HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS
LENGUAJE ADULTO
miércoles, 28 de septiembre de 2016
CAPITULO 11 (SEGUNDA HISTORIA)
Comienzo mi turno en un deslumbramiento. Con cada propina, calculo mentalmente mis facturas. No pasa mucho tiempo antes de que sienta la quemadura, la picadura de una persona mirándome. Echo un vistazo alrededor del piso del casino para encontrarlo. “Llámame Alfonso” resuena en mi cabeza, y aprieto mis piernas mientras me estremezco al instante por él, recordando cuando grité su nombre.
Sonríe y me guiña un ojo antes de volver de nuevo a su juego, las fichas se alinean frente a él mostrando claramente que está ganando. Al saber que está aquí, siento que la temperatura ha subido a unos cien grados.
Eso en cuanto a no volver a verlo de nuevo.
Por supuesto, no podía ser tan afortunada.
No, todavía estoy atascada en la vida de los golpes duros y probablemente siempre lo estaré.
La desesperación me llena, haciendo que mi pecho se oprima por la ansiedad. No doy cinco pasos antes de que esté a mi lado.
―¿Estás bien?
―Estoy bien ―murmuro, tratando ir a otra mesa.
―Conseguí una habitación aquí. ¿Por qué no vienes y cenas conmigo?
Miro hacia él, y por un momento, me pierdo en las profundidades de sus ojos azules. Utiliza eso para su ventaja y toma mi mano, pero me zafo como si me quemara.
―¿Qué demonios estás haciendo?
Pone un dedo sobre el nombre en mi etiqueta fijada en mi seno izquierdo.
―Paula, cálmate.
―Tengo que trabajar ―le susurro, después de retroceder para componerme un momento.
Su toque enciende algo dentro de mí que nunca pensé posible. ¿Deseo?
¿Podría ser? Es todo tan nuevo. Nunca me he permitido sentir nada. Mi vida ha sido una amortización, nunca antes he experimentado emoción y, me atrevería a decir, que tampoco sensualidad.
Empujándome, continúo moviéndome, completamente distraída por él a cada paso. Cuando hago una llamada a casa para comprobar a Camila, Yamila se ríe de mí y de mis frustraciones sobre Alfonso.
―Chica, vive la vida por primera vez en la historia. Es una noche. Tómate tu tiempo y saca tu trasero por la mañana antes de que él se levante. Yo tengo a Ris Priss. Tú no has tenido la oportunidad de tener sexo. Una vez, nena, solo una
vez acuéstate con él y podrás saber que Monte definitivamente no tiene la balanza inclinada a su favor.
Bajo el teléfono sorprendida. No hay manera que puede andar libremente.
Luego mi mente va inmediatamente a la sensación de su boca sobre mí, y tiemblo mientras voy de regreso al piso para terminar mi turno.
Mientras veo el reloj, mi mente está en quitarme mi traje y conseguir entrar en alguna sudadera. Preocupada, no lo siento acercándose y tropiezo mientras trato de salir de su camino. Cuando extiende un brazo y me sostiene por mi
bíceps, automáticamente me tenso ante su toque.
Busca mis ojos, y sin vergüenza, no puedo ocultar mi expresión. No me tensé porque tenga miedo de él. No, el toque de Alfonso tiene la capacidad de hacer que mi corazón dé un vuelco, después entra en un atronador ritmo que me hace sentir como que podría estallar directo en mi pecho. Su presencia es innegable, su atracción magnética.
Me consume sin siquiera intentarlo.
Sin decir una palabra, sus labios se estrellan contra los míos, y en un segundo su lengua invade mi boca y comienzo a pensar en su boca sobre otros lugares. Entonces el ruido que nos rodea se disipa, y lo único en que puedo pensar es en la sensación de sus labios contra los míos mientras su lengua baila deliciosamente en cada rincón de mi boca.
Muerde, chupa, y da vueltas mientras de alguna manera vamos al ascensor y luego a su habitación. Todo ocurre tan rápido que no podría irme incluso si quisiera intentarlo. La ropa sale volando mientras me electriza aún más con cada
caricia. Mi camisa: Desaparece. Mi falda: Se va. Su camisa ahora se encuentra en el suelo, con los botones dispersos en todos lados. Mis pezones están tan apretados que, cuando el aire los golpea mientras me quita el sujetador, siento como si pudiera explotar de deseo. Retrocedo a la pared, y me quejo.
Necesitando contacto, necesitándolo a él, envuelvo una pierna alrededor de la suya y prácticamente me subo sobre él hasta que rodea mi cabeza con una mano, moviendo mi cabello hacia arriba, mientras la otra hace cuchara en mi
trasero y envuelvo mis dos piernas alrededor de él.
Éxtasis. Ni siquiera me ha penetrado todavía, y estoy en éxtasis puro.
Su mano se desliza dentro de mis bragas. Llega a mi centro, y echo la cabeza hacia atrás contra la pared mientras sus dedos se deslizan dentro y fuera, mis paredes internas comienzan a apretarse alrededor de sus dedos. Inserta otro
dedo, y no puedo evitar que mi cuerpo se hinche, trabajando para una liberación.
Esto debería ser considerado un delito.
Me tenso mientras mi cuerpo se mantiene subiendo más y más. Mis inhibiciones salen proverbialmente por la puerta mientras me giro contra él, buscando mi liberación. Él ríe suavemente en mi oído antes de lamer mi cuello y chupar el dulce punto detrás de mi oreja. Luego deja caer su cabeza a mis pechos, donde toma mi pezón en su boca. Lo lame, chupa, y yo me voy, mi orgasmo me recorre.
Mientras me baja, me lleva a la cama, donde me pone suavemente abajo como si fuera una pequeña, apreciada posesión. Antes de que pueda aclarar mi mente, su boca está en la mía en un beso que está lleno de pasión, necesidad, y deseo, todo salvaje y desenfrenado.
―Necesito estar en ti, Paula.
No le doy un segundo pensamiento. En los dos encuentros que he tenido con él, me ha dado el único placer que he recibido de un hombre. Ahora tiene que estar en mí. Pesos y contrapesos.
Abro mis piernas para él cuando deja caer su pantalón, se pone un condón, y después, me quita delicadamente mis bragas como si estuviera abriendo el mejor presente en toda su maldita vida. Bajo su mirada mis inseguridades reaparecen lentamente, pero antes de que pueda detenerlas, él está sobre mí, y entonces está dentro de mí.
Llenándome.
Cada centímetro de mi cuerpo se estremece mientras me extiende, después va dentro de mí y se queda mirándome, observándome, tomándome. Nunca he estado tan llena de tantas maneras. Este momento es tan íntimo, tan vulnerable,
pero al mismo tiempo, se siente como una verdadera conexión. ¿Qué tiene este hombre Alfonso que me consume?
―Platino ―susurra antes de moverse finalmente.
No puedo pensar en lo que eso significa, porque estoy elevándome de repente a otro orgasmo. Él se balancea, rueda, gira, y yo soy incapaz de hacer otra cosa que tomar el placer mientras continúa introduciéndose dentro de mi cuerpo antes de caer de nuevo, diciendo en alto su nombre y mordiendo su hombro solo para recordarme a mí misma que es real.
Con dos golpes más, se aquieta, luego cae detrás de mí. Me da un beso suave, lento antes de salir, y cuando se va a quitar el condón, me encuentro con una sensación de vacío.
Pero el momento de espacio permite que mi mente
funcione de nuevo.
Vacía. ¿Cómo puede alguien de quien incluso no tengo puta idea hacerme sentir tan en blanco, solo al dejar mi lado por un segundo? Estoy certificadamente loca por ser tan salvaje sobre dar un comino por un completo desconocido.
Con ese pensamiento, el temor me recorre. La niebla se ha ido. Él sigue siendo un completo desconocido, y yo sigo siendo una puta. Sin embargo, regresa antes de que pueda hacer un escape. Metiéndose en la cama junto a mí, me tira a su lado. Entonces, con mi vacilación, se aleja para darme espacio.
―Háblame.
―Tengo que irme. ―Quito mis piernas de las suyas y cubro mis pechos.
―Aún no. Háblame. Hace una hora, me estabas arañando como si quisieras devorarme. Solo te viniste dos veces, nena. Te doy eso. ―Me acaricia la cara y toca mi sien―. Es obvio que te quiero ahí. ¿Qué está pasando en tu cabeza?
―Nada. Solo tengo que irme.
―Niega lo que sientes, y no diré ni una sola palabra para que no te vayas. ―Me desafía.
Dudo, mis ojos parpadean, y él me lee.
―Niégalo. Niégame. ―Sonríe, haciendo que mi cuerpo se sienta como si estuviera en fuego de nuevo.
―No te conozco.
―Ni nombre es Alfonso, Pedro Alfonso, hermano de Martin y Lucas de Detroit. ¿Qué más quieres saber?
―¿Cuál es tu juego? ―pregunto, sintiendo que la obligación me golpea.
Tiene razón. Me dio no uno sino dos orgasmos. Ni siquiera estamos a mano.
Antes de que pueda continuar, responde:
―No hay juego. Eres la mujer más hermosa que he visto, y me siento atraído a ti. Quiero que sepas eso.
―Hablar desnuda no es realmente mi cosa ―respondo, sintiéndome muy vulnerable y aún más expuesta que antes.
Sin decir una palabra, se levanta y me lanza una camisa de botones de su armario, y me meto en ella, dándome cuenta que no podré salir de esto tan fácilmente.
Puedo hacer esto. Puedo hablar hasta que se quede dormido. Luego tendrá lo que solicitó, y saldré de su vista y de su mente.
Le doy un poco de charla general donde evito todas las respuestas importantes, después pretendo estar cansada y él se acomoda detrás de mí y me ordena dormir.
Controlando mi respiración, le dejo creer que estoy disfrutando de mis sueños. Cuando finalmente relaja su abrazo e iguala su respiración, sé que está dormido. Ahora puedo hacer mi escape.
Mi corazón late con fuerza en mis oídos mientras me muevo desde debajo de su cuerpo desnudo. Recogiendo mi ropa interior, la deslizo debajo de mi falda de trabajo. Empiezo a desabrocharme la camisa que dejé detrás, pero a medida
que me muevo, lo huelo, huelo a él. No queriendo arriesgarme a despertarlo, me salto ponerme un sujetador y cambiarme la camisa, decidiendo que es mejor permanecer en la suya.
Miro hacia atrás por última vez. “Alfonso” está tatuado junto a su espina dorsal en tinta negra. Nunca olvidaré ese nombre, pero me aseguré de obligarme a mí misma a olvidar su toque, su sabor y su ternura.
Niego, tratando de borrarlo mientras recojo mis cosas y me deslizo fuera de su habitación.
Todavía es temprano en la mañana, cuando la mayoría de la gente está durmiendo, pero son horas después del final de mi turno mientras voy al estacionamiento. El cosquilleo en mi cuello me hace mirar alrededor como si alguien estuviera mirándome.
Revisando la zona, no veo a nadie a primera vista, pero mientras inserto la llave en la puerta de mi auto, veo a Marshall. Alguien estaba mirándome, de hecho. La mano derecha de mi ex.
Ciertamente, no está aquí por mí. De ninguna manera.
Marshall no se asusta con la confrontación, y tanto como me gusta en general, no empujará a Monte cuando llegue a eso.
Nunca.
Tiene que estar aquí por alguien más.
Ese es mi último pensamiento mientras entro en mi auto y vuelvo a casa, saciada, satisfecha, y por primera vez en toda mi vida, de alguna manera bien.
Siento el cosquilleo en la parte posterior de mi cuello de nuevo mientras me río de mí misma.
―Estoy bien hasta el fondo de todo esto, y al final, la parte inferior caerá también ―murmuro las palabras a nadie mientras estaciono en la casa de Yamila y apago mi auto.
Si tan solo tuviera una bola de cristal para mostrarme el futuro… Aunque, supongo que debería tener cuidado con lo que deseo. Una vez escuché a alguien decir “Si lo dices, le darás vida”.
Dejo a Camila en la escuela con el temor en la boca de mi estómago.
Rápidamente, voy al casino a recoger mi cheque de pago, consciente de que tengo que ir al banco y depositar los fondos para que el cheque que acabo de hacer para su matrícula no rebote.
Firmo el documento en la oficina de recibo de cheques, y estoy sola fuera de la puerta cuando mi barato teléfono celular de prepago suena. El número parece familiar, aunque no lo reconozco como una llamada de emergencia, como
de Yamila o de la escuela de Camila.
Con solo apretar un botón, la llamada se conecta.
―Hola ―respondo con indiferencia.
―Paula. ―Su voz es ronca y distintiva, y el hecho de que esté limitándose a decir mi nombre es una frase de muerte―. Soy Marshall. Tengo que decirte, que Monte sabe acerca de tu cita con As. Esto no es bueno para ti, o para Camila.Tienes que pagar.
Sin pensarlo dos veces, sin dudar, salgo del estacionamiento. Marshall llamó y amenazó a Camila, y sé lo que eso significa. He vivido una larga vida lo suficiente para saber que tengo que llegar a mi hija ahora. Las lágrimas corren libremente por mi cara, pero me importa una mierda.
Alguien me agarra. Creo que es Pedro Alfonso, pero no tengo tiempo para él en este momento. Doy un tirón liberándome y continúo fuera del casino.
Tengo que llegar a Camila.
Como. La. Mierda. Ahora.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Al fin se conocieron pero me temo que no se las va a hacer fácil Monte a Pau y Pedro.
ResponderEliminarQue capítulos! Pobre Pau, ni un momento de paz! Ojalá Pedro la ayude a cambiar la vida que lleva!!!
ResponderEliminar