Esa noche me estaciono en su casa y Emi sale.
―Iré por ella.
Paula quería esperar hasta que fuera la hora de acostarse de la pequeña para nuestra cita y no podía culparla ni un poco. Además, Emi tenía ganas de venir y hacerse cargo de la pequeña. Martin se va a encontrar con ella aquí cuando cierre el bar, lo cual es absoluta y malditamente perfecto.
Eso significa que puedo estar con Paula y quedarme por un tiempo.
Esta noche, recuperaré mis bolas y espero acabar con ellas todavía en mi posesión.
Salgo de mi auto cuando la veo aparecer. No usa negro hoy, sino una falda larga hasta el tobillo de color amarillo claro y una blusa blanca.
―Lo caballero dicta que debo decir “Te ves absolutamente asombrosa”, porque lo haces. Nunca en mi vida he visto algo tan hermoso. Pero también me pregunto si te das cuenta que voy a tener una erección toda la noche.
Se inclina hacia adelante y me besa con dureza, su lengua presiona ligeramente mis labios y me abro a ella. Le permito conseguir una probada y luego tomo lo mío. Cuando me quedo sin respiración, me aparto tristemente, dejando mi frente contra la suya.
―Cristo, pequeña mamá ―gimo, entonces retrocedo, abro la puerta, tomo las flores y se las entrego―. Espero que te gusten las rosas.
―¡Mierda, Pedro! ¡Esas son muchas flores! Cuestan demasiado, devuélvelas.
―Tengo mis bolas de regreso esta noche ―abro más la puerta―, aunque intentaste robarlas en este momento. ―Me agarro a mí mismo―. Síp, todavía están ahí. Oh, para que lo sepas, no tienen espinas. Se las corté. No te preocupes, sin embargo… su belleza todavía está protegida. Segura conmigo, a salvo contigo, segura…
―Está bien. ―Traga y las mira―. Son hermosas.
―No tan hermosas como tú. ―Me acomodo a mí mismo―. Cristo.
Cierro la puerta y la veo sonreír radiantemente mientras las huele.
Entro, me abrocho el cinturón, arranco el auto y la miro de nuevo.
―En la cena, tienes que sentarte enfrente de mí, no a mi lado, porque no puedo prometerte mantener mis malditas manos quietas.
Levanta la vista de las flores, se cubre el rostro y ríe.
―Gracias por las flores.
Extiendo la mano y tomo la suya, llevándola a mi boca y besándola. Su piel es suave y huele bien. No puedo evitarlo… le doy un lametón. Cuando no la retira, le doy otro.
Lleva mi mano a su boca y me devuelve el beso. Luego se recuesta en su asiento y exhala larga y lentamente.
Está relajada. Joder, incluso parece estar divirtiéndose. Y estoy… jodidamente duro.
―¿Te importa si te muestro algo antes de ir al restaurante?
―Claro.
―¿Confías en mí?
Abre los ojos y me mira.
―Sí. Sí, lo hago.
―Boca. Por favor.
Después de besarla agradable y lentamente, me reclino sintiéndome muy bien. Realmente bien. Nunca jodidamente mejor, en realidad.
Pongo el auto enfrente del edificio de cuatro pisos y estaciono.
Mira por la ventana, después de nuevo a mí.
―¿Es esto lo que querías mostrarme?
―Síp. ―Abro la puerta, salgo y abro la suya―. ¿Vienes conmigo?
―Por supuesto…
Caminamos por el callejón entre los dos edificios. Detrás hay un estacionamiento con un pequeño garaje y más allá de eso hay un gran patio con una valla que rodea ambos lados y la parte de atrás. Es más grande que la mayoría en la ciudad.
―Estoy bastante seguro que voy a comprar este lugar.
―¿Para qué? ―pregunta, mirando alrededor.
―Algo así como una casa o refugio para mujeres. Mujeres con niños, para ser exactos. Mujeres…
―Como yo. ―Frunce el ceño y veo la pared levantándose.
―No, como mi mamá.
Me mira.
―Mi esperanza es darles un hogar, un lugar al que puedan ir hasta que puedan lograrlo por sí mismas, tal vez encontrar algunas personas en situaciones similares. Ya sabes, una fraternidad, o…
―Una hermandad ―me corrige, y me aprieta la mano.
―Tal vez, si ven a otras que han estado allí, que han hecho eso y escapado, también puedan hacerlo. Por lo menos, les dará un lugar donde sus hijos y ellas puedan acostarse por la noche sin tener que preocuparse de que alguien venga y
las golpee como el infierno, las fuerce a…
―Me gusta, pero hay tal estigma asociado a lugares como este. Algunas personas ni siquiera considerarán venir.
―Sin embargo, algunas lo harán. Joder, si una lo hace, eso significa que ayudé a hacer el bien.
―¿Cómo lo pagarás?
―Vendí mi casa en Atlantic City.
―¿Eras dueño de una casa allí también?
―Síp. No iba mucho, sin embargo. Me atraía más Las Vegas. Ahora sé por qué.
Aparta la mirada con las mejillas enrojecidas.
―En el primer piso habrá una oficina, sala de estar, cocina y comedor. El segundo y tercer piso podrán tener cuatro pequeños apartamentos de tres dormitorios. Así serán ocho apartamentos, y todos amueblados. Con estancias de
noventa días, lo que les dará tiempo suficiente para encontrar un trabajo, un lugar propio y con suerte ganar algo de fuerza, o, por lo menos, darles esperanza.
―Deberías tener en cuenta seis de dos habitaciones. Poner literas, cuatro en cada cuarto. Las madres tomarían una litera. Infiernos, se quedarían en el suelo si eso significara que sus hijos estarían a salvo.
―No todas las madres, Paula.
―Las que realmente quieran algo mejor. ―Asimilo sus palabras―. Terminarás con un lugar lleno de ocupas, personas “dame-dame”, si no empiezas a endurecerte y estableces normas y expectativas. Algunas personas no quieren ir por su cuenta. Algunas personas no tienen intención de hacer el trabajo que se necesita para romper un ciclo.
―Mi chica sería…
―¿Tu chica?
―Está bien, mi pequeña mamá.
―De nuevo, ¿”tu”?
―Necesito recordarte que esta noche estoy en posesión de mis bolas.
―Tengo que recordarte que no hay etiqueta en esta relación.
―¿Serás mi novia, Paula? ¿Saldrás conmigo en exclusiva? ¿Harás…?
―Cállate. ―Suelta una risita y me empuja―. ¿Qué edad tenemos?
―Está bien, entonces sé mi chica y de nadie más.
―No he estado con nadie…
―Sé mía.
―Nadie me posee, Pedro.
―No es una cosa de propiedad. Eres libre de cancelarlo cuando quieras. Infiernos, puedes mantener las bolas, menos en la cama y cuando salgamos. Pero sé mía.
―Tú sé mío. ―Coloca las manos en sus caderas, haciéndome reír. Luego niega y baja la mirada―. Qué tal si salimos en exclusiva.
La acerco a mí con fuerza y la beso como un estúpido, su cuerpo se funde en el mío. Cuando tomo y doy lo que necesito, lo que ella necesita, me aparto.
―De acuerdo.
―Pedro, me gusta lo que estás comenzando aquí. Es admirable y manda un mensaje claro acerca de quién eres. Pero, por favor, no me pidas ser parte de ello.
―No voy a hacerlo.
―No estoy lista para asumir algo más. Tengo mi libertad, a mi hija, un trabajo, un lugar propio. Necesito esas cosas.
―Lo sé. Es por eso que no te lo pedí.
Mira hacia arriba.
―¿El cuarto piso?
―Esa va a ser mi casa.
