HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

miércoles, 12 de octubre de 2016

CAPITULO 14 (TERCERA HISTORIA)




Miro mi teléfono y leo el mensaje en alto:
―¿Quieres jugar? Qué tal si tú y yo somos gatos y vemos quién se lleva al ratón. ―Miro a Salvador desde detrás de la cortina―. Mensaje firmado por ese pequeño gusano. ―Me río mientras miro el personaje de dibujos animados que se supone que representa una cobra. Hablo mientras escribo mi
respuesta―: No tengo ningún gatito. ¿Qué tal si tú eres el gato, te quedas al puto ratón y yo me quedo con el título? ¿Quién es el campeón? ¡Joder, yo lo soy!


―Seguro que lo eres, hijo. Seguro que lo eres. ―Salvador da un golpecito a mi espalda mientras tiro mi teléfono al montón de ropa de calentamiento que está en la silla.


―¿Mis hermanos llamaron? ―pregunto a Kid.


―Probablemente estén en busca de la chica de la que no estás enamorado ―dice, negando.


―Entonces, ¿llamaron? Te voy a decir simplemente lo que les dije. No es amor. Sólo la quiero a salvo y viva.


―Correcto ―dice―. Bueno, no llamaron. ―Camina y se asoma desde la esquina a los ruidosos y escandalosos espectadores.


―Damas y caballeros, ¿están listos? ―grita el locutor―. Esta noche es traída a ustedes por Broke Bail Bonds. Esto es para defender el campeonato de peso semipesado de Rock City. Tendremos cinco rondas de tres minutos. ¡En la esquina roja de Broke Bail se sitúa con un metro ochenta de altura y un peso ochenta y cuatro kilos, el hombre que se ha comprometido a conseguir de nuevo su título, el agresor, Cooooobra! “Shut ‘Em Down” de Public Enemy suena y la multitud se vuelve loca. Asumo que Cobra ha aparecido al otro lado de la pista.



―¡En la esquina negra, patrocinado por el Bar Alfonso’s, de un metro ochenta y cinco y con un peso de ochenta y ocho kilos, el actual campeón de peso semipesado, Pedro “Hitmaker” Alfonso!


“Right About It” de Lil Wayne comienza y Salvador me da una mirada sucia una vez más.


―No se cambian canciones. Esta daba buena suerte. ―Le doy a Salvador un abrazo a medias, choco el puño de Kid y luego mi mente entra en modo pelea.


Tengo mis manos en posición de oración, miro hacia arriba y susurro:
―Legado, mamá.


Salgo y veo que mis hermanos llegaron. Entonces miro a mi alrededor, con la esperanza de ver a la pequeña con ellos, pero no la tienen.


―La encontraremos. ―Martin pone su mano en mi hombro―. Que sea rápido y sucio. Ese hijo de puta se metió en el camino equivocado.


Asiento y salgo. Intento concentrarme, pero soy incapaz de meter mi cabeza en el juego, pensando en la pequeña. 


Rápido y sucio se repite en mi mente, eso es lo que tengo que hacer para poder salir y encontrarla.


―Tengo algo que deseas ―se burla Cobra.


―Creo que lo entendiste al revés. ―Me río con altivez de él, tratando de meterme en su cabeza.


Suena la campana y le golpeo con la izquierda.


El primer y último golpe, eso es todo lo que importa. Todo lo demás vale una mierda.


Bloqueo un par de golpes y luego le doy un derechazo y un barrido. Se cae.


―Vamos, hijo de puta. Si quieres ser el campeón, será mejor que pelees como uno.


Se levanta de un salto y escupe sangre al suelo.


―Me gusta el sabor de la sangre la primera vez, ya sea de tu débil golpe o de una chica con las piernas abiertas enseñando su pequeña cereza.


Lanza un gancho de izquierda y lo esquivo.


―No hay muchas inocentes en tu parte de la ciudad. ―Me río, simulo un golpe y lo hago caer de nuevo. Está abajo sólo un momento antes de que me agarre y luego ambos caemos.


―Tuve a una durante toda la noche. Joder, ha estado durante tres noches ―dice mientras golpea su puño en mis costillas.


―Ella lo averiguará. ―Planto mis pies sobre la colchoneta y termino en la parte superior.


Su brazo izquierdo se fija debajo de mi rodilla mientras gime y gruñe, tratando de liberarse. Lo golpeo tres veces en el rostro.


―Su puto acento me mata. Es una cosita ardiente rusa.


Mi estómago se revuelve. Todo lo que puedo pensar es en Paula.


―Se parece a un pequeño ratón, pero no estás interesado. ―Toma la oportunidad de golpearme y me aparta de un empujón.


Me levanto de un salto.


―Estás jugando algún juego enfermo de mierda.


―Al pequeño ratón le encanta ser devorado por la Cobra.


Lo ataco y lo derribo.


―Es una niña ―digo mientras golpeo su costado izquierdo y luego el derecho una y otra vez.


―No es una jodida niña. Es una pequeña ninfa. No se cansa de mi polla ―provoca.


Con un golpe en su mandíbula, grita. Se estrella contra el suelo. El locutor comienza el conteo.


―Uno, dos.


