HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS
LENGUAJE ADULTO
jueves, 6 de octubre de 2016
CAPITULO 36 (SEGUNDA HISTORIA)
La puerta de la pequeña habitación de interrogación se cierra fuertemente detrás de mí, haciéndome querer saltar.
De alguna manera, sin embargo, me mantengo firme.
―Debo decir que estoy sorprendido de verte aquí, pero no lo estoy ―dice Monte sardónicamente―. Eres demasiado fácil de leer, Paula. Siempre has sido demasiado fácil de leer.
Sin pensar suelto
―¿Qué pasa con el tatuaje? Nunca te lo había visto antes, Monte.
El mal baila en sus ojos oscuros, enviando un escalofrío por mi columna.
Siempre he temido los efectos de los juegos de Monte y los escenarios de venganza contra Camila, pero en este momento, le temo al hombre mismo, y todo lo que es capaz de hacer.
Su voz es baja y dura, y su mirada no vacila.
―Quiero que sepas esto, Hard Knocks: Mi pasado no es nada de tu puta incumbencia, nunca lo ha sido y nunca lo será. No conoces mi historia, porque no necesitas hacerlo.
Sintiendo una amenaza y un desconocido sentido de que las cosas se están saliendo de control, no puedo evitar dejar salir las palabras.
―Necesito saber todo lo que pueda lastimar a Camila.
Se ríe con sadismo.
―Oh, las cosas que pareces no poder ver. Hice todo esto por ti y por ella.
Mi estómago se agita, la habitación da vueltas, y no tengo más remedio que tomar el asiento frente a él.
―Deja de jugar conmigo ―digo en un susurro.
Monte se inclina hacia adelante.
―¿No los ves? Tu Gran Papá Chulo quería arrinconarte, preciosa. Se jactó en las calles desde que tenías catorce sobre el precio de tu virginidad. Tu madre te empujó al juego, no para salvarse a sí misma, sino para salvarte de las calles.
Se corrió la voz, y Marshall fue con el repartidor para dármelo como teléfono de emergencia y un poco de dinero en efectivo para Marshall al lado. La información me fue deslizada de que estaría jugando en contra de la novia virgen. Tenía dos opciones: Ganar y dejarte a la suerte que estaba determinada a aplastar la luz de tus ojos, o negociar en el exterior por ti, porque al final, nunca pierdo, y no iba a
hacerlo ese día.
No tengo palabras. Me siento en silencio por lo que se siente como una eternidad, pero en realidad, pasan solo dos minutos antes de que el fiscal entre.
―Paula, ve finalizando. El tiempo casi se acabó. ―Su presencia me recuerda que estoy aquí en tiempo prestado y a favor del abogado. Es muy posible que sea ilegal que aún tenga este momento con Monte.
―¿Me compraste para salvarme?
―En cierto modo, sí. La noche del juego, pude leer el miedo atrás de tu fachada. Si un juego te sacudía, no había manera de que pudieras salir de la esquina. Una chica como tú no tiene asunto en las calles. Pude decir eso en el instante en que entramos en la habitación. ―Se inclina sobre la mesa hacia mí―. Puta vagina principal, también. La mejor que hay, incluso cuando no sabías qué hacer, incluso cuando no estabas disfrutándolo. Tienes una gran vagina, Paula. ―Se inclina hacia atrás y sonríe, sabiendo que llegó a mí de nuevo.
―Suficiente.
―Ahí está ella. La chica que siempre tuvo agallas para conquistar el mundo.
―Gozas con esto.
―Gozo contigo, pero más que eso, nunca quise matar la lucha dentro de ti. Solo quería mantenerte a salvo, lo que hice hasta que tomaste la decisión de alejarte. Por meses, Paula, te vi luchando para encontrar una vía de escape.
―Entonces, ¿por qué no me dejaste ir?
―Si solo fuera así de fácil. ―Mira hacia abajo, después vuelve a ver hacia mí―. Tengo un pasado, y tengo enemigos, más de los que me importa contar. No estarías segura a menos que me debieras. Nadie te tocaría si estuvieras trabajando para pagarme; temen mi ira al no conseguir mi reembolso. Mientras que trabajaras, fueras a casa, y te hicieras cargo de Camila, todo estaría bien.
