HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS

LENGUAJE ADULTO

jueves, 29 de septiembre de 2016

CAPITULO 13 (SEGUNDA HISTORIA)





Diez minutos más tarde, Paula carga cajas hasta la puerta y las tira en la parte posterior de su auto antes de volver a entrar. Esta vez cuando sale, tiene cajas amontonadas en los brazos y sé muy bien que no puede verme. Cuando
tropieza y cae, las cajas se derraman sobre la acera. Se cubre el rostro con las manos y se lleva las rodillas al pecho, su cuerpo se sacude.


El instinto puede ser un salvavidas. También puede matarte. Igual que los pobres bastardos que saltan delante de un auto para apartar a alguien del camino y se quedan ahí clavados. 


Como el tipo que salta frente a un loco drogado con una pistola y piensa que va a salvar a todos en la tienda derribando al hombre, solo para terminar muerto. Como la madre que siente que sus hijos son amenazados y se interpone entre ellos y lo que considera un peligro, obteniendo su trasero golpeado por algún jodido enfermo. Y como ahora, mientras estoy de rodillas al lado de Paula, la llevo a mis brazos, porque el instinto se hizo presente y no quiero verla herida.


Me aparta y se limpia el rostro, tratando de borrar la evidencia que está ahí para que todo el mundo la vea. 


Mientras jadea en busca de palabras, me aparto y empiezo a guardar toda la ropa derramada en la acera.


Finalmente, deja de intentar hablar y también comienza a empujar frenéticamente cosas en cajas. Tomo la primera caja y la cargo a su auto, luego la segunda. Me giro para tomar la tercera, pero está justo detrás de mí,
empujándome para pasar.


―¿Mami? ―Escucho desde atrás.


Miro a la niña que tenía antes en los brazos y Paula toma una respiración profunda, evitando mi mirada.


―Casi lista, Camila. ―Su voz es suave y tan llena de amor que casi estoy desolado.


―¿Para nuestra aventura? ―pregunta la pequeña.


―Sí. ―Se vuelve a girar y me mira―. Gracias.


Cuando comienza a alejarse, la sujeto del brazo, deteniéndola.


―Oye, Camila, olvidaste una cosa. ¿Vienes a ayudarme a conseguirla? ―le pide la otra mujer a la niña.


―Sí. Enseguida vuelvo, mamá.


―Voy a estar aquí, Ris. Solo date prisa. No queremos llegar tarde.


Cuando la puerta se cierra detrás de su hija, de su puta hija, me empiezan a temblar las manos.


―¿Hay algo que tengas que decirme?


―No te debo…


―Basta ya de los “te debo” de mierda, Paula. Nunca te he preguntado una maldita cosa, pero voy a hacerlo ahora mismo y vas a responderme.


―¿En serio? ―El borde ha vuelto a su voz.


―¿Estás casada?


Parece confundida.


―¿Te escapaste de mi habitación de hotel esta mañana para saltar a la cama de tu marido? Es por eso que…


―Legalmente, sí, pero eso no es asunto tuyo.


―Segurísimo que es mi asunto. ―Estoy molesto y eso no sucede fácilmente.


―No tengo tiempo para tu actitud alfa o de hombre frente a mí haciendo demandas. Si mi pequeña no viniera de nuevo por esa puerta en cualquier momento, usaría un lenguaje que probablemente no has oído nunca. Pero debido a que tengo que ser madre, padre y protectora de esa niña, te daré una respuesta. Entonces volverás a ese pequeño auto brillante tuyo y conducirás lo más lejos posible, porque, por muy agradables que hayan sido las cosas, Slick, no eres mi
realidad.
»Sí, tengo un marido. Estamos separados y no es un buen hombre; diablos, ni siquiera finge serlo. Vendería a su propia hija si pensara que podría salirse con la suya. No voy a endulzar esto. Piensa que le debo dinero e infiernos, tal vez lo hago. Pensé que tenía más tiempo y lo tenía, hasta que escuchó que pasé la noche con “As”. Ahora está pidiendo que salde mi deuda y que la niña, mi pequeña, es lo que tomará si no le pago. Así que discúlpame si no me detuve a charlar antes, pero tengo cosas más importantes que tratar. Ahora, si fueras tan amable de irte y no mirar atrás, Slick, porque ya no hay nada atractivo, brillante o bonito para mirar.


―¿Cuánto le debes?


―Eso no es tu asunto o tu preocupación.


―Tuve un papel en crear esta situación, por lo que deja que te ayude.


―¡No! Nunca más voy a dejar que un hombre crea que le debo.


En ese momento, me doy cuenta de porqué es de la forma que es, por qué nunca toma más de lo que da. En ese momento, sé muy bien que no puedo simplemente irme. No es solo mi inexplicable atracción hacia Paula, ahora hay
una niña implicada. Fui ese niño una vez y nadie se ofreció a ayudarme.


Mamá no nos crió para alejarnos.


―Quiero ayudarte.


―No necesito tu ayuda. ―Cambia su atención hacia la acera donde su amiga sale corriendo.


―Paula, acabo de recibir una llamada y Monte está en camino. Necesitas… ―comienza su amiga y tiene toda mi atención.


―¿Monte Timmons? ―pregunto.


Ambas me miran y niego, dándome cuenta del bastardo despiadado al que está atada.


―No estoy pidiendo algo a cambio. Simplemente tómalo como un poco de bien en un mundo de mal. ―Me doy la vuelta y veo a la niña―. Hola, hermosa, ¿alguna vez has subido en un Porsche?


―No creo…


―Jesús, Paula, deja que te ayude a salir de aquí. ¡Vete! ―la alienta su amiga.


―Mete a la niña en mi auto ―le pido a su amiga.


Antes de que su amiga pueda discutir, miro a Paula.


―Sígueme.


Parece perdida, asustada y muy vulnerable, pero asiente. 


Corro a mi auto y entro.


―¿Te gusta ir rápido o lento? ―le pregunto a la hija de Paula.


―¿Lento? ―Se ríe de la forma en que haría una niña que no tiene ni idea del peligro en el que se encuentra.


―Bien. Dado que esta es nuestra primera cita, voy a dejarte tener la última palabra. Sin embargo, no te acostumbres a ello, pequeña.


Salgo a la calle y miro el retrovisor. Esta vez, Paula está siguiéndome.





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