HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS
LENGUAJE ADULTO
miércoles, 12 de octubre de 2016
CAPITULO 15 (TERCERA HISTORIA)
No lo debería desear. No debería estar con él. Pero no puedo evitarlo.
Quiero su toque. Quiero su seguridad. Quiero cualquier cosa y todo lo que me pueda dar. Algo del intercambio de energía en la pelea me tiene excitada. No me siento cómoda con la violencia, pero hay una cierta energía en la atmósfera que alimenta a todo el mundo en el lugar, incluida yo.
Cobra me trajo a la pelea de esta noche. Me dijo que me quedara fuera de la vista. Sin embargo, cuando Pedro estuvo peleando contra él y parecía tan enojado, tuve que hacer algo. Tenía que ser un consuelo.
Después de que noqueó a Cobra, debería haberme quedado. Debería haberme quedado para asegurarme de que mi amigo estaba bien. Por mucho que Cobra me advirtió que era un mal hombre, fue agradable conmigo. Todavía me asustaba que pudiera golpear a su novia, una mujer a la que dice amar, pero no me ha golpeado. Podría haberme lastimado en todo tipo de formas, pero, en lugar de eso, me dio un refugio seguro hasta que pudiera llegar a Pedro. Hay algo entre nosotros. Un tirón desconocido que me hace volver a él sin importar nada.
Pensó que estaba acostándome con Cobra. Dice que no se acostó con Missy.
Definitivamente necesitamos comunicarnos mejor. Nunca he sentido celos antes. A decir verdad, nunca he sentido nada más que miedo...hasta Pedro Alfonso.
Ahora tengo tantas emociones que estoy mareada tratando de ordenarlas todas.
Me hace sentir como una mujer y no como una niña. Hace que mi cuerpo se queme de adentro hacia afuera. Me hace cosas de las que sólo he leído en los libros.
Hace que quiera sucumbir al salvaje abandono cuando he crecido temiendo a mi propia sombra. ¿Cómo puede una persona hacerme todo eso cuando apenas lo conozco?
Pedro ciertamente parece estar listo para saltar edificios altos y salvar a la damisela en apuros. Llegamos a la parte delantera de Alfonso’s. Pedro me lleva a su auto.
―Abróchate el cinturón ―dice, señalando el cinturón de seguridad, y luego abre la guantera y toma un teléfono―. Todo está listo. Mi número está aquí. ―Toca el cuadrado verde con un teléfono en él y me lo entrega―. Haz clic en
favoritos. Mi nombre está ahí. El único que alguna vez vas a necesitar.
Asiento.
―Ahora aprieta lo que se ve como una burbuja de dibujos animados y luego me escribes un mensaje y pulsas enviar.
Hago lo que pide mientras se retira de la acera y su teléfono empieza a tocar música.
―Bien. Ahora tu número está en mi teléfono y sabes cómo enviarme un mensaje. Si alguna vez necesitas algo, cualquier cosa, ¿a quién llamarás?
―Al campeón ―contesto con una sonrisa que siempre se apodera de mis labios cuando pienso en él.
Sonríe y asiente.
―Eso es, pequeña.
―No tienes que hacer todo eso por mí, sabes. No estoy indefensa. Me las arreglé para sobrevivir el último par de días.
Me gruñe, sí, gruñe:
―Aléjate de Cobra.
―Es un mal hombre ―digo rápidamente―. Lo sé. Me lo dijo.
―¿Te lo dijo? ―Levanta una ceja hacia mí.
―Sí, me encontró fuera de Alfonso’s cuando estaba buscandote. Me mantuvo a salvo y hablamos. Es mi amigo ―trato de defender a Cobra.
Obviamente, hay una historia entre los dos y no es una buena. Cobra me lo dijo, pero no creía que Pedro guardara tanto rencor también.
―No es amigo de nadie, pequeña.
―Fue agradable conmigo, Pedro.
Aleja la mirada de mí y decido no presionar más. Por ahora, quiero estar en el momento con la persona que me dio el impulso para atravesar mi infierno durante el año pasado.
Nada más se dice, pero no puedo evitar mirarlo. De vez en cuando, echa un vistazo, pero sólo durante un instante.
Cada vez, parece retorcerse en su asiento, por lo que aparto la mirada, sin querer ponerlo incómodo.
