HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS
LENGUAJE ADULTO
lunes, 17 de octubre de 2016
CAPITULO 31 (TERCERA HISTORIA)
Me despierto con el olor del café, y cuando abro los ojos, lo veo, veo a mi príncipe lleno de cicatrices, de pie junto a la cama.
Se inclina y me besa.
―¿Dormiste bien?
Bostezo, sonrío, me estiro, y miro alrededor.
―Seguro que lo hice. ―Empiezo a sentarme y soy consciente de inmediato del dolor entre mis muslos.
―¿Dolor? ―pregunta, tratando de parecer preocupado, sin embargo, hay un destello de algo más en sus ojos; travesura.
Sonrío.
―¿Estás orgulloso de ti mismo?
―Fue un buen toque, ¿verdad? ―pregunta, sentándose y pasándome la taza de café.
―Claro que lo fue. ―La sostengo en mis manos, disfrutando de su calidez.
Él está mirando mi pecho, y siento mis pezones tensarse con conciencia.
―Mmmm ―dice y se para rápidamente―. Iré al gimnasio y finalizaré algunos detalles de último momento en los servicios de Salvador de mañana. Le envié un mensaje a Johnny. Las cenizas de tu viejo estarán listas para recogerse al mediodía. Si te sientes con ganas, lo llevaremos al río. Si no lo deseas así, lo pondremos en el contenedor de basura. Es tu opción. ―Se inclina y me besa en la mejilla.
―Quiero hacer lo correcto por él.
Me mira, y no estoy segura de sí lo hice enojar o no.
―¿Está bien?
―Lo que quieras, está bien conmigo ―responde.
―Entonces, ¿por qué me miras de esa manera?
―¿Cómo? ¿Sexy? ¿Fuerte?
Me río, y él sonríe.
―Todo eso, pero también como molesto conmigo.
―Ves el mundo de manera diferente que cualquier persona que haya conocido.
―¿Y es algo malo?
―No, Pauly, no está mal. Sabía que eras especial, diferente... mejor. ―Hace una pausa, y me gusta la forma en que me está mirando―. Malditamente hermosa. ―Se acomoda a sí mismo―. Me pones duro como el infierno al instante.
―Así que supongo que te gusto. ―Sonrío y miro hacia abajo.
―Más que gustarme, Pauly. Mucho más de gustarme.
―Bueno, por favor no te detengas. ―Me siento tan cálida, tan... feliz.
―Intenta detenerme. ―Me hace un guiño―. Bueno, cerraré la puerta al salir. ¿Por qué no miras a tu alrededor y tal vez te duchas mientras no estoy? Después quiero ir a la comisaría, al río, y a la cama de nuevo.
Pedro se va, y por una vez en mi vida, estoy muy contenta de que alguien venga a casa después de pasar tantos años sola y me siento feliz de esa manera porque solo significa que estoy segura.
Mi mente va a toda la nueva información. Soy, de hecho, ciudadana de Estados Unidos, así que no me pueden enviarme de regreso a Rusia. Tengo dinero, aunque no sé mucho acerca de tener dinero y qué hacer con él a excepción de ocultarlo. Padre odiaba los bancos. Siempre hablaba de los sistemas corruptos que robaban el dinero conseguido con sacrificio. Pedro me ayudará a resolverlo, sin embargo.
Sonrío para mí. Vaya, estoy sonriendo. Pedro Alfonso me da eso. Si esto es realmente lo que es el amor, por favor, no dejen que nunca se detenga.
Moviéndome por el espacio, observo la casa. No hay cuadros en las paredes.
El mobiliario ha visto días mejores, pero está en mejor forma que las cosas que tengo. Me siento en el desgastado sofá con desteñido tejido de color verde oliva que procede probablemente de los años setenta cuando miro a mi alrededor. La televisión es la única pieza nueva de electrónica en el lugar. Me río, me pregunto si habrá cable.
Dado que está callado, continúo sentada y pensando. Paz.
Por primera vez, estoy sentada en un sofá, sin preocuparme por la siguiente tarea, por hacer las cosas bien, y con qué tipo de estado de ánimo vendrá a casa el monstruo.
Me enderezo.
No se necesita mucho antes de que no pueda simplemente sentarme, pero no tengo a donde ir. Bueno, probablemente debería volver a casa y arreglar el edificio.
No puedo, sin embargo. Aún no. No tengo en mí averiguar lo que sucederá después. Asimismo, no puedo volver a ese lugar sin que los recuerdos me asalten.
No sé lo que es peor, las cicatrices físicas que me dejó atrás o las mentales de las que no puedo huir.
Me levanto y trato de sacudirme el miedo a mi pasado.
Yendo a la cocina, miro debajo del fregadero buscando limpiadores.
Un hombre típico, pienso mientras encuentro una caja de pastillas de Brillo y una botella de jabón. Bueno, eso tendrá que funcionar. Me pongo a limpiar las encimeras de cocina, sólo para encontrar que apenas se han utilizado. La mayor
parte de la cocina parece sin tocar. Sacudo lo que se ha asentado, pero no hay el polvo habitual. Entonces limpio las paredes empapeladas, mi mente se remonta al antiguo papel tapiz de nuestro deteriorado apartamento.
Tantas veces, usé pegamento escolar para tratar de pegar el papel pelado de nuevo. Tal vez, para algunas personas, el papel no importaría. Tal vez, para algunas personas, el polvo no importaría. No se trata de lo que tenía o no, lo que tengo en la actualidad o lo que voy a tener. Se trata de cuidar de él y de hacer gala de ello. Sólo porque no vivía en una casa adornada con lámparas de araña, no quiere decir que quería mirar el papel despegado. Pasé todo mi tiempo dentro de
mi casa, y cada parte de mí necesitaba sentir como si estuviera en casa. A mi padre no le importaba estar en los barrios pobres, pero yo podía hacer lo mejor de estar allí.
Froto el frágil papel entre mis dedos, y el grano del material cede y se rasga.
No hay pegamento y no hay suficiente humedad en el papel decorado para que se pegue. Mis instintos gritan que tire de él, que lo arranque, y que sea fresco de nuevo.
Me detengo.
Esta no es mi casa.
El peso me aplasta, y caigo de rodillas.
¿Dónde está mi casa?
Dejando caer mis lágrimas, necesito purgarme. Tengo que dejarlo todo. Lloro por la niña que una vez tuvo una mamá, una mamá que realmente la amaba, por lo que vi en las fotos. Lloro por la niña que no ha conocido una familia. Lloro por la chica que se convirtió en una mujer que ahora está perdida. Lloro por la mujer que tiene que recoger los pedazos.
Entonces mis lágrimas cambian, y me trago el nudo. Lloro porque soy libre.
Lloro por la mujer en mi interior, que está lista para la reconstrucción. Lloro por el papel tapiz de la pared que tiene que venirse abajo para dar nueva vida al espacio que ocupo. Lloro porque, igual que el papel tapiz, mi piel se curará de los moretones que no se pueden ver ya. Tendré una cubierta nueva y lo nueva en la vida que ahora tengo. No seré el papel roto y desgarrado, sino una mujer que no está definida por las cicatrices que marcan su pasado.
Soy libre.
Soy yo.
Tan atrapada como estoy en mis pensamientos, no me entero que regresa. No hasta que sus grandes manos me agarran y me tiran para ponerme de pie y miro con ojos llorosos la cara de todo lo bueno en mi vida. Los ojos marrones profundos de Pedro Alfonso están amplios por la preocupación, mientras mis ojos negros bailan con emociones no expresadas.
―Pequeña ―susurra, mirando por encima de mí y tratando de entender por qué estoy molesta.
Sonriendo, me suelto.
―No me gusta el papel tapiz.
―Está bien, entonces lo cambiaremos ―afirma.
―Pedro, realmente odio el papel tapiz. ―Él me suelta sin hablar y tira de la pieza que se curvó. Da un tirón y el papel se desprende en una gran pieza, dejando un poco atrás.
Luego se vuelve hacia mí, y usando los pulgares, limpia mis
lágrimas.
―No llores por el papel tapiz, Pauly.
Me estiro y agarro sus muñecas.
―Estoy lista para dejarlo ir. Estoy lista, Pedro. ―Las lágrimas caen mientras me estudia.
―Bueno, vamos por las cenizas. ―No se mueve, manteniendo mi cara quieta en sus grandes manos.
―Un buen toque. ―Me sonríe suavemente―. Todo está bien.
Tira de mí hacia él y me besa en la frente.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario