta de mi auto, veo a Marshall. Alguien estaba mirándome, de hecho. La mano derecha de mi ex.


Ciertamente, no está aquí por mí. De ninguna manera. 


Marshall no se asusta con la confrontación, y tanto como me gusta en general, no empujará a Monte cuando llegue a eso.


Nunca.


Tiene que estar aquí por alguien más.


Ese es mi último pensamiento mientras entro en mi auto y vuelvo a casa, saciada, satisfecha, y por primera vez en toda mi vida, de alguna manera bien.


Siento el cosquilleo en la parte posterior de mi cuello de nuevo mientras me río de mí misma.


―Estoy bien hasta el fondo de todo esto, y al final, la parte inferior caerá también ―murmuro las palabras a nadie mientras estaciono en la casa de Yamila y apago mi auto.


Si tan solo tuviera una bola de cristal para mostrarme el futuro… Aunque, supongo que debería tener cuidado con lo que deseo. Una vez escuché a alguien decir “Si lo dices, le darás vida”.


Dejo a Camila en la escuela con el temor en la boca de mi estómago.


Rápidamente, voy al casino a recoger mi cheque de pago, consciente de que tengo que ir al banco y depositar los fondos para que el cheque que acabo de hacer para su matrícula no rebote.


Firmo el documento en la oficina de recibo de cheques, y estoy sola fuera de la puerta cuando mi barato teléfono celular de prepago suena. El número parece familiar, aunque no lo reconozco como una llamada de emergencia, como
de Yamila o de la escuela de Camila.


Con solo apretar un botón, la llamada se conecta.


―Hola ―respondo con indiferencia.


―Paula. ―Su voz es ronca y distintiva, y el hecho de que esté limitándose a decir mi nombre es una frase de muerte―. Soy Marshall. Tengo que decirte, que Monte sabe acerca de tu cita con As. Esto no es bueno para ti, o para Camila.Tienes que pagar.


Sin pensarlo dos veces, sin dudar, salgo del estacionamiento. Marshall llamó y amenazó a Camila, y sé lo que eso significa. He vivido una larga vida lo suficiente para saber que tengo que llegar a mi hija ahora. Las lágrimas corren libremente por mi cara, pero me importa una mierda.


Alguien me agarra. Creo que es Pedro Alfonso, pero no tengo tiempo para él en este momento. Doy un tirón liberándome y continúo fuera del casino.


Tengo que llegar a Camila.


Como. La. Mierda. Ahora.




CAPITULO 10 (SEGUNDA HISTORIA)




Pesos y contrapesos. El cuadro de estadísticas está a mano con Alfonso.


Por mucho que trate de convencerme de que no le debo nada, sin embargo, no está funcionando.


Puso su boca en mí, en mi cuerpo.


Paso la mano sobre mis pechos y abajo de mi estómago mientras mi piel continúa sintiendo un cosquilleo de su toque. ¿Cuánto más tengo que meter la pata en mi vida por mi momento de debilidad esta noche? ¿Cómo empezó todo
esto a salirse de control tan condenadamente rápido?


Me pego en la cara. Sácalo, Paula. ¿Cómo podría haber dejado que me hipnotizara un hijo de puta con traje nuevo?


Si el auto no hubiera tocado la bocina, ¿lo habría detenido?


Mi mente se acelera a medida que repito los movimientos. Al detenerme en un semáforo en rojo, me siento en reposo, mirando hacia abajo a mis manos temblorosas, dándome cuenta que mi dedo anular todavía tiene la marca de llevar mi anillo por tantos años.


¿Me he convertido en la puta que mi madre fue? Le prometí a Camila que le daría algo mejor. Sin embargo esta noche, bajo las brillantes luces de Las Vegas, me perdí una vez más por un hombre.


Estirándome, pongo una temblorosa mano en mi boca hinchada, y mi mente va inmediatamente a la sensación de sus labios en mí. Tenía su boca sobre mí.


Hizo que mi cuerpo cobrara vida bajo él, y fui incapaz de detenerme. Esas sensaciones… Nunca, nunca he sentido lo que sentí esta noche, incluso antes de que me tocara. Sólo trabajándolo en nuestra discusión verbal tuvo mi ropa
interior mojada.


Se me cae la cara de vergüenza. ¿Estoy tan desesperada por atención?


Una bocina detrás de mí hace que salte. Mirando hacia arriba, veo que la luz cambió a verde, y me lleno mucho más de vergüenza mientras sacudo mi cabeza centrándome en conducir a casa.


A casa.


Las lágrimas pinchan la parte posterior de mis ojos. La pequeña habitación que Camila y yo ocupamos no es un hogar. ¿Cómo voy a salir de este lío? Necesito centrarme en el camino. Necesito entrar en el juego, no perder el tiempo por ahí con un gran apostador, que solo quiere un revolcón en las sábanas. No puedo permitirme quedar atrapada de nuevo.


Enciendo la radio, necesitando una distracción, y “Tell Me Why” de Three Days Grace está tocándose. La historia de mi puta vida, pero tengo algo que quiero, y a quien protegeré con mi vida.


Finalmente en casa, me preparo para mi ducha. Al abrir el agua, suspiro mientras paso mi mano sobre mi cuerpo desnudo, y los recuerdos de él tocándome vienen de nuevo. 


Me lavo mientras mi cuerpo se estremece con más
necesidad, y termino más frustrada que antes.


He cometido error tras error y los he pagado con sangre. 


¿Alguna vez haré algo bien?


Hago el desayuno después de que Camila se despierta. 


Luego empacamos su almuerzo y la llevo al preescolar.


Va medio día a un local de preescolar para niños de tres años. Ha sido una gran socialización para ella y un bienvenido descanso para mí desde que dejé a Monte, lo que me permite tiempo para ordenar algunas cosas en nuestra vida.


Antes, solo iba porque Monte sentía que era lo “apropiado” para ella, pero por supuesto eso se añadió a mi balance, debido a que la escuela no es barata.


―Señora Timmons, no sé cómo decirle esto. ―Carrie, la directora de la escuela, sale de su oficina para hablar conmigo.


Le doy a Camila un adiós rápido, enviándola a su salón de clases, después asiento con los ojos abiertos hacia Carrie.


―Su marido llamó y me explicó lo de su separación. También nos informó que él estaría cubriendo la matrícula de Camila.


Mi corazón se hunde, mi estómago cae, y de repente mis pies se sienten como plomo completamente. Pesos y contrapesos. Inclinan la balanza a permanecer en control, es la mentalidad de Monte.


Después de un momento continúa:
―El señor Timmons también dijo que podría llamarlo para discutir los arreglos de pago de modo que tenga ayuda en el cuidado de su hija.


Caigo de rodillas delante de ella mientras mi mundo se derrumba aún más.


Las lágrimas fluyen libremente por mi rostro, y no me importa que me vea. Carrie me permite esto, pero no por mucho tiempo. Tiene una escuela que dirigir, y no es bueno para el negocio que tengan a una mamá de rodillas en la entrada. 


Por lo tanto, cuando me carga con un apretón firme, tomo esa como mi silenciosa señal para recuperar mi mierda, y rápido.


Pesos y contrapesos.


Cuadrando los hombros, me paro y limpio mis lágrimas. 


Inclina la balanza todo lo que desees, Monte. No me doblaré, y no voy a romperme.


Pasando mi mañana haciendo números me parece que, si puedo quedarme con Yamila por unos pocos meses, podré pagar la matrícula. No puedo hacerle pagos a Monte, pero Marshall me conseguirá unos pocos meses extra, lo que me
dará tiempo para entrar en los juegos. Tengo que estar en uno de los juegos.


La noche llega demasiado pronto, y Camila se va a dormir después de solo tres cuentos de hadas. Con mi mente por todo el lugar, estoy agradecida por el indulto.


Con el caos del día no he tenido tiempo para pensar en Alfonso, pero mientras me termino de aplicar loción para las piernas y me preparo para ir al trabajo, silenciosamente ruego no toparme con él esta noche. Tengo que centrarme en el juego y, más importante, en los jugadores, no en algún creído.


Un juego puede ser ganado o perdido sobre la base de dar o leer un dicho, y me di por vencida demasiado rápido con Alfonso. Él me pudo leer. Esa mierda se detendrá ahora.




CAPITULO 9 (SEGUNDA HISTORIA)





Llámame Alfonso, llámame gran papi, llámame lo que quieras siempre y cuando esos putos labios rojos me hablen de sexo telefónico.


Después de mirar elegantes vestidos de fulanas toda la noche, incluso ahuyentando a unas pocas para poder dormir un poco, esta chica es como un regalo exótico y sucio. Es decir, enfrentémoslo: He probado mi parte de viejos peces en mi día, si saben lo que quiero decir. Del tipo que apesta y que es insoportable, sobre todo porque sabes que tienes que terminar el trabajo con una cierta acción falsa, que es de la forma en que comenzaste.


¿Ella? Su ropa está jodida, su cabello desordenado y metido en uno de los peinados de “me importa una mierda” que normalmente no serían de mi gusto.


Su cabello es castaño y grueso, y solo quiero ponerme todo Capitán Cavernícola con su cabellera, después arrastrarla por ese grueso lío a la roca más cercana, doblarla, y penetrarla con el moño suelto.


―¿Ya desayunaste? ―pregunto, rogando en mi cabeza que sea tan ingobernable como parece en sus malditos pies desnudos sobre la grava. Joder, eso normalmente me haría retroceder como la mierda, pero no ahora. Quiero oírle decir en esa voz rasposa de Miley Cyrus, “Alfonso, me muero de hambre.


Vamos a saltarnos la cena y te la chuparé directo, aquí y ahora”.


―Estás jodidamente bromeando, ¿verdad? ―Chasquea los dedos en mi cara―. Ojos aquí arriba, Slick.


Me tomo mi tiempo mirando hacia arriba de sus senos. ¿Por qué tanta prisa?


No vas a la tienda de mascotas y de inmediato dices: “Sí, me quedo con ese”. De alguna manera le echas un vistazo al gatito primero.


―Oye, Slick, no hay una oportunidad en el infierno de que me vaya con un tipo como tú invitándome vino y cena. Entonces por qué no…


Levanto un dedo.


―Shh… Solo estaba pensando en el postre.


―¿En serio? ¿Qué te hace creer que te dejaría?


Finalmente miro sus ojos para verla mordiéndose el labio.


―“¿Dejarme?” No estaba pensando en mí, nena. Estaba pensando en el cóctel Alfonso que te iba a dejar probar.


Deja escapar una risa molesta.


―Sí, bueno, solo estaba pensando que el niño bonito debe haber sido rechazado por la alta sociedad de allí, por lo que te daré algunos consejos. Te miran y ven a un tipo que pasa la misma cantidad de tiempo frente al espejo que ellas. Están pensando “Maldita sea, es atractivo, pero con una cara como esa probablemente no cederá fácilmente”. Por lo tanto, mientras pensabas que te daría una mamada, estaba pensando en cómo mi vagina sobre tu cara sólo podría
enseñarte una lección acerca de cómo en realidad una mujer quiere que el hombre sea un maldito hombre.


―Yo soy todo un hombre.


―Apuesto que sí. ―Suelta una risa.


―Estás mordiéndote el labio, tus pezones están duros, tu vagina probablemente está empapada… ―No me detiene, así que sigo―. Quieres follarme tanto como yo quiero follarte.


―Me gusta tener sexo, pero de nuevo, quiero que el hombre entre mis piernas me reafirme que quitarme la ropa no fue una pérdida de tiempo.


―Me temo que, cuando llegue ahí abajo, podría encontrar un conjunto de bolas.


―¿Por qué no vienes aquí y compruebas si funciona? ―me reta.


Me toma unos diez segundos tenerla presionada en el capó de mi auto. Tan pronto como me estiro entre sus piernas, su mano ya está en mi pene.


La mierda se va hacia abajo.


Ahora.


Los pantalones de chándal me recuerdan a la secundaria, de fácil acceso, y tenía razón, está empapada. Mis labios se presionan contra ella mientras mi dedo se desliza hacia su pequeña apertura caliente. Jala aire y la beso más duro.


Sus putos labios son suaves como pequeñas almohadas de felpa, y el hablar sucio de su boca sabe a más mierda. 


Quiero más.


Mi lengua se empuja en su boca, y al diablo si no sabe a cielo. Tiene buen sabor, huele bien, se siente real, muy bien, y estoy duro como el infierno.


Meto mi mano libre debajo de su cuerpo porque de repente quiero asegurarme que no estoy golpeándola en el capó del auto. Y, hijo de puta, ni siquiera me importa el auto.


Necesito más. Mi boca tapa la de ella otra vez, y mi lengua se zambulle en esa boca de nuevo. Paso arriba y abajo mi lengua, más lento esta vez.


Con una voz que raspa como la de ella, habría pensado que era fumadora, pero no hay manera en el infierno. Su boca sabe a agua de lluvia por lo limpia que cae del cielo directo a mi boca, sin nunca tocar el suelo.


Lamo el techo de su boca, sus encías, dientes, como si quisiera que mi lengua fuera su hilo dental.


¿Qué carajos está mal conmigo? Penetrando su boca. 



Me alejo de ella otra vez, después paso una mano por su espalda y tiro con la otra de sus bragas. Soy muy malo con mi dedo y gruño cuando siento sus jugos limpios y dulces. Mientras la levanto, sus ojos se abren, y se ve como un ciervo en los faros, como si estuviera tan asombrada como yo.


―Sabes bien.


Sus ojos están bajos, lejos de los míos, y temo que este momento desaparezca antes de que haya terminado, antes de que incluso haya empezado.


La levanto por el trasero, y mi pequeño comodín se vuelve como una muñeca de trapo. Casi se deja ir en mis brazos mientras camino hacia su auto y levanto la puerta. La pongo en el interior, después tiro de su pantalón y bragas.


Está desnuda, excepto por su pequeña pista de aterrizaje, y mi lengua está a punto de convertirse en el avión que aterrice en esa pista.


La empujo hacia atrás y caigo entre sus piernas. Luego voy duro, esperando como el infierno que no sepa lo mucho que ya ansío degustarla. Beso y muerdo el interior de sus muslos mientras ella se retuerce y deja escapar suaves pequeños
gruñidos que me vuelven putamente más loco.


Pongo mi mano en su estómago, manteniéndola quieta porque sé que si simplemente esto está haciéndola reaccionar de la forma en que lo hace, tan pronto como lama entre sus sexys piernas estallará en pedazos. Mi lengua rastrea la pista de aterrizaje, con una respiración lenta y profunda, tomando su olor.


Mientras mi lengua abre sus labios muevo sus caderas hacia arriba, y agarro su muslo en la mano y la mantengo firmemente mientras mi lengua se queda abajo, después la lamo de atrás hacia adelante una y otra vez. A pesar de que no quiero, evito su clítoris, trabajándola, escuchando sus gruñidos mientras intenta sostener el grito que sé muy bien que quiere dejar salir.


Sus manos son ahora puños dentro de mi camisa, causándome todo tipo de arrugas, estoy seguro, pero, ¿a quién le importa? Estoy degustando la mejor vagina que he probado, que juro como la mierda, voy a venirme solo de
comérmela. Se contrae alrededor de mi lengua mientras su cuerpo se tensa por todas partes, sus pequeños gruñidos se convierten en un gemido ahogado, y lamo con dureza su pequeña protuberancia hasta que grita “Alfonso” a la intemperie de la noche.


Cuando comienza a relajarse, y finalmente puedo alejarme de besar y lamer su dulzor, beso su vientre, levantando su camisa con mi nariz mientras voy a sus agitados pechos.


Miro su cara y veo que su brazo está cubriendo sus ojos. 


Quiero saber qué aspecto tiene saciada casi tanto como quiero probar sus pechos, pero una bocina resuena de alguna parte y se levanta de un salto.


Mi nariz golpea el broche del frente de su sujetador, y tropiezo hacia atrás por la presión.


―Oh, Dios, lo siento ―dice, tirando de sus bragas y sudadera.


