HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

sábado, 17 de septiembre de 2016

CAPITULO 14 (PRIMERA HISTORIA)





No debería confiar en él. No debería estar tan cómoda a su alrededor. Es mi jefe, por el amor de Dios. Hay algo familiar en él, sin embargo. Más que eso, hay algo misterioso sobre él. ¿Por qué está siendo tan amable conmigo? Me recogió en el trabajo para decirme que tiene mi auto y que está afinándolo. ¿Por qué está arreglándolo para mí? ¿Por qué hace cualquier cosa por mí?


Los cuentos de hadas son para las niñas con sueños. Creí en ellos en otro tiempo. ¿Podría mi nuevo jefe ser un caballero cubierto con una armadura de tatuajes? Desde luego, podía soñar con eso, ya que parece estar por todas partes donde necesito que esté. Por necesidad siempre he tenido que cuidar de mí misma. Nunca he querido pedirle nada a nadie. Pedro no me hace pedirle nada.


Froto mi trasero, pensando en mis bragas que dicen: “Soy una sobreviviente”. Mi nuevo trabajo ha sido estresante y difícil, pero estoy sobreviviendo.


Me dirijo al hospital con un poco de ánimo en mi paso. Es agradable ver algo bueno en un mundo lleno de malos.


El día va rápidamente al sur cuando tengo que ayudar a una familia a hacer arreglos para sacar a un ser querido de soporte de vida. La parte más difícil de mi trabajo es ayudar a las personas que enfrentan la necesidad de formas tales como un DNR, No Resucitar, un testamento en vida, o una forma médica fiscal. Cuando se trata de un niño, tira de las cuerdas de mi corazón aún más.


Esta familia se enfrenta a la pérdida de su hija de nueve años. Estuvo en un accidente de bicicleta, se golpeó la cabeza, y nunca va a despertar. La función cerebral se ha ido. Decisiones tienen que tomarse, decisiones difíciles que no podría imaginar tener que hacer, pero es mi trabajo ser un lugar de apoyo e información.


—Estoy segura de que el jefe Melancólico estará encantado de enjuagar tus lágrimas. —Anto intenta animarme después de que finalizo toda la documentación para la familia. Al parecer, hablo demasiado de mi trabajo a tiempo parcial en mi trabajo a tiempo completo para que las chicas sepan siquiera sus apodos, ¿eh?


—El jefe melancólico no es tan malo. Es mejor que Resbaloso siempre tratando de entrar en mi ropa interior.


—¿Nunca vas a averiguar sus nombres reales? —interviene Tamy.


—Escuché lo suficiente como para creer que Melancólico es Pedro, Resbaloso es Gonzalo, y Deportista es Lucas.


—Espera, ¿Pedro, Gonzalo, y Lucas? ¿Hablas en serio en este momento? No escuché esa noche en que llegamos a verlos agitar su trasero en la barra. —Anto se ríe mientras sigue diciendo sus nombres—. “Detroit Rock City y sus rebeldes solteros teniendo una noche de damas en Hooligans”. Puedo ver la publicidad ahora. Esto lo convierte en una gran comercialización.


—Basta. —Me río de ella.


—Sólo trato de que no pienses en este trabajo, cariño. Y tu otro trabajo es una gran distracción para todas nosotras. Si sólo el chico con el que jugueteaste en el armario volviera, entonces sería una mejor distracción.


—Oh, Dios mío, no puedo creerlo. Déjalo ir. No traeremos más a colación el jugueteo del armario. —Incluso si lo revivo cada noche en mis sueños, agrego en mi mente.



***


La noche del martes, Gonzalo está fuera de la ciudad, dejando a Lucas y a Pedro conmigo mientras empiezo mi turno. No pasa mucho tiempo antes de que dos damas vayan a la barra y empiecen a coquetear con Lucas sin ocultar que él está más que dispuesto a ceder con cada una de las que lo quisieran.


Los tres desaparecen en un baño en la parte de atrás por un poco. Cuando regresan, veo como las chicas tienen miradas claramente satisfechas en ellas mientras Lucas le sonríe a Pedro. Las chicas piden una última copa cada una, mientras Lucas regresa al trabajo. Las oigo murmurar acerca de lo grandioso que fue. Bla, bla, bla.


—¿Por quién debemos preguntar si venimos otra noche, en tu busca? —le pregunta la Tonta Uno a Lucas.


Dejo de limpiar la barra cuando escucho su respuesta.


—Llámame Alfonso, nena —responde Lucas con la misma confianza que mi hombre en la máscara.


Oh, Dios mío, esto no está sucediendo. Estaba borracha, estaba oscuro, y el armario era pequeño, pero creo que se trata de la altura adecuada. De ninguna manera, no me acosté con Lucas. Estimado Dios, creo que lo hice. ¿Qué tan grandioso fue?


Me apresuro al baño. Piensa, Pau, piensa. No podía ser Lucas, ¿verdad? La noche es tan difusa en mi mente.


Rodando mis hombros hacia atrás, me froto el trasero, necesitando mi inspiración encubierta.


“Endurécete, botón dorado,” mi ropa interior me recuerda que debo salir adelante.


Bueno, posiblemente pude haber tenido sexo con mi jefe, pero necesito desesperadamente este trabajo también como para dejar que una noche en un lío de armario me haga ceder. Voy a dejar atrás mi escapada de ebriedad, incluso si esa noche en el armario fue la mejor experiencia sexual que he tenido. Además, él claramente no sabe que era yo, así que todo está bien.


Voy a seguir con el trabajo, como de costumbre. ¿Puedo conseguir algunas bragas que me recuerden eso?



***


El jueves por la noche, los tres hermanos están trabajando. Gonzalo me llamó esta noche, a pesar de que no creo que Pedro quiera que trabaje en la noche de damas. Anto vino conmigo en caso de que Pedro en realidad no me quisiera allí. La casa está repleta. Gonzalo me nota primero.


—Lleva ese trasero detrás de la barra, chica. No te llamé aquí para que me veas agitar el mío —dice en voz alta hacia mí.


Miro a Pedro por su aprobación. Él asiente de regreso. 


Entonces miro a Anto, quien me hace un guiño, y me voy.


Durante toda la noche, empujo hacia atrás todo pensamiento de Lucas siendo mi hombre misterioso tan pronto como viene hacia adelante. Si me permito pensar en ello, lo único que haré será empezar a pensar en el hecho de que, si Alfonso es su apellido, podría ser cualquiera de los hermanos. ¿Qué voy a hacer? Sinceramente, no sé con quién me acosté esa noche.


Cuento los minutos mentalmente mientras la noche llega a su fin. Han sido unos largos pocos días y una semana larga en el hospital, así que estoy deseando llegar a casa.


Todos estamos limpiando cuando Lucas comienza a alinear tragos. Está atado esta noche con la adrenalina del éxito de la noche de señoritas de los jueves.


—No puedo beber en el trabajo —le digo mientras continúo limpiando vasos.


—Esa es una mierda. Es la noche de señoritas, y tú eres una dama —dice Lucas mientras sirve cinco tragos.


—Nada para mí. —Pedro levanta la mano—. Tengo que conducir.


Levanto la vista hacia él. Por primera vez esta noche, se sienta y tira de su cuello, relajándose.


Entonces, pone sus manos detrás de su cuello y cierra los ojos.


—Parece que tienes dos, Pau. —Lucas pone dos tragos delante de mí.


—Realmente no debería —digo, mirando a Anto con malestar.


—Uno de nosotros debería estar celebrando. Esta noche hubo una gran multitud, gran dinero. Tu bote de propinas está desbordante. —Pedro abre los ojos, sus labios se fruncen un poco—. Adelante, celebren.


No puedo evitar sonreír. Fue una noche difícil, pero no metí la pata casi tanto como lo hice las otras noches. Tal vez estoy entendiendo las cosas mientras Lucas dice:
—Por la semana —sosteniendo en alto su trago.


—Por la semana —digo, y los cuatro bebemos nuestros tragos.


Pedro se levanta y asiente hacia nosotros.


—Yo me encargo del dinero y de darte tu primer sueldo oficial, mientras los chicos terminan aquí.


Lo observo mientras camina hacia la puerta que conduce a su oficina, admirando su trasero.


