HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

sábado, 1 de octubre de 2016

CAPITULO 18 (SEGUNDA HISTORIA)




Pedro ―grito. No debería hablar. Debería dejar que se fuera. Necesito alejarlo y dejar que se vaya, no llamarlo de nuevo a mí.


No habla. Se queda de espaldas a mí y mira por encima del hombro, observándome con atención.


Las lágrimas se acumulan y siento que la presa está a punto de romperse.


―No sé cómo manejar todo esto ―susurro.


―Lo manejas dejando que te ayude ―responde como si fuera la cosa más fácil en el mundo.


―No somos tu problema, Pedro.


Su rostro se contorsiona como si sufriera. Volviéndose para enfrentarme, no se acerca más, sólo se queda ahí con las manos en las caderas, esperando a que continúe.


―Agradezco el lugar seguro para quedarnos, el trabajo y la ayuda para que Camila se instale. A largo plazo, sin embargo, tengo que arreglar esto sola. Me metí en esta situación y tengo que sacarnos a mí y a Camila de ella.


―Pequeña mamá, tienes que saber que tu fachada es ardiente. Porque, cariño, una mujer fuerte es muy sexy. Pero también tienes que saber que no hay nada, y me refiero a nada, que haga al hombre que soy caer más duro que ver la
belleza que compartes con esa niña de ahí. ―Apunta a la puerta detrás de la cual Camila está durmiendo a pierna suelta―. Paula, también tienes que saber que está bien dejar entrar a la gente. Es bueno tener ayuda. Y, joder, está bien tener algo para ti.


―Tengo algo para mí. Se encuentra en esa habitación, allí mismo.


Con tres zancadas, está de pie frente a mí, levantando mi barbilla para obligarme a mirarlo.


―He visto de primera mano cómo van las cosas para una madre que sólo vive para sus hijos. Ella es la número uno. Entiendo eso, Paula. Será mi número uno también. Lo mismo para Lucas, Martin, y Emilia; todos las respaldamos.
Sabemos exactamente lo que es para una madre sacrificar todo por el bien de sus hijos y no tener nada para sí misma.


Sé que está hablando de su madre. No hemos llegado tan profundamente antes, pero lo siento.


Mi estómago se retuerce a medida que continúa, sin apartar sus ojos de los míos.


―Me arrepiento de una cosa en esta vida: De que no hiciéramos que mamá se fuera. No prestamos la suficiente atención hasta que fue demasiado tarde para darle algo para ella. Nos tenía a nosotros y al bar, pero se merecía algo mejor. Y tú te mereces algo mejor.


Pedro ―susurro mientras las lágrimas caen.


―No, Paula, no hay nada que puedas decir. Sólo escucha. Con o sin mí, tienes que recordar que debes cuidar de Paula, también. Camila necesita a su madre al completo. Necesita que su mamá tenga personas que la respalden. Y lo que te estoy diciendo es que tienes eso, no importa qué.


Sintiéndome completamente derrotada, miro a sus decididos ojos.


―No puedo pagar tu bondad, Pedro.


Presiona su boca contra la mía en un beso devorador y cuanto más me besa, más me siento como si estuviera flotando. Cuando se suaviza, gimo mientras me derrito contra él. Entonces se retira.


―Tú. No. Me. Debes. Ni. Una maldita cosa. En el mes que hace que te conozco, me he sentido vivo por primera vez desde que murió mamá. La pequeña chica y tú me han dado una razón para levantarme por la mañana y hacer algo distinto del siguiente trapicheo. Me acuesto por la noche deseando nada más que darte todo lo que tengo dentro de mí y poner el mundo a los pies de ambas. ¿No entiendes eso, Paula? Me das mucho más de lo que el dinero puede comprar. Esto no se trata del equilibrio de poderes, son putos sentimientos. Por una vez en mi vida, siento, Paula, y al margen de preocuparme por mantenerlas a los dos seguras, se siente jodidamente bien.


