HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

sábado, 24 de septiembre de 2016

CAPITULO 35 (PRIMERA HISTORIA)





Un movimiento en la habitación me despierta de mi sueño.


—¿Pedro? —digo aturdida, mirando el reloj que dice que son las cinco y doce.


—Vuelve a dormir, Pau. —Su voz es grave por la fatiga.


Me incorporo, mirando a través de la oscuridad hacia él.


—Llegas tarde. —Simplemente afirmo, tratando de mantener mis emociones de chica bajo control.


¿Dónde ha estado? El bar ha estado cerrado durante horas. Más que donde ha estado, ¿quién ha estado con él? Mi mente corre.


Él entra en el cuarto de baño, enciende la luz, y veo su rostro en diferentes tonos de púrpura. Buscando rápidamente en su torso expuesto mientras se cambia, veo las marcas rojas de irritación alrededor de sus costillas, incluso a través de los tatuajes.


Deslizándome de la cama, lo sigo al cuarto de baño. Sus manos están lastimadas, y sus nudillos están cubiertos de abrasiones, hinchadas, y claramente irritadas.


—¿Pedro? —le pregunto desde la puerta del cuarto de baño, mientras continúa desnudándose y entra a la ducha.


¿Qué pasó? Me pregunto mentalmente.


—¿Pau? —responde.


—¿Por qué estás golpeado?—pregunto mientras el miedo se acumula dentro de mí.


¿Alguien intentó robarlo? ¿Asaltarlo?


—Vuelve a dormir. Tienes que trabajar mañana. Siento si te desperté.


—¿Eso es todo por lo que lo sientes? —Froto mi trasero. 


“Mantenlo real” es mi inspiración actual.


Qué apropiado.


Él levanta una ceja hacia mí, pero eso sólo me saca más de mis casillas.


—Llegas tarde a casa, claramente estuviste en un altercado de algún tipo, ¿y todo lo que me dices es siento haberte despertado?


—¿Qué tal Pau, no me asaltaron esta noche, pero sobre estos cortes y contusiones...?


Él me sonríe.


—Bueno, ¿te robaron? ¿Tenemos que llamar a la policía? ¿Necesitas ir al hospital?


—Pau…


—¡No me digas Pau! Estás herido. Tenemos que conseguir que te revisen.


—Ya he estado en el hospital una vez esta noche. No voy a volver.


—¡Qué! —grito—. ¿Fuiste al hospital y no me llamaste? No puedo creer que no quisieras que estuviera allí.


—Diablos, Pau, déjame decir una palabra.


Pongo mis manos en mis caderas y toco mi pie, esperando que continúe.


—Lucas fue asaltado esta noche. Después de que lo llevé a la sala de emergencia y lo cosieron, Gonzalo y yo fuimos y nos encargamos de ellos. Estoy en casa ahora. No quise despertarte. Sé que tienes que trabajar en el hospital, por lo que vuelve a la cama. Estaré allí en unos pocos.


—¿Lucas está bien?


—Sí, Pau. Ahora, por favor, vete a la cama.


Dejo escapar un suspiro. Él no fue asaltado. Se peleó. 


Estuvo en una pelea por su hermano.


Una cosa que me gusta de los hermanos Alfonso es su lealtad con el otro. Son una familia.


Mi frustración se acumula. Entiendo por qué lo hizo, pero su actitud al venir a casa me molesta. Llegar a las cinco de la mañana también me molesta. Que llegue y que no me explique lo que está pasando me molesta. No se trata tanto de esta situación molestándome.


Regresa a la cama. Regresa a la cama. Cuanto más estoy aquí y me desestima más me molesto.


Bien, decido, iré a la cama.


Me quedé allí, inmóvil, mientras la cama se sumergía un poco más tarde, y Pedro se subía a ella. Me tira hacia él, y tanto como quiero pelear contra ello, no puedo. Él está en casa. Está a salvo. Un poco golpeado, pero no es tan malo como podría haber sido.


Vuelvo a dormirme, pero muy pronto, mi alarma suena, y rápidamente la apago.


Saliendo de Pedro, me levanto lentamente, tratando de no despertarlo. Lo observo mientras duerme. Tiene un ojo morado, un corte en la nariz, pero por lo demás, se ve mucho mejor que hace apenas unas horas.


Finalmente, me muevo de manera eficiente y dejo la habitación sin despertarlo.


Al llegar al trabajo, Tamy y Anto ya están en nuestra pequeña oficina conversando. Ambas vienen y me abrazan, asegurándose de preguntar acerca de mi papá.


Antes de poder instalarme para ponerme al día con los demás, entro a la habitación de un paciente.


El día transcurre en una falta de definición mientras ayudo a una familia a negociar la pérdida de su padre. De una manera extraña, echo de menos al mío. No somos cercanos, pero después de verlo tan enfermo y luchando por hacer las cosas bien conmigo, no puedo evitar echarlo de menos ahora.


Sintiéndome insegura de cuál es mi posición con Pedro solamente me dan ganas de correr de nuevo a California. Me quedé fría emocionalmente. Algo pasó con su hermano, y él me excluyó de ello. Dijo que me amaba, pero, ¿sí leí más cosas de nosotros?


Trabajo más tarde de lo habitual. Al llegar a casa, Pedro ya está en el bar por la noche, así que alimento a Floyd y como algo de cena.


Estando en su espacio, me doy cuenta de que la broma ha terminado. Probablemente debería resolver lo de mi situación de vivienda. Tengo que encontrar un nuevo hogar.


¿Cuánto le debo a Pedro por trabajar en mi auto y por quedarme aquí? Todas las preguntas pasando en mi cabeza me hacen más emocional y, francamente, me marean.


El agotamiento barre sobre mí, y me quedo dormida en el sofá. En algún momento de la noche, Pedro viene y me lleva a la cama. Mi alarma me despierta, estoy toda enredada con él y soy incapaz de recordar que me trajo.


—Pau... —Pedro trata de hablar.


—Tengo que prepararme para el trabajo —le susurro, después me alejo de él y salgo de la cama, la tristeza se hincha dentro de mí por la distancia entre nosotros.


En silencio, me preparo para mi día. Él me observa, sin embargo, no dice nada. 


¿Por qué está tan enojado?


La tensión crece entre nosotros mientras me voy a mi jornada laboral.


El día en el hospital pasa muy pronto. Mientras me voy, estoy un poco deprimida de saber que voy a una casa vacía que no estoy segura de querer más.


La sorpresa me da una bofetada en la cara cuando llego a casa para encontrar a Pedro sentado en el sofá, esperándome.


—Llegas tarde —me saluda.


Bueno, veo cómo va a ir esto.


—Eso pasa a veces con mi trabajo.


—Corta la mierda, Pau.


—Tú corta la... mierda, Pedro. —Trato con descaro; solamente, que me olvido de la marca.


—¿Qué te pasa?


Pongo mis dedos en mi barbilla.


—Umm... El hombre del que estoy enamorada llega a casa horas más tarde, golpeado…


Él me interrumpe.


—Yo no recibí la paliza, Pau. Te lo prometo, los cinco imbéciles que tocaron a mi hermano quedaron en peor situación que Gonzalo o yo.


Las lágrimas llenan mis ojos.


—Cuando miré el reloj y vi la hora, me entró pánico. ¿Sabes los pensamientos que corrieron por mi cabeza?


—Te lo dije, asaltaron a Lucas. Tenía que llevarlo al hospital, y luego Gonzalo y yo tuvimos que manejarlo.


—Sí, me dijiste todo eso. Después. Del. Hecho. Está bien; Ahora lo entiendo. Ustedes son familia. Yo soy la extraña. Sólo soy la “pieza”. —Sé que es un golpe bajo lanzar mis bragas en su rostro, pero me lastimó al sacarme de la ecuación. Antes de que pueda reaccionar, él está en marcha y en frente de mí.


