HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

jueves, 15 de septiembre de 2016

CAPITULO 7 (PRIMERA HISTORIA)




Me paro frente al espejo, mirando a un hombre que no puedo reconocer, un hombre que nunca he conocido. No soy de usar trajes. Este no soy yo. Nunca voy a encajar en el molde.


Demonios, la noche de mi graduación de la secundaria la pasé en el bar porque mi papá estaba demasiado borracho y agresivo, y mamá tuvo que llevarlo arriba. Los seguí para asegurarme de que no se pusiera violento. Cuando se desmayó, mamá empezó a dirigirse abajo, pero le dije que me encargaría de cerrar el bar con Amy.


¿Amy? Sí, Amy era una camarera. Solo tenía veintiún años y, aunque un poco gordita, era sexy como el infierno. 


Bebimos unos cuantos tragos y hablamos sobre el chico que rompió su corazón. Luego, la máquina de discos empezó a tocar “Feels Like Tonight” de Daughtry y terminamos follando sobre la barra. Caliente como el infierno, incluso con condón.


Desde Amy, me he sentido atraído por las mujeres con curvas. Hay algo acerca de una mujer que puede recibir una follada profunda, mientras está dándote algo para aferrarte y empujarte dentro. Casi como caer en un lugar blando.


No salgo en citas. Expectativas, títulos y toda esa mierda realmente no encaja conmigo. He salido con más de unas cuantas mujeres y con algunas follaba más a menudo que con otras. Cometí el error de enrollarme varias veces con Sadi, una camarera suplente, cuando el viejo atendía el lugar. Terminó siendo una maldita molestia tenerla alrededor.


La primera vez que me fui del bar con una amiga fue cuando Sadi estaba trabajando, y ella había mostrado una mala actitud. En ese mismo momento, tuvimos una conversación sobre ella y yo. No estábamos en una relación, estábamos en un intercambio de beneficios mutuos. Le advertí ese día que sería la última vez que se comportaba como una perra frente a cualquiera de mis amigas.


Respeto a las mujeres. Demonios, ninguna mujer en el mundo era más respetada que mi madre. Le dije a Sadi que si hacía esa mierda de nuevo, sería la última vez que trabajaba en mi bar y calentaba mi cama. Era una trabajadora dedicada, un polvo decente, pero un dolor en el trasero en cada oportunidad que podía.


Mirándome en el espejo, trato de arreglarme la corbata torcida, pero no está funcionando, así que me la quito. Solo otro recordatorio de que este no soy yo. Observo la máscara y me siento como un maldito imbécil. Sacudiendo la cabeza, meto la estúpida cosa en mi bolsillo y le doy un último vistazo al espejo antes de salir por la puerta.


Hace demasiado frío para la motocicleta, mi medio de transporte preferido para circular por la ciudad. En este traje de etiqueta, estaría lejos de estar cómodo, de todas formas. 


Como resultado, pienso en tomar mi Chevy Nova SS 1971 color negro; el Heavy Chevy, como se lo llamaba en su época. Mi bestia, mi bien, mi auto americano antiguo, restaurado y devuelto a la vida por mis propias manos. Sin embargo, si tengo que llevar este traje y codearme con un montón de gente usando máscaras, voy al menos a emborracharme un poco, así que tomo la decisión de viajar en taxi.


Entro en el Fairmount media hora después del evento y le entrego mi boleto al hombre en la puerta, que está vestido bastante parecido a mí. Colocándome la máscara, busco alrededor la barra más cercana y me dirijo hacia ella, caminando a través de la multitud enmascarada. Incluso los camareros están usando máscaras. Me río, pensando que no sería una mala idea tener a mi personal haciendo la misma maldita cosa. Demonios, con las caras de los postulantes más recientes, estoy seguro de que el negocio estaría mucho mejor.


—Un Manhattan Southern Comfort.


—¿Quieres una cereza? —La camarera me sonríe.


