HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

martes, 20 de septiembre de 2016

CAPITULO 21 (PRIMERA HISTORIA)




Empieza a temblar mientras sus manos toman en puño mi chaqueta y me acerca más.


—Jesús, Pau —susurro al mirar hacia abajo para ver las lágrimas cayendo por su mejilla. No puedo evitar tirarla contra mi pecho—. Está bien, chica.


Después de unos momentos, deja de temblar y luego siento que empieza a alejarse. No quiero que eso suceda. Se siente bien abrazarla, estar cerca de ella, pero la dejo ir de todos modos.


Se seca los ojos y aspira por la nariz, se inclina y busca algo.


—¿Qué se te perdió?


—Mis llaves. —Su voz se estremece.


—Bueno, vamos a encontrarlas. —Me agacho para ayudarla y observo la alcantarilla cerca de donde estaba buscando. Saco mis llaves y uso la linterna de mi llavero, moviendo la luz por el desagüe—. Eh, ¿Pau?


—¿Sí?


—Creo que es posible que tengamos un problema.


Da un paso más y mira hacia abajo.


—Maldición.


—Tu llave de repuesto está bajo el guardabarros. Puedo llamar a un amigo y conseguir esas mañana. No es gran cosa.


—Mis llaves del apartamento están allí.


—¿Tienes conserje viviendo en tu edificio?


Niega mientras sus labios se estremecen.


—Y no tengo repuesto, tampoco.


—Lo tienes. Está bajo...


—Lo saqué esta mañana.


—¿Por qué de todas las personas haces eso? —Me río, tratando de aliviar su preocupación, porque al parecer, ahora también quiero hacer eso por ella.


—Pensé que alguien me seguía anoche. —Frunce el ceño mientras se frota el trasero—. No es para nada divertido.


—Está bien, dime por qué pensaste eso.


Me mira a los ojos. Empieza a abrir la boca, pero la ajusta rápidamente cerrándola y niega.


—¿Qué quieres decir con no? Si tienes un problema, entonces tengo que saber sobre ello.


Inclina la cabeza y de nuevo me mira. Está a punto de decir algo cuando sus cejas se elevan y su mandíbula se cierra nuevamente.


Ahora me pongo furioso.


—No es algo con lo que debas meterte. Si tienes a alguien que está metiéndose contigo, puedo encargarme.


—Es mi problema. —Empieza a temblar de nuevo y sus dientes castañean—. Soy un adulto y yo...


—Bien, bien, mete tu trasero en mi auto, te podrás quedar conmigo esta noche.


—No puedo quedarme contigo. —Sus dientes están sonando tan fuerte que no solo lo escucho, sino que lo veo.


—Entonces, ¿a dónde vas a ir, Pau?


Mientras se encoge, sus ojos comienzan a nublarse, pero está tratando con fuerza de verse enojada.


—Bien, pero... pero...


—Vamos. —Agarro su mano y la arrastro detrás de mí. Está fría, tiene miedo y es desafiante como el infierno, pero malditamente me escuchará.


Tira de su mano, así que la mantengo apretado mientras mantengo mi ritmo.


—Camina conmigo, o te cargaré.


Oigo su grito de asombro, pero no me detengo.


No dice absolutamente nada todo el tiempo mientras nos dirigimos a mi casa. Ni una palabra cuando estaciono en el garaje y apago el motor. Todavía no hay nada mientras sale del auto y es recibida por Floyd.


Llegamos arriba, donde se quita sus botas negras y hago lo mismo con las mías. Se inclina y las pone en la alfombra al lado de la puerta, haciéndome mirarlas. Las mías son del doble del tamaño de las suyas. Se ven extrañas allí como si pertenecieran juntas.


Tomo mi teléfono y le envió un texto a mi chico policía en la tienda para decirle que se asegure de que su auto no sea remolcado y luego le pido que saque las llaves de la alcantarilla de desagüe.


Tan pronto como cuelgo el teléfono, Pau se aclara la garganta.


—Si esa es tu novia, Sadi...


—¿Mi qué?—Casi me ahogo.


—La chica a la que besaste, la que parece tener un problema conmigo, la que...


—¿Por qué te frotas el trasero todo el tiempo? —Ahora lo está haciendo de nuevo y estoy más enojado, así que lo dejo salir.


—¿Qué?


Cierro las manos en puños a mis costados.


—Pau, me frustras muchísimo, incluso antes de que supiera que fuiste tú con quien tuve sexo esa noche. Te frotas el trasero, resoplas, eres increíblemente peculiar y tú...


—Siento ser una carga.


Ahí va, frotando esa cosa de nuevo.


—Nunca ni una vez dije que eres una carga. Ni una sola vez, Pau. Esa no es mierda justa. Esa perra es una de muchas. —Cuando intenta callarme, doy dos pasos antes de cubrir su descarada pequeña boca con mi mano—. No traigo trabajo a casa. No me acuesto con las personas que trabajan para mí. —Quito mi mano.


—Excepto ella —escupe Pau.


—Hace mucho tiempo, fue una distracción. Nunca la contraté. Como que vino con el lugar. Te puedo garantizar que no ha venido hacia mí después de que me hice cargo. Es una muy buena camarera, sin embargo. Es solo una espina en mi costado. Quieres que se vaya, di la palabra. —Toca sus labios y mira hacia abajo—. No tengo ni idea de cuál demonios es el acuerdo, pero me gustaría pensar que la chica que parece estar ocupando mi mente en este momento no está jodidamente loca.


—¿Estoy ocupando tu mente? —susurra.


—Paula, dos semanas contigo me han dejado poco tiempo para mucho más. Hay algo acerca de ti, nada de esto tiene absolutamente nada que ver con ese armario, que me hace sentir... —Me detengo y le doy la espalda.


—¿Sentir qué? —pregunta con una voz casi con pánico.


Niego.


—Simplemente sentir. Sabes dónde está mi habitación. Sigue y consigue un poco de sueño. Le envié un mensaje a un amigo, para que tu auto no sea remolcado, y las llaves estarán aquí en la mañana.


Pedro, espera.


Me detengo y doy la vuelta.


—¿Qué sucede? —Suspiro de agotamiento.


—¿Cómo se llama tu perra?


Miro a Floyd que está sentada en el maldito pie de Pau.


—Floyd. Ahora responde a una pregunta para mí.


Asiente y traga.


—¿Quién te asustó esta noche? Fue Sadi, porque si es así, se irá.


Traga antes de encogerse.


—Alguien de mi pasado.


Sé que es una pregunta difícil para que la responda, pero lo hizo. Eso es sin duda un comienzo con una mujer que no quiere regalar mucho.


—¿Te lastimó?


Cierra los ojos y asiente. Unas lágrimas caen y me ablanda.


Camino hacia ella y le tomo la mano.


—¿Estás asustada?


Abre los ojos y veo el miedo allí mientras asiente.


—No voy a dejar que nadie te lastime, Pau.


Y no lo haré tampoco. Desde que Paula entró aquí al ritmo de su propio tambor, hizo que mi corazón latiera al mismo maldito ritmo. Hay algo acerca de su trasero loco que me hace sentir que la vida puede ser más que existir.


—Aprecio todo lo que has hecho, pero yo no...


—Pau, otra pregunta. No estoy tratando de hacer algún movimiento hacia ti ni nada, pero el frotamiento de trasero, ¿hay un genio o alguna mierda que estés esperando que salga de esa cosa? —Se ríe, resopla y luego niega. “Con clase y fabulosa”. Se frota el trasero de nuevo—. No voy a discutir, a veces también pienso locuras.


Sonríe suavemente y mira hacia abajo.


—Mis bragas me hacen sentir más fuerte. —Cierro los ojos con fuerza y digo una pequeña oración para que exista una explicación detrás de esa mierda—. Los dichos me dan fuerza. —Abro los ojos y la miro por unos segundos, mientras me doy cuenta de todo—. El consentimiento es requerido, pero no se dio en un momento dado.


Muy lentamente, asiente una sola vez.


—Quienquiera que fuese, será mejor que nunca se te acerque de nuevo, o voy a matarlo.


Agarro su mano y tiro de ella por las escaleras detrás de mí. 


Una vez en mi habitación, le encuentro un pantalón de chándal y una camiseta.


—Ve a cambiarte al baño.


Estoy dándole privacidad cuando lo único que quiero es abrazarla para que se sienta segura.


Me pongo un pantalón de pijama y me meto en la cama. 


Cuando sale, me mira y se detiene.


—Vamos, tuviste un mal día. Nada sucederá aquí, excepto yo mostrándote que no tienes nada de qué preocuparte. No todos somos iguales.


Se mete en la cama sin más vacilaciones, incluso se acurruca contra mí. Meto mi brazo bajo sus hombros para acercarla más.


—Buenas noches, Pau.


—Buenas noches, Pedro.


Se queda dormida en minutos, pero yo no puedo. Observo sus pestañas sobre su piel suave como polvo blanco. Tiene un hoyuelo que he visto en varias ocasiones, normalmente cuando está tratando con nuestros clientes. Su cabello es oscuro, un poco más claro que el mío y las puntas llegan justo por debajo de sus hombros. Tiene pómulos altos y curvas amenazantes. Amenazantes porque loca, rota, llorando, riendo, presionada contra mí o a través de una maldita habitación, mi cordura e incapacidad de permanecer en la otra mitad del club están amenazadas.


Su esencia es lo que sé que no voy a poder olvidar. Su sabor es de primera, recordándome a Galliano: dulce, vainilla, cítrico y amaderado. Nada como, bueno, la mierda que he probado antes.


No juego que sé que es lo normal. Pensando en quererlo con ella es como una resaca de tres días. Nunca he pensado en alguien tan a menudo. Nunca he tenido una sensación de ardoroso deseo de ser un protector, un proveedor y un
compañero hasta que la loca, resoplando, dando chirridos entró en mi vida detrás de una máscara.


Sin embargo, es una adicción que no puedo permitirme.


Me deslizo desde debajo de ella, luciendo una erección que no se va. Necesito bañarme ahora más que cuando la traje aquí.


Me quito la ropa y entro. Echo un poco de Axe en la mano y luego agarro mi pene, tomando las cosas con calma, como si quisiera entrar en su dulce y pequeña vagina. Pero, a la mierda si no quiero comérmela primero. Sin embargo, esto tendrá que ser suficiente.


Necesitando la liberación, tomo mis pelotas y les doy un tirón mientras me masturbo más y más rápido.


—Joder, Pau —gimo mientras bombeo más rápido.


Aprieto más duro, imaginando que ese tenso, pequeño apretón me estrangula y cierro los ojos, imaginando sus putas curvas calientes. Tengo que venirme. Sé que no será lo mismo, pero joder, lo necesito.


Mis bolas se tensan y la sabedora calidez se extiende a través de mí. No tengo ninguna razón para pelear contra ella, no hay razón para aguantarme, así que no lo hago.




No hay comentarios:

Publicar un comentario