HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS
LENGUAJE ADULTO
miércoles, 12 de octubre de 2016
CAPITULO 16 (TERCERA HISTORIA)
El impulso de consolarla envió mis labios a su frente, y un gesto, consolarla, al instante se convirtió en algo más.
Confort, proteger, reclamar...
Espero consolarla, porque hizo como la mierda menos cómoda mi cintura en 2,2 segundos. La protección llega entonces, pero ni siquiera pude mirar hacia atrás, porque sabía que eso no es lo que haría. Reclamar fue tercero en mi lista de cosas por hacer, y no puedo hacer eso por tres días, pero tengo la intención de hacerlo.
Me paro frente al gimnasio y entro de un salto, usando mi llave para entrar.
Al ver la luz en el despacho de Salvador, camino a ella, después empujo la puerta abriéndola, y Kid y Salvador me ven.
―¿Qué demonios haces aquí? ―gruñe Salvador hacia mí mientras veo a Kid empujar jeringas y frascos pequeños en un refrigerador.
―¿Qué demonios esta pasando? ―pregunto. Kid se levanta y mueve la cabeza hacia Salvador.
―Tienes que hacer esto ahora. ―Mira hacia mí y asiente mientras camina pasándome y sale por la puerta.
―Siéntate, muchacho. ―Salvador mira hacia mí, y hago lo que me dice.
Me siento en la silla plateada de metal y me inclino hacia delante.
―¿Que esta pasando?
―Primero, dime lo que estás haciendo aquí.
Lo miro, realmente viéndolo. Sus ojos tienen un tinte amarillo, y su piel tiene un tono gris. He visto esa coloración antes. He estado tan atrapado en Paula todos estos meses, que ni siquiera he visto lo que ha estado ocurriendo justo
enfrente de mi cara. La tos, el vómito, la pérdida de peso, la fatiga. Todo se estrella contra mí como un golpe bajo en el estómago. Cáncer.
―¿Estas enfermo?
―Dije tú primero ―refunfuña mientras toma un medio quemado cigarrillo Swisher y su Zippo. ―Derrama, chico ―dice mientras lo enciende.
―El padre de la chica esta muerto. Me llamó Johnny para responder algunas preguntas. No quise decírtelo por teléfono, pero necesito una coartada que no implique la pelea de esta noche.
―Estuviste aquí, entrenando. ―Exhala el humo de olor dulce.
―Bien, ahora tu turno.
―Muriendo. ―Me mira a los ojos―. Nada puede hacerse. No iba a decírtelo hasta que...
―¿Qué estás qué?
―Tengo cancer, chico. ―Chupa otra calada―. Nada puede hacerse.
¡Mierda! No esa mierda de nuevo.
―¿Qué tal si dejas de fumar?
―¿Qué tal si te callas y me dejas en paz?
Sus ojos son cada vez pesados, así que sé lo que Kid le dio.
―Sera mejor que te vayas ―dice mientras aplasta el cigarro en el cenicero―. Hablaremos más tarde.
―Esto es mas importante ―mascullo.
―Mira, nunca he tenido hijos, pero te tengo a ti, y le juré a un amigo que cuidaría de Kid. Tú y él son todo lo que tengo. Ambos necesitan estar juntos, ayudarme a salir de esto, pero estoy absolutamente seguro que van a dejarme ir.
―¿Estas preguntandolo o diciéndolo?
―Diciéndolo ―dice, mirandome con severidad.
Siento emociones en ebullición.
―Te quiero, hombre. ¿Seguro que nada se puede hacer? Haré lo que malditamente desees.
―Bien, ahora saca tu trasero de aquí y ve a decirle a Johnny que estuviste conmigo. Después, hazte cargo de esa chica.
―Es tan putamente joven.
Él sonríe.
―Entonces entrénala bien. Ahora vete. ―Se pone de pie, sosteniéndose sobre su escritorio―. ¡Kid!
Se abre la puerta, y Kid entra. Me mira, y lo miro, entendiendo lo que pasa en esa mirada. Entonces asiento.
―Te quiero, hombre. ―Le doy a Salvador un rapido abrazo con un solo brazo, después salgo del gimnasio antes de que pierda mi mierda.
Brinco en mi auto y golpeo el volante un par de veces antes de comenzar a alejarme.
Mientras conduzco a la comisaría, pienso en mamá, en Salvador, y creo que en Paula. Anteriormente, cuando mierda tan profunda como esta me llegaba, huía.
Corría fuera, escapaba de mis problemas, corriendo hasta que podía darle algún sentido a la mierda al revés en el mundo. Corría hasta que podía visualizar lo que era correcto.
Luego iba con Salvador y golpeaba como la mierda una bolsa hasta que estaba agotado físicamente. Después de eso, me hundía en algo caliente hasta que estaba rodeado de un sentimiento que triunfaba sobre mi necesidad de dolor, mi liberación.