—No, eso solo hace las cosas un poco sucias. —Le devuelvo la sonrisa.


Oigo a una chica reír a mi lado y miro a mi izquierda.


Se ríe de nuevo, resoplando, y luego se cubre la boca.


—Lo siento. —Las luces están bajas, pero puedo ver sus mejillas sonrojadas.


Niego con un gesto.


—¿En qué estás pensando?


—En nada. —Sacude la cabeza, mientras se ríe otra vez.


—No, creo que hay algo más que nada pasando por tu mente. Se ríe de nuevo y cubre su boca, a la vez que intenta ocultar otro resoplido—. ¿Ves? Lo sabía. Apuesto que debajo de esa máscara hay una chica muy traviesa que se muere por salir.


Me da una sonrisa grande y torpe.


—Oh, sí. Realmente la hay.


Apoyo mi copa en la barra y le hago señas a la camarera, levantando dos dedos. Cuando nos sirve las bebidas, las agarro y le paso a la chica traviesa una de ellas.


—Oh, no creo que sea una buena idea.


Me inclino hacia delante.


—¿Tienes algo mejor en mente?


Se queda completamente inmóvil por un momento. Luego, juro por la mierda que se masajea el trasero. Me gusta hacia donde se está dirigiendo esto.


—Supongo que sí.


—Entonces… —Hago una pausa—. ¿Te importaría compartirlo?


Se ríe, resoplando de nuevo. Mientras la banda comienza a tocar, una chica aparece, arrastrando lejos a la pequeña risueña. Oh, bueno, no estoy aquí para follar con una chica rápida, de todos modos.


Agarro mi bebida y camino hasta el borde de la pista de baile para escuchar a la banda tocar rock de los noventa. Por el rabillo de mi ojo, veo a la chica risueña y a su amiga acercándose lentamente hacia mí, mientras bailan juntas.


Con máscara o no, puedo decir que me están observando. 


No estoy escondiendo nada, excepto mi rostro. Mi interés, sin embargo, me aseguro de que sea obvio


De las dos mujeres, una es una latina curvilínea y sexy, y la otra es la pequeña risueña con piernas largas y mente sucia. Bueno, demonios, esta noche podría no ser tan mala como había pensado.


Cuando la latina me señala y dobla su dedo, llamándome, me señalo a mí mismo. Al instante, la risueña aparta de un manotazo la mano de su amiga y luego comienza a reír. No tienen que llamarme dos veces.


Camino hacia ellas, mientras la banda empieza a tocar “Panamá” de Van Halen. No voy a saltar alrededor como la multitud a mi izquierda o hacer algunos de los movimientos de los setenta, como John Travolta y los borrachos a la derecha. Solo voy a ser yo. Voy a bailar.


Tan pronto como las alcanzo, pongo una mano en sus caderas y las acerco a mí. Con una a cada lado, comienzo a moverme. La latina sexy pone su mano sobre mi pecho, acariciando arriba y abajo mis abdominales, antes de deslizar la otra sobre mi espalda.


—Lindo. —Sonríe, mientras risitas suelta una carcajada—. Eres lindo y duro.


—No hay nada de malo en eso, ¿verdad? —pregunto con un guiño.


—Siente lo duro que es —le ordena a risitas.


—De ninguna manera —responde ella con una risa—. El consentimiento es un jodido requisito.


La forma en la que dijo “jodido” con un chillido susurrado, me hace mirarla.


—¿Qué acabas de decir?


Sonríe con esa gran sonrisa borracha y repite:
—El consentimiento es un jodido requisito. —Esta vez, lo dice con un poco más de confianza.


—Tienes mi consentimiento, chillidos. ¿Quieres sentirme? Adelante.


—Oh, no puedo. —Niega con un gesto.


—Oh, por favor, chica, te aseguro que puedes. —Su amiga toma su mano y la azota contra mis abdominales inferiores.