Nos detenemos en un hotel donde espero a Pedro en el auto mientras consigue una habitación. Una vez dentro, no puedo evitar quedarme boquiabierta ante la suite. Nunca en mi vida me he alojado en un lugar tan agradable.
Paso mi dedo a lo largo de la pared de un suave gris, nítida y limpia, mientras entro en un cuarto de baño que es más grande que el dormitorio de mi padre. Una bañera, lo suficientemente grande como para ahogarse, está a la
derecha y una ducha con un banco se sitúa a la izquierda.
Justo enfrente hay una encimera con un lavabo a cada lado con cada artículo de tocador que pudiera imaginar.
Escucho que Pedro se mueve en la habitación detrás de mí y me pregunto si puede permitirse un lugar tan lujoso.
Después de todo, vivió en el apartamento junto al mío durante más de un año y las personas que viven en nuestro edificio rara vez pagan a tiempo o en su totalidad. Mirando alrededor, no puedo evitar preguntarme si una noche aquí cuesta el alquiler de más de un mes con mi padre.
Nerviosa, voy a la habitación, que está más allá de una bonita sala de estar con sofá, silla y televisión de pantalla plana. La cama de tamaño king es enorme en comparación con la cama gemela en la que normalmente duermo. La ropa de cama es suave y esponjosa y en tonos azules y amarillos, lo que hace que todo se sienta más brillante. Quiero echarme en la cama y moverme de un lado a otro, pero como Pedro me está mirando fijamente, me detengo para evitar parecer una niña.
Cuando me encuentro con su mirada, curva sus labios en una media sonrisa que tiene a mis partes de chica apretándose. Este hombre es poderoso, atractivo y todo lo que jamás podría soñar.
―¿Esto es todo lo que tienes? ―pregunta, sosteniendo la mochila.
―Sí. No pensé mucho en ello ―admito, considerándolo como un fracaso.
La sonrisa de Pedro se hace más grande.
―Pequeña, trajiste lo esencial.
Me río. Lo esencial, claro, si así es como quieres llamarlo.
Traje mis tesoros.
Traje los regalos que me ha ido dejando desde hace meses.
Dejé atrás las pertenencias de mi padre y tomé sólo lo que podía reclamar como propio.
Me siento en la lujosa cama y veo que Pedro termina de desempacar las pocas cosas que tomé cuando me fui y me llena de vergüenza mientras toca cada objeto. Es probable que no signifiquen nada para él, pero son todo para mí.
Cuando suena el teléfono de Pedro, deteniendo cualquier otra conversación entre nosotros, frunce el ceño cuando ve la pantalla.
―Johnny jodido Ley, qué sorpresa ―responde Pedro, y me esfuerzo por escuchar al hombre a través del teléfono.
Sólo puedo oír murmullos antes de que Pedro responda, sonriendo con suficiencia:
―Oh, vamos, vamos, poli ―provoca Pedro―. No estoy jugando ningún juego. ―Hay una pausa mientras responde la persona―. ¿Quién es ella, exactamente? Si estás buscando a tu madre, bueno, se está ahogando con una polla en este momento y no puede responder al teléfono.
Reprimo una risita ante lo descarado que es Pedro, a quien claramente no le gusta este Johnny. Algo que dice hace que Pedro se tense.
―¿Es una amenaza, agente?
Escucho al hombre en el otro extremo decir mi nombre y que mi apartamento es la escena de un crimen. Al instante, esto ya no es divertido.
El rostro de Pedro palidece y mi corazón late violentamente en mi pecho.
―Homicidio. ―Escucho decir a Johnny y mi corazón da un vuelco. ¿Quién fue asesinado en mi apartamento?
―No, no lo haría ―afirma Pedro tranquilamente.
Hay murmullos de nuevo.
―¿Por qué yo?
―Chaves no tenía enemigos< excepto tú. ―Entiendo vagamente mientras Pedro mira hacia el techo.
―Nos vemos allí. Soy inocente, Johnny. Te lo digo. Hemos sido amigos. Me conoces. Estás caminando en una línea fina. Igual que una prueba de sobriedad, Johnny, da un paso fuera de la línea y te caerás. Entonces, tú y yo estaremos en
lados opuestos de esa línea. En este caso, nuestro pasado no valdrá una mierda.
Pedro desliza su dedo por la pantalla del teléfono, poniéndole fin a la llamada.
―¡Joder! ―ruge con frustración mientras pasa la mano por su cabello castaño oscuro. Entonces me mira y lucho contra las lágrimas.
