Ya he decidido que Pau no es el tipo de chica con la que pueda salir. Está medio loca, es indecisa y ahora con todo esto de la charla de mierda sobre hacer el amor, no la mantendré alrededor. Por si fuera poco, viéndola con mi ropa, en mi casa, diciéndome lo que debo hacer es agitador.
Dejo el plato con tostadas y un vaso de agua delante de ella mientras agarro las mías y tomo un mordisco. Nos miramos el uno al otro y, juro por Dios, que estoy listo para decirle que se vaya. No quiero su maldito dinero. La quiero a ella por más tiempo.
—Trabajarás la deuda de tu auto las noches del viernes, sábado, domingo y martes. No deberá tomarte mucho...
—Tenía la intención de decirte que necesito tener los viernes o los sábados libres. —Llega a su espalda y se frota el trasero. ¿Qué diablos pasa con esa mierda?—. Seguiré yendo los jueves por la noche, pero realmente me gustaría tener tiempo para mi vida social.
—¿Quieres decir, ir a fiestas y tener sex...?
Levanta una mano, deteniéndome.
—Fue una cosa de una noche. Un paso para llegar a ser. —Se detiene, niega y luego deja la tostada—. No tengo hambre, gracias. Te veré esta noche.
—Espera, Pau. —La sigo mientras corre por las escaleras. Una vez en el garaje, mira hacia sus manos—. Se te olvidaron tus llaves. —Se las entrego y luego golpeo la puerta del garaje.
Llaves en mano, se mete en su auto, lo enciende, baja la ventanilla y me agradece antes de dar marcha atrás en el garaje.
Me digo a mí mismo: No me des las gracias todavía, Pau, tengo planes para ti.
***
Supongo que podríamos decir que por fin di el cuarto paso en el proceso de duelo. La depresión. No estoy deprimido, no me gusta esa palabra. Por lo tanto, otra vez estoy “de mal humor”.
¿Cómo puede un hombre hacerle eso a una mujer? ¿Cómo pudo mi padre hacerle eso a la mujer que le dio tres hijos? Jodidamente engañar a “su chica” todos esos años mientras ella estaba moribunda en el hospital. Maldito pedazo de mierda.
Lucas entra.
—Hola, ¿qué pasa? —pregunta, frotándose las manos para calentarse.
—¿Has estado fuera toda la noche? —Le doy una taza de café.
—Sí, tengo que ir al gimnasio y dormir un poco —comenta antes de tomar un sorbo—. ¿Cómo estuvo nuestra chica anoche? Estaba malditamente derrumbándose, hombre.
—Sí, no fue bonito, Lucas. Es joven...
—Es lo suficientemente grande para ir a la tienda, con edad suficiente para conseguir pan, hombre. —Ríe entre dientes.
—Es una empleada —advierto.
—Lo suficientemente grande para coquetear, es lo suficientemente mayor como para andar por ahí.
—Hermano, déjala malditamente sola.
—¿Hablas en serio? ¿Desde cuándo un trasero está fuera de los límites?
Lo miro, con mi mandíbula cerrada, haciendo mi mejor esfuerzo no decir una puta palabra. Pero como el infierno si no quiero que sepa que está tomada. Él y Gonzalo pudieron haber compartido a una chica antes, pero la regla Alfonso es que, si uno la señaló, los otros no lo podrán hacer a menos que diga lo contrario. No lo he hecho hasta este momento.
Necesito hacerlo, pero no lo he hecho. Por lo tanto, es muy seguro que él no la etiquetará.
—Mierda. —Jadea cuando comprende mi advertencia—. Te acostaste con Pau anoche.
—No, ciertamente no me acosté con Pau anoche.
—Oh, hombre, conozco esa mirada. Eres el mejor follando bombones. ¿Era virgen? —No digo nada, simplemente lo miro—. Oh, hombre, es virgen y qué, ¿tiene veinticuatro, veinticinco años? Eso está jodido. Necesitaba echar un polvo. Es injusto para ella, hombre.
—No era virgen y es mejor que simplemente dejemos el tema.
—Al diablo eso. ¿Desde cuándo dejamos temas como este?
—Voy a decirlo una vez, eso es todo. Luego, se acabó.
—Cuenta. —Se inclina como un niño esperando que su madre lea el siguiente capítulo de un libro de cuentos.
—Tienes la culpa. Esa maldita recaudación de fondos es donde follamos. Teníamos máscaras, así que no tenía ni puta idea de quién era y ella no tenía idea de quién era yo.
—Bueno, mierda, supongo que un puto gracias estaría a la orden. ¿Cómo diablos lo averiguaste? —No digo ni una mierda—. ¿La violaste? —Ríe, sabiendo muy bien que no lo hice ni lo haría, pero quiere sacarme de quicio.
—¿Estás fuera de tu maldita...?
—¿Oh... —levanta la mano—… hubo un sexo consensuado?
—Niego y trato de no sonreír—. Mierda, hombre, así que esa pequeña tira y afloja de bragas, ¿fue cuando el proverbial desenmascaramiento se llevó a cabo?
—Ni una palabra, Lucas. Si no me debiese por arreglar el auto, habrá terminado aquí.
Se ríe de nuevo.
—Oh, ¿en serio? ¿Es esa la máscara con la que vas a esconderte?
—No me estoy escondiendo. Es una historia verdadera.
—Entonces cámbiala.
Me está desafiando, probándome, lo sé.
—Esto no es un juego. No hago obras de caridad. Me aburre y puede hacer lo que sea en el infierno que quiera hacer. Hasta entonces, retrocede.
—¿Fue buena?
Lo miro a los ojos.
—Soy bueno y eso es todo lo que importa. Ahora ve a casa y duerme algo. Te necesito de vuelta en el bar esta noche.
—¿Evitándolo? —bromea mientras se pone en pie para irse.
—No. Cocino el viernes, imbécil y las multitudes se están haciendo más grandes, por lo que necesito respaldarla.
—Por supuesto. Mañana por la noche tengo una pelea, por lo que tendrás que respaldarme tú —menciona sobre el hombro mientras se pasea por la puerta como el niño que consiguió un calcetín lleno de dulces para Navidad. Estoy tan contento de que uno de nosotros pueda encontrar humor y felicidad en todo esto.
Pau, la Pau de trasero loco, no necesita ser respaldada por mí de nuevo. No importa cuánto me guste volver a visitar esa vagina ahora mismo, no lo haré.
Muy buenos capítulos! Al final se reconocieron, que incomoda la convivencia!
ResponderEliminarMmmmmmmm, qué buenos los 3 caps, al fin se dieron cuenta que habían estado juntos La que se viene!!!!
ResponderEliminar