Ella empieza a tirar de su mano mientras se ríe de nuevo, pero coloco mi mano sobre la suya, deteniéndola.


—El consentimiento está jodidamente dado.


Su boca se abre, al tiempo que su amiga se ríe y se aleja. 


Mira hacia abajo, a mi mano, y dice:
—Oh. Dios. Mío.


Sigo su mirada para ver de lo que está hablando y sonrío.


—¿Te gustan los tatuajes?


—Bueno, nunca he visto tantos —responde como si estuviera perdida en sus pensamientos. Toma mi mano y observa seriamente la tinta que cubre el dorso.


“Panamá” termina y “Rock You Like a Hurricane” de Scorpions comienza luego.


—¿Vamos a bailar o vas a quedarte ahí parada mirando mis manos, nena? —Coloco sus manos sobre mis hombros, luego agarro sus caderas y la acerco un poco más, mientras comienza a moverse por su cuenta.


Huele a vainilla y a primavera, y después del duro invierno que he pasado, estoy jodidamente anhelando la primavera. 


Miro hacia abajo, a sus ojos cerrados y a su rostro relajado. 


Ella está sintiendo el ritmo, y yo estoy sintiendo sus caderas moliéndose contra mí.


Estoy poniéndome duro, haciendo que me preocupe por un instante que ella no tome amablemente esa mierda, pero cuando se empuja contra mi erección, todo eso se disipa. Sí, estamos en la misma página.


Continúa frotándose contra mí con un ocasional gemido o jadeo, mientras caemos en un perfecto ritmo juntos. Coloco mi pierna hacia delante y la acerco hacia ella. Cuando está prácticamente follando en seco a mi pierna, levanto su barbilla.


—Por más que me gusta escuchar tus sexis ruiditos, creo que o vamos más despacio o regresamos a la conversación que comenzó en la barra.


Sus ojos brillantes se ven casi negros, mientras asiente. La máscara negra y roja que está usando solo destaca el color verde intenso y el ardor en sus ojos.


—¿Crees que tienes algo mejor en mente que correrte sobre mi pierna en una pista de baile llena de gente?


Asiente de nuevo.


—¿Quieres ir a terminar esto a algún lugar menos... público?


Se muerde el labio inferior inocentemente, al tiempo que asiente una vez más.


—Dile a tu amiga que regresarás en... un rato.


Me dirijo hacia la salida cerca de la pista de baile, y luego la veo decirle algo a su amiga. A medida que camina de vuelta hacia mí, mi polla se endurece aún más.


Cuando ella se acerca extiendo mi mano y, sin dudarlo, la toma.


Miro alrededor y veo un armario.


—No es el Ritz, pero funcionará.


Por suerte, la puerta está sin llave. Abro la puerta y luego la cierro detrás de nosotros.


—Está oscuro —susurra.


Agarro la parte de atrás de su cabeza y la acerco a la mía.


Mi boca cubre la suya, y empujo mi lengua dentro. Ella gime por el contacto y abre la boca para dejarme lamer su interior.


—Mmm. —Lamo más profundo.


—Mmm —responde, mientras sus manos encuentran su camino a mis caderas.


Tomo su mano, llevándola hacia mi polla, pero luego se aparta de nuestro beso.


—Ni siquiera sé tu nombre —declara, al tiempo que se queda inmóvil.


—Llámame Alfonso—digo, cayendo de rodillas delante de ella.


Me gusta comer coños tanto como a cualquier hombre, tal vez más, pero por lo general sé que la chica está limpia primero. En este momento, la forma en que sabe su boca, hace que quiera comer cada centímetro de su cuerpo. De ninguna maldita manera voy a esperar para probar su coño.


Levanto lentamente su vestido, dándole tiempo suficiente para decirme que no. Luego, extiendo las manos y bajo sus bragas.


—Da un paso al costado, nena.


Sin dudarlo, ella lo hace, y luego guardo sus bragas en el bolsillo de mi chaqueta.


No hay forma de que las encontremos en este jodido armario cuando terminemos, está demasiado oscuro.


Mi necesidad solo aumenta, mientras tomo una profunda respiración a través de la nariz, oliendo su deseo. Agarro su pierna y la coloco sobre mi hombro antes de sumergir mi rostro en el coño más sexy que alguna vez me he encontrado.


Tengo que agarrar su trasero para que no se caiga al suelo, al tiempo que la follo con la lengua. Estoy tan hambriento por su sabor que sigo lamiendo y chupando sus labios hinchados a través de las secuelas de su orgasmo. Los sonidos que escapan de su boca son como una sirena llamándome. A medida que su cuerpo satisfecho se desploma sobre mí, apoya las manos temblorosas sobre mis hombros, mientras arrulla.


Ella está jodidamente arrullando.


Me obligo a parar y a ponerme de pie. Sus brazos se envuelven alrededor de mi cuello, a la vez que me desabrocho los pantalones y saco un condón del bolsillo.


—¿Vas a dejar que termine aquí?


—Sí, sí, por favor —ruega, con la voz ronca por el deseo.


Abro el condón con mis dientes y luego me alejo lo suficiente para rodarlo por mi polla antes de levantarla.


—Envuelve tus piernas alrededor de mi cintura —le ordeno.


Su coño está tan húmedo, y gracias a la mierda por eso, porque está tan jodidamente apretada que casi me corro en el acto.


—No puedo ir lento —gruño.


—Entonces no lo hagas.


—No puedo ir con cuidado —le digo, mientras me empujo en su calor de nuevo.


—Oh, Dios —gime.


A medida que me estrello contra ella, grita. Una y otra vez, golpeo duro en su interior. Su coño me aprieta mientras se corre de nuevo, y sus uñas se clavan en mi espalda a través de la tela del traje. Dios, desearía que estuviéramos desnudos. El dolor que seguramente sentiría en el momento en que me clava las uñas, solo aumentaría la sensación de su calor apretado, mientras embisto dentro en ella.


Gruño, al tiempo que mi polla se hincha, y me empujo en su interior una última vez, derramando mi semilla.


—Oh, Dios mío. —Alguien se ríe cuando la puerta se abre detrás de nosotros.


Me retiro, y ella se baja de un salto, golpeándome justo en las bolas en su apuro. Me inclino hacia delante, gimiendo esta vez de dolor, mientras la chica se agacha, poniéndose de vuelta los zapatos. Se levanta, y su cabeza golpea mi nariz.


—¡Mierda! —maldigo, agarrando mi nariz con la mano que no está sosteniendo mis bolas doloridas.


—Lo siento. Lo siento mucho. —Se dirige hacia la luz que entra a través de la rendija de la puerta, que algún imbécil no cerró después de interrumpirnos.


—¿Adónde vas?


—Gracias. Pasé un buen… Umm... Gracias.


—¿De nada? —pregunto, sin saber qué demonios se supone que debo decir. No sé qué mierda está pasando aquí. Nunca antes estuve con una chica que escapara por la puerta de esa manera.


Mis bolas siguen palpitando, mientras me arreglo los pantalones. Pasando una mano por mi traje ahora sintiéndose muy apretado, me dirijo hacia el pasillo, todavía tratando de entender lo que acaba de suceder. Me encuentro con una latina sonriente.


Asiento.


—¿Dónde está?


—Ella pasó un gran momento, dijo que tal vez te verá por ahí.


Me río.


—¿En serio?


—Sí —me responde con firmeza.


Me quedo con las manos en las caderas, preguntándome qué demonios hacer luego.


—Dile que venga a buscarme cuando quiera... bailar.


Después de eso, camino hacia el salón de baile.


6Manhattan Southern Comfort: es un cóctel clásico que se prepara con whisky, amargo de angostura y vermut rojo. Se sirve sin hielo, en una copa de Martini fría, adornado con una cereza al marrasquino.

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