HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

domingo, 18 de septiembre de 2016

CAPITULO 15 (PRIMERA HISTORIA)





Meto las bragas en mi bolsillo trasero.


—Regresaré. ¿Ustedes dos piensan que pueden quedarse lo suficientemente sobrios para barrer el suelo?


—Guau, hombre, ¿es tu momento del mes? —Lucas se ríe mientras lanza el trapo por encima del hombro.


—Sí, algo así. —Empiezo a ir a la puerta—. Volveré con tu paseo —le digo a Paula sin molestarme en mirar hacia atrás mientras camino por la puerta.


Una vez que la puerta se cierra detrás de mí, el aire frío golpea mis pulmones, y finalmente suelto un aliento. Me quedo ahí por un minuto, tratando de averiguar qué diablos voy a hacer acerca de este pequeño predicamento en el que me he metido a mí mismo. Pecados del padre. No quiero que sea así.


Después me doy cuenta de que mis bolas están en grave peligro de congelarse, empiezo el camino a casa. Debería haberme ido más temprano, cuando estaba más caliente, pero esa pequeña polluela loca tenía mi atención y me mantuvo entretenido toda la maldita noche.


Esta mierda no es buena, no es buena en absoluto. Maldito Lucas. Es su culpa. Quiero decir, más o menos.


Si sólo hubiera ido a esa condenada beneficencia como se suponía que debía, nada de esto habría pasado.


Abro la puerta del garaje y miro el auto, sacudiendo la cabeza mientras pienso en la cantidad de tiempo que he pasado en él. Quiero decir, ¿quién diablos hace eso? Yo no.


Bueno, no por una chica con la que tuve sexo como el infierno y que no tenía intención de ver de nuevo, incluso si no supiera quién era cuando empecé.


Entonces, ella se aparece en mi bar, actuando como la versión moderna del cuento de hadas de alguna princesa que necesita ser salvada. Cenicienta y las pequeñas bragas que dejó en el baile. Sin embargo, no soy ningún puto príncipe azul. Ni siquiera me gusta abrazar y la mierda después de echar un polvo. Necesito unos momentos después de que me vengo para conseguir mi mierda
junta antes de querer que me toquen.


Aunque, seguro que no soy el tipo de persona que viene, se levanta y se va. Y ella putamente me abandonó. Ella, la señorita bragas que ama los gatos de dibujos animados y las hadas, me abandonó, y le di un paseo.


Fui la perra de alguien, y ni siquiera lo supe.



***


Camino en el bar para ver a Lucas inclinado sobre la barra, sonriendo tan brillante como una de las señales fluorescentes de cerveza colgando en mi maldita ventana. La forma en que ella lo está mirando es molesta por decir lo menos.


En el tiempo que me tomó ir a casa y volver, ella ha trabajado su camino de borracha a borracha descuidada. 


Aquí está, sonriéndole a Lucas, bebida hasta el trasero. 


Entonces, putamente resopla cuando se ríe, y las proverbiales bragas de vidrio encajan ahora en el trasero de la señorita Suaves Bragas, cubriendo esa dulce y penetrable vagina.


—¿Casi están listos? —les pregunto a los dos. Lucas se queda conmigo, así que al menos existe seguridad en los números.


—Tengo a una señorita esperando en la cuadra. —Le hace un guiño a Pau luego camina hacia la puerta.


—Tómalo con calma pequeño. Ella es una mierda cara.
Cálmate. ¿Tomarlo putamente fácil?


Mientras camino junto a la barra y apago las luces, veo a Pau mirando hacia otro lado.


—¿Estás lista? —le pregunto al caminar alrededor de la barra.


—Síííí —grita.


Mientras se pone de pie, se tropieza. Tengo que esforzarme para evitar que mis manos se estiren para asegurarse de que no se cae. Mientras ella agarra la barra para mantener el equilibrio, yo me levanto y miro.


—No debí haber tomado esos tragos —murmura y luego se encoge de hombros—. No soy buena con los tragos.


No respondo porque soy muy consciente de cómo se pone con los tragos. ¿Quién diablos dice eso? Una medio loca y borracha.


—O para beber en realidad. Soy muy, muy mala para beber.


Le doy un momento para sí misma, tomando un poco de extraño consuelo en que se sentía incómoda. Diablos, yo me siento incómodo.


—Eso es obvio. Mira, vamos a llevarte a casa. —Camino lentamente para que, si ella cae, pueda atraparla.


Cuando vamos afuera, ella se ríe en alto, dando un pequeño resoplido y cubriendo su boca. Por un momento, me olvido de que estoy enojado con ella por engañarme, que es exactamente lo que asumo ha hecho. Maldita sea si no se hace difícil estar enojado con ella, sin embargo. El pequeño resoplido me lleva de vuelta al armario, que es donde quisiera que esta mierda se hubiera quedado.


Capto su mirada mientras ella toma su auto. Incluso en su borrachera, se ilumina de emoción. Sus ojos son brillantes tienen un trazo inyectado de sangre, pero de cualquier manera, está radiante.


—¿Tú hiciste esto?


—No fue nada —le digo mientras abro la puerta del pasajero, jugando de esa manera.


—Sin duda, fue-es-bueno, ambos —dice mientras se mete en su auto. Juro que huele los asientos antes de sentarme atrás y gemir—. Oh. Mi. Dios. Incluso limpiaste aquí. —Se asoma hacia mí a través de la puerta abierta.


—¿Puedes sentarte para poder cerrar la puerta?


Una vez que hace lo que le pedí, camino alrededor del auto, abro la puerta y empiezo a entrar.


Pau se monta sobre la consola, frotando el volante.


—Reemplazaste la cubierta.


—Conozco a un hombre, y tenía algunas cosas por ahí, no es gran cosa.


—Es una gran cosa. Es hermosa. No recuerdo este auto con este aspecto. —Ella se sienta atrás, y yo termino de entrar—. Gracias, Pedro. Muchas gracias. —Cubre su rostro con ambas manos—. Nadie nunca —sorbe—, nunca, nunca, jamás me han hecho sentir como tú. —Se detiene y mira hacia arriba—. Eh-oh, historia equivocada, historia equivocada.


Estoy tratando de no reírme. Se supone que debo estar molesto. Diablos, si no está haciéndolo difícil porque está jodida. No, está bebida.


—¿Y qué tal si sacas tus llaves del apartamento de tu bolsa, por lo que, si te desmayas puedo meterte dentro?


—Por supuesto —dice ella, secándose los ojos—. Claro.


Salgo a la calle, y ella todavía no se sienta de frente cavando en su bolso. Cuando acelero, se ríe, finalmente se sienta, pero de repente sostiene su estómago.


Detiene su risa inmediatamente y se tapa la boca.


Oh, demonios, creo que iré más rápidamente.


Me estiro hacia ella y abro la puerta justo a tiempo para que vomite, pero sólo medio lo hace fuera del auto. No se detiene, tampoco. La mierda dura por siempre.


Tengo su cabello en mis manos por dos razones: una, para que no vomite en él; y dos, porque si comienza a caer, tengo un agarre lo suficientemente firme que estoy seguro de que puedo prevenirlo y tirar de ella hacia atrás.


Después de que deja de vomitar, se sienta de nuevo, jadeando. Miro a mi alrededor por algo que pueda usar para limpiar su boca. Cuando no puedo encontrar nada, busco en mi bolsillo trasero donde por lo general tengo un trapo de barra o un trapo para grasa y se lo entrego.


Ella se ve sorprendida y luego mira hacia abajo.


—Pau, no tengo nada más aquí. Estas bragas tendrán que servir.


—Pero, yo no…


—Sólo tienes que utilizarlas —le digo, y ella las toma.


Cuando nos detenemos en su casa, está dormida, una vez más, y no puedo despertarla. Tampoco puedo encontrar sus llaves, y el auto huele a vómito.


Joder, me digo a mí mismo mientras hago un cambio de sentido y vuelvo a casa. No es que puedo dejarla en el pasillo de su edificio. No me gustaría eso de todos modos.


Mientras aprieto el remoto y abro la puerta del garaje para entrar, Floyd está afuera sosteniendo su almohada, esperándome como siempre hace.


Salgo y la miro.


—Tenemos compañía esta noche. ¿Crees que puedas comportarte?


Ella pone su cabeza hacia abajo y, juro como la mierda, que suspira.


—Confía en mí, no será así —le digo mientras camino alrededor del auto y abro la puerta, con cuidado de no abrir demasiado rápido debido a que Pau está apoyada en ella.