Abro y cierro la boca, como si no tuviera palabras que pudieran explicar lo que he sentido desde que Pedro llegó a mi mundo.


Acaricia mis labios con los suyos.


―Déjame entrar, Paula.


Con esas últimas palabras, retrocede y se aleja por el pasillo sin mirar atrás, mientras me deslizo hacia abajo por la pared y reflexiono sobre todo lo que acaba de decirme.


El tiempo pasa y la fatiga se apodera de mí. Voy al baño, lavo mi rostro y me cepillo los dientes… las pequeñas cosas que las madres olvidan hacer cuando se quedan dormidas con sus hijos. Mientras me miro en el espejo, no puedo evitar
escuchar a Pedro en mi cabeza.



“Se siente jodidamente bien”.


Lo hace, admito.


¿Tener algo para mí? El miedo agarra mi corazón cuando pienso en lo que quiero para mí.


Sus brazos son mi comodidad. Son mi lugar para recuperar las fuerzas.


Cuando me abraza, se reconstruye algo muy dentro de mí. 


En mi momento más bajo, envuelve sus brazos alrededor de mí y, de alguna manera, no se siente como que todo está perdido.


“Se siente jodidamente bien”.


Sigo repitiéndolo en mi cabeza mientras vuelvo a la cama. El último pensamiento que tengo antes de finalmente dormirme es: Sí, Pedro Alfonsose siente jodidamente bien. Lástima que no pueda decírtelo.


La mañana llega demasiado pronto. Tengo el turno de noche en el bar hoy y Sally, que está libre, va a cuidar a Camila.


Después de lavarme y prepararme para el día, algo me empuja a encontrar Pedro. Cuantas más habitaciones paso sin hallarlo, más miedo se instala en mi vientre.


Mi mente se acelera y me lleno de pánico mientras lo llamo, todavía sin obtener respuesta. ¿Lo habré apartado demasiado? ¿Acabo de perder la única cosa buena en mi vida además de mi hija?


Lucas se encuentra en la cocina cuando doy la vuelta a la esquina para comprobar si está Pedro. Él aparece y desaparece, pero siempre se toma tiempo para comprobarnos a Camila y a mí, haciéndome sentir aceptada. 


Aun así, de los tres hermanos, lo encuentro como el de humor más variable y en su mayoría impredecible.


―Buenos días, Paula.


―Buenos días, Lucas. ¿Por casualidad no habrás visto a Pedro?


―Síp… acabo de dejarlo en el aeropuerto. Te dejó la Escalade con una tarjeta para la gasolina en la guantera.


―¿Al aeropuerto? ¿Qué quieres decir con “aeropuerto”? ¿A dónde demonios se fue?


Lucas me da una sonrisa.


―Esa boca descarada es atractiva, Paula. Mis hermanos son cabrones con suerte. Tienen a dos mujeres con buen culo y agallas.


Ignoro lo que dice Lucas sobre ser la mujer de Pedro, incapaz de tomarme el tiempo para pensar en eso en este momento.


―Lucas, ¿a dónde se fue?


―A donde va siempre ―dice con obviedad, como si todo eso fuera de conocimiento común―. No te preocupes, volverá en una semana, o dos, como máximo. No se queda mucho tiempo lejos.


¿Una semana, dos, como máximo?


Hasta este momento, no había pensado en estar lejos de Pedro. Desde que entró en mi vida, no he pensado en no tenerlo cerca, porque… bueno, porque siempre ha estado aquí.


Se fue sin decir adiós.


El pensamiento pica.


Paso la mañana aturdida cuando Lucas se va a hacer lo que sea que Lucas haga. Sé que entrena y pelea, ¿pero el hombre tiene un trabajo regular? Estoy empezando a pensar que todos trabajan en el bar, pero también tienen su “vida
aparte”, como diría Lucas.


A lo largo de la mañana, intento hablar con Pedro, pero sólo consigo su correo de voz. En el momento en que termina mi turno esa noche, estoy oficialmente al límite.


―Julian, ¿sabes lo que es divertido acerca de estar sobrio? ―dice Martin con humor brillando en sus ojos mientras conversa con el hombre mayor que está pegado al taburete al final de la barra cada noche.


―Nada, Martin, no hay nada bueno en eso ―replica Julian gruñonamente antes de volver su atención a Emilia―. Emi, ¿cuál es la idea de un hombre de una dieta equilibrada?


Se ríe antes de responder:


―No lo sé, J. ¿Cuál es la idea de un hombre de una dieta equilibrada?


―Una Miller Genuine Draft en cada mano. Ahora haz que esa mierda suceda para mí, ¿quieres, preciosa? ―Le sonríe, mostrando el verdadero vínculo que comparten.


He sido presentada a Julian y sé que ofició las nupcias de Martin y Emi, pero el hombre está lejos de ser cálido y agradable. No me deja servirle todavía.


No me lo he ganado, afirma. Desearía que me dijera lo que tengo que hacer para ganarme ese honor.


―Tú ―me espeta―. Mujer de Pedro, ven aquí.


Comienzo a corregirlo, a decirle que no soy la mujer de Pedro, pero habla antes de que pueda hacerlo.


―Cuando tu hombre vuelva, tengo una broma para que le hagas. ¿Estás lista? ―pregunta con toda seriedad.


Asiento, sin saber lo que realmente espera que haga. Se acerca y empuja mi hombro hacia abajo, con lo que mi oído queda cerca de su rostro.


―¿En qué se parece un casino a una mujer? ―susurra, y no puedo evitar preguntarme a dónde va con eso―. Licor por delante y póquer por detrás.


Mis ojos se amplían con sorpresa mientras Emi se ríe junto a mí después de haber oído cada palabra que dice.


―Piensa en eso y díselo a nuestro chico cuando llegue a casa de su torneo.


―Torneo. ―Con la palabra, lo entiendo todo. Al instante, sé dónde está Pedro y no me siento feliz. Este es mi problema, no el suyo.


Al recordar dónde estoy, limpio la barra mientras me río de la broma, luego continúo con mi turno. Hago lo que mejor hago… reprimirlo todo y seguir adelante, incluso cuando el mundo se derrumba a mi alrededor. La noche pasa en un torbellino de bebidas y comida de bar. Una vez que cerramos, Emi pone un trago delante de mí.


―Ehh… debo decirte que no bebo a menudo. De hecho, la última vez que bebí, fui Lucy Labios Flojos y no fue atractivo ―trato de explicarle.


―Chica, te he visto estar al límite toda la noche. Entonces, después de que Julian dijo “Torneo”, entraste en modo robot. Ahora, tienes una niña esperando en casa y no querrá a una mamá robot. Bébete eso y vamos a charlar.


Emi y yo nos hemos unido durante mi tiempo aquí. Conoce todos los detalles de Monte y de cómo llegué a esa situación y de nuestro tiempo juntos.


Aunque llamo a Yamila, no podemos hablar mucho, ya que no quiere atraer atención que le muestre a Monte que tiene dos teléfonos; con su marido Alex debiéndole a Monte, es seguro que la vigila. Emi se ha vuelto casi tan cercana a mí como Yamila en este corto tiempo. Tiene esta vibra inocente y, después de vivir toda mi vida en el mundo de los jugadores y tratando de leerlos, Emi es un soplo de aire fresco. Es limpia, pura, amorosa y leal.


―Dime que fue a jugar para él. Por favor, Emi, dime que no está tratando de vencer a Monte por mí.


―No puedo hacer eso, Paula. No querría que me mintieras y no voy a mentirte. Es bueno en lo que hace, sin embargo. Te sacará de este lío y lo va a hacer mientras te sostiene de modo que no puedas caer.