―Esa es una caminata.
―Hay un ascensor de carga, accesible sólo para mí.
―Es una gran empresa.
―No estará lista en una noche. Puede tomar un año, pero va a cambiar vidas.
****
Después de la cena, el estacionamiento y de casi convencerla para que me deje tenerla en el asiento trasero del auto, nos dirigimos de nuevo a su casa.
Martin y Emilia se van y terminamos en su dormitorio, en el suelo.
Me estoy quitando la ropa cuando me pregunta:
―Así que no más Las Vegas, Atlantic City o…
―Un viaje más a Las Vegas. Tenía la intención de hablar contigo acerca de eso. Me gustaría que vinieses.
―No sé si es una buena idea, Pedro. Yo…
―Tu ex está en la cárcel, irá a juicio por unos diez cargos diferentes y he sido llamado para testificar.
―¿Tú? ¿Por qué?
Respiro profundamente, listo para soltarlo todo.
―¡Por qué!
―Un juego, una apuesta que creyó que ganó, pero al final, no lo hizo. Él…
―¿Qué juego? ¿Cuál apuesta?
Le digo todo, no me guardo nada. Una vez que termino, mira al techo durante un tiempo antes de finalmente hablar.
―Así que, por eso el interés en Camila. Sientes como que tú…
―El interés por Camila comenzó porque estaba enamorándome de su mamá. Pero entiende, lo habría hecho por cualquier persona que tuviera a un patán hijo de puta pensando que la poseía. No importa cuántas veces te diga que quiero que seas mía, no quiero poseerte. No de esa forma.
―Tienes que irte.
―No he terminado aquí. Ni por asomo, y porque todavía técnicamente poseo mis bolas por ahora, vas a escucharme. ―Su rostro se enrojece, lo que me dice que está lista para explotar―. Cuando conducía fuera de Las Vegas, me
siguieron. En un semáforo, una camioneta negra se subió literalmente sobre mi puto Porsche. Cuando salí, tu ex emergió de la camioneta con una barra de hierro y tuvo algo de diversión con mis costillas, después con mi rostro. Es por eso que volví más tarde, pero no quería que lo supieras porque no es tu puta culpa.
―Entonces, ¿de quién fue?
―Mía. Podría haberle dado una paliza, podría haber salido ileso, pero disfruto un poco del dolor. Le permití golpearme como el infierno, sabiendo que la policía lo estaba viendo. Sabía que vendrían para apartarlo. Lo que no esperaba era que me amenazara con matarme cuando estaba esposado, el estúpido hijo de puta. No tengo ni idea de cómo sigue vivo. Un hombre así, jodiendo a la gente de la manera en que lo hace, debería haber muerto desde hace mucho tiempo. Pero ahora, puede pudrirse tras las rejas mientras Camila y tú viven.
»Si quieres decirme que me vaya a la mierda,Paula, si me quieres fuera de tu vida porque todavía no puedes ver lo que significas para mí, entonces me alejaré, sabiendo que estás a salvo. Pero si puedes confiar en tus sentimientos y en lo que te digo, entonces esto podría ser jodidamente perfecto. Tómate tu tiempo y piénsalo. ―Me vuelvo para irme, después me detengo―. Quiero que te sientes a mi lado en ese juzgado en Las Vegas. Quiero que veas con tus propios
ojos que no te puede tocar. También quiero los miércoles por la noche con Camila, porque esa mierda va a doler si se detiene, tanto como va a doler si tengo que alejarme de ti. Faltan dos semanas hasta Las Vegas. Haz lo que sea que creas que necesitas hacer. Simplemente avísame.
Camino hacia la puerta, con ella siguiéndome, entonces me doy la vuelta y la miro a los ojos.
―Te mereces mucho más que vivir tu vida con miedo.
―No tengo miedo de nada ―sisea mientras las lágrimas caen por su rostro.
―Pruébalo.
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