Mi apartamento es la escena de un homicidio... ¿y si es mi padre? ¿Y si es una reacción a todas las pastillas? Por todos estos meses, ¿le hice algo a largo plazo? ¿Qué pasa si lo maté? Sólo necesitaba alivio. Necesitaba seguridad. No fue
mi intención matarlo. Las preguntas gritan dentro de mi cabeza, pero las palabras no salen.
―Quédate tranquila, pequeña. No dejes que nadie entre o salga de la habitación aparte del servicio de habitaciones. Tengo que ir a cuidar de algo.
Extiendo la mano para detenerlo cuando pasa junto a la cama.
―Pedro, fui yo ―susurro.
―¿Qué? ―pregunta con confusión en su rostro.
―Lo hice. Soy la razón de que mi padre esté muerto. ―Claro, es una suposición que lo esté, pero, ¿quién más podría estar muerto en el edificio?
Cuando me fui, roncaba, pero seguro que no se movía.
―Pequeña, no debes escuchar conversaciones ajenas. Sinceramente, dudo que mataras a tu padre. Johnny sólo se está metiendo conmigo. Iré, responderé algunas preguntas y averiguaré la verdad detrás de todo este absurdo homicidio.
Te aseguro, Paula, que no tienes nada que ver con esto. ―Besa mi frente suavemente―. Pide algo para comer y cárgalo a la habitación. Vuelvo más tarde. ―Luego se va sin decir nada más, o incluso mirar atrás.
Las emociones se descontrolan dentro de mí. El miedo aprieta mi estómago mientras pienso que de verdad lo maté de alguna manera y luego la ansiedad corre por mis venas cuando me pregunto lo que me depara el futuro. ¿Me enviarán de vuelta a Rusia? ¿Iré a la cárcel? ¿Habrá alguien que me crea acerca de que me golpeaba? ¿Qué pasa ahora? ¿A dónde iré?
Con aire ausente, ordeno un poco de comida y me siento en la cama mientras la tristeza y la angustia me consumen. Mi único pariente está muerto. No, las cosas no eran buenas para mí, pero era todo lo que tenía. Hizo lo mejor que pudo.
Al menos, eso es lo que siempre decía.
La culpa me llena. Le di demasiado antihistamínico. Era un hombre viejo.
Bueno, no considero viejo a alguien de cincuenta años, pero tal vez tenía una enfermedad del corazón. La caja decía que no se tomaran bajo ciertas condiciones médicas.
Miro alrededor de la habitación, luego me pongo de pie y voy al armario, donde Pedro ha desempacado mi mochila como si me fuera a quedar aquí por un tiempo. Sin embargo, no pertenezco aquí.
El golpe en la puerta me hace dar un respingo. Mirando a través de la mirilla, veo que es el servicio de habitación, así que abro la puerta y espero a que el hombre deje la bandeja sobre la mesa de café en la sala de estar. Garabateo en el papel que me da, asegurándome de que mi nombre sea un montón de líneas ilegibles. Luego se va y vuelvo a los cajones abiertos del armario.
La mitad de mí quiere meter todo de nuevo en mi mochila y volver a casa, no es que tenga un hogar ya. No soy mayor de edad, mi único padre está muerto ―muy probablemente por mí―, y si vuelvo, tendré que decirles que lo drogué.
Pedro dijo que regresaría. La mitad más fuerte de mí, la parte de mí que no puede evitar creer en el héroe tatuado, quiere estar tranquila y esperar para averiguar lo que Pedro sabe.
¿Qué pasa si este Johnny estaba jugando con él y mi padre está vivo? Si llego a casa ahora, después de haber desaparecido durante tantos días, sin duda me va a matar.
Cerrando los cajones, vuelvo a mi comida. Abro la tapa y muevo los alimentos alrededor del plato, mi apetito ha desaparecido. Demasiadas preguntas me invaden y la ansiedad hace que mi estómago se revuelva.
Me acurruco en el sofá y decido que mi única opción por el momento es esperar. El miedo a lo desconocido todavía me desafía, pero, por ahora, llevo cuatro días sin nadie que me golpee. No debería confiar tan fácilmente. Algo en Pedro me grita que es bueno. Algo me atrae hacia él de una manera que pensé que sólo podía encontrar en los libros.
Pedro Alfonso volverá y voy a esperar por él. Tengo que creer que será bueno conmigo.
Pedro es así de bueno.
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