HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

jueves, 13 de octubre de 2016

CAPITULO 18 (TERCERA HISTORIA)




¿Qué es ese ruido? Algo gime sobre un campeón del mundo y pelear hasta el final. Miro a mi alrededor para encontrar que el ruido proviene del teléfono que Pedro me dio. “We Are the Champions”.


Él es el campeón. Sonrío para mis adentros mientras la música sigue asaltando mis oídos.


Mirando la pantalla, deslizo el dedo para responder de acuerdo a las instrucciones de Pedro. Levantándolo a mi oído, me detengo.


―¿Paula? ―cuestiona, y el profundo timbre de su voz diciendo mi nombre me da escalofríos.


―Sí ―logro para decir con poco mas que un susurro.


―Surgió algo, y no puedo volver a ti. El hotel es seguro, y mi cuñada, Emi, estará allí en la mañana para llevarte algo de ropa.


―¿Todo está bien? ¿Estás en la cárcel? ―pregunto mientras el panico me llena. No hay necesidad de que nadie vaya a la cárcel por mis crímenes. Debo entregarme.


El ríe.


―No, no estoy en la carcel. No permiten celulares personales cuando estás encerrado.


―Oh.


―Todo esta bien, pero ambos hemos tenido una maldita larga noche, y ahora son las primeras horas de la mañana. Vamos a descansar un poco, y te veré tan pronto como pueda. Hasta entonces, Emi irá a verte.


No estoy segura de qué más puedo decir o hacer, excepto sólo responder.


―Está bien.


Hay un largo silencio entre nosotros.


―Paula, tienes que colgar ahora.


―Esta bien ―le susurro.


Otra pausa.


―Botón rojo ―susurra.


―Bien.


No hay palabras, sin embargo, no puedo cortar la llamada.


―Pauli ―dice, y mi corazón se agita con el apodo―. Tengo que descansar.


―Esta bien.


Nada


―Hablame ―dice Pedro, y lo escucho moverse―. No puedo llegar a ti en este momento. Lo siento.


Pedro. ―Hago una pausa, no estoy segura de que puedo lograr las palabras.


―Pauly, lo que necesites. ―Suspira―. Lo que sea. Haré que suceda.


Pedro, ¿él esta..? ―Siento la acumulación del nudo en mi garganta y cierro los ojos―. ¿Mi padre...? ¿Realmente... esta muerto?


Su vacilación es toda la respuesta que necesito.


―Pauli, esta es una conversación que desearás tener cuando esté delante de ti.


―Lo hice, ¿verdad?


Él deja escapar un gruñido de frustración.


―No, se cayó por las escaleras.


―No me mientas, Pedro Alfonso.


―Una cosa que no haré es mentirte, Pauly. Necesitas saber el hombre que soy, el hombre que mi mamá crió para que fuera. Soy un montón de cosas, pero un mentiroso no es uno de ellas. Incluso cuando duela, nena y créeme, la mierda va a doler a veces, todavía te voy a decir la verdad. ―Hace una pausa, esperando mi respuesta. No digo nada―. Pauly, no tuviste nada que ver con lo que le sucedió a tu padre. Era un borracho que se cayó por las escaleras como hacen los borrachos.


―Los policías... los policías... ―tartamudeo.


―La policía, nada. Johnny y sus chicos de azul tuvieron su oportunidad de salvarte, y no lo hicieron. Lo qué pasó con tu viejo, pasó, pero, nena, no fue por ti.


―¿Estan buscandome?


Una vez más, más dudas es toda la respuesta que necesito.


―Pauly―Empieza.


―¡No, Pedro! ―Lo corto bruscamente―. ¿La policía me busca? ¿Es por eso que te mantienes alejado...para evitar que me encuentren? Si no lo maté, ¿qué es lo que quieren conmigo?



Él respira con dificultad en el teléfono.


―¿Vas a hacer todo difícil? ―susurra mas para sí que destinado para que lo oiga, así que no hay respuesta―. Te están buscando, pero no a causa de la caída de tu viejo. Él informó que no estabas, por lo que han estado buscándote ya antes de que lo encontraran a él.


―Entonces debería entregarme solo para que sepan que no lo hice.


―Eres menor de edad. Tampoco estoy seguro del papeleo que tu padre hizo para que vinieras aquí. Quédate en el hotel hasta que sea tu cumpleaños. Entonces podremos enderezar todo esto.


No entiendo por qué se preocupa. Mi papá está muerto. 


Como resultado, Pedro Alfonso no tiene que cuidarme ya.


―Puedo ir a casa, Pedro.


―No hasta que seas legal, no puedes. No hay nadie aquí. El sistema esta del carajo. Te mandarán a un centro de rehabilitación para menores y te quedarás ahí hasta que lo pierdas todo. Estate tranquila hasta tu cumpleaños, y entonces podremos resolver el futuro.


Mi mente se vuelve loca con tantos pensamientos. Sólo tengo las palabras de Pedro y esta conexión que compartimos para confiar. Nunca me he sentido como
una niña, nunca me sentí joven hasta este momento cuando mi ingenuidad me hace sentirme como una tonta. ¿Cómo puedo confiar en un desconocido? ¿Cómo no puedo hacerlo? He estado en una burbuja atrapada por mi padre, y no sé nada de la vida real. No soy una niña ―él me golpeó por años― pero ciertamente no sé nada acerca de la vida como adulto.


El silencio se extiende entre nosotros.


―Pauly, ¿te quedaras tranquila hasta que Emi llegue allí con el desayuno?


La realidad me golpea como un puñetazo en el estómago, y mi estómago se retuerce.


―No es como si tuviera ningún otro lugar a donde ir.


―Pequeña ―susurra―. Por favor, estuve como loco tratando de encontrarte, sólo para descubrir que estabas con Cobra.


―Él fue bueno.


―Esta lejos de ser agradable, Paula. ―Su declaración es firme y seria.


―Ha sido más que agradable conmigo. ―Defiendo a mi único amigo que no sea Pedro.


Lo que tengo con Cobra es completamente diferente a lo de Pedro. Me gustaría describir las cosas con Cobra como las de un hermano. Es como el hermano que nunca tuve.


―Mantente alejada de él y su equipo.


―No importa. No lo veo aquí, y aquí es donde estaré, ¿recuerdas? ―Termino, sin saber por qué. Pedro sólo ha sido bueno conmigo. Sólo me gustaría que estuviera aquí en este momento y no me mantuviera oculta como si hubiera
hecho algo mal si realmente no lo hice.


―No seas irritable. ―Hace una pausa―. No quiero que te molestes, Pauly. Quiero cuidarte.


―Ya es tarde. Deberías descansar.


―Cierra la puerta ―me recuerda con calma.


No contesto. Me muevo a la puerta y deslizo el bloqueo en su lugar.


Volviendo a la cama, me subo con mis tenis como de costumbre. Muevo mis dedos de los pies contra el forro de tela suave mientras escucho a Pedro respirar en el teléfono.


―Buenas noches, pequeña.


―Buenas noches Pedro Alfonso ―susurro, sin embargo no cuelgo. El silencio se extiende, y tengo que mirar la pantalla del teléfono para ver si desconectó la llamada.


―Cuelga Pauly.


―Tú primero ―Lo reto.


―Buenas noches, Paula. ―Mi nombre sale de su lengua, suave como la seda.


Nos sentamos en silencio, ninguno de los dos habla y ninguno desconecta la llamada.


―¿Pedro? ―le susurro.


―¿Pauly? ―responde, y puedo oír la sonrisa en su voz.


Mirando hacia el reloj de cabecera, veo que son casi las cuatro de la mañana.


―¿Puedes quedarte en el teléfono hasta que me quede dormida? ―pregunto, la vergüenza que siento hace que me sienta tan vulnerable.


―Todo lo que quieras, pequeña.


Sin decir una palabra, me acurruco en la cama y me duermo. 


¿Qué hay en Pedro Alfonso que mantiene lejos todas las cosas malas?



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