—¿Cómo acabas de llamarte a ti misma?


Los nervios me golpean, pero me quedo en mi sitio.


—Sólo soy la pieza. Tu… —No puedo terminar mientras sus labios se estrellan sobre los míos. Sus labios son como una droga que no puedo rechazar. Me embriagan con su sabor.


Una vez que me tiene fuera de equilibrio física y emocionalmente, se aleja.


—Eres más que una pieza, Pau. No juegues conmigo.


—Me sacaste. Sé que son tus hermanos, pero me hiciste sentir que no quieres que sea parte de ellos, que no quisieras que fuera parte de tu familia. Estaba preocupada por ti, por Lucas, y Gonzalo. Sin embargo, me quedé en la oscuridad y fui descartada como si fuera una llamada de botín regular, no algo más.


—Maldita loca —comienza, pero lo interrumpo.


—Loca por ti. Loca por los Alfonso. Quiero saber que estás a salvo. Quiero saber que tus hermanos están seguros. Quiero algo real, Pedro.


—No hay nada más real que esto, Pau. —Da un paso atrás y sostiene mi mano.


—Tú y yo vivimos juntos, dormimos juntos, e incluso trabajamos juntos. —Levanta mis nudillos a su boca y frota los labios a través de ellos—. Te amo. Nada ha cambiado, pero no puedes pedirme que ignore esa mierda. Lucas fue reventado y…


—Deberías haberme llamado.


—Lo sé. —. Asiente y me tira más cerca—. Debes llamar cuando llegues tarde también, entonces. Me derrito en su abrazo porque me pierdo—. Háblame—susurra.


—He tenido un par de días agitados. Eso es todo.


—No es por lo que estoy aquí —dice, y con esas cinco palabras, estoy completamente confundida.


—Lo sé —le digo, sólo queriendo un respiro de estar molesta. Necesito su toque. Necesito su abrazo. Necesito su comodidad.


—¿Quieres venir al bar? Tengo a Gonzalo cubriéndome. Necesitaba asegurarme de que estábamos bien.


—Estamos bien. Me voy a quedar.


—Está bien. —Da un paso atrás y luego se inclina y me besa—. Te extraño, Pau.


Me obligo a sonreír y a asentir.


—Nos vemos en unas horas. Lucas y Gonzalo se refugiaron en un hotel. ¿No te importa si vienen a pasar el rato?


—¿Por qué están en un hotel?


Él se encoge de hombros.


—Les dije que necesitábamos espacio, pero con nuestros horarios, no hemos tenido mucho tiempo ni oportunidad de utilizar ese espacio, ¿no? —Niego. Él se inclina y me da otro beso luego sonríe y sacude la cabeza—. Esa propiedad comunal, esa es una cosa entre “tú y yo” todavía, ¿verdad? 
—Asiento y trago duro—. ¿Todavía estás sangrando?


Niego.


—Bueno, necesito una probada, Pau. —Sonríe—. Voy a tener que despertarte esta noche, entonces ¿Por qué no duermes un poco ahora? —Con eso, me hace un guiño, se da la vuelta, y luego sale por la puerta.


Miro a mi alrededor y pienso en lo que dijo.


No es para lo que estoy aquí.


La confusión se establece, pero una vez estoy más agotada. 


Yendo a la cama, me quedo dormida más rápido de lo que esperaba.


Me despierto más tarde por el movimiento en la cama y unos brazos tirando de mí cerca.


—¿Pau?


No contesto.


—¿Nena?


No puedo hacer esto esta noche, no cuando estoy tratando de prepararme para lo que sé que viene.


Siento sus labios presionarse contra la parte posterior de mi cabeza. Luego inhala profundamente, gime, y susurra:
—Te amo, Pau.






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