Me apoyo con cuidado, evitando el vómito, y levantándola. 


Ella está fuera de combate. Apuesto a que podría dejarla en el suelo, y no lo recordaría, no es que sería una decisión inteligente en absoluto.


Culpo a Lucas de eso, también.


Una vez arriba, tiro de mis botas y luego tiro de sus zapatos antes de caminar por las escaleras y en mi dormitorio donde la pongo en mi cama. Bien podría quedarme aquí. Ella necesita un poco de ropa y quién diablos sabe si mis hermanos tengan algo limpio en sus cuartos. Maldita sea, se ve bien en mi cama.


Ella no abre los ojos, pero susurra:
—Duerme.


—Sí, lo sé.


La estoy acomodando sobre una almohada cuando me doy cuenta de algo de mierda salpicada en su camisa. No quiero que mi cama huela a vómito. Las sábanas se cambian los lunes, y no las lavaré hasta entonces.


Estiro mi pierna y agarro el cesto de ropa limpia con el pie y lo arrastro a través del piso. Entonces, saco una de mis camisetas y la tiro por encima de mi hombro. Miro a Pau por un momento, tratando de decidir si puedo lidiar con el olor o no. La respuesta es no. Saco su camisa y hago mi mejor esfuerzo para no mirar, lo que es casi imposible.


Lanzo rápidamente una de las mías por su cabeza y empujo sus brazos dentro. Entonces la tiendo en la cama y tiro una manta sobre ella.


Miro al lado de la cama a Floyd.


—No nos quedaremos aquí esta noche, chica. Estaremos tomando el lugar de Gonzalo. Pero, primero, tenemos un Chevy que necesita un poco de atención.


Después de limpiar su auto, voy arriba. Estoy cansado como un perro, pero no puedo evitar pensar en esa maldita noche, hace dos semanas. La forma en que sabía su vagina, la forma en que ordeñó mi pene, y me río de mí mismo. 


Cenicienta y sus bragas.


Acabo de tomar una ducha rápida, con la esperanza de poder lavar algunos de mis pensamientos de esa noche. Me envuelvo en una toalla y luego camino en mi habitación para tomar algo de ropa limpia.


Normalmente, no me molestaría, prefiero dormir desnudo, pero no esta noche, no con esta invitada ocupando mi cama.


Mantengo mi espalda hacia ella y me pongo algunos sudores. Cuando me doy la vuelta, sin embargo, ella está mirándome.


—Mierda, se supone que estás dormida.


—Estoy dormida —dice ella tragando duro.


—¿Necesitas una bebida?


—Si no te importa, eso sería genial.


Me tomo mi tiempo para conseguir un vaso de agua y un par de Tylenol. Los necesitará. Demonios, tomo dos yo mismo, y ni siquiera tuve una copa esta noche.


Cuando entro en la habitación, ella está sentada con Floyd acostada junto a ella. Me detengo y la veo acariciar a mi perra. Floyd no es una perra y no muerde, pero ni siquiera se levanta de la cama de Lucas cuando está en casa.


Maldita sea, Floyd, no te dejaste atrapar, también.


Ella me mira.


—Lo siento.


—No te preocupes por eso esta noche —le digo, caminando por la habitación y entregándole el agua y las pastillas—. Tómate éstas. Vas a sentirte como una mierda mañana.


Ella mira hacia abajo a su camisa y luego hacia mí con preguntas bailando en sus ojos.


—Vomitaste sobre ella.


Ella toma las píldoras, las traga, y luego asiente.


—Correcto.


—Duerme un poco. Hablaremos en la mañana.


Pedro, necesito este trabajo —susurra, mirando el vaso en su mano.


—Ya se nos ocurrirá algo. —Me vuelvo para salir—. Vamos, Floyd.


—Puedo llamar un taxi —dice Pau, deteniéndome en seco.


—No, estás bien aquí. Duerme un poco. —Me dirijo a la luz apagándola en mi camino después bajo las escaleras a la habitación libre que Gonzalo utiliza para quedarse cuando está en la ciudad.


Esta será una noche larga, con muy pocas horas de sueño, llena de pensamientos de qué hacer con la chica roncando en mi cama.





No hay comentarios:

Publicar un comentario