—Entonces —Lucas me entrega mi otro trago y vierte otro para Anto—. ¿Cuáles son tus planes para el resto de la noche?


Antonia saca su teléfono y envía un mensaje. La sonrisa en su rostro sólo puede significar una cosa.


—Me recogerán aquí en unos diez minutos.


—Llamada de botín, ¿eh? —Lucas sostiene el puño, y ella lo golpea con el de ella—. No hay nada malo en ello.


—Apuesto a que habrá una gran cantidad de hombres felices esta noche por ver los tres finos agitados, traseros sobre la barra.


—Oh, Dios mío, Anto. —Jadeo y miro a Lucas, sintiendo mi rostro arder.


—Lo siento.


—No necesitas disculparte. Estoy contento de estar al servicio de los hombres en el área y, por supuesto, de las damas, también.


—Maldita sea, muchacho, si hubiera sabido que estabas proporcionando servicios, nunca habría enviado ese mensaje. —Antonia se bebe el segundo trago servido.


—Antonia —Cubro mi rostro—. Somos mujeres. —Y, quién sabe, puede que ya haya tenido sexo con él, pienso para mí misma.


—Y, como descubriste hace dos fines de semana, una mujer tiene que poseer su sexualidad —me dice Anto en voz alta.


Oh, Dios mío, creo que siento que mi rostro comienza a arder.


—Oh, Anto, no te detengas ahí. Derrámalo. Dime todo acerca de nuestra pequeña Pau.


—¡No, Anto, no! —Cierro, a pesar de no querer que lo haga. 


Si le dice una cosa para él, y es el Alfonso en cuestión, voy a estar devastada. Para un hombre como Lucas, ciertamente no sería que lo recordaría, aunque personalmente no puedo dejar los recuerdos de esa noche.


Ella se ríe.


—Una señorita nunca lo dice, pero Pau aquí es dueña de su poco de escapadas-de-sexo. Ella no…


—Está bien, suficiente. —La miro con ojos suplicantes.


—Está bien —dice con una carcajada y sostiene su mano mientras Lucas empuja otro trago—. Uno más de esos, y voy a estar arrastrando mi trasero al armario más cercano. —Hace una pausa.


—¿Armario? —Lucas se inclina—. ¿Qué te parece justo aquí en la barra?


—No en mi barra —dice Pedro con una sonrisa mientras sale de la parte posterior—. Hemos tenido suficiente esta noche.


Justo en ese momento, suena el teléfono de Antonia.


—Mi paseo. —Hace una pausa levantándose mientras hablamos.


—Lo conseguirás, tú, sexy, sexy mujer. —Lucas le hace un guiño—. Pero, si se queda corto. —Se agacha y se agarra a sí mismo—. Tú irás en la parte de atrás.


Ella se ríe, y juro que comienza a volverse de color rosado, que es muy diferente a ella.


—Buenas noches, chica. —Me da un abrazo y luego sale por la puerta.


—¿Tienes que llegarle a cada mujer que camina por aquí? —Pedro sacude la cabeza.


—Oh. —Lucas lanza sus manos en un movimiento de disculpa—. Eso viene del ladrón de bragas.


—¿Del qué? —Ríe Pedro.


Lucas se ríe mientras se agacha debajo de la barra y toma algo de su lona luego lo arroja sobre la barra.


—Conseguí esos de los productos de limpieza que dejó el traje.


El reconocimiento me golpea. Instintivamente, me estiro de inmediato por ellas, al mismo tiempo que Pedro, sabiendo exactamente lo que es. Tenemos un pequeño juego de tira y afloja sobre como quiero nada más que ocultar mis bragas y a mí por el resto de la eternidad.


—Uno de ustedes tiene que alejarse. —Lucas se ríe a carcajadas—. Lean cosas descaradas como: “El consentimiento es requerido para tener sexo”.


Avergonzada, muevo mi mano hacia atrás y miro hacia Pedro quien parece sorprendido por mi reacción.


Echo un vistazo atrás a Lucas y me obligo a reír.


—Él gana. —No me atrevo a mirar hacia atrás a Pedro. Lo puedo sentir mirándome—. Otro trago por favor.








2 comentarios: