HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

jueves, 15 de septiembre de 2016

CAPITULO 8 (PRIMERA HISTORIA)



Dios mío, ¿qué es ese olor? Pienso, mientras trato de levantar mis excesivamente pesados párpados, al tiempo que mi nariz pica con el asalto de algo quemándose. Mi cabeza palpita, mi cuerpo está adolorido, y no estoy muy segura de dónde estoy, a la vez que mis ojos se esfuerzan por abrirse y enfrentarlas cegadoras luces a mi alrededor.


—Mierda, mierda, mierda. —Escucho chillar a Tamara desde otra habitación.


Palmeo el espacio a mi alrededor, dándome cuenta de que estoy en un sofá. Parpadeo, y mis ojos se llenan de lágrimas con la luz. Cerrando un ojo, trato de darle a mi mente un respiro, mientras miro en dónde estoy.


El apartamento de Tamy. Estoy en su sofá.


Echándole un vistazo a mi cuerpo, veo que todavía estoy usando el vestido negro de anoche.


Anoche…


¿Qué hice? Fuimos al baile de máscaras para recaudar fondos. Tomamos un par de copas que me ayudaron a relajarme. Tamy dijo que necesitaba soltarme aunque sea una vez. Bailamos.


Oh. Dios. Mío.


Estaba bailando con el hombre; el de la barra. Nos besamos… de acuerdo, nos atacamos el uno al otro. Poco a poco, los recuerdos invaden mi palpitante cabeza.


El armario.


El armario del conserje. ¿Qué demonios hice? ¿Cuál era su nombre? ¿Alonso? ¿Alfonso?


Sentándome, descanso los codos sobre mis rodillas y me tomo la cabeza con las manos, mientras me devano los sesos para recordar su nombre. Nunca he hecho nada como esto antes en mi vida. No puedo creer que le permití hacerme cosas... ese tipo de cosas... en un armario, en una recaudación de fondos. El alcohol es un verdadero inhibidor.


Creo que ni siquiera reaccioné. Creo que ni siquiera lo detuve.


El olor a huevos quemados —sí, definitivamente a huevos quemados—, y algo más asalta mi nariz, provocándome náuseas. Poniéndome de pie de un salto, corro hacia el baño, llegando al inodoro justo a tiempo para que mi estómago revuelto se vacíe.


Cuando termino, miro hacia la puerta para ver a Tamy, desaliñada y con el cabello despeinado, sonriéndome. Mis ojos se llenaron de lágrimas por vomitar, y ella está allí sonriéndome como el gato que atrapó al canario.


—Buenos días, sol.


—Ugh. —Es mi simple respuesta, mientras lucho contra las náuseas.


—Te ves como el infierno, florcita. —Sonríe aun más grande, haciendo que las manchas de rímel debajo de sus ojos se burlen más de mí.


—Estás demasiado alegre esta mañana para verte tan mal como yo —le gruño.


—Tú deberías estar alegre después de tu encuentro de medianoche en el armario.


Involuntariamente, me llevo la mano a la boca sintiendo vergüenza. Tamy fue la que abrió la puerta. Había pasado junto a ella cuando salí corriendo para ir al baño a limpiarme y hacer mi escape.


—No me digas que no lo recuerdas. Ese tipo era sexy como el infierno, no alguien que esperarías olvidar fácilmente. —Camina hacia el lavabo, humedeciendo un paño antes de pasármelo.


—No lo olvidé. Es que... no hago ese tipo de cosas. Ligues de una noche, esa no soy yo, Tamy.


—No te sientas mal, Pau. Sé lo que has pasado. Sé lo lejos que has llegado. Esta es una victoria para ti. Este es tu año de fortalecimiento y de dejarte llevar.


—Esta no soy yo. No salgo con extraños. —Cuanto más pienso en ello, más mi mente da vueltas. Me inclino sobre el inodoro de nuevo, liberando lo último de mis escasos contenidos.


