HISTORIA DE Chelsea Camaron y MJ FIELDS
LENGUAJE ADULTO
domingo, 2 de octubre de 2016
CAPITULO 21 (SEGUNDA HISTORIA)
Todo ha sido un torbellino. Después de terminar el trabajo, Emilia podía decir que no podía manejar el pensamiento de Pedro estando en el torneo sin mí. Sin permitirme pensar demasiado en todo, reuní el valor suficiente para dejar a mi bebé con Emi y abordar un vuelo nocturno a Las Vegas con Martin y Lucas.
Con una familia respaldándome mientras me enfrentaba a mi pasado, eso es lo que dijo Emi cuando nos íbamos.
No sabía cómo tomar eso. Solo sabía que, al final del día, tenía que pagar mi deuda yo misma. No podía dejar que Pedro lo hiciera.
Antes de que mis nervios pudieran obtener lo mejor de mí, estaba en las mesas. Estaba en el torneo.
Traté de mantener mi expresión cerrada a las miradas de trato fácil de las personas. Traté de mantener mi compostura, aun sabiendo que todo estaba literalmente en la línea en este momento.
Sentada, pasé los dedos por el fieltro donde la mesa se reúne con las molduras de madera. El contraste era extraño cuando sentías el verde suave del forro y luego te movías al barniz recortado.
Rugoso y liso. Suave y resbaloso.
Igual que la mesa, necesitaba ser suave y resbaladiza a pesar de todo. Esta noche, en verdad el ganador se llevaría todo. Esta noche, tendría de vuelta mi libertad. Esta noche, escogería mis opciones.
Era fácil dejarse atrapar. Hubo un momento en el que quise quedarme y seguir jugando. Quería subir la apuesta y ver si podía obtener un beneficio.
Había demasiado en riesgo, sin embargo.
Conseguí un boleto de Marshall. Entonces Yamila llama a un tipo que conocía a un tipo que conocía a otro chico, conseguimos las cartas doradas de Martin y Lucas. Marshall no se veía del todo contento cuando llegué con invitados.
Qué mal, qué triste, tipo grande.
Sé que en algún lugar dentro de él, hay un corazón. Solo que le debe demasiado a Monte para irse. No sé qué va a pasar si Monte se entera que Marshall me había hecho entrar. No podía pensar en él. Tenía que permanecer
centrada, en el dinero en efectivo, y en pagarle a mi esposo.
Había ahorrado lo suficiente para mi entrada. Voy a tener que trabajar para pagar mi boleto aquí, pero soy libre.
¡Qué sensación tan increíble!
En el exterior, iba y venía, esperando desesperadamente que Pedro estuviera bien. Mi estómago se retorció. Mi intuición gritaba que había más de lo que sabía. La forma en que Pedro estaba provocando a Monte a través de mí,
jugando con él.
¿Pero por qué? Esta era mi batalla para pelear.
Gané lo que se necesitaba para que la deuda fuera pagada en su totalidad.
Entonces ¿por qué, me preguntaba, Pedro sigue ahí?
Estamos a mano. ¿Por qué no cambia el dinero y sale?
Al verlo cuando finalmente salió, sé que algo se apagó. Él no se precipita hacia mí. No hay cuento de hadas mientras me levanta y me abraza.
No, me dice que vamos a comer, que me vaya a casa, y que él llegará en unos días más.
Antes de que pueda reflexionar sobre su actitud, Marshall sale, con Monte directamente detrás de él. Entonces Marshall pasa su mirada por mí de una manera que me dice que elija mis palabras con cuidado.
Que escoja.
No puedo detener la sonrisa que crece cuando Monte se acerca. Tengo una opción. ¡Finalmente!
Siento que los hermanos Alfonso se tensan detrás de mí mientras todos se mueven a mi espalda. Lucas se mueve para interponerse con Marshall, pero extiendo la mano y agarro suavemente su antebrazo.
Calienta mi corazón saber que se enfrentaría cara a cara por mí, pero este es un mundo en el que no vive. Hay un código, y no puede cruzar esa línea, o estaré en deuda de nuevo antes de que cualquiera de nosotros pueda parpadear.
―Los documentos se entregarán a mitad de semana ―dice, mientras Monte me estudia.
No se lo digas. No le digas nada, me recuerdo a mí misma.
―Monte, debes saber que nuestro matrimonio no fue legal. Nunca tuvimos testigos, ni oficiante. ―Antes de irme, hice que Emi realizara algunas investigaciones, y no encontró ningún registro en el juzgado de que alguna vez legalmente estuve casada con Sergio “Monte” Timmons, porque el certificado de matrimonio nunca se expidió. Además, mi tarjeta de seguridad social todavía dice “Paula Chaves” como mi nueva tarjeta de conducir de Michigan.
―Hard Knocks, debes saber que nunca me ato legalmente a mis activos. Estoy hablando del papeleo de Camila. Renunciaré a mis derechos.
Mi ritmo cardíaco truena en alto en mis oídos, mi cara tira todo por la borda mientras lucho por mantener la calma.
Monte me sonríe de una manera que sólo puede ser descrita como pura amenaza.
