HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

jueves, 20 de octubre de 2016

CAPITULO 42 (TERCERA HISTORIA)





Tiempo de juego. Noche de pelea. Después de una semana de empujar los límites y entrenar más duro que nunca antes, el momento está aquí. Suena la campana, trayéndome a la vida. Tengo a mis hermanos y a mi chica observándome, y tengo un oponente que cree que tiene algo que demostrar, algo que quiere tener de mí, algo que no puede putamente tener: a Paula Chaves.


Miro cómo abiertamente la ve entrar, y eso es lo que lo hace caer sobre el trasero en un golpe.


Lo sujeto, y luego lo golpeó de nuevo.


―Ella es mía. ¿Lo tienes?


―¡Tomaste a mi chica cuando perdí los estribos una puta vez! Tomaste a la chica que amaba. Ahora voy a tomar al ratón y verás cómo se siente.


―¡Ninguna mujer merece ser golpeada! Yo no te la quité, mierda estúpida. Tienes que dejar ir esa mierda. ―Lo golpeo otra vez―. Ella vino a mí. Esa mierda terminó hace mucho tiempo. Mi chica no es un juego. ―Aterrizo dos golpes más
en él y veo su labio abrirse.


Él me empuja. Podría haberlo detenido, pero el hijo de puta quiere jugar al gato y el ratón. Le mostraré un par de cosas.


―Tomaste a la chica que podría haber amado, que optó por amar a un bastardo mujeriego como tú. Me hubiera amado si no te hubieras metido con lo que era mío.


Lo golpeo de nuevo. Esta vez se levanta. Perfecto. Doy un salto, también, haciéndole señas con las dos manos. Él no está mirando hacia mí, sin embargo.


Está mirando más allá de mí.


―Ojos en el campeón ―digo para provocarlo, queriendo una puta pelea que sea realmente entretenida.


―Tomaste a dos mujeres y mi título cuando fui el que protegió al ratón, no tú...


Vuelo hacia él y lo golpeo: izquierda, derecha, y un gancho. 


Cae hacia atrás y golpea el suelo con fuerza. Entonces me da una sonrisa, y lo veo mirar más allá de mí otra vez.


Veo hacia atrás para encontrar que está observando a Paula. Me vuelvo, listo para atacar, pero atrapa mi mano.


―Ella nunca amará a alguien como tú. Está enferma de ti. ―Pongo la verdad ahí para él.


Cuando miro hacia atrás, ella no está ni siquiera viendo, así que dejo la pelea y camino hacia ella. El árbitro empieza a hablar mierda, pero no me importa.


―Dime que estás de acuerdo con esto, con que peleé ―le suplico.


Ella mira hacia abajo.


―¡Dímelo, maldita sea! ―Levanto su barbilla, viendo las lágrimas de inmediato comenzar a fluir. Estoy demasiado intoxicado con el bullicio y tengo que recordar que debo utilizar el control.


La beso duro.


―Te amo, pequeña. Siempre lo haré. Dime que esto no está bien, y lo dejaré.


Ella no contesta.


No puedo soportarlo. Necesito saberlo. Joder, la necesito.


Entonces se vuelve claro... La necesito, sólo a ella.


Mientras la tiro contra mí y la beso de nuevo, ella no lucha contra los besos, pero seguro como la mierda no me responde ni me da esa mirada de ella.


Suena la campana y el árbitro comienza realmente con su mierda.


La tiro hacia mí y la beso de nuevo, y luego me vuelvo a Kid.



―Dame mi cinturón.


Me mira divertido, pero me lo entrega.


Entro en el ring y lo tiro a los pies de Cobra.


―Como la mierda no vale la pena.


―¡Tú puto cobarde, Alfonso! ―grita.


Escucho a Pauly gritar “¡No!” justo antes de que sienta un golpe duro al lado de mi cabeza desde atrás.


Me tambalea con fuerza. Caigo de rodillas, y él está sobre mí.


El hijo de puta es implacable. Está gruñendo, casi echando espuma por la boca, y al principio que me condenen si lanzo un puñetazo. El golpe va a mis costillas, entonces a mi cabeza, luego a mis costillas de nuevo. El dolor irradia, pero
eso no es lo que siento. Siento la necesidad, una necesidad cruda, pura por la mujer que amo. Me machaca. Entonces no puedo aguantar más.


Cavo profundo, planto mis pies, me lo quito de encima, y me paro. Cuando se levanta y viene hacia mí otra vez, barro sus pies, y lo hago caer. Cae con fuerza y está fuera de combate.


Estoy tomando mi mierda cuando el árbitro se acerca con el cinturón.


―Esto es tuyo, Alfonso.


―No, hombre, es suyo. Puede quedarse con la maldita cosa. No lo necesito. ―Miro a mis hermanos y a Paula―. Hay algunas cosas más importantes que una buena victoria, una es la familia.


Agarro la mano de Paula y le doy un suave apretón, y ella aprieta mi mano a cambio. Aceptación.


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