HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

domingo, 16 de octubre de 2016

CAPITULO 27 (TERCERA HISTORIA)




Estoy sosteniendo su mano cuando me estaciono enfrente del gimnasio.


―Parada rápida. Tengo que comprobar el lugar. ―Salto y corro alrededor para abrirle la puerta. Ella sale, y no puedo evitar sonreír. Ella sonríe de regreso.


―¿Aquí es donde entrenas?


―Y dónde tú lo harás.


―Oh, no sé nada de eso.


―Yo sí. Vas a aprender algunos movimientos.


Me mira con curiosidad.


―¿Quieres que peleé?


―No. ―Niego y sonrío―. Quiero que aprendas a defenderte. Autodefensa. Hoy no, pero pronto. ―Me inclino y le doy un beso rápido―. Vamos.


Cuando caminamos dentro, Kid está de pie junto a la oficina con un hombre de traje, y golpeamos los puños.


Pedro. ―Saluda Kid―. Este es el abogado de Salvador.


―Bill Boles. ―Estira la mano, y se la estrecho―. ¿Tiene un minuto?


Asiento.


Mira a Paula.


―¿Tiene algún problema con mi chica?


Él levanta ambas manos en el aire.


―Nop. No señor. Mientras esté cómodo con ella viendo lo del testamento, no tengo ningún problema.


―Bien. ―Asiento a la puerta de la oficina―. Hablemos.


Se sienta en la última silla disponible en la pequeña oficina de Salvador. No me siento bien estando allí, y obviamente, tampoco Kid.


―Voy a leerlo Me detiene si hay alguna pregunta.


Empieza a leer, y lo interrumpo.


―¿Qué tal si nos dice lo que quiere, y entonces podemos revisarlo?


―Eso es un poco fuera de lo convencional, pero si insiste. ―Asiente a los dos.


―Insistimos. ―Kid asiente de regreso.


―En pocas palabras, les está dejando a los dos el gimnasio. Kid tiene antecedentes, por lo que dado su pasado, no debe estar a su nombre. Dice que su palabra es buena, señor Alfon...


Pedro ―lo corrijo.


Él asiente.


―Quiere que los dos hagan algo bueno de él. También contaba con un seguro de vida de quinientos de mil dólares. Cuatrocientos mil irán a la iglesia de su difunta esposa y cien mil a los dos, pero no es... en sus palabras “un donativo”. Es
para hacerle una renovación al lugar. Quiere que prometan que harán algo mejor con él y con sus vidas.


Deja la carpeta en el escritorio de Salvador.


―El cheque deberá estar aquí en unas seis semanas. La escritura de esta construcción y la de al lado que se utiliza como residencia está aquí ya. Fírmelo, Pedro, y lo presentaré. Las escrituras se llevarán cerca de treinta días para procesarse. Mi sugerencia es que abran una cuenta cuando llegue el cheque usándolo a nombre de la empresa. ¿Alguna pregunta?


Aturdidos, Kid y yo sacudimos la cabeza.


Él mira a Paula como si estuviera tratando de resolver algo.


―¿Tiene un problema con Paula?


―¿Chaves? ―pregunta, mirando su maletín de cuero negro.


―Sí. ―Me pongo de pie, poniéndome entre ellos.


Bill extiende la mano.


―Señor Alfonso, conocí al Sr. Chaves tres años atrás. Señorita Chaves, siento su pérdida.


Miro a mi lado mientras ella mira a escondidas alrededor.


―Gracias.


―Después de obtener todos los informes de la policía de nuevo, querré reunirme con usted de nuevo.


―¿Con respecto a qué? ―pregunto.


―Al edificio, por ejemplo. Es de la señorita Chaves ahora. Y creo... ―Va su maletín de nuevo y saca un poco de papeleo―... que ser... incinerado y sus cenizas serán derramadas en el río. Hay una arrendataria... ―Revisa más papeles―. Me parece que no puedo encontrar lo que estoy buscando, pero ella sabe el paradero de sus cajas fuertes. No creía en los bancos, por lo que todo lo que tiene va a su
pariente más próximo, y esa es usted.


Miro para ver su reacción, pero su expresión está en blanco. 


Cuando tomo su mano y le doy un apretón, mira al suelo, sin embargo, aprieta la mía de regreso.


―Señor Alfonso, si sólo pudiera firmar. ―Empuja la carpeta hacia adelante―. Entonces me iré.


Alzo su mano y la beso.


―Tengo que soltarte por un minuto. ¿Está bien?


Ella asiente, liberando mi mano.


Mientras estoy firmando, desaparece en el gimnasio. 


Cuando dejamos la oficina de Salvador; mía y de Kid; la veo patear una de las pesadas bolsas. Entonces mira a su alrededor y no nos ve, por lo que lo hace de nuevo antes de darle a la bolsa.


Bajo mi mano, deteniendo la entrada de Kid en el gimnasio.


―Quédate aquí un minuto. ―Quiero que tenga este momento para ella. Que encuentre su lucha interior.


―La puta mierda de echar la mano necesita detenerse, Alfonso ―gruñe―. No se le hace esa mierda a un hombre que pasó los pasados siete años de mierda encerrado.


―Voy a tratar de recordar eso.


―Será lo mejor.


No respondo.


Los dos nos quedamos ahí, viéndola pegar en la bolsa hasta que el timbre de la puerta llega a sus orejas. Le dice adiós al Sr. Boles y luego mira a su alrededor, todavía sin vernos. Comienza a pegarle a la bolsa un par de veces, y luego la patea dos veces.


―¿Vas a dejarla seguir haciendo eso? Podría lastimarse.


―Tiene mucho que trabajar ―digo, observándola. Echo un vistazo hacia él―. Tú también.


―Necesitaba dormir ―sisea.


―Tienes que encontrar una manera diferente de hacerlo. Vas a mear caliente cuando veas a tu oficial de libertad condicional, y luego vas a estar de regreso a tener que saltar cuando alguien esté tras tu espalda. ―Me alejo―. Y un puto jabón en una cuerda.


Camino en silencio hacia ella y empiezo a trabajar en una de las otras bolsas: izquierda, derecha, golpe, y patada. Lo hago una y otra vez, observándola mirarme por el rabillo del ojo, después imita mis movimientos. Trato de tomarlo con calma, pero parece que se aburre.


Más duro, su demanda se hace eco en mi memoria.




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