HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS
LENGUAJE ADULTO
sábado, 8 de octubre de 2016
CAPITULO 2 (TERCERA HISTORIA)
Voy a pie hasta el bar. Sé que aparecerá. Sé que lo hará.
Tiene que hacerlo.
Entro mientras Lola, la barman, pasa junto a mí con los ojos llorosos.
―¿Perdimos a otra? ―Me río.
―Tal vez ―responde mi hermano Martin con indiferencia.
―En serio, hermano, necesitas aprender a jugar limpio con los demás. ―Igual que otros estúpidos en este puto feo mundo, pienso mientras miro hacia la ventana para ver si ella me siguió.
―Mira, a menos que estés aquí para tomar otra noche, paso un poco. No quiero oír una mierda.
―Me gustaba Lola. ―Me siento a la barra.
―¿Oyes tacones hacer clic en las escaleras de madera en el apartamento?
Le doy la mirada de qué demonios estás hablando. Él levanta las cejas y mueve la cabeza, y luego los escucho.
―¿Qué carajos...? ―Lola está en el apartamento encima del bar, en el apartamento en el que nuestro idiota padre todavía vive, en el que Martin le permite quedarse debido a una promesa a nuestra mamá moribunda.
―Los acabo de encontrar en mi puta oficina. Le dije hace un mes, cuando lo atrapé destripando la caja registradora que estaba fuera, que no pusiera un pie en mi puto lugar de nuevo, o tendría que empacar su mierda.
Niego y aprieto los puños. Putamente odio a mi padre. A los cabrones abusivos, los odio a todos. Miro por la ventana.
Vamos, pequeña Paula. Sé valiente.
―¿Qué vas a hacer? ―le pregunto a Martin, todavía en busca de la pequeña.
―Está empacando su mierda.
―¿De verdad, hombre? ―Esa es música para mis oídos, una victoria para los buenos.
―Tan jodidamente real como el cáncer terminal.
Mamá murió de cáncer, y aunque algunas personas no encontrarían esa declaración divertida, nos reímos ya que a veces tienes que encontrar humor en tu desgracia. Por desgracia, no encuentro el humor de mierda en el hecho de que Paula no aparezca. Desearía que alguien pegara mi trasero en este taburete porque sé que si no está aquí dentro de diez minutos, voy enojarme demasiado.
Miro hacia Martin. Sé que está luchando en su interior.
Sostiene su mierda adentro, mientras que yo soy un poco menos... introvertido.
Miro hacia arriba cuando la puerta se abre, para ver al compañero policía de Martin, Johnny.
Joder, pienso, cuando veo la mirada molesta en su cara, sus ojos enojados dirigidos hacia mí. Sé lo que se viene, así que hago que sea fácil para todos ellos y me pongo de pie.
―¿Conseguiste rescatarla? ―pregunta Martin.
―Estás jodidamente bromeando, ¿verdad? ―Mira hacia abajo a mis nudillos y sacude la cabeza―. Pedro, sabes que tengo que llevarte ―dice Johnny enojado―. Golpeaste como la mierda a tu casero.
―Su hija estaba llorando. La oí a través de la pared, abrí la puerta, y ella estaba corriendo por el pasillo. El hijo de puta salió a perseguirla con un cinturón.
―¿Así que lo golpeaste en el suelo? ―pregunta Johnny, tomando la taza de café que Martin desliza a través de la barra―. ¿Qué hay de llamar al 911? Ese es mi trabajo, hombre. Ahora está tan asustada que no está hablando y no presentará cargos...
―¿Qué quieres decir, con que “no presentará cargos”? Tenía marcas de contusión en su maldito cuello, Johnny. Es una niña de mierda. Necesita a alguien...
―Tiene diecisiete años. No puedes obligarla a hacer esa mierda, ¿me oyes? ―Johnny se levantó, después, apuntó a la puerta―. Orden de restricción, por lo que ahora tendrás que buscar un lugar donde vivir, y cuando el juez pregunte en lo que trabajas, ¿qué le vas a decir? ¿“Golpeo personas en almacenes abandonados, mientras otros están alrededor y miran”? Es jodidamente ilegal.
Estoy molesto, tan jodidamente enojado. Sólo debí haberla tomado y empujado en mi puto bolsillo.
―No, hombre, tengo trabajo. Soy un astronauta de mierda. Acabo de volver de la luna anoche. La mierda se ve bien ahí arriba.
―La última vez que le dijiste al juez que eras un puto aprendiz de obstetricia y ginecología, te tuve una semana en la cárcel del condado.
Miro a Martin.
―¿Tengo un lugar para vivir?
Martin asiente.
―Por supuesto que sí.
―Trabajo aquí, ¿verdad?
―Sí, hombre, lo haces. Llámame después de tu sesión de fotos y huellas dactilares. Iré a recogerte. ―Martin sonríe mientras mueve la cabeza.
Camino fuera y tengo que reír. Quiero decir, joder, ¿qué otra cosa puedo hacer? Iré a la cárcel porque intenté hacer lo correcto. Mamá se habría sentido orgullosa. Lo hice bien.
Soy su legado.
Froto el tatuaje en mi brazo.
Legado.
Brinco a la parte trasera del auto patrulla y río de nuevo.
―Es como si tuviera mi propio chofer personal, Johnny.
Él mueve la cabeza, y sé que está haciendo todo lo posible para no sonreír.
―Sólo tú, Pedro. Sólo tú.
Este no es mi primer paseo en la parte posterior del auto patrulla de Johnny, y no puedo prometer que será el último.
Al menos, no se molesta ya con las esposas. Mientras me siento atrás, veo a mi viejo y a Lola caminando por el callejón con bolsas de basura. Le doy al viejo el saludo de un dedo y me da la espalda.
Buen viaje, hijo de puta.
―¿Vas a dejarlo? ―Oigo a Johnny preguntar.
―¿Qué?
―La niña, el anciano, tu viejo. ¿Alguna vez comenzarás a tratar de pensar en ti mismo, Pedro? ¿En tu futuro?
―No estoy seguro ―le contesto con honestidad.
―No eres Batman ni algún tipo de justiciero. Eres un simple mortal como el resto de nosotros ―dice mientras sale a la calle. Cuando no contesto, suspira alto―. Tienes que dejarlo.
―Mm-hm.
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