HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

viernes, 23 de septiembre de 2016

CAPITULO 32 (PRIMERA HISTORIA)




Al oírle decir las palabras, no lo creo; Sólo reacciono. Lo agarro y lo tiro hacia mí, besándolo con todas las emociones que puedo encontrar. Cuando me alejo, los dos estamos jadeando y necesitándonos.


Me río, lo que me hace resoplar mientras me mira con confusión escrita en sus facciones.


—Umm... ¿Estás bien, Pau? Sé que estás malditamente loca, reír después de que te digo lo que siento es un golpe para el ego de un hombre, nena.


Pedro Alfonso, me haces más fuerte que la mayoría. Sacas lo mejor de mí y me empujas a hacer más por mí misma. Sé que no nos conocemos mucho, pero me siento conectada a ti. Me haces una mejor persona. Te amo, Pedro. —Me río de nuevo, pensando en lo lejos que hemos llegado en tan poco tiempo. Después, el resoplido se desliza mientras sus manos van alrededor de mi cintura, acercándome más antes de que me bese.


Un auto toca la bocina alejándonos y ambos sonreímos uno al otro. Por primera vez en mi vida, me siento completa. Me siento feliz. Siento todo y no está roto. En uno de los peores momentos, Pedro encontró la manera de que sea mejor.


Me ama. Mentalmente arranco los pétalos de mi flor invisible. 


Me ama.


¡Diablos, sí!


Me imagino mi puño levantado y sacudiéndose mientras sonrío hacia el hombre que amo antes de subirme al auto, para poder ir al hotel.


Dormito un poco mientras conducimos. El estrés es agotador. Mi padre está divorciado. Mi madrastra no le creyó a Brian. Y Brian... lo siente. El perdón no es olvidar, leí una vez. El perdón es dejar ir las emociones que regresan. Brian siendo abusado no justifica sus acciones.


Pedro está en lo correcto, sin embargo; no significa no. Para sanar, tengo que dejarlo ir. Siempre hay un miedo a dejarlo ir, un miedo a caer. No tengo miedo, sin embargo.


Pedro me sostendrá, me consolará y me retará. Estará allí igual que hoy dejándome enfrentar cualquier cosa que necesito con él en mi espalda. Por primera vez en mi vida, no me siento sola. Siento como si tuviera un verdadero socio.


Cuando volvemos a la habitación del hotel, Pedro está callado mientras me lleva a nuestra habitación.


Sé que tiene que estar cansado con el cambio de zona horaria. Una siesta definitivamente estaría bien en mi libro, también.


Quitándome los zapatos, me alisto para ir a la cama. 


Mirando a Pedro mientras hace lo mismo, sonrío.


—¿Qué está pasando en esa cabeza tuya, squeaks?


—Me amas. —Sonrío más grande.


—Sí, lo hago. —Él sonríe.


Antes de que pueda moverme, estoy frente a él. Caigo de rodillas y desabrocho su pantalón. Sólo he dado una mamada una vez antes, y fue a Pedro. Leer sobre ello no es lo mismo que dar una, pero tengo que averiguarlo. Busco a tientas su cremallera antes de que sus manos se envuelvan alrededor de la mía para detenerme. Nos guía a la cama, me pone abajo, para besarme cuando empiezo a hablar. Se sube en la cama encima de mí y luego a mi lado sin detener nuestro beso.


Me gusta besarlo. Realmente me gusta besar a Pedro. Sin embargo, estaba tratando de darle algo, y me detuvo.


¿Quién hace eso? ¿Porqué un hombre detendría una mamada? Pensé que los hombres querían eso. Que tirara de él, jugara con él, sorbiera, lamiera, lo mordisqueara, añadiendo un poco de dientes, y bum, se vendría. Eso es lo que dicen los libros, de todos modos.


Me estiro entre nosotros, poniendo mis manos en su pantalón. Comenzando a acariciar su siempre endurecida erección a través de su bóxer, Pedro se aleja, su lengua moviéndose en mi boca como una distracción. 


Mantengo mi mano en su pantalón y deslizo mi trasero más cerca para que pueda alcanzarme mejor.


Con un gemido de Pedro, me río mientras nos besamos. 


Cuando no puedo detener el resoplido, nuestros dientes chocan.


—Pau, estás empezando algo que no estaremos terminando.


—Tengo la intención de terminar el trabajo, Alfonso. —Sonrío mientras actúo con rapidez para dirigirme a su entrepierna y liberar su erección.


Envolviendo mi boca a su alrededor, lo engullo y chupo. 


Arrastrando mis dientes, tiro de nuevo todo el camino a la cima antes de abrir y deslizarme hacia abajo. Descanso mis manos en sus muslos para mantener el equilibrio mientras voy sin mucha gracia de arriba y a abajo. Antes de que pueda continuar, Pedro tira de mí en él con un pop.


—Pau, nena. No tienes que hacerlo. Tuviste un largo día. Vamos a descansar un poco antes de cenar esta noche.


Hay algo en sus ojos que no puedo leer, pero no se ve por completo en ello. Miro su todavía presente erección. Sé que no lo puedo tomar todo, pero puedo intentarlo. ¿Qué pasó con la “e” de esfuerzo? Además, ¿qué hombre rechaza dejarse mamar?


De repente, jadeo. Entonces río y suelto un resoplido. Antes de que pueda detenerme, estoy riendo fuerte, haciendo toda la cama moverse.


—Maldito trasero loco —murmura Pedro, solamente haciéndome reír con más fuerza.


—¡Lo estoy haciendo mal! Estoy chupándote mal. Pedro, ¿por qué no me lo dijiste? —Resoplo de nuevo. —La vez pasada, no tenía ni idea. Esa fue mi primera vez haciendo eso.


La vergüenza me llena, y sé que mi rostro tiene que estar rojo.


—Un poco menos de dientes estaría bien.


Mentalmente tomo nota de eso. ¿Tengo que escribirlo? 


Pedro en realidad creería que estoy loca si sacaba lápiz y papel en este momento, sin embargo. Bueno, menos dientes, checado.


Asiento hacia él en estímulo para continuar.


—Ritmo, Pau. Ritmo constante, como si yo estuviera penetrando tu cara.


Está bien, ritmo, checado. Espera, debería contar o algo, ¿así lo mantendría constante? Rayos, es mucho para tomar, pienso a medida que continúo asintiendo con la mirada.


—Usa tus manos, también. Sóbame, jala de mis bolas.


¡Manos! Puedo usar mis manos. Ahora puedo hacer esto. 


Sin decir una palabra, envuelvo mi mano alrededor de su eje y empiezo a acariciarlo mientras giro mi lengua alrededor de la cabeza de su pene. Pedro me mira, antes de que finalmente se relaje, mientras creo un ritmo constante de acariciar, lamer, chupar, y tirar de sus bolas. Entre más lo hago, más confiada me vuelvo y más me relajo.


Me gusta la sal de su líquido pre-seminal, y me vuelve salvaje. Retuerzo mi muñeca bombeando, y lo chupo más duro. Sus bolas se tensan, sus abdominales se doblan, y luego llena mi boca con su liberación caliente.


Sacudo mi trasero por mi éxito en conseguir que mi hombre se vacíe. Me trago todo y me siento orgullosa de mi logro. 


Lástima que tengo mi periodo, porque esto me tiene seriamente excitada. Voy a chuparlo con más frecuencia.


Lo suelto y abrocho sus pantalones cuando sus manos llegan a cada lado de mi rostro, y me tira hacia él.


—Nunca dejas de sorprenderme —dice antes de que me bese. Me pregunto si sabe que ya tengo esas bragas.


Después, nos acurrucamos y tomamos una pequeña siesta antes de levantarnos para ir a cenar. Los dos estamos devorando nuestro aperitivo cuando Pedro me cuenta un poco de su conversación con mi papá.


—¿Tu mamá y papá tienen una relación?


Resoplo.


—De ninguna manera. Soy el producto de la aventura de una noche. Mi padre estaba en una convención de trabajo, y mi madre trabajaba en el hotel en el que se hospedaba. Él la invitó por bebidas. Ella era menor de edad, pero no quería que supiera que tenía sólo dieciocho años, no veintiuno. —Me río cuando pienso en las muchas veces que mi madre me contó sobre la noche en que fui concebida—. Él tenía veinticinco y pensaba que ella también. Cenaron, tuvieron demasiadas bebidas y un buen momento. Afortunadamente, intercambiaron números, ya que, unas semanas más tarde, mamá tuvo que darle la noticia. Puesto a que no se conocían entre sí, él quiso una prueba de paternidad, aunque mi mamá lo sabía a ciencia cierta. Siempre envió para mi manutención, y cuando llegué a la edad suficiente, lo visité para las vacaciones y en los veranos porque estábamos demasiado separados para las visitas regulares.


—Parece que él tiene un poco más por ella que una aventura de una noche en el poco tiempo que tuve con él hoy. Respeta a tu madre. —Pedro levanta una ceja hacia mí.


Me río.


—Digamos que mi mamá es “más fuerte que la mayoría”. A través de los años, mantuvieron una amistad hablando abiertamente sobre mí. No se amargaron hasta que ya no quise visitarlo. No le dije a mi mamá lo que pasó. Creo que ambos sintieron que estaba tratando de rebelarme o algo así. De cualquier manera, mi mamá me respaldó y a mis decisiones. Mi padre sintió que estaba perdiéndome, pero mi madrastra Victoria no me quería allí de todos modos, así que papá no luchó muy duro.


Nuestra comida llega, y es una distracción momentánea de toda la charla de la historia de mis padres.


—Sé que todo esto ha sido abrumador. ¿Has pensado en tu padre y en el futuro? —pregunta Pedro sinceramente.


