HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS
LENGUAJE ADULTO
miércoles, 28 de septiembre de 2016
CAPITULO 9 (SEGUNDA HISTORIA)
Llámame Alfonso, llámame gran papi, llámame lo que quieras siempre y cuando esos putos labios rojos me hablen de sexo telefónico.
Después de mirar elegantes vestidos de fulanas toda la noche, incluso ahuyentando a unas pocas para poder dormir un poco, esta chica es como un regalo exótico y sucio. Es decir, enfrentémoslo: He probado mi parte de viejos peces en mi día, si saben lo que quiero decir. Del tipo que apesta y que es insoportable, sobre todo porque sabes que tienes que terminar el trabajo con una cierta acción falsa, que es de la forma en que comenzaste.
¿Ella? Su ropa está jodida, su cabello desordenado y metido en uno de los peinados de “me importa una mierda” que normalmente no serían de mi gusto.
Su cabello es castaño y grueso, y solo quiero ponerme todo Capitán Cavernícola con su cabellera, después arrastrarla por ese grueso lío a la roca más cercana, doblarla, y penetrarla con el moño suelto.
―¿Ya desayunaste? ―pregunto, rogando en mi cabeza que sea tan ingobernable como parece en sus malditos pies desnudos sobre la grava. Joder, eso normalmente me haría retroceder como la mierda, pero no ahora. Quiero oírle decir en esa voz rasposa de Miley Cyrus, “Alfonso, me muero de hambre.
Vamos a saltarnos la cena y te la chuparé directo, aquí y ahora”.
―Estás jodidamente bromeando, ¿verdad? ―Chasquea los dedos en mi cara―. Ojos aquí arriba, Slick.
Me tomo mi tiempo mirando hacia arriba de sus senos. ¿Por qué tanta prisa?
No vas a la tienda de mascotas y de inmediato dices: “Sí, me quedo con ese”. De alguna manera le echas un vistazo al gatito primero.
―Oye, Slick, no hay una oportunidad en el infierno de que me vaya con un tipo como tú invitándome vino y cena. Entonces por qué no…
Levanto un dedo.
―Shh… Solo estaba pensando en el postre.
―¿En serio? ¿Qué te hace creer que te dejaría?
Finalmente miro sus ojos para verla mordiéndose el labio.
―“¿Dejarme?” No estaba pensando en mí, nena. Estaba pensando en el cóctel Alfonso que te iba a dejar probar.
Deja escapar una risa molesta.
―Sí, bueno, solo estaba pensando que el niño bonito debe haber sido rechazado por la alta sociedad de allí, por lo que te daré algunos consejos. Te miran y ven a un tipo que pasa la misma cantidad de tiempo frente al espejo que ellas. Están pensando “Maldita sea, es atractivo, pero con una cara como esa probablemente no cederá fácilmente”. Por lo tanto, mientras pensabas que te daría una mamada, estaba pensando en cómo mi vagina sobre tu cara sólo podría
enseñarte una lección acerca de cómo en realidad una mujer quiere que el hombre sea un maldito hombre.
―Yo soy todo un hombre.
―Apuesto que sí. ―Suelta una risa.
―Estás mordiéndote el labio, tus pezones están duros, tu vagina probablemente está empapada… ―No me detiene, así que sigo―. Quieres follarme tanto como yo quiero follarte.
―Me gusta tener sexo, pero de nuevo, quiero que el hombre entre mis piernas me reafirme que quitarme la ropa no fue una pérdida de tiempo.
―Me temo que, cuando llegue ahí abajo, podría encontrar un conjunto de bolas.
―¿Por qué no vienes aquí y compruebas si funciona? ―me reta.
Me toma unos diez segundos tenerla presionada en el capó de mi auto. Tan pronto como me estiro entre sus piernas, su mano ya está en mi pene.
La mierda se va hacia abajo.
Ahora.
Los pantalones de chándal me recuerdan a la secundaria, de fácil acceso, y tenía razón, está empapada. Mis labios se presionan contra ella mientras mi dedo se desliza hacia su pequeña apertura caliente. Jala aire y la beso más duro.
Sus putos labios son suaves como pequeñas almohadas de felpa, y el hablar sucio de su boca sabe a más mierda.
Quiero más.
Mi lengua se empuja en su boca, y al diablo si no sabe a cielo. Tiene buen sabor, huele bien, se siente real, muy bien, y estoy duro como el infierno.
Meto mi mano libre debajo de su cuerpo porque de repente quiero asegurarme que no estoy golpeándola en el capó del auto. Y, hijo de puta, ni siquiera me importa el auto.
Necesito más. Mi boca tapa la de ella otra vez, y mi lengua se zambulle en esa boca de nuevo. Paso arriba y abajo mi lengua, más lento esta vez.
Con una voz que raspa como la de ella, habría pensado que era fumadora, pero no hay manera en el infierno. Su boca sabe a agua de lluvia por lo limpia que cae del cielo directo a mi boca, sin nunca tocar el suelo.
Lamo el techo de su boca, sus encías, dientes, como si quisiera que mi lengua fuera su hilo dental.
¿Qué carajos está mal conmigo? Penetrando su boca.
Me alejo de ella otra vez, después paso una mano por su espalda y tiro con la otra de sus bragas. Soy muy malo con mi dedo y gruño cuando siento sus jugos limpios y dulces. Mientras la levanto, sus ojos se abren, y se ve como un ciervo en los faros, como si estuviera tan asombrada como yo.
―Sabes bien.
Sus ojos están bajos, lejos de los míos, y temo que este momento desaparezca antes de que haya terminado, antes de que incluso haya empezado.
La levanto por el trasero, y mi pequeño comodín se vuelve como una muñeca de trapo. Casi se deja ir en mis brazos mientras camino hacia su auto y levanto la puerta. La pongo en el interior, después tiro de su pantalón y bragas.
Está desnuda, excepto por su pequeña pista de aterrizaje, y mi lengua está a punto de convertirse en el avión que aterrice en esa pista.
La empujo hacia atrás y caigo entre sus piernas. Luego voy duro, esperando como el infierno que no sepa lo mucho que ya ansío degustarla. Beso y muerdo el interior de sus muslos mientras ella se retuerce y deja escapar suaves pequeños
gruñidos que me vuelven putamente más loco.
Pongo mi mano en su estómago, manteniéndola quieta porque sé que si simplemente esto está haciéndola reaccionar de la forma en que lo hace, tan pronto como lama entre sus sexys piernas estallará en pedazos. Mi lengua rastrea la pista de aterrizaje, con una respiración lenta y profunda, tomando su olor.
Mientras mi lengua abre sus labios muevo sus caderas hacia arriba, y agarro su muslo en la mano y la mantengo firmemente mientras mi lengua se queda abajo, después la lamo de atrás hacia adelante una y otra vez. A pesar de que no quiero, evito su clítoris, trabajándola, escuchando sus gruñidos mientras intenta sostener el grito que sé muy bien que quiere dejar salir.
Sus manos son ahora puños dentro de mi camisa, causándome todo tipo de arrugas, estoy seguro, pero, ¿a quién le importa? Estoy degustando la mejor vagina que he probado, que juro como la mierda, voy a venirme solo de
comérmela. Se contrae alrededor de mi lengua mientras su cuerpo se tensa por todas partes, sus pequeños gruñidos se convierten en un gemido ahogado, y lamo con dureza su pequeña protuberancia hasta que grita “Alfonso” a la intemperie de la noche.
Cuando comienza a relajarse, y finalmente puedo alejarme de besar y lamer su dulzor, beso su vientre, levantando su camisa con mi nariz mientras voy a sus agitados pechos.
Miro su cara y veo que su brazo está cubriendo sus ojos.
Quiero saber qué aspecto tiene saciada casi tanto como quiero probar sus pechos, pero una bocina resuena de alguna parte y se levanta de un salto.
Mi nariz golpea el broche del frente de su sujetador, y tropiezo hacia atrás por la presión.
―Oh, Dios, lo siento ―dice, tirando de sus bragas y sudadera.
Sale del auto y cierra rápidamente.
―Tengo que irme.
―¿Irte? ―pregunto, confundido―. Solo estamos empezado. Permíteme llevarte…
Se endereza, la dureza en sus ojos regresa.
―Nen…
―No soy tu nena.
―Tranquila, tigresa. ―Alcanzo su mano antes de que pueda escapar, agarrándola y tirando de ella contra mí―. Te prometo que será el mejor día de tu vida. No vayas a salir corriendo ahora.
―No te debo nada ―sisea.
La jalo con más fuerza contra mí para que pueda sentir cuán duro estoy por ella.
―No me debes una mierda.
―Eso es correcto, no lo hago. El hecho de que tengas a alguien que solo tuvo un pene dentro una vez debe considerarse como un regalo, una delicadeza, un…
―Diablos. ―Giro mi mano en su cabello y tiro de sus labios contra los míos.
Mi lengua comienza a trazar las invisibles contusiones que sé que debo haber provocado, y empieza a relajarse de nuevo hasta que otra bocina rompe el momento entre nosotros.
Se tira hacia atrás, mira más allá de mí, y luego se aleja.
―Tengo que irme.
―Espera. ―Agarro su mano―. ¿Cena más tarde? ¿Una bebida? ¿Tu nombre?
Me mira como si estuviera confundida, después los ojos endurecidos están de regreso.
―Sígueme. ―Empieza a caminar hacia el callejón y la sigo.
No daré marcha atrás por nada en este punto.
Se detiene y me empuja contra la pared de ladrillo.
―Después de esto, estamos a mano.
―Después de qu… ―Me desabrocha y está sobre sus rodillas antes de que pueda decir otra palabra―. Oh demonios. No te detengas ―gruño.
No lo hace. Me trabaja como nadie, su lengua traza mi punta, después se desliza a lo largo de mi eje mientras empuja mi pantalón más abajo.
―Si no deseas el cóctel Alfonso, será mejor que me dejes ―siseo.
Chupa con más fuerza, y me vengo, viendo las luces brillantes de la Franja de Las Vegas. Entonces la siento metiéndome en el pantalón y se aleja. Una primera vez para mí. ¿Torpe? Un poco, pero fresco, también.
―Nena ―comienzo y se vuelve lejos―. Cristo.―Le agarro la mano―. ¿Cuál diablos es tu prisa? Todavía no he terminado contigo.
―Estamos a mano ―dice mientras comienza a alejarse, con su mano aún en la mía.
―Estamos llevando la cuenta, ¿verdad? ―Medio sonrío.
―Pesos y contrapesos. ―Traga con dificultad―. La vida es toda sobre…
Se detiene cuando la vuelvo hacia mí. Juro que sus ojos están llenos de lágrimas, pero por otra parte, podría ser el hecho de que mi pene estaba penetrando su garganta.
―Entonces te debo a lo grande.
Ladea la cabeza hacia un lado mientras me estudia, pero entonces se da la vuelta y zafa su mano.
La sigo hasta su auto y abro la puerta antes de que pueda hacerlo.
―Mamá crió a un caballero, entiendo.
Mira al suelo mientras se mete en su pequeño auto.
Entonces me estiro y tiro del cinturón alrededor de ella y la hebilla hace clic.
―Quiero tu nombre.
―Me tengo que ir ―dice mientras enciende el auto―. Por favor, cierra la puerta y vete a tu auto.
―Sólo tu nombre…
―Llámame Mala Suerte.
―No creo eso ni por un segundo.
―Créelo ―susurra bajo mientras pone su pequeño auto en marcha.
La dejo ir porque sé que acaba de tener un momento cerca de Jesús. Yo seguro que lo tuve. La dejo ir porque sé que voy a ver ese bonito trasero de nuevo.
Sé donde trabaja, en mi nuevo casino favorito: Harrah’s, el lugar al que vas para conseguir tu trasero platino.
Me meto en mi auto y salgo, moviéndome hacia atrás para ver como su trasero platino sale. La radio está reproduciendo “Show Me” de Chris Brown y Kid Ink, y estoy malditamente bien.
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