Sale del auto y cierra rápidamente.


―Tengo que irme.


―¿Irte? ―pregunto, confundido―. Solo estamos empezado. Permíteme llevarte…


Se endereza, la dureza en sus ojos regresa.


―Nen…


―No soy tu nena.


―Tranquila, tigresa. ―Alcanzo su mano antes de que pueda escapar, agarrándola y tirando de ella contra mí―. Te prometo que será el mejor día de tu vida. No vayas a salir corriendo ahora.


―No te debo nada ―sisea.


La jalo con más fuerza contra mí para que pueda sentir cuán duro estoy por ella.


―No me debes una mierda.


―Eso es correcto, no lo hago. El hecho de que tengas a alguien que solo tuvo un pene dentro una vez debe considerarse como un regalo, una delicadeza, un…


―Diablos. ―Giro mi mano en su cabello y tiro de sus labios contra los míos.


Mi lengua comienza a trazar las invisibles contusiones que sé que debo haber provocado, y empieza a relajarse de nuevo hasta que otra bocina rompe el momento entre nosotros.


Se tira hacia atrás, mira más allá de mí, y luego se aleja.


―Tengo que irme.


―Espera. ―Agarro su mano―. ¿Cena más tarde? ¿Una bebida? ¿Tu nombre?


Me mira como si estuviera confundida, después los ojos endurecidos están de regreso.


―Sígueme. ―Empieza a caminar hacia el callejón y la sigo.


No daré marcha atrás por nada en este punto.


Se detiene y me empuja contra la pared de ladrillo.


―Después de esto, estamos a mano.


―Después de qu… ―Me desabrocha y está sobre sus rodillas antes de que pueda decir otra palabra―. Oh demonios. No te detengas ―gruño.


No lo hace. Me trabaja como nadie, su lengua traza mi punta, después se desliza a lo largo de mi eje mientras empuja mi pantalón más abajo. 


―Si no deseas el cóctel Alfonso, será mejor que me dejes ―siseo.


Chupa con más fuerza, y me vengo, viendo las luces brillantes de la Franja de Las Vegas. Entonces la siento metiéndome en el pantalón y se aleja. Una primera vez para mí. ¿Torpe? Un poco, pero fresco, también.


―Nena ―comienzo y se vuelve lejos―. Cristo.―Le agarro la mano―. ¿Cuál diablos es tu prisa? Todavía no he terminado contigo.


―Estamos a mano ―dice mientras comienza a alejarse, con su mano aún en la mía.


―Estamos llevando la cuenta, ¿verdad? ―Medio sonrío.


―Pesos y contrapesos. ―Traga con dificultad―. La vida es toda sobre…


Se detiene cuando la vuelvo hacia mí. Juro que sus ojos están llenos de lágrimas, pero por otra parte, podría ser el hecho de que mi pene estaba penetrando su garganta.


―Entonces te debo a lo grande.


Ladea la cabeza hacia un lado mientras me estudia, pero entonces se da la vuelta y zafa su mano.


La sigo hasta su auto y abro la puerta antes de que pueda hacerlo.


―Mamá crió a un caballero, entiendo.


Mira al suelo mientras se mete en su pequeño auto. 


Entonces me estiro y tiro del cinturón alrededor de ella y la hebilla hace clic.


―Quiero tu nombre.


―Me tengo que ir ―dice mientras enciende el auto―. Por favor, cierra la puerta y vete a tu auto.


―Sólo tu nombre…


―Llámame Mala Suerte.


―No creo eso ni por un segundo.


―Créelo ―susurra bajo mientras pone su pequeño auto en marcha.


La dejo ir porque sé que acaba de tener un momento cerca de Jesús. Yo seguro que lo tuve. La dejo ir porque sé que voy a ver ese bonito trasero de nuevo.


Sé donde trabaja, en mi nuevo casino favorito: Harrah’s, el lugar al que vas para conseguir tu trasero platino.


Me meto en mi auto y salgo, moviéndome hacia atrás para ver como su trasero platino sale. La radio está reproduciendo “Show Me” de Chris Brown y Kid Ink, y estoy malditamente bien.