HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

viernes, 21 de octubre de 2016

CAPITULO 45 (TERCERA HISTORIA)





Entro en el bar, donde Pauly no me está esperando todavía. 


Me gusta así.


Me gusta sorprender a mi presa de vez en cuando.


Ella y las chicas se han vuelto cercanas, y le gusta ayudar los viernes, preparando a la multitud de la cena. Con la mejor costilla en la ciudad, el lugar siempre termina pared a pared.


Entro, viéndola reír y hablar con Julian. Lleva la camiseta y los vaqueros de una Alfonso. Su cabello está tirado hacia atrás con mi cinta verde, sí, toda mía. Le sonríe a Julian, el hijo de puta está radiante, y sé que no está jodido todavía. 


Apenas son las cuatro.


Me deslizo en el asiento de al lado.


Ella sonríe y se lame los labios.


―Hola, ahí. ― Se inclina hacia delante, y me da un beso.


―Un hombre debe casarse con una mujer a la que cree que puede besar así en...


Lo pateo debajo de la barra.


―¿Qué demonios?


Hago un ceño hacia él, después miro hacia Pauly.


―¿Crees que me puedas dar un minuto?


―Por supuesto. Enseguida vuelvo, tengo que conseguir que una de las chicas me cubra.


―Tus hermanas, Pauly ―la interrumpo.


Ella sonríe ―malditamente sonríe― y asiente.


―Vuelvo enseguida.


Julian me mira, su nuevo proyecto.


―Estoy disponible.


Me pongo de pie y le doy palmaditas en la espalda.


―No eres mi tipo.


―Listillo. ―Le oigo decir mientras camino hacia la puerta que conduce a la barra―. Sabes a lo que me refiero.


Pauly sale de detrás de la barra, y tomo su mano. Entonces la llevo a las escaleras y de regreso a la única habitación que queda del antiguo apartamento donde nos criaron.


Me siento en la vieja mecedora de mamá y pego en mi regazo.


―Ven aquí, Pauly.


Ella me mira con un poco de confusión en sus ojos cuando se sienta.


―Este es el apartamento en el que me crié ―le explico―. Martin lo destrozó cuando pateó a mi viejo a la acera, sin embargo, mantuvo esta habitación en la esquina trasera. Aquí es donde ella venía a esconderse cuando el anciano llegaba a casa borracho.


―Lo siento mucho ―dice, abrazándome.


―La mierda pasa, Paula. La felicidad debe ser un derecho de nacimiento, pero no siempre lo es. Algunos de nosotros recibimos un golpe tras otro y nos las arreglamos para permanecer fuera de la tierra. Ambas madres, la tuya y la mía, nos dieron vida y nos protegieron lo mejor que pudieron. Después de ver estas fotos de ti de bebé sostenida por una mujer que sonríe mientras lo hace, no tengo ninguna
duda de que eras la única luz en su vida, igual que yo y mis hermanos en la de mamá.


―¿Eso crees?


―No hay duda en mi mente.


―Te amo.


Beso el lado de su cabeza.


―Y me encanta oírte decir eso. Más que eso, me encanta decírtelo. Te amo malditamente demasiado, pequeña. Han pasado más de siete meses desde que te vi en una esquina, preparándote para el siguiente golpe. Durante siete meses, he tenido necesidad de protegerte. Sólo que me tomó un poco de tiempo darme cuenta de que era más que eso. No sólo quiero protegerte, también quiero ser un hombre mejor para ti, un hombre honesto, tu hombre.


―Lo eres. Eres tan bueno, Pedro, muy, muy bueno. ―Sus brazos se aprietan alrededor de mí―. Lo sé, contigo en mi vida, nunca seré esa chica acurrucada en la esquina de nuevo. Ahora sé que mi vida vale pelear.


―Puedes apostar tu trasero que sí. ―Levanto su barbilla y la beso, mi lengua lentamente acariciando la suya, acariciando cada parte de ella, saboreándola.


Podría perderme fácilmente en esto, tomar más, darle más, pero en este momento, quiero darle todo, no sólo más.


Tiro hacia atrás antes de estar demasiado sobre el borde. 


Con ella, a menudo es muy difícil dar marcha atrás.


―Tú y yo, no fuimos dotados con el derecho a ser felices desde el nacimiento. Ambos tuvimos que pelear. Tu lucha fue mantenerte con vida, escondida en la esquina. Mi pelea fue de la esquina, liberando la rabia que estaba dentro de mí con el fin de sobrevivir. Dos peleas diferentes, dos esquinas separadas. El resultado es el mismo, sin embargo, Pauly. Mi Pauly, tú y yo estamos juntos en esto. No estamos solos ya. Estoy en tu esquina, y tú estás en la mía. Por otra parte, peleamos por nuestra felicidad, pero pequeña, nuestras peleas han terminado.


Cavo en el bolsillo para encontrar la pequeña cinta y la saco, manteniéndola en el puño de mi mano.


―Soy mejor gracias a ti. Seguiré siéndolo y queriendo ser mejor gracias a ti. Te prometo que nunca te tendrás que ocultar en una esquina sola, luchando por sobrevivir. Yo estaré a tu lado por el resto de tu vida si estás en la mía.


―Sabes que lo haré. ―Ella mira hacia abajo, llevando la mano a la cinta para el cabello.


Tiro suavemente de su cabello hacia atrás, así estamos de acuerdo.


―¿Me lo prometes, entonces?


―Por supuesto.


Sostengo la cinta. Es del mismo lugar que la primera que le di hace muchos meses.


―Quiero darte esto. ―Dejo colgar la cinta en mi mano todavía cerrada.


Ella sonríe como si le estuviera dando la puta luna.


―Gracias. ―Tira de ella, y la suelto―. Oh Dios mío.


―¿Por el resto de nuestras vidas?


―¿Estas... estas...?


Tomo el anillo de diamantes y muevo la cabeza.


―Paula Chaves, ¿me darás el honor y el privilegio de estar en tu esquina para protegerte y amarte para siempre?


Su mano tapa su boca, las lágrimas comienzan a derramarse, y asiente.


―¿Lo harás, mi pequeña hermosa, te casarás conmigo?


―¿Hoy?


Me río.


―Si eso es lo que quieres.


―No puede ser lo suficientemente pronto. ¡Oh, Pedro, sí! ―Me besa―. Sí, ¡sí, sí!


Me río mientras empujo el anillo en su pequeño dedo y luego la beso.


Ella se ríe también, y salta. Corta su respiración y se tapa la boca. Después, las malditas lágrimas caen de nuevo mientras empieza a reír de nuevo.


―¿Voy a ser una Alfonso?


No puedo evitar reírme de eso, también.


―Sí, Pauly, lo serás.


Me abraza y mira hacia arriba.


―Voy a amarte tan fuerte cuando lleguemos a casa.


―Sé que lo harás ―gimo, agachándome a los labios de mi prometida.


Ella tira hacia atrás.


―Pero primero, tengo que decírselo. Tengo que decírselo a mis hermanas que realmente seré parte de esta familia.


Está radiante, sonriente, y tan ansiosa de decírselos, que está a punto de saltar fuera de su piel. Tiene ganas de correr por las escaleras. Siento un ligero tinte de celos... Eh, nadie es putamente perfecto.


―Ve y díselos ―digo.


―Los dos. ―Agarra mi mano―. Lo haremos juntos.


―Perfecto. ―Sonrío antes de volverme más serio―. Después saldremos de aquí para poder tener sexo duro en casa contigo.


―Un buen toque.


―Jodidamente buen toque, pequeña.


Ella gime y sonríe.


―Pasaría por todo ese infierno otra vez, todas esas veces en la esquina sola y asustada, si supiera que terminaría contigo.


―Nadie te obligará a ir a una puta esquina de nuevo. No estás sola.



***


Durante las siguientes dos semanas, casi no la veo excepto cuando estoy dentro de ella. Las cuatro: Emilia Alfonso, Carolina Alfonso, Camila Alfonso, y Paula Chaves... futura-Alfonso, pasan todos los días en ese maldito ordenador,
recorriendo internet buscando proyectos, mientras, ―sí― planean el día que la llame mía legalmente, no sólo mía en mi corazón.




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