HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

lunes, 26 de septiembre de 2016

CAPITULO 1 (SEGUNDA HISTORIA)




Cuando mi hermano mayor Martin se mudó del apartamento que albergaba a nuestra familia, me convertí en el hombre de la casa. “¿Albergaba a nuestra familia?”; no. Nadie nunca realmente vivió allí. Me negaba a creer que era para vivir.


El anciano dueño de todo el edificio, y su bar, como lo llamaba, estaba debajo del apartamento.


Su bar. Nosotros sabíamos mejor que eso. Mamá dirigía ese lugar. Si no fuera por ella, él no habría podido colgarse de la única cosa de la que posiblemente podría alguna vez haberse sentido orgulloso en su miserable existencia. 


Porque no se preocupaba por nosotros, eso era malditamente seguro.


―Piensa de mí lo que quieras ―dijo arrastrando las palabras mientras limpiaba la sangre de la comisura de sus labios, levantándose del suelo, y señaló con su dedo amarillo por lo manchado de tabaco hacia mis hermanos: Martin,
Lucas y a mamá y a mí―. Cada uno de los de por aquí han abandonado desde que las fábricas nos echaron toda su mierda. Pero no mi lugar. Soy un excelente hombre de negocios, y tienen suerte de tener a un hombre como yo.


―¡Tú, pedazo de mierda! Mamá es la única puta razón por la que tienes un negocio ―declaró Martin antes de arremeter contra él.


Lucas y yo lo agarramos, conteniéndolo antes que golpeara el trasero del viejo al menos una vez más. Teníamos razón para preocuparnos, porque cuando Martin intervino una vez antes mientras el anciano estaba golpeando a mamá, lo había noqueado. El anciano estuvo calmado por un rato, también.


Mamá lloró, preocupada porque Martin lo hubiera matado. Preocupada porque Martin se metiera en problemas, se lo fueran a llevar, que terminara en la cárcel. Ni una sola vez se preocupó por el anciano terminando muerto; estaba preocupada por mi hermano, su hijo.


Una y otra vez, mamá dijo:
―Esta es mi culpa.


Nunca fue culpa de ella, sin embargo. Siempre era la suya, del maldito bastardo.


Con Martin lejos, tuve que aprender cómo evitar que el bastardo matara a mamá sin terminar en la cárcel, donde finalmente terminé.


Recibí golpe tras otro de ese hijo de puta. Nunca lloré o gemí, y no me defendía. Recuerdo el día que me quedé tirado en el piso, acurrucado en una bola, cubriendo mi cabeza mientras me decía, arrastrando las palabras con la voz ebria a la que todos nos habíamos acostumbrado, que era inmune al dolor o tenía una buena cara de póquer.


A lo largo de varios meses, tuvo menos y menos satisfacción en pegarme e inició con mamá de nuevo. Me paré frente a él, bloqueando sus golpes. Cuando ella trató de ponerse entre nosotros, no se lo permití. Habían pasado los días en
que nos escondía en la pequeña habitación de la vivienda como había hecho durante tanto tiempo cuando éramos pequeños. No nos ocultaríamos más del hijo de puta; haríamos lo que había que hacer para protegerla.


No volví a caer al suelo. Permanecía inmóvil, pareciendo no estar afectado mientras me pegaba en la cara, en el pecho, en mi cuerpo. Con cada golpe del ebrio, se ponía más y más enojado, mientras yo me volvía mental y físicamente más capaz de soportar sus ataques.





No hay comentarios:

Publicar un comentario