Finalmente está dormida. Por fin.
Cuando era niño, vi a mi madre llorar. La vi unas pocas veces, en realidad.
Cada vez que le preguntaba qué le pasaba, se paralizaba y me decía que todo estaría bien. Me consolaba. Cuando me hice más mayor, ya no tuve que preguntar.
A la edad de siete años, recuerdo saber exactamente lo que estaba mal.
Recuerdo oírlo regañándola y degradándola. Recuerdo a Martin paseándose de un lado a otro y viéndose como si quisiera escapar de la pequeña caja de mierda de habitación donde los tres dormíamos. Se encontraba en la parte de atrás del apartamento y era la habitación más pequeña, pero no recuerdo al viejo borracho idiota yendo allí más de una vez, quizás dos.
Mamá nos escondía, suponiendo que allí nos podría proteger.
En su momento más débil, me dijo todo sobre su vida, sobre su madre, cómo se crió y por lo que había pasado.
Paula. ¡Jodido enigma, Batman! La vida de esta chica ha sido un nivel de infierno completamente diferente al de mamá. No fue abusada físicamente… bueno, no de la misma forma que mamá, de todas maneras.
El sentirte como si tuvieses dueño y que de alguna manera le debías el resto de tu vida a algún pedazo de mierda que te recordaba todos los días que te poseía, te despoja de tu orgullo, de tu confianza y de cualquier puta esperanza que un ser humano pudiera tener. Y, a pesar de lo que mamá y nosotros soportamos, al menos teníamos esperanza. La esperanza es el sentimiento más fuerte que se puede tener.
La esperanza no desaparece. Se puede ocultar, como
en este momento, pero regresa con venganza.
Paula dijo que no tenía ninguna y no pude decirle que se equivocaba; sólo pude escuchar. Sin embargo, estaba equivocada. Tiene esperanza… esperanza para su hija. Y si pudiera darse cuenta, estaría en buen camino a la curación, a la superación de la tormenta de mierda que es su vida.
En la oscuridad de la noche, su cuerpo tiembla y comienza a hacer esos pequeños sonidos, sollozos casi silenciosos, mientras yace sobre mi pecho. La abrazo más fuerte y se desvanecen.
Dios, se siente bien saber que puedo hacer eso por ella.
Me gustaría que alguien pudiera haber hecho eso por mamá.
Sin embargo, ella tenía razón: Monte es una serpiente.
Jugué contra él en uno de los torneos clandestinos de Las Vegas, pateé su culo y me fui con dinero suficiente para comprar esta casa. Durante una semana, fui muy cuidadoso,
porque él y sus matones estaban por todas partes. No cambié una mierda de mi día a día, pero en ese mismo momento, decidí que no jugaría en ese circuito de nuevo.
Por mucho que me guste la emoción del juego, me encanta mi rostro y mis demás posesiones, y no quería terminar jodido. Seamos sinceros; no soy el puto Jackie Chan, pero frente a frente, podría derrotar a cualquiera. Demonios, el viejo me pegaba mucho y yo se lo permitía. ¿Por qué? Porque lo enojaba que fuera más fuerte que él y eso me enseñó a no temerle a ningún hombre. El dolor no es nada.
Pero tampoco soy estúpido.
Si mis hermanos estuvieran aquí, podríamos destrozarlos y Monte y sus matones no tendrían ni una oportunidad. Sin embargo, sosteniendo su todavía tembloroso cuerpo, sé muy bien que la lógica y la razón estarían comprometidas con la preocupación y el miedo de que le quitara su esperanza, representada en esa muy linda y pequeña niña que está durmiendo en la habitación de invitados.
Cuando se me enciende la bombilla, finalmente descubriendo qué hacer, me río y ella se mueve, pero después de unos pocos momentos, se hunde de nuevo en el sueño.
Me despierto cuando el sol comienza a colarse por la ventana. Mientras me muevo de debajo de ella, abre los ojos.
―Deberías ir a la cama con la pequeña y dormir un poco más.
―¿Te vas? ―Se sienta y se estira.
―No, sólo tengo que hacer algunas cosas.
―Está bien. ―Se levanta y se estira de nuevo, la camisa se levanta y veo un poco de sus bragas de encaje.
―Oye, resbaloso ―chasquea sus dedos―, ojos aquí arriba.
―Atrapado. ―Sonrío.
―Sí, bueno, gracias por anoche, por ayer, por ayudarnos a salir.
―El gusto fue mío. Ahora ve a la cama. ―La forma en que lo digo refleja los pequeños pensamientos sucios que hay en mi cabeza. Me encojo de hombros y pone los ojos en blanco―. Lo siento cariño. Te ves tan increíblemente deliciosa en este momento. Tienes que irte antes de que deje de ser tan caballeroso y…
―Pedro ―me interrumpe―. Realmente te lo agradezco.
―Lo sé. Ahora vete.
Lo más gracioso del agradecimiento es que no te hace echar un polvo.
Entro en la ducha y miro hacia mi pene.
―Ha pasado mucho tiempo desde que los dos tuvimos intimidad; años, en realidad. Pero aquí está el asunto ―envuelvo mi mano alrededor de mí mismo―, esa chica de ahí, la que te tiene firme y mira a escondidas a mi pantalón, rogando estar dentro de ella… Bueno, lo ha pasado mal. Ahora cálmate ahí abajo. No es el tipo de “rudo” que te gusta. Te ve a ti y a mí como un trabajo. »Ahora, lo sé ―digo, acariciándome más rápido―, no actuó de esa manera antes, pero con el conocimiento viene la responsabilidad. Así que tú y yo vamos a llegar a conocernos tan bien como a los dieciséis años, porque la próxima vez que esté así y que te pongas duro, cercano y personal, Betty Ruda va a haber rogado por ello. Te va a conocer y no voy a ser un trabajo, un pago o una obligación, sino un regalo. ―Cierro los ojos y pienso en ese buenísimo culo, enloquezco y bombeo una y otra vez más duro, más rápido―. Te lo prometo ―gruño―. No hay manera en el infierno de que te deje ir platino.
***
―¿Qué quieres decir, Detroit?
Empujo su mano hacia ella.
―Mira los billetes. Nos iremos en un par de horas, sólo por un poco de tiempo, el suficiente para que esto pase.
―Hay un torneo este fin de semana y puedo ganar, Pedro. ¡Puedo ganar y pagarle!
―Tienes que pensarlo seriamente. ―Miro a Camila, que está sentada en mi sofá de cuero con un cuenco de uvas, llevando mis auriculares inalámbricos de la marca Bose y cantando junto con algunos dibujos animados.
―¿Te gusta Sofia the Firs8? ―grita cuando me ve mirándola.
Sonrío y asiento, incluso aunque no tengo ni puta idea de lo está hablando.
Y estoy seguro de que va a derramar esas pegajosas uvas sobre todo mi sofá, pero no me importa. No lo hace, maldición.
―¿Me has oído?
Miro hacia Paula, que me frunce el ceño, y niego.
―A menos que sea “Pedro, sé que tienes razón, porque anoche admití que nada es más importante que la pequeña y cantarina chica en tu sofá, y estoy tan jodidamente…”.
―Vigila tu boca frente a ella ―me regaña.
―No me puede oír. ―Me río―. No más trapicheos,Paula.
―Tengo que mantenerla a salvo.
―Bueno, eso significa que tienes que estar segura. ¿A quién tiene sin ti? ―Sí, estoy exagerando, pero su jodido muro se ve mucho mejor derrumbado a sus pies.
―Lo único que quieres es poseerme, follarme…
―Vigila tu boca frente a ella ―le devuelvo, y frunce el ceño de nuevo, pero no dice nada―. Hay otra cosa que necesito que sepas: no voy a tocarte y no quiero ser tu dueño. Quiero hacer algo correcto. Le prometí a una mujer que haría el bien en este jodido mundo y he sido un egoísta imbécil hasta ahora. Por lo tanto, si necesitas mantener esta mierda de ojo por ojo con el equilibrio de poderes, añádelo en el lado de te lo debo. Ahora mueve tu pequeño culo y empaca un par de maletas, así no perderemos nuestro vuelo.
No se mueve.
―Pequeña mamá, no me hagas repetirlo.
8 Sofia the First: conocida en España como La Princesa Sofía y en Hispanoamérica como Princesita Sofía, es una serie de televisión creada en 2013. Actualmente es emitida por Disney Junior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario