HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

viernes, 7 de octubre de 2016

CAPITULO 40 (SEGUNDA HISTORIA)





―¿Anillos? ―pregunto mientras camino de ida y vuelta en la oficina de Martin.


―Comprobados ―dice Lucas mientras los sostiene arriba.


―No puedo creer que convencieras a Julian de casarnos ―me quejo.


Martin se ríe.


―El hombre tiene su forma con las palabras.


―Juro como la mierda, que sólo quiero que diga: Ahora son marido y mujer. Estoy harto de vivir separados, enfermo de despertar duro y no tener la causa de la erección para empalar ―digo, por lo que mis hermanos se ríen, pero yo no―. Mierda no es gracioso. Ella va a caminar chistoso durante meses, tal vez años.


―¿Cómo los jueves? ―Lucas sonríe.


―¿De qué demonios estás hablando? ―Lo detengo y muevo la cabeza, mientras entiendo―. Como los jueves.


En los meses pasados, sólo me quedo los miércoles y los domingos por la noche. Esas noches, abuso de la frontera con la pequeña mamá. Ella no sólo lo toma, sino que pide más. Entonces me voy antes de que Camila se despierte.


Esa es la cosa acerca de tener una pequeña chica de la cual preocuparse.


Acordamos que Camila no necesitaba verme por la mañana, hasta que estuviéramos casados. Ella tiene suficiente por superar, como tener a un idiota de padre que seguramente algún día saldrá en la conversación. Algún día, sabrá que su viejo estuvo en la casa grande. Algún día, se dará cuenta de lo que le hizo a su madre. Pero algún día, también se dará cuenta que su mamá quería y consiguió lo mejor del infierno. 


Y se dará cuenta que si un hombre la ama, la tratará como a un tesoro. He estado trabajando en eso por unos pocos meses, y ha funcionado como un encanto.


―El lugar está lleno, hombre ―me informa Lucas.


La puerta de la oficina se abre, y veo su vientre antes de verla a ella.


―El vientre de Emi está aquí. ―Se ríe Lucas.


Martin deja escapar un gruñido.


―Atractiva como el infierno.


―Eso es un poco jodido, hombre. ―Me río de él mientras camina dentro.


―Hola, nena, ¿estás bien? ―le pregunta Martin mientras le da un beso y luego sostiene su vientre con las manos.


―Podemos tener un problema ―susurra ella, pensando que no puedo oírla.


Camino más allá de ella, a la barra, donde veo a un par de clientes mirando por la ventana, por lo que camino hacia ellos y veo a Paula afuera, señalando y dándole un infierno a alguien mientras la nieve cae sobre ella, creando el vestido
de color blanquecino más sexy que he visto. Corro hacia la puerta y estoy sorprendido cuando veo a mi viejo allí de pie con un cigarrillo en una mano y un sobre en la otra.


―Él no le debe mierda. Ni una palabra, ni un momento, y sin duda no es lo que está pidiendo. Hizo una apuesta…


―¿Qué diablos está pasando?


―Tu mujer está tratando de protegerte ―dice él con una sonrisa amenazadora.


―No necesito protección. ¿Qué diablos haces aquí? No te he visto en casi un año ―digo mientras meto a Paula bajo mi brazo.


―Necesito ayuda. Utilicé tu apellido para entrar en una pelea y colocar una apuesta.


―¡No lo hiciste! ―grita Martin mientras camina con Lucas detrás de él.


―Me encontré con un hombre en Las Vegas en una pelea, le dije que el nombre de mi hijo era As.


―¿Cómo diablos sabes cómo me llaman? ―cierro.


―Yo lo sé todo. ―Toma una bocanada de su cigarrillo, lo tira, y lo pisa fuerte―. El nombre del hombre es Blade, y le debo diez grandes. Tuvo un gran día.


―Vete a la mierda ―silba Martin hacia él―. Vete de una puta vez de mi casa.


Paula se pone rígida debajo de mí, y dejo de ver a mi padre para mirarla.


―Dile acerca de Blade, Paula ―se burla mi padre.


―Blade tiene la mitad de los libros de Monte. Marshall tiene la otra mitad. De esa manera, si uno lo estropea, tiene al otro. Ese fue siempre el plan, en caso de que se quede atrapado en un juego subterráneo. Marshall era responsable de mí y de Camila, junto con todos los activos personales de Monte, mientras Blade maneja sus pequeñas empresas. Juntos, dirigen el “negocio secundario”. Al final, Monte nunca pierde una moneda de diez centavos o un parpadeo.


Mi sangre está hirviendo.


―¿Lo cual significa qué para nosotros, exactamente? 
―pregunto a pesar de que sé la respuesta.


―Tu padre le debe a Monte. Cuando salga, va a ir en busca de él.


―Que lo busque. Ahora lárgate de aquí.


Él mira a Lucas.


―Necesito ganar algo de dinero, hijo. Ven a Las Vegas.


―Lárgate de aquí antes de que te arrastre a la parte de atrás y te golp…


―Pedro. ―Paula toca mi mejilla―. No vale la pena. Monte dio su palabra.


―¡Le di la vida! ―grita nuestro viejo hacia ella.


―Dejaste una carga. Su madre le dio la vida ―vuelve a soltar Paula mientras se pone de pie frente a mí. Mira hacia mí―. Cásate conmigo ahora y olvídate de él. Estamos bien. Él va a tener lo que merece. Nadie más que tú, yo, Camila y tus asuntos familiares.


―Nuestra familia ―la corrijo.


―Aún no. Llévame allí y haz que suceda. No quiero arruinar el día de hoy. No nuestro día. Es nuestro, ¿verdad?


―Puedes apostar tu dulce trasero que es nuestro ―suelto.


Ella sonríe y se inclina para besarme, y de repente se retira.


―Julian, será mejor que quites las manos de mi mujer.


―La besarás cuando diga que puedes hacerlo ―refunfuña él, haciendo a Paula reír―. Nos vemos en el interior.


Con Paula dentro y lejos, camino hasta el anciano.


―Será mejor que encuentres la manera de solucionar este problema.


―Eres bueno con las cartas; te enseñé eso. Me lo debes. ―Señala con el dedo hacia mí―. Todos ustedes me lo deben.


―Nosotros no te debemos ni mierda ―dice Martin mientras pasa a mi lado―. Ahora, como dije, vete como el infierno lejos de mi casa.


―Tú, maldito malagrad…


Lo agarro por el cuello y empujo su lamentable trasero contra la pared de ladrillo.


―Espero que obtengas lo que mereces, y mucho más. No te debemos ni una maldita cosa. ―Suelto su cuello y me doy la vuelta―. Vámonos.


Una vez dentro, tomo una respiración profunda.


―Que se joda ―dice Martin mientras se pone delante de mí―. Sacúdete eso, hombre. Hoy es el día más importante de tu vida. Hoy es el día en que te convertirás en el hombre que mamá crió para que fueras.


―Así es, hombre. ―Lucas da palmadas en mi espalda―. Hagámoslo.


―Que se joda ―digo.


―Que se joda ―repiten ellos.



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