HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

sábado, 17 de septiembre de 2016

CAPITULO 12 (PRIMERA HISTORIA)






Pau es un poco diferente a las otras camareras que he contratado. Cuando apareció una hora más temprano con una maldita bolsa de lona, con un bloc de notas y pluma, debería haberle dicho que se diera la vuelta y se fuera. Dijo que era una estudiante rápida, pero no había nada rápido acerca de tratar de enseñarle a alguien cómo dar una cuenta sin problemas o hacer una pausa cuando sostenía la pluma mientras anotaba la respuesta a una sencilla pregunta.


La caja registradora de mierda era ridícula. Quiero decir, la nuestra es antigua, pero no es tan difícil. La cerveza de grifo cuesta dos dólares, las botellas Miller Lite tres, y los tragos, cada uno de los que realmente vendes, dos dólares.


Tenemos maní y palomitas de maíz que van en la barra gratis, en las noches no servimos comida. Le mostré cómo utilizar la máquina de palomitas de maíz, y escribió paso a paso las instrucciones para eso, también.


Cuando se quitó esas capas para exponer las altas botas negras hasta la rodilla y media camisa negra, estaba en shock. Cuando me miró dejando de jugar nerviosamente con esa camisa, tratando de tirar de ella hacia abajo, me di cuenta de que tenía maquillaje, y no voy a mentir, me puso un poco duro.


Hay una inocencia en ella que me grita que la proteja. Hay más oculto detrás de esos ojos, y no puedo evitar estar intrigado. Ella lame sus labios y lo único que quiero es que lama mi pene.


Unas horas más tarde, veo a Julian por el rabillo de mi ojo.


—Hola forastero —digo dándole el primero de sus cuatro juegos. Julian no es ajeno. Viene cinco noches a la semana después de trabajar su segundo turno, ordena la misma maldita cosa, y luego se va zumbando—. ¿Cuál es la diferencia entre tu trabajo y una prostituta muerta?


Él toma un trago y se encoge de hombros.


—Tu trabajo sigue siendo una mierda. —Sonrío.


—¿Oh, sí? ¿Cómo dejas a una monja embarazada?


—No tengo idea. —Me río mientras le sirvo el único trago que va a pedir.


—Su vestido es como el de un monaguillo.


Mi broma fue mejor, pero me río.


—Me atrapaste ahí, hombre.


—¿Quién es la nueva falda? —Asiente hacia Pau.


—Esa es Paula. Está probando las aguas aquí.


—No bebas agua, Paula. La cerveza está mejor —le grita.


Cuando miro hacia atrás, ella está sonrojada.


—Sí, señor.


—¿Acaba de llamarme señor? —La risa sale de Julian a través de la barra—. Maldita sea, Alfonso, ella es una ganadora.


Me río un poco y me vuelvo a Paula quien está limpiando.


—Puedes irte. Yo haré el resto.


Ella sonríe.


—Espero haberlo hecho bien.


—Lo hiciste muy bien.


—Me di cuenta de que pareces conocer realmente a esas personas que vinieron hoy.


—Sí. —Agarro el trapeador de la barra y la arrastro al otro lado de la barra, de nuevo—. Este lugar es como un segundo hogar para ellos, igual que para mí, así que muchos son como de la familia.


—Ya veo. —Asiente mientras una pequeña sonrisa juega en esos labios carnosos, naturalmente—. Está bien, hasta mañana.


Me siento un momento, preguntándome por qué demonios no dijo que no. Quiero decir, ella no puede atender un bar para salvar su vida. Arrugó el noventa por ciento de las órdenes, sirvió tragos en exceso, tomó malditas notas de cada corrección que le di, y mojó a Julian, un habitual, cuando tropezó con la estera de la barra con su cuenta. 


Decidiendo no pensar demasiado, me sacudo y sigo limpiando.


Después de que los últimos clientes se van, meto el cajón de dinero en efectivo en la caja fuerte y la cierro. Ha sido un largo, extraño día. Estoy dejando que algunos traseros locos, que no saben una mierda sobre servir, sigan trabajando para mí, aunque estoy muy seguro de que ella me costó más de lo que hizo. Me gusta observarla frotar su trasero, sin embargo. No puedo dejar de pensar al respecto, incluso si lo intento.


Después de cerrar la puerta de atrás, tiro la basura y tomo una respiración profunda fría antes de llegar a mi Chevy y encender el motor. Maldición, suena bien.