—Sí, hablé con los médicos hoy acerca de su cuidado a largo plazo una vez que se mantenga estable. Tienen que tener los ataques bajo control. Él está parcialmente paralizado, y no están seguros de que recuperará algo de eso. —La tristeza me consume, y pongo mi tenedor en el plato.


Mi padre se divorció de Victoria, por lo que, ¿se hará cargo de él? Aunque traté de no pensar en todo eso cuando el doctor estaba hablando de rehabilitación y de instalaciones a largo plazo, Detroit está a un largo camino desde su casa.


Mi papá tiene dinero para ir a una casa de clase alta. No sé cuántas veces podría visitarlo, sin embargo.


—¿Qué quieres de tu relación con él? —pregunta Pedro 
mientras se estira y aprieta mi mano.


—No estoy segura, pero no quiero estar fuera de ella nunca más. Sé eso.


—Vamos a tomar un día a la vez, entonces. Clasificar la mierda según suceda.


Sonrío a su confianza y trato de comer un poco más.


—Mientras estamos aquí... ¿crees que Brian; no estuvo en Detroit?


—Le creo. Me sentía sola. Me sentía primitiva con todo. Estaba oscuro, escuché algo, y dejé que mi mente sacara lo mejor de mí.


—Está bien, lo tengo. La próxima vez que sientas algo así, vendrás a mí. Quiero decir que te acompañaré a tu auto a partir de ahora.


Salimos del restaurante y llegamos al hospital para la última visita del día en la Unidad Coronaria. Después de nuestra visita, regresamos a la habitación del hotel.


Ambos nos duchamos y nos ponemos nuestro pijama. 


Pedro tiene un pantalón colgado bajo que me hacen querer lamer los tatuajes que cubren su abdomen. Estoy en su vieja camiseta que ahora he reclamado como propia.


Al verlo subirse a la cama a mi lado, siento el calor de mi deseo crecer. Cuando Pedro me acomoda contra su costado, mis pechos se sienten pesados mientras la tela se frota contra ellos.


Maldita sea la Madre Naturaleza.


Pedro besa la parte superior de mi cabeza, y no puedo evitar inclinarme para darle un beso. Comienza suave y dulce y rápidamente se intensifica a un intercambio de poder y pasión. Cuanto más doy, más toma él. Cuanto más da, más quiero yo.


Me subo a él, tentándolo mientras rápidamente quita mi camisa, dejando al descubierto mis pechos a él. Sus manos se acercan para tomar cada redondo pezón. El toque áspero de sus manos contra mi piel suave me tiene lista para rogarle que los chupe. Él masajea suavemente mientras me alejo de nuestro beso. Entonces arqueo mi espalda, empujando mi seno a su rostro.


Las sensaciones me abruman, mi cuerpo está en llamas, y oh, Dios mío, mis partes de mujer cobran vida mientras lame y chupa y sostiene y Ohhhhhhhh... justo ahí. Me tiene caminando.


Él me voltea sobre mi espalda y se pone sobre mí después de quitarse el pantalón. Su erección roza sobre mí mientras se mueve a horcajadas sobre mi cintura. Tomando mis pechos otra vez, pone su pene entre ellos mientras se empuja, presionando mis pechos en él. Con cada toque, siento más. El cosquilleo crece mientras la fricción de él deslizándose entre mis pechos me tiene con ganas de más.


Dejo caer la barbilla al pecho y abro la boca para él. Mi lengua juega en la cabeza de su pene mientras su líquido pre-seminal gotea de ella. Él toma el paso, y dejo mis manos sobre las suyas para agregarlas al peso frotando mis pechos. Él se tensa y se viene, soltando su líquido en mi pecho y cuello.


Se aleja para bajar la cabeza hasta mis sensibles pezones, chupando el derecho mientras rueda su pulgar sobre el izquierdo. Estoy tan excitada de haber dirigido su semen a mi cuello y de todo lo que es simplemente Pedro Alfonso.


Él jala de su boca y luego sopla mi pezón, y yo tiemblo bajo él mientras un orgasmo se dispara a través de mí. Comienzo a reír de inmediato, lo que significa resoplar, causando que Pedro levante la cabeza para mirarme.


—No se supone que debas estar riendo, Pau.


Pedro. —Me río—. Sólo, umm... Yo solo, ya sabes. Ni siquiera lo, hemos hecho... y... ya sabes. —Empiezo a reír de nuevo.


Pedro simplemente me sonríe.


—Vamos a limpiarnos, Pau. Maldita loca.


Se levanta y me lleva al cuarto de baño para que me duche de nuevo. Cuando salgo, Pedro nos cambió a la otra cama limpia en nuestra habitación de hotel y está esperando a que me una a él. Subo a ella sin dudarlo.


Completamente satisfecha todavía no puedo dormir, por lo que decido preguntarle a Pedro sobre sus padres.


—Tu madre, dices que tiene buen corazón. Por lo tanto, ¿eres cercano a ella? Sé que eres cercano a tus hermanos, pero nunca la he visto por ahí a ella.










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