Reboto alrededor esperando.


―Tres.


Cobra se mueve y se levanta lentamente. Bailamos alrededor del otro. Su mirada está desenfocada. Suena la campana y soy el vencedor de esta ronda.


La rabia se acumula dentro de mí más que nunca antes.


―¿Dónde diablos está? ―Voy hacia él hecho una furia.


―¡Esquinas! ―espeta el árbitro.


―¡Que se jodan las esquinas! ¿Dónde mierda está la chica?


―Donde quiere estar. Con un hombre de verdad, con un verdadero campeón, no un puto pedazo de mierda, mujeriego, imbé...


La campana suena de nuevo y me abalanzo sobre él. Soy furia y rabia, y él también.


Nos encontramos uno al otro golpe por golpe mientras bailamos alrededor del ring y atacamos. No se calla, pero me voy a asegurar de que lo haga permanentemente.


Sus brazos me rodean y vamos al suelo una vez más. 


Balanceo el brazo y conecto con la parte inferior de su mandíbula, deseando rompérsela, después hacerlo pedazos. Entonces, empuja su dedo en mi ojo y planto los pies en el suelo mientras su otra mano conecta con mi rostro. Duro.


―¡Sepárense! ―grita el árbitro mientras Cobra es apartado de encima de mí.


Me pongo de pie, bastante golpeado.


―¿Dónde diablos está tu concentración? ―me grita Kid mientras derrama agua en mi rostro.


Cuando el sabor metálico de mi propia sangre llena mi boca, me inclino hacia la izquierda y escupo, luego miro a mis hermanos.


―¡Encuéntrenla! ¡Ahora!


―Retrocede. ―Oigo gruñir a Kid―. Sin mujeres.


―Sólo quiero hablar con él. ―Escucho su voz y me pongo de pie, empujando a Kid.


Sujeto sus hombros y la reviso.


―¿Él te hizo esto? ―Paso el pulgar por su hinchado labio púrpura.


Niega mientras toma una bocanada de aire.


―¿Te hizo esto? ―Paso los nudillos por su mejilla y las lágrimas caen de sus ojos.


Chilla:
―No.


―¿Te hizo daño de algún modo, pequeña? ―Alzo su barbilla para que me mire.


Traga con fuerza y niega de nuevo.


―¿Te lo follas? ―gruño.


―¿Te follas a su chica? ―contraataca―. ¿Te casaste? ¿Por qué te llama player?


―No, joder no, y es un imbécil ―respondo mientras suena la campana.


―No sé si dices la verdad.


―No estarías aquí si pensaras eso. ―Miro a Martin―. Ella se queda. No dejes que se vaya. ―Miro hacia atrás a ella―. Nadie va a hacerte daño de nuevo, pequeña.


Cobra me ataca tan pronto como entro. Voy a terminar con este imbécil.


Totalmente. Es el momento de ser rápido y sucio. Tengo una chica con quien hablar.


―Se acabó, hijo de puta ―le digo antes de sacármelo de encima y golpearlo con un gancho de derecha que está alimentado de necesidad.


Me vuelvo y miro a Martin mientras cuentan.


―Al diablo la campana, está fuera. ―Mientras mis hermanos corren hacia mí, Martin toma el codo de Paula, arrastrándola detrás.


La sostengo y la levanto, por lo que estamos ojo a ojo.


―Vas a estar bien.


―¿Cómo sé eso? ―pregunta con un ligero temblor.


―Porque yo lo digo. Por eso.


Después de intercambiar el dinero, Paula, Kid, Salvador, Martin, Gabriel y yo salimos por la parte trasera. Kid se detiene con Salvador. Estoy eufórico por mi victoria mientras voy a la parte trasera de la camioneta de Salvador y me despido con un gesto de Martin y Gabriel, Paula está a mi lado.


Miro hacia adelante, evitando el contacto visual porque no soy de confianza.


Sin embargo, siento el peso de sus ojos. Entonces, su mano agarra mi muslo.


―Buen toque ―susurra con una sonrisa que emite una falsa confianza. Soy un rompedor de reglas, pero esta no es una regla que voy a romper.


Debería moverla, apartarla, pero no lo hago.


―¿Cuándo vas a tener dieciocho años?


―En tres días ―responde, y casi me rompo el cuello de la velocidad con la que me vuelvo hacia ella.


Su ojo está hinchado, sus labios magullados y es un desastre, un hermoso desastre.


―En tres días, será mejor que sepas lo que te va a suceder. 
―Sabe mejor lo que le va a suceder.


Su mano se eleva más en mi muslo.


―Buen toque. ―Joder, me está matando.


―El puto campeón. ―Un atisbo de sonrisa ilumina sus ojos y niego―. Deberías correr, pequeña.


―Lo hice y terminé aquí.


Cuando su mano se levanta de nuevo, amenazando con frotar la tienda de campaña que tengo, pongo mi mano sobre la suya, deteniéndola.


―¿Estás segura de saber lo que pides?


Asiente.


―No soy una niña. Sé lo que he tenido en la vida y lo que quiero en el futuro. Buen toque.


―No me jodas ―gimo mientras me recuesto, tomo su mano y la sostengo contra mi pecho.





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