En este momento, tengo que correr, necesito golpear mierda, necesito tener sexo, pero primero tengo que asegurarme que la pequeña está bien.
Entro por la puerta doble de la comisaría, donde Johnny Ley está caminando detrás de un escritorio.
―La próxima vez, iré a buscarte ―gruñe hacia mí.
Yo sonrío.
―Haz lo que tengas que hacer.
Después de que deja escapar un gemido de frustración y me devuelve el saludo, escucho el clic familiar de la puerta abriéndose, y suelto una risa.
―¿Qué es tan divertido, Alfonso? ―Los ojos de Johnny se estrechan hacia mí.
―Por primera vez abrí la puerta yo mismo. Por lo general, estoy usando esposas de acero.
Él niega.
―Sabes que no es verdad, Pedro.
―Era una broma. Debido a que decidiste cruzar esta línea, supongo que probablemente sera cierto en el futuro ―digo y lo sigo a su oficina.
―Toma asiento.
―No importa si no lo hago. ¿Tienes algo de café de mierda?
Él mira hacia atrás, con los ojos entrecerrados.
―¿Qué hombre? Tengo antojo. ―Inclinando hacia atras la silla, pongo los pies sobre el escritorio, y me relajo de nuevo, enlazando las manos detrás de mi cuello.
―Esta mierda no es divertida. ―Arroja una carpeta, y patina deteniéndose cuando llega a mis pies―. Chaves esta muerto, su hija desapareció, y tú, ahí con aire satisfecho, has sido el que ha estado tratando como el infierno de conseguir que alguien saque a la chica de allí. Tú y ella son sospechosos de mierda de primera mano en este homicidio.
Dejé escapar un suspiro, tirando de mis pies de su escritorio, y agarrando la carpeta. Mirando el interior, dos sentimientos se combinan dentro de mí: náuseas y alivio.
―Parece que se cayó por las putas escaleras.
―Claro como el demonio que lo hizo, y de cabeza ―le digo, volteando la foto hacia los lados―. Debe haber putamente dolido.
Johnny cierra el puño sobre el escritorio.
―¡No es una maldita broma!
―Nunca dije que lo fuera. ―Cierro la carpeta y la empujo a través del escritorio para que golpeé su mano―. Disculpa, me equivoqué.
―Tú, maldijo hijo de...
―Cuidado, Johnny Ley ―gruño hacia él.
―Podría arrestarte como la mierda ahora.
―Tengo una coartada sólida como una roca. ―Atajo de nuevo.
―Sí, eso he oído. ¿Debo felicitarte por tu victoria, Hitmaker?
―Bueno, eso estaría bien, pero prefiero campeón. ―Me pongo de pie y miro el reloj―. Tengo lugares a los cuales ir, gente a la que ver, y es obvio que no tienes intención de detenerme, o lo habrías hecho para ahora. Mi palabra es todo lo que tengo en este mundo, y tú y yo sabemos que cuando digo que no maté a la mierda, es la verdad. Me gustaría haberlo hecho, y esa es la verdad, también.
―¿Dónde esta la chica? ―suelta a presión.
―¿La chica? Ni idea de lo que estamos hablando, pero puedo prometerte que ella no lo mató, tampoco. Tal vez sólo cayó por las escaleras de mierda, hombre. Los borrachos hacen mierda así todo el tiempo.
―¿Es la verdad, Alfonso? ¿Realmente no sabes dónde está?
No contesto.
―Quiero hablar con ella ―dice, un poco mas tranquilo que antes. Es por eso que me arrastró hasta aquí. No puede encontrar Paula. Bien. Tengo la intención de que siga siendo así.
―Bueno, entonces te sugiero que la encuentres. ―Me detengo―. Oh, mierda, no pudiste hacer eso, tampoco.
―Ni tú y tus hermanos pueden ―dice con una arrogancia que me molesta.
―¿Qué tal si dejas de andar alrededor y tratas de usar tus habilidades de súper poli?
―¿Qué tal se tienes en cuenta que es una puta menor? ―grita.
―Sólo por un par de días más, hombre, eso es todo. Después, el sistema no podrá tocar a la chica.
―Sera una adulta entonces, Alfonso, y entonces podría terminar en la cárcel ―advierte.
―No, si no lo hizo.
―No soy el enemigo aquí ―dice en un tono apenas-como-enojado.
―No. Sin embargo, la credencial detrás de la que te ocultas y la edad te han hecho perezoso y sin corazón.
―Estas hilando muy fino ―se burla.
―Fuiste un infierno de policía una vez, Johnny, así que ¿qué tal si te encuentras de nuevo? ―Abro la puerta y miro hacia atras―. Pon esa mierda a descansar como homicidio. Un borracho se cayó por las escaleras, puto caso cerrado.
―No vayas muy lejos, Alfonso. Si la autopsia demuestra lo contrario, voy a necesitar una declaración.
No digo mierda, simplemente sigo caminando a la salida.
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