HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS
LENGUAJE ADULTO
jueves, 22 de septiembre de 2016
CAPITULO 29 (PRIMERA HISTORIA)
Me río mientras entro al bar esta noche. Caminando junto a Pedro, froto mi culo y un resoplido me sale involuntariamente. “Volverlo salvaje”. Sí, creo que voy a divertirme con estas bragas esta noche.
—Habla, ¿por qué sonríes? —pregunta Pedro mientras sigo frotando mi trasero.
—Por nada en absoluto, Melancólico Alfonso. Por nada en absoluto. —Me río de nuevo mientras termino de recoger mis cosas y salir hacia el bar.
—¿Melancólico?
—Sí, eso la mayoría de las veces te queda.
Pone los ojos en blanco y luego se inclina hacia abajo, plantando un beso en mis labios.
—No me gusta.
—Creo que tampoco me gustaba al principio, pero está empezando a hacerlo.
Esta noche es constante. No tan ocupada como los fines de semana, aunque ciertamente me mantiene en movimiento para ser un día entre semana. Los días de la semana son difíciles después de estar en el hospital todo el día, pero realmente disfruto trabajando aquí más cada día que pasa.
Mi periodo no ha llegado, pero las líneas en la prueba dijeron que era negativa. No puedo evitar estar un poco decepcionada de no tener un bebé, incluso aunque no debería estarlo. Realmente, este no es el mejor momento para tener un bebé, para que tengamos un bebé… cuando todavía nos estamos acostumbrando a ser un “nosotros”.
Nunca he sido parte de un “nosotros”. Rayos, hasta Pedro, nunca realmente he ido a una cita. Tener un bebé no sería bueno para ninguno de nosotros, pero, ¿de verdad sería tan malo? Supongo que nunca lo sabremos.
Sonrío pensando en estar con Pedro. Esas bragas. Sus bragas. Su propiedad. Claro, no son elogios de amor, no son ciertamente corazones, chocolates, rosas o bizcochos, pero significa algo para mí. Mi ropa interior es mi poder. Dar y recibir.
Lo que es más, Pedro me da ese equilibrio. Me siento orgullosa de ser su propiedad.
Pensando en sus bragas, añado un poco más de balanceo a mis caderas mientras me muevo detrás de la barra. Miro hacia arriba y veo a Julian caminando. Estoy lista para él.
Pongo su cerveza en la barra.
—¿Cómo le dijo Jay-Z a su novia antes de casarse con ella? —Me mira, sonríe y luego niega—. Feyonce. —Me río, y se parte de la risa.
Toma un trago y luego se inclina.
—¿Quieres oír una broma sobre mi polla?
—Oh, umm...
—No, no lo hace. —Pedro aparece a mi lado.
—Bien, es demasiado larga, de todos modos. —Se ríe entre dientes, y Pedro empieza a reír.
No entiendo por qué se están riendo, o por qué Pedro lo hace cuando es, bueno, melancólico.
Me mira y sonríe.
—No tengo que matar a uno de mis clientes favoritos, Pau, y eso fue divertido.
—No entiendo. —Y no lo hago.
—Pau, ¿su polla era demasiado larga?
Niego.
—Todavía no entien… oh. —Me río y luego resoplo mientras pongo un trago delante de él—. Eso es divertido.
Una hora después, mi teléfono vibra en mi bolsillo trasero.
Mientras lo saco, reconozco el número que aparece en la pantalla.
Me recorren escalofríos y se me cae la botella de whisky de mi mano. Se estrella en el suelo, rompiéndose mientras mi cuerpo empieza a temblar.
Inmediatamente, Pedro está a mi lado. Sus brazos me rodean antes de que, literalmente, me alce en brazos y me lleve lejos del desastre.
Una vez que el teléfono deja de vibrar, por fin puedo respirar de nuevo. Pedro me deja en un mostrador en la parte posterior de la cocina, pero el teléfono empieza a vibrar de nuevo antes de que pueda decir una palabra.
Con manos temblorosas, deslizo la pantalla para contestar.
Tengo que ser fuerte.
—H-h-hola.
—Paula, tu padre está en el hospital. Está preguntando por ti. —La voz de mi malvada madrastra suena al otro lado.
—Está bien, yo... umm... no puedo hacerlo ahora mismo. —Me da pánico. Mi padre nunca me hizo nada. No sabe lo que pasó. Nadie lo sabe. Cuando se trata de su esposa, sin embargo, nunca hace nada mal, ni sus hijos. Por lo tanto, nunca podría decirle la verdad.
—Sabemos que no tienes dinero, Paula. —El desprecio que tiene por mí llena su voz cada vez que dice mi nombre—. Te enviaré por correo electrónico tu billete de avión. También le conseguí uno a Brian.
Ante la mención de su nombre, el teléfono se desliza de mi mano y cae al suelo.
Pedro lo recoge.
—Habla el jefe de Paula, Pedro Alfonso. ¿Qué está pasando que la tiene tan molesta? —cuestiona en mi teléfono.
No puedo oír lo que está diciendo, simplemente me siento impotente en el mostrador de acero inoxidable en la parte posterior de la cocina. Trato de reunir el coraje de las canciones. Trato de recordar cada pieza de ropa interior de motivación en mi arsenal. Nada funciona, sin embargo. Los pensamientos rebotando en mi cabeza son demasiado ensordecedores para que nada más pase.
Brian necesita un billete de avión. ¿Dónde está? ¿Por qué no está de vuelta en California? ¿Ha estado siguiéndome?
Mi estómago gira mientras el miedo se apodera de mí.