Me siento y soplo en mis manos, esperando darles un minuto para calentarse, con un poco de juegos previos. No quiero sorprenderla. Saco mis guantes del bolsillo de mi chaqueta y los pongo sobre el volante mientras espero.


Saliendo del callejón y a la calle, giro a la izquierda para volver a casa. A dos cuadras por el camino, veo algo que no se ve normalmente a las tres de la mañana en estas partes: a una mujer caminando por la calle sola.


Me detengo cuando paso, pensando que puede ser alguien que conozca. Bajo y he aquí que como la mierda es ella. 


Cuando Pau se frota trasero, sé a ciencia cierta que es ella. 


Antes incluso de hacer la pregunta de por qué está caminando, por qué me detuve, o por qué siquiera me importa, arranco el auto, haciendo una U y después, tiro al lado de ella.


Mientras bajo la ventana, ella toma su ritmo, caminando rápido.


—Paula, ¿quieres un paseo?


Ella deja escapar un suspiro, visiblemente relajada, mientras se vuelve hacia mí.


—Estoy bien gracias.


—Pau, mete tu trasero en este auto antes de que te asalten o algo así.


—No estoy lejos y…


—Ahora —le grito, haciéndola saltar. No quería asustarla, pero joder si voy a dejar que uno de los míos camine a casa por la noche.


Rápidamente rodea el auto y salta dentro. Sus dientes están rechinando mientras mueve sus manos hasta la rejilla de ventilación del calentador.


—No está caliente aún. —Me quito mis guantes y se los entrego.


—Gracias —responde mientras los toma y mete las manos en el interior—. Oh Dios, se sienten bien.


Mierda. La peculiar, pequeña Pau tiene cosas revolviéndose dentro de mí con su lamento y el Oh, Dios. Mi pene da espasmos con el gemido cuando me imagino sus gemidos con su boca envuelta alrededor de mí, chupándome. Me vuelve jodidamente loco.


—¿Dirección? —Ella se sacude. Inmediatamente me siento molesto—. Mira, chica, ¿vives a seis cuadras de distancia, y estabas caminando a tu casa con esta temperatura, tan tarde en la noche?


—Sí —responde ella, frotando sus mejillas con mis guantes.


Me obligo a mirar hacia otro lado. Estoy viendo una porno en mi cabeza que empezó esto, luego ella se toca a sí misma en otros lugares, seguido de yo reventando a la pequeña idiota. Tengo que sacudir el pensamiento de mi mente.


No me gusta esta mierda. No me fijo en una chica. Esto me confunde como el infierno y por eso estoy tan atraído y jodidamente loco por Pau. No quiero simplemente acostarme con alguien ya. Ahora que mi mamá se fue todo es diferente. 


Me he sentido muerto por dentro hasta que vino la estrafalaria Pau. Antes, sólo estaba acostándome, porque, seamos sinceros, ellas me querían joder, también.


Una vez que tiro en su calle y hago otro cambio de sentido, pasamos mi casa y vamos al norte.


—¿Acabas de mudarte aquí? —Trato de hacer una pequeña charla.


—Fui a la universidad aquí.


—¿Qué hace un chica universitaria trabajando en mi bar? —pregunto, manteniendo mis ojos en la carretera.


—Bueno —duda—, necesito dinero.


Tengo que reírme. Todas aquellas personas predicando: “obtén un título universitario” y aquí tengo a una graduada universitaria trabajando en mi lugar.


—¿Terminaste tu carrera?


—Sí, soy trabajadora social —contesta, estableciéndose finalmente y acomodándose de nuevo en el asiento.


—¿No te pagan lo suficiente para un auto?


—Tengo auto. —No da más detalles.


—Pero, ¿te gusta vivir al límite y caminar por las calles de Detroit solo cuando está casi congelado? ¿Qué eres, un pingüino adicto a la adrenalina?


Ella se ríe y niega.


—Está descompuesto en este momento.


—¿Qué hay de malo con él?


—No estoy segura —dice, mirando hacia abajo.


—¿Cuál es tu opinión mecánica de qué está mal?


—Umm, no estoy segura.


Bueno, algo hay con esta chica. No contesta preguntas. No parece saber o importarle lo que está pasando a su alrededor. Cambia su comportamiento. Es evasiva. Actúa perdida o confundida. No la entiendo.


Sé que es inteligente, pero puedo sentir que hay una lucha dentro de ella con responder preguntas. Marcha al ritmo de su propio tambor. A la mierda. Tal vez está jodidamente loca... loca podría ser divertido. Me planteo ese pensamiento lo suficiente como para sentir la incomodidad de la mezclilla frotando mi pene. Bueno, sería divertido si no trabajara para mí.


—¿Te importaría explicarte?


—En realidad no —responde ella con suavidad.


—Paula, déjame hacerte otra pregunta.


—Adelante —responde secamente mientras mira por la ventana.


—¿Estás jodidamente loca? —Es una pregunta seria. Ella se ríe de nuevo y niega—. Quiero decir, hemos establecido que no eres adicta a la adrenalina como un pingüino. Dices que no estás loca, pero caminas seis cuadras sin guantes cubriendo tus manos, y tienes un auto averiado que no funciona, pero no tienes ni idea de lo que está mal con él.


Miro por el rabillo de mi ojo para ver que está sonriendo.


Bueno, infiernos, tal vez está jodidamente loca.


—Puedo darle una mirada.


—Umm.


—Sé de autos, Paula. Reconstruí éste yo mismo.


—Es sólo que... —Ella hace una pausa.


—¿Sólo qué?


—Hice que lo remolcaran —exclama.


Me estaciono en frente de su edificio, deteniéndome y luego poniendo el auto en el estacionamiento antes de girar hacia ella. Su rostro es de color rojo, ya sea de vergüenza o de pena mientras toma una respiración profunda.


—Fue incautado, y utilicé todo el dinero que tenía para lograr que fuera remolcado al estacionamiento de mi edificio. Por lo tanto, no tengo el dinero para que lo arreglen todavía. Es por eso que solicité la posición de coctelera. Voy a averiguarlo. Es sólo que me va a tomar un poco de tiempo.


—Puedo verlo.


—No te estoy pidiendo limosna. —Me mira, frunciendo el ceño un poco—. Sólo una oportunidad de hacer el dinero que necesito para ponerme al día.


Miro hacia ella, un poco caído. Ella es una pequeña trabajadora. Loca como un maldito murciélago, pero en un mundo lleno de cabrones titulados, Paula es un soplo de aire fresco. No sólo es eso, es atractiva como el infierno.


Su piel pálida contrasta con los profundos rizos marrones de su cabello. Sus curvas son más pequeñas de lo que estoy acostumbrado, pero igual que un reloj de arena no me importaría que se inclinara una y otra vez sacudiéndose de una pequeña manera menos invasiva de la que estoy acostumbrado.


—No voy a permitir que camines a casa desde mi bar.


—Voy a tomar un taxi. —A medida que sus ojos se estrechan, puedo ver las agitadas ruedas en su cabeza.


—Te daré un paseo.


Sus rasgos lentamente comienzan a ablandarse.


—Te pagaré por la gasolina.


No acepto.


—Las noches de los martes son lentas. Los jueves por la noche no son lugares para una dama detrás de la barra; Creo que viste por qué.


—Es la noche de damas. —Sonríe y mira hacia abajo de nuevo, ocultando su rostro de mí.


—¿Viste a alguna dama allí esta noche? —Me río.


—Hice cincuenta dólares. —Está negociando conmigo.


—El viernes por la noche, puedes hacer tres veces más en propinas. El sábado, cuando tenemos entretenimiento, cuatro o cinco veces más que eso.


—¡Calla!


Mierda, no he oído su voz alta antes o visto su rostro ponerse brillante como el infierno con una sonrisa como la que tiene ahora. Me hace congelarme por un latido.


—¿Quieres renunciar a los jueves por la noche por el viernes y el sábado?— No puedo evitar sonreír a mi vez. Tampoco puedo creer que le esté dando mis noches más concurridas cuando esta noche estuvo lejos de ser lista. Infiernos, supongo que es porque no me importaría ver su sonrisa más a menudo. Se siente bien.


—Y el martes..


Mi mandíbula baja un poco.


—¿Tres noches además de un trabajo de tiempo completo? ¿Qué dirá tu novio?


Ella mira hacia abajo una vez más y niega.


—No tengo tiempo para chicos.


Buena respuesta, Paula, pienso para mí mismo.


—Pero puedo conocer a alguien ahora ya que trabajo para ti.


—No, en el trabajo no lo podrás hacer —le respondo más molesto de lo que pretendía. Me digo que no quiero verla llegarle a alguien porque ver a la loca Pau quemarse me podría hacer enojar. En realidad, estoy pensando que podría ser algo más.


Ella me mira y asiente rápidamente.


—Por supuesto que no.




No hay comentarios:

Publicar un comentario