―Está bien, y lo hice hasta que amenazaste con llegar a Camila.
―Te metiste con As. Te necesitaba fuera del juego, Paula. No tenías asunto en este mundo, sin embargo, ahí estabas. As puede ser bueno en la mesa, pero no está aquí a tiempo completo, lo cual te dejaba sin protección.
La ira me llena.
―¿Quieres que crea que hiciste todo esto por mi seguridad? Yo lo llamo basura.
Se inclina hacia atrás en la silla, arrogantemente.
―Léeme, Paula. ― Sus ojos al instante se ablandan―. Nunca te he mentido, nunca te golpee. Nosotros dos teníamos un papel que desempeñar, y al principio el mío era mantenerte segura. Luego, tu madre murió, y no tuviste a
nadie, así que me aseguré de que tuvieras a Camila. Me aseguré de ocultar tus pastillas para que no pudieras tomarlas. No quería que estuvieras sola.
―¿Quieres que crea que me diste a mi hija por la bondad de tu corazón?
―Me importa una mierda lo que creas, Paula. También deberías saber que no tengo corazón, por lo que no fue por eso. Fuiste tú. Hay una suavidad bajo tu fuerza que atrae a un hombre. Eres el mejor lugar para caer al final del día.
Cualquier hombre que tuviera una oportunidad en ese pequeño centro tierno en tus sábanas sería un tonto en dejarlo pasar.
―¿Entonces por qué el juego con Pedro? ¿Por qué ponerle precio a Camila?
―Todavía no lo ves. No puedes encontrar la lectura. Paula, As tenía que estar fuera del juego de forma permanente. No puedes quedarte aquí sin deberme. Tomaste la decisión de entrar en una sala de jugadores y sentarte a la mesa. Tomaste la decisión de que tu hombre pagara la deuda públicamente. En un mundo de pesos y contrapesos, eso inclinó la balanza de tu seguridad de una manera que no podía mantener en secreto. La palabra era que tú y As estaban juntos, y no podía tomar eso si iba a permanecer en la liga.
―Está bien, pero estaba fuera del juego, ¿por qué tratar de matarlo? ―Me tiemblan las manos y mi voz se sacude. ¿Cuán torcida puede ser una persona?
¿Realmente cree en su mente que todo lo que hizo fue protegerme? En mi existencia día a día, Monte era un idiota de proporción épica. Me deshonró y me amenazó usando a Camila, para controlarme y manipularme. No hay nada que
pueda hacer o decir ahora que pudiera lograr que confiara en él o que hiciera que me gustase, si aún está hablando en serio.
―Él regresó. Si iba a mantenerlas a ti y a tu niña a salvo, no debería haber estado en Las Vegas. Tú te fuiste, y debería haber estado contigo. No lo estaba, y te necesitaba lejos de los jugadores.
La puerta se abre de nuevo, y el abogado dice en alto:
―Se acabó el tiempo, Paula.
Sacando los papeles de mi bolso, los empujo delante de él.
―Firma que renuncias a tus derechos. Me quitaste mis opciones. ―Me estiro hacia atrás y pretendo enderezar mi pantalón debajo de mí. La realidad es que estoy frotando mi trasero para recordarme lo que realmente soy. Soy la Pequeña Mamá Alfonso, y terminé con las marcas y los juegos. Quiero a mi hija y voy a conseguirla―. Dijiste que me la habías dado como un regalo debido a que perdí a mamá. Dámela entonces, Monte. Firma que renuncias a tus derechos. Si todo lo que dices es cierto, si realmente querías mantener mi seguridad, entonces pruébalo.
―Estoy a punto de ir a prisión, Paula ―Mira al espejo de dos vías―. Tu chico necesita saber: Si lo encuentro en Las Vegas, si lo encuentro en mi ciudad, incluso desde la cárcel, lo pagará. Se retiró para mantenerlas a ti y a Camila lejos
de mi pasado. Déjalo así. Aléjate hoy y permanece jodidamente lejos. Quise darte lo mejor de lo que tenía, y si crees eso o no, lo hice. Si As regresa a mi mundo, voy a llegar a él. Sin. Importar. Nada. La parte que necesitas comprender es que terminé contigo, la deuda está pagada. Ahora se trata de mi vida. Nadie me sacará por algo que finalizó y terminó, y esa eres tú. As, tú y Camila manténganse de una puta vez lejos de mí o estarán muertos. ¿Lo tienes?
Asiento, viendo cuán serio es. Mi mente no puede procesar todo lo que ha ocurrido aquí hoy. De alguna manera, en su mente, Monte justifica lo que me hizo. No me da una disculpa. No me pide perdón, no es que alguna vez pensara
que lo haría. No me da una idea de los peligros que podría encarar. Una vez más, está en control.
Mientras ve los papeles, mi mente corre. ¿Los va a firmar?
Finalmente, toma la pluma y la gira en sus dedos. Los minutos pasan, sintiéndose como horas, antes de que me mire.
―Si la jodes, Paula… incluso no necesito decirlo de nuevo, ¿comprendes? ―Con esas últimas palabras, firma los documentos, renunciando a todos sus derechos sobre Camila.
Dejo escapar un suspiro cuando la puerta se abre y dos guardias vienen para escoltar a Monte a la sala de audiencias.
Firmó los papeles. Terminé con Sergio “Monte” Timmons.
Tengo a mi niña,sin deudas.
Pedro entra en la habitación, me toma en sus brazos y me besa como si fuera su último suspiro. Agarro su chaqueta de deportes mientras me mareo con las emociones y su beso.
Después, el abogado entra y se aclara la garganta,
rompiendo nuestro momento.
―Es hora de irnos ―dice el abogado, y luego se vuelve hacia mí―. Haré que esos queden notariados ―señala mis papeles―, y seré el testigo de la firma de él en ellos para que podamos presentarlos en la corte hoy por usted, Sra. Chaves.
Entregándole los papeles, sonrío con alivio.
Entonces Pedro entrelaza nuestros dedos y nos dirigimos a la sala de audiencias, donde tomamos nuestros asientos y esperamos al fiscal. Los miembros del jurado se presentan, y una vez que todo el mundo está sentado, el agente judicial acompaña a Monte, después todos estamos de pie mientras el juez entra. Mis nervios deben mostrarse, porque Pedro me aprieta la mano en silenciosa tranquilidad.
Todo es una falta de definición hasta que el juez le pide a Monte su declaración. Él se pone de pie y mira a Pedro y a mí, antes de volverse hacia el juez.
―Culpable.
Yo suelto un jadeo. ¿No va a pelear esto? ¿Es un juego? ¿Realmente podría estar diciendo la verdad? ¿Era esta su manera de protegerme? No lo sé y no puedo quedarme en eso. Tengo a mi hija, y al final, él se irá por unos pocos años,
sin embargo.
Se mueven a la sentencia. Monte consigue cuatro años con posibilidad de libertad condicional. La primera podrá presentarse en tres años, y nos tranquilizamos porque tendrá un poco de trabajo.
Tengo a mi hija. Sigo recordándome. Tengo a Camila. Ella es lo que importa.
Puedo enfrentar cualquier cosa que se me lance siempre y cuando la tenga.
Al abordar el avión para Detroit, no puedo evitar sonreír. No tengo deseos de volver jamás a Las Vegas. Hoy dejo el pasado atrás y me muevo hacia mi futuro con posibilidades ilimitadas. Cuando salga de este avión, iré a casa con mi
familia. La familia que nunca he tenido antes me está esperando.
Le daré a Camila todo lo que nunca tuve. Eso se siente bien.
Aprieto la mano de Pedro mientras nos acomodamos en nuestros asientos.
―Se siente bien, Alfonso.
―Lo hace, pequeña mamá. ―Me guiña un ojo antes de besar mi sien calladamente.
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