Ni siquiera sé cuánto tiempo me siento en silencio aturdida antes de que la voz de Pedro me saque de las profundidades de la oscuridad en la que me había sumido.
—No hay necesidad de comprar su billete. Me aseguraré de que llegue.
Sin decir una palabra, finaliza la llamada y me observa.
Puedo sentirlo incluso aunque me rehúso a levantar la mirada.
Necesitando centrar mi atención en algo distinto de mi padre y su familia, comienzo a contar las baldosas en el suelo.
Una. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Seis...
—Pau, habla conmigo —ordena Pedro.
—No hay nada que decir.
Toma mi barbilla en su mano para que lo mire a los ojos.
—No eres una mentirosa, Pau, así que no empieces ahora.
—¿Nunca has perdido una parte de ti, Pedro? ¿Realmente perder algo que nunca podrás tener de regreso?
—¿Que perdí o que me quitaron?
Las lágrimas llenan mis ojos y me encojo de hombros.
—Tal vez ambos.
—Há-bla-me. Deja de evadir todo de una vez. Puede que no te sientas fuerte, pero lo eres y no estás sola.
Dejo escapar un suspiro. ¿Puedo compartir mi más profundo y más oscuro secreto con él? ¿Puedo dejar mi pasado caer sobre él?
—Puedo decir por esa llamada telefónica, que tienes problemas con tu padre o con tu madrastra, pero está enfermo, Pau. Quiere que vayas de visita. Es obvio que no es algo que te haga sentir cómoda, sin embargo.
—Tendría que viajar a California. No puedo pagar eso.
—Pau, estás poniendo a prueba mi paciencia.
Muevo los hombros hacia atrás.
—Está bien, deseas la historia, aquí la tienes. Espero que estés listo. —Lo fulmino con la mirada por presionarme—. Tenía catorce años. Brian tenía dieciséis. Empecé a desarrollarme tarde, pero lo estaba haciendo, y tenía más senos. Brian lo notó. Puedo ver a Pedro rechinando los dientes frente a mí. La ira está creciendo dentro de él, mientras el disgusto crece dentro de mí—. Vendría a mi habitación y, al principio, me tocaría y sería amable. —A medida que las lágrimas descienden por mi rostro, Pedro mueve sus pulgares para secarlas—. A veces, no era tan malo. Sé que soy enferma y retorcida, y que todo está mal.
—No hay nada malo contigo. Te encontró joven y vulnerable, y tomó ventaja.
Niego.
—Pensé que pararía. Como, oh, que sería una cosa de una sola vez. Rayos, tal vez lo imaginé, me decía. Sólo que volvía. Cada vez que visitaba a mi papá, venía a mi habitación. Fue amable al principio... tipo como... —Hipo mientras rompo en sollozos. Pedro apoya mi rostro contra su pecho sólido y me abraza mientras lloro—. La primera vez, mi camisa terminó encima de mi cabeza porque no me moví para que me la quitara. Después de eso, mi rostro siempre estaba cubierto. Entonces, todo se intensificó. Me sentía asfixiada, Pedro. Cuando decía: “no, por favor, no lo hagas” cubría mi cabeza con mi camisa y una almohada para mantenerme callada. Era tan grande sobre mí. No me atrevía a pelear. —Me sacudo contra Pedro mientras murmuro todo eso en su pecho.
»Le rogaba a mi madre que no me enviara con mi papá. Se convirtió en mi pesadilla después de aprender lo mal que estaba. He vivido con el temor de que si tiene la oportunidad, lo haría de nuevo. —Respiro su aroma mientras lloro en la seguridad de sus brazos. Mi cuerpo tiembla mientras los recuerdos me inundan—. No le di mi consentimiento, ni siquiera me lo pidió. —Sollozo más.
—Tu madrastra, Victoria, dijo que tu padre tuvo una apoplejía. Pregunta por ti, sólo por ti. Los médicos dicen que está teniendo mini-ataques y que parece que no pueden detenerlos. Esta puede ser tu única oportunidad. ¿Quieres ver a tu papá? Quita al hijo de puta que te tocó, ¿quieres ver a tu papá? Te prometo con todo lo que soy, Paula, que nadie nunca te lastimará así de nuevo.
¿Quiero ver a mi papá? No lo sé.
Apartándome, agarro el trapo del bolsillo trasero de Pedro.
Me sueno la nariz con eso, sabiendo que soy un completo desastre.
—Malditamente loca —dice Pedro a mi lado por mis acciones.
—Yo… —hipo—, no lo sé.
—Iré contigo. De esa manera, podrás ver a tu padre y mantenerte a salvo.
—¿En serio? —pregunto, incrédula.
Me sueno la nariz otra vez mientras Pedro simplemente niega hacia mí.
—Pau, por favor, no cuestiones mi palabra.
Lucas entra en la cocina.
—¿Todo bien?
—Gonzalo y tú tendrán que quedarse aquí por unos pocos días —le dice—. Pau y yo vamos a ir a ver a su padre.
—¿Se encuentra bien? —pregunta Lucas, acercándose para frotar mi espalda.
Niego.
—Está en un hospital en California—explica Pedro, acercándome a él.
—Seguro que puedes…
—Estoy cien por ciento seguro de que puedo confiar en ustedes dos para hacerle frente a este lugar, empezando ahora. Llevaré a Pau a casa y vamos a dormir un poco. Uno de ustedes dos nos puede llevar por la mañana.
—Por supuesto, sabes que es un hecho, hombre —dice Lucas—. Vayan.
Cuando volvemos a casa de Pedro, me conduce arriba, me desnuda, me pone una camiseta y luego retira las cubiertas.
—Métete en la cama, nena. Me hago cargo desde aquí.
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