―Soy una gran cantidad de cosas, Paula, la mayoría de ellas no son buenas, pero soy un hombre de palabra en los negocios. Pesos y contrapesos, Hard Knocks. Tuviste un respiro. El saldo fue pagado en su totalidad. ―Mueve su mirada de mí a Pedro―. Para ti y para Camila. Eres libre.
Monte se da la vuelta y se aleja mientras el brazo de Pedro va alrededor de mi espalda. Cuando está a pocos metros de distancia, mira por encima del hombro hacia mí, entonces le dice a Pedro:
―Yo la tuve primero; seré el último. Y cuando venga arrastrándose de regreso, le haré pagar el precio de no ser el único que ha tenido en su vagina.
Pedro se aleja para avanzar hacia Monte mientras Marshall mueve la cabeza hacia mí.
―¡Pedro, para! No vale la pena ―le digo.
Él se detiene y me mira.
―Sé el bueno ―le susurro―. No hagas que él lo sea.
―As, conseguiste para lo que viniste aquí esta noche. Espero que haya valido tu juego, porque no vas a jugar aquí otra vez. Esta es mi ciudad. ―Monte me devuelve la mirada―. Paula, cuando los golpes duros te den una vez más, te estaré esperando, y no seré tan bueno esta vez.
Después de un momento, se da la vuelta y hace su salida, mientras escalofríos corren por mi espalda y mi mente.
Consigo un apretón de hombro de Lucas y otro de Martin, mientras Pedro solo se me queda mirando.
―¿Qué es lo que quiere decir que no puedes jugar aquí de nuevo? ¿Qué ocurrió allí, Pedro?
―No hay nada de qué preocuparse. ―Ve a sus hermanos―. Comamos, después ustedes chicos, se subirán a un avión y regresarán a Ris Priss.
Hay una distancia entre nosotros que no entiendo. Soy libre.
Esta noche, gané. Obtuve mi salida. Este debe ser un momento feliz, pero siento como si estuviera empañado por alguna cosa. Es solo que no sé qué es.
Lucas y Martin parecen leer en Pedro algo que me estoy perdiendo; como resultado, la cena es rápida y tranquila. No estoy acostumbrada a ser libre.
Ahora lo soy. Soy libre, y tengo que dejar de cuestionar todo y simplemente disfrutar el momento, al menos por ahora.
Volvemos a la casa de Pedro hasta nuestro vuelo de mañana. Mientras los chicos pasan el rato juntos, voy a la sala de Pedro y le leo a Camila, en un chat de vídeo del celular de Emi al mío. Al ver su cara sonreír en la pequeña
pantalla, tengo la primera ola de calma que he sentido en mi vida entera.
Ella es mi razón de ser. Es mi todo.
Termino mi llamada, después voy a la sala de estar, donde puedo oír voces en la cocina.
―¡A la mierda! Déjalo todo. No necesito ropa. No tengo nada personal aquí. Mi casa es Detroit; este era un lugar de descanso. Dejen que el chico se quede con todo. ―Oigo decirle a Pedro a sus hermanos.
¿Qué está pasando?
―¿Realmente se lo diste al chico?―regresa Lucas.
―No, se lo vendí al chico. Estaba fuera de juego. Ella me hace eso. ¿Por qué diablos la trajiste aquí? Si no hubiera ganado, si no se lo hubiera vendido, ¿te das cuenta de lo mal que esto podría haber terminado?
―Pero no lo hizo. ―Eso viene de Martin, la calma en todo.
Mi teléfono suena, alertando a los chicos de mi ubicación.
Mirando hacia abajo a la pantalla, veo que es Yamila y trato de actuar como si no hubiera oído nada mientras respondo.
―¡Ganaste! ―chilla ella.
―Gané suficiente para salir de su control ―digo con orgullo.
―¿Vas a volver?
―Oh, cariño, desearía hacerlo. No creo que este sea el lugar para mí y Camila, sin embargo. No quiero estar mirando por encima de mi hombro. No quiero recordar nada de aquí excepto alejarme con mi niña y nuestra amistad.
Este no es el lugar para mí.
―Te voy a extrañar. ―La tristeza en su voz es evidente. Eso duele, pero este no es el lugar para mí o mi hija, ni para Yamila.
―Detroit tiene todo para ti ahora, nena. Podría tener un nuevo comienzo para nosotras ―digo, en silencio rogándole estar de acuerdo.
―¿Quién sabe? Tal vez cuando mi mierda esté ordenada. Sabes que no puedo irme hasta que tenga mi propio marcador reembolsado.
―Estoy aprendiendo. ―Suspiro―. De todo esto, he aprendido que no se trata de deber o de poseer. El amor, la vida y las relaciones no son pesos ni contrapesos. No sé lo que son exactamente, pero no son la posesión de alguien.
Aférrate a eso, Yamila, y aférrate a la hermosa mujer que tienes en el interior.
―Te quiero, Paula.
―Yo también te quiero, nena. Llamaré cuando aterrice mañana.
Finalizando la llamada, me siento triste por mi amiga, pero aparte de eso, siento emoción. Mi futuro está frente a mí, y por primera vez en la historia, tiene un aspecto luminoso.
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