HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

viernes, 21 de octubre de 2016

CAPITULO 44 (TERCERA HISTORIA)




Dos semanas más tarde, doy un paso atrás y admiro la cocina gris y verde.


Carolina y Emilia me ayudaron a elegir los colores, mientras los chicos quitaron el papel tapiz y prepararon la pintura de las paredes. Caro ha pasado todo su tiempo libre aquí ayudándome, mientras Camila estaba en preescolar. Emi ha
hecho lo que ha podido sin oler los gases de la pintura. Con paciencia, Pedro y yo pintamos con el galón que escogí. 


Mirándolo ahora, me sorprende.


Emi sonríe y ríe.


―¿Por qué verde? Sólo por curiosidad ―pregunta Caro mientras mira la cinta en mi muñeca.


―La primera cinta que Pedro me dio fue verde. ―Juego con la tela―. La usaba como cordones de zapatos. O atada en mi cinturón. La llevo en mi cabello, en la muñeca, en el tobillo, siempre en alguna parte. Cada día desde el momento
en que me la dio, ha estado conmigo


Pedro nunca me dijo que su color favorito es el verde ―dice Emi.


―Mamá Alfonso―digo simplemente, y ella me ve―. La conciencia HPV. Me dio un pedazo de su madre. ―Sonrío con orgullo.


Las lágrimas llenan los ojos de Emi.


―Oh, las hormonas. ―Resopla y frota su muy grande vientre.


Carolina mira hacia mí y después a ella.


―Estoy pensando en que una guardería verde podría ser agradable.


Emi aplaude con entusiasmo.


―Eso es perfecto. Todos podemos tener una habitación verde en nuestras casas por mamá Alfonso.


Les sonrío a las dos, y mirando hacia el techo, susurro:
―Legado.


La excitación femenina está corriendo en el aire cuando los chicos vienen a ver el cuarto acabado.


Martin le da una mirada a Emi y se ríe.


―Hormonas locas ―dice, envolviendo sus brazos alrededor de su esposa.


―Lo sabes. ―Ella sonríe, y el amor la consume.


Carolina ve a Gabriel mientras camina hacia ella.


―¿Qué está pasando detrás de esos ojos? ―le pregunta él.


―Necesitamos una habitación verde ―deja escapar ella.


―Pequeña mamá, haría una película contigo en cualquier momento, pero no necesitamos una habitación verde para eso. ―Ella golpea su pecho juguetonamente y apunta al verde en mis paredes―. Oh, demonios, ¿sabes cuánto
tiempo pasó mi hermano grabando esas líneas? Cada vez que no estaban niveladas, las quitaba y empezaba de nuevo.


―Verde, Gabriel, quiero que el tono sea verde.


Emi se vuelve a Martin


―Elegí el color del cuarto del bebé finalmente.


Los hermanos Alfonso me miran, todos moviendo la cabeza. Pedro se encuentra al lado de sus hermanos.


―Paula, ¿por qué verde? ―pregunta Martin.


Alzo mi muñeca con orgullo con la cinta, y Pedro me toma de mis pies para levantarme a la encimera mientras me besa profundamente, sin preocuparse de quién está en la habitación. Cuando se retira, me muerdo el labio inferior mientras se pone entre mis piernas.


―Legado ―le susurro, nuestras frentes descansan una sobre otra.


En nuestro momento, las mujeres Alfonso comparten con sus hombres la historia de la cinta y el significado del verde.


―Maldita sea, bebé Alfonso. Nos superaste a todos, hermanito ―dice Gabriel, besando la sien de Carolina.


―No, no los superé, simplemente lo hago. Le hicimos una promesa a mamá, pero creo que mamá nos vigila. Nos dio lo que necesitábamos para mantenerla con nosotros, a pesar de que se fue. Cada una de nuestras mujeres son un poco mamá.


Las lágrimas llenan mis ojos mientras Carolina se limpia las propias.


―¡Las hormonas! ―grita Emi antes de sollozar contra Martin.


―Mierda ―se queja Martin―. Me matas con tus lágrimas.


―Lo hiciste bien, bebé Alfonso. Llevaré a mi mujer a casa y le haré pasar su buen momento. ―Gabriel le pega a Pedro en la parte posterior mientras Caro jadea.


Se van con Martin y Emilia siguiéndolos.


Estoy sola con mi hombre en nuestra casa, un lugar que, poco a poco a poco, se está convirtiendo cada vez más en una verdadera casa día a día.


Muevo los dedos de mis pies en las zapatillas mientras Pedro me deja en el mostrador.


―¿Estás feliz, pequeña?


Asiento.


―¿Cuántas cosas buscaste hoy? ―bromea. Pude haber pasado un poco más de mi tiempo en la computadora últimamente, pero todo era con nuestra casa en mente.


―Bien...―Me muerdo el labio inferior.


―Pauly, nos pusimos de acuerdo para ahorrar tu dinero. Podrías ir a la escuela si lo desearas. Además, le dimos a la señora Simmons dinero para conseguir sus papeles y actualizar su apartamento. El gimnasio va bien, pero tengo
que dividirlo con Kid, y no voy a pelear más.


El pánico me golpea


―¿Te arrepientes? ―Mi mente se pregunta si seré suficiente para reemplazar a lo que renunció.


―¿Por no pelear más?


Asiento.


―Diablos, no. Me encanta tener todo mi tiempo para ti y poder hacer algo más además del gimnasio. No necesito ese escape ya. No necesito bloquear mi vida. Contigo, quiero estar aquí, viviendo cada momento, no tratando de escapar
de él.


―Pero ¿y el dinero?


―Estamos bien. Bueno, a menos que tengas algún nuevo proyecto loco del que no sepa, estamos bien.


Soy muy mala en eso. Hay un proyecto. ¿Cómo simplemente parece leerme?


―Paula, ¿qué hiciste? ― Sus ojos tienen curiosidad.


―No costó mucho.


Él mira alrededor de la casa, y sé que no ve nada fuera de lugar.


Re-hicimos la habitación principal para que no recuerde a Salvador a cada paso.


Es una mezcla perfecta de la dureza de Pedro y mi feminidad. Su masculinidad está presente en el suelo de madera oscura y en las paredes grises, pero la ropa de cama es toda nueva en rojo vibrante contra nuestros muebles negros.


Lo llevo de la mano, a la habitación de invitados. Le dije que lo haría al final, cuando, en realidad, quería darle una sorpresa.


Las paredes están pintadas ahora de un azul egipcio. La cama matrimonial que estaba aquí se movió a nuestra habitación y fue reemplazada con un pintoresco sofá-cama. El hierro forjado se destaca muy bien contra las paredes
azules. La almohada en la cama es mi primer proyecto de costura completo; rellené sus shorts de la pelea final. No es la cosa más suave, pero como dice Emi, es un tema de conversación.


Pedro camina detrás de mí y mira fijamente mientras ve la pared sobre la cómoda.


―Mamá y Salvador.


Enmarqué una foto de su madre y de sus chicos al lado de su cinturón de campeón y la otra es una imagen de Salvador con él cuando empezó su entrenamiento. El cinturón fue un poco difícil de enmarcar, pero Kid me ayudó.


Usando un sitio web, pedí calcomanías para que la pared dijera Mi Campeón. Puse las mayores fotos con la declaración debajo Siempre el bien. Al lado de la cómoda,
coloqué un estante y cubrí el viejo edredón de Salvador con él. Pedro me dijo que la esposa de Salvador hizo esto para ellos hace muchos años. Fue un regalo para él en su
aniversario cuarenta y cinco de boda antes de morir. Es un verdadero tesoro. Sólo puedo esperar que tengamos muchos más años juntos.


A medida que va dentro de la habitación y mira la pared junto a la puerta, halla fotos enmarcadas de cada uno de sus hermanos con sus familias: Martin con su brazo alrededor de Emi, que está mirando hacia abajo felizmente a Floyd, su
perro; Gabriel y Carolina sostienen a Camila entre ellos; Kid y Pedro juntos en el gimnasio; y una cándida foto que Emi tomó de los dos cuando empezamos la remodelación y los dos estábamos mirando hacia abajo la primera pieza de papel tapiz.


―¿Qué es esto? ―pregunta, viendo alrededor de la habitación antes de darme su mirada.


―Tú me das bien, Pedro. Más que eso, se lo das a los demás. Has estado allí para tus hermanos, tu madre, Salvador, Kid, y yo. Eres el bien, Pedro. Eres su legado
y mucho más. Quería que lo vieras y nunca lo olvidaras.


Él no habla. Se vuelve y me besa, y mi corazón se hincha.


Siempre me está dando más bien del que había imaginado posible.




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