Me pongo rígida con sus palabras.


―No puedo caer.


―Claro que sí ―dice con si fuera un hecho, con toda naturalidad―. Todos lo hacemos en algún momento. ―Suspiro y luego continúa―: Estos chicos fueron criados para levantarse uno al otro. Está bien depender de otros, Paula. No todo el mundo espera algo a cambio, y los Alfonso no quieren nada, excepto amor.
Deja a Pedro hacer lo que tiene que hacer por esta familia, su familia, y eso incluye a ti y a Ris Priss.


―No sé si pueda.


Aprieta mi mano.


―Hubo un tiempo cuando no creí que pudiera dejar a alguien ayudarme, pero, ¿sabes qué? Estaba caminando en la nieve en el centro de Detroit, todo para evitar decirle a alguien qué tan mal estaban las cosas, y Martin apareció y
empezó a cuidar de mis problemas. Más que eso, sostuvo mi mano mientras me enfrentaba a mi pasado. Me dio la fuerza para soportarlo. Deja que Pedro te dé eso. Déjanos a todos darte la seguridad que nunca has tenido.


―No está compitiendo con alguien que juegue limpio. Monte no permitirá que gane y si por algún milagro lo hace, ¿cómo se lo devolveré alguna vez?


―Viviendo tu vida libre de las cadenas de tu pasado. ―Me lleva de la mano a los taburetes de la barra, donde nos sentamos―. Estos chicos vieron cosas al crecer, el tipo de cosas que se quedan contigo. Fueron incapaces de sacar a su madre de una mala situación, así que tuvieron que mirar con impotencia mientras aguantaba un montón de mierda que no debería haber tenido que soportar. No pueden conocer a alguien que es maltratado y no desear extender
una mano para levantarlo de nuevo.


―No fui golpeada, Emi. Mi situación no es la de su madre. Le debo a Monte.


―No le debes una maldita cosa. Jugaste, y perdiste. Sucede. Claro, el dinero no llega sin límite, ¿pero chantajearte para que te cases? ―Niega―. Eso no iguala
nada. ―Emilia se frota el culo de esa forma peculiar que a menudo hace, pero esta vez, algo parpadea en sus ojos―. El consentimiento es ―comienza, y mira a su alrededor antes de susurrar―, muy necesario. ―Entonces, como si hubiera encontrado una nueva confianza, lo repite, pero con más fuerza en esta ocasión―: El consentimiento es jodidamente necesario. ¿Me oyes, Paula?


―Di mi consentimiento, Emilia.


―Bajo presión y mientras eras menor de edad. ¿Captas lo que estoy diciendo?


―No necesito absolución. Necesito que Pedro vuelva a casa y no pelee mis batallas por mí.


―Paula, esto no es una absolución. Tu futuro exmarido te manipuló en tu situación. ¿Has oído hablar del término “consentimiento dudoso”?


Las lágrimas llenan mis ojos.


―¡Emilia, para! No fui violada. No me golpeó. ¡Me cuidó! ¡Se lo debo! ―espeto sin querer―. No trates de justificar o explicar mis malas decisiones.


―Paula, cariño, estás rompiendo mi corazón. ¿Qué elecciones tenías? Se lo llevó todo para controlar tus circunstancias. Nada de esto es tu culpa. Déjanos ayudarte. Permítenos ser la familia que nunca tuviste. Deja que Pedro te muestre lo bueno que realmente es. Por favor, Paula.


―Ayúdame a ir al torneo. Déjame jugar. ¡Pedro está quitándome mis opciones en este momento, también!


Algo destella en sus ojos. En un borrón, se ha ido y me quedo con mis propios pensamientos acerca de mi pasado.


Monte me quitó mis opciones. Lo hizo. La pregunta es, ¿qué demonios puedo hacer al respecto ahora que tengo una elección?







No hay comentarios:

Publicar un comentario