—Vamos, te serviré un poco de café. Traté de preparar el desayuno, pero tengo demasiada resaca. Quemé las croquetas de papa y los huevos. Por un momento, pensé que se activaría la alarma de humo.


Pensar en comida hace que mi estómago se revuelva. Al ver el cambio en mi rostro, Tamy me mira con comprensión antes de alejarse. Me pongo de pie y lentamente me dirijo de vuelta a su sala de estar.


—Lo siento. No pensé en lo mal que podrías sentirte esta mañana. Anoche bebiste demasiado, nena. —Se ríe.


La habitación da vueltas a mi alrededor, mientras el temor me invade. Realmente me solté anoche. Solo llámenme chica traviesa.


¿Cuál demonios era su nombre?


Mientras Tamy sigue conversando, sus palabras rebotan alrededor de mi cabeza como una pelota de ping-pong y solamente escucho algunas de ellas.


—Realmente puedes bailar, chica. —Me las arreglo para comprender ese pequeño fragmento de lo que sea que sigue diciendo. ¿Por qué tiene que hablar tanto en este momento?
¿Bailar? No, no estaba bailando. Me estaba restregando. 


Demonios, prácticamente estaba follando en seco la pierna del hombre misterioso. Me comporté como una puta. Con razón me tomó tan libremente en un armario.


En un armario. En el armario de un conserje.


¿Y cuál demonios era su nombre?


—Hola, ¿dónde estás, Pau?


—¿Eh? ¿Qué? —respondo, dándome cuenta de que no tengo idea de lo que ha estado diciendo.


—Su nombre, ¿cuál era su nombre? —Suspira, mirando mi rostro—. No lo sabes.


— Carroso, Alonso, Alfonso. Me dijo: “Llámame Alfonso”, creo —balbuceo, mientras mi amiga estalla en un ataque de risa. Le lanzo un almohadón—. No es gracioso, Tamy.


—Oh, es gracioso. Es hilarante. Siempre tan reservada, Pau. Está bien dejarse llevar y divertirse, y sin duda fue divertido. La forma en que te sonrojaste cuando saliste, estabas completamente satisfecha.


Sacudo la cabeza, tratando de deshacerme de los pensamientos de cómo mi cuerpo reaccionó a él. Soy una puta.


La mortificación se apodera de mí. Anoche no fue la primera vez que mi cuerpo reaccionó al contacto físico. Solo que en mi estado de ebriedad, anoche, lo quería por mí misma. El consentimiento fue jodidamente dado.


Tamy dice que esto es poder. ¿Por qué no puedo aceptar eso y permitir que me ayude a dejar ir mi pasado? ¿El dominio que el pasado tiene sobre mí siempre me mantendrá lejos de mi futuro?


Mercancía dañada. Nadie quiere una mercancía dañada.


—Basta, Pau. ¡No seas parte de la doble moral! ¿Por qué es aceptable para los hombres tener sexo por el simple propósito de liberarse, pero una mujer lo hace, y es una puta? No, señorita, no puedes sentirte culpable por lo de anoche. ¿Y qué si no recuerdas exactamente su nombre? Pasaste un buen momento, tuviste un orgasmo, ahora sigue adelante. Tómalo como un objetivo de tu lista de deseos; márcalo, y pasa al siguiente.


—Es más que eso y lo sabes, Tamy —digo con un susurro.


Ella conoce mi pasado. No solo sabe lo que sucedió, también los sentimientos encontrados por los que pasé. 


Cada vez que me permito pensar en el pasado, no sé si aceptarlo o no. Tengo que dejarlo ir y no puedo.


Tal vez lo he hecho. Tal vez anoche fue mi primer paso para estar completa de nuevo. Ha pasado tanto tiempo que ya no sé cómo se siente.


Sin embargo, ayer por la noche, salí como una chica normal de veinticuatro años. Bebí unas copas con una amiga. 


Conocí a un chico que me atrajo y me fui con él. Aparté a un lado todas mis preocupaciones, inseguridades y transgresiones del pasado, y fui por ello. Eso es poder. Eso es lo que está llegando a ser.


Sin tener nada más que decirle, mi mente corre con los recuerdos de anoche.


Me muevo para enderezarme en el sofá y recoger mis cosas. 


Después de un rápido adiós, tomo un taxi y regreso a mi apartamento. De ninguna manera podría caminar hoy, y Tamy tiene demasiada resaca para conducir ida y vuelta de forma segura.


Al sacar el último resto de cambio de mi bolso prestado para la propina del taxista, mis dedos trazan la delicada tela de mi máscara. La máscara que pudo esconderme tan fácilmente anoche.


Con cuidado, salgo del auto, muy consciente de mi falta de ropa interior. Sin embargo, de nuevo estoy mortificada al recordar mi comportamiento de anoche. Tan caliente como pudo ser, fue con un extraño, y ahora él tiene mi ropa interior. Como un recuerdo o algo, no lo sé.


Al llegar a mi puerta, veo un sobre pegado en ella. Lo tomo, y luego recojo el periódico del suelo antes de entrar en mi apartamento. El periódico por el que permití que el vendedor me hiciera pagar por adelantado un año de suscripción. El periódico que no debí haber comprado, pero en pocos meses más será una cuenta que ya no tendré que pagar. Por ahora, es mi única fuente de entretenimiento actualizada. 


Las historietas son tan graciosas ahora como cuando era niña. Al menos algunas cosas nunca cambian.


Entrando a mi apartamento, dejo mi bolso y el periódico. 


Abro el sobre y mi corazón se hunde.


Aviso de Desconexión de Servicios Públicos.
Su cuenta con nosotros está seriamente atrasada. Su servicio de agua corriente está programado para ser desconectado en cinco días hábiles. Por favor, pague el saldo completo para evitar la interrupción del mismo. Si el servicio es desconectado, el cliente será responsable de los gastos de reconexión y del depósito de seguridad antes de ser restablecido.


Sintiéndome derrotada, lanzo el aviso y el periódico sobre la barra y luego me dirijo a mi dormitorio. Quitándome el vestido prestado, entro en mi cuarto de baño y tomo una ducha bien caliente, deseando poder lavar todos mis problemas con la misma facilidad con la que lavo la suciedad de mi día anterior.


Una vez fuera de la ducha, me visto con pantalones de yoga y una camiseta, sin sujetador, y luego me dirijo hacia mi pequeña cocina. Agarrando un frasco de analgésicos del mostrador, rápidamente me tomo dos, mientras me quedo mirando el aviso de desconexión; un claro recordatorio de que poco a poco estoy perdiéndolo todo.


No puedo llamar a mi mamá. Ella no tiene dinero extra para ayudarme. Lo que es más, nada podría convencerme de llamar a mi papá. Al monstruo de mi madrastra nada le gustaría más que yo necesitara algo, cualquier cosa, de ellos.


Por lo tanto, recojo el periódico, y hago lo único que sé hacer. Es tiempo de buscar un segundo trabajo. El hospital cuenta con grandes beneficios, pero el sueldo de un trabajador social de grado inferior no es suficiente con mis préstamos estudiantiles de la universidad respirando en mi cuello. La carga sobre mi espalda para la que nadie me preparó cuando me fui de la escuela, está siempre esperando.


Buscando en los clasificados, mi corazón se hunde. No hay muchas opciones para trabajar con mi horario. ¿Qué voy a hacer?


Entonces veo algunos puestos de camarera y dos para atender barras en bares, y a todos hay que solicitarlos en persona. Podría hacer eso.


Marcando los que parecen prometedores, miro el reloj. Es media tarde, no hay tiempo como el presente para enfrentar mi nueva realidad.


Solicito empleo en cuatro lugares antes de que mi resaca me gane, y regreso a casa. Mañana, después del trabajo, iré al último lugar.



2 comentarios: