Salto hacia atrás contra Pedro y juro que lo siento. ¡Eso! Su cosita me hurga en la espalda. Me da risa, lo que hace a Lucas reír aún más duro. Decido que una explicación es necesaria.
—Pedro me está enseñando cómo frotar.
—Veo eso —comenta, secándose los ojos—. Me dijo cómo frotar la carne, también, pero nunca me lo mostró.
—Oh, por el amor de Dios, Lucas, ¿qué estás haciendo aquí? —refunfuña Pedro detrás de mí.
Miro hacia atrás mientras se aleja de mí para ajustarse su... cosita.
—Dijiste que querías que la ayudara esta noche. Supongo que tienes todo bajo control. Y mientras ustedes dos están de regreso aquí frotando y la mierda, tienes un bar lleno de gente y Sally necesita una mano...
—Oh, querido Señor —exclamo, quitándole de las manos a Pedro el trapo de la barra.
Sus ojos se entrecierran un poco mientras me limpio las manos y se lo tiro de nuevo, antes de dirigirme a la barra donde veo a un cliente habitual que adivino es amigo de Pedro.
—Llegas temprano, Lucas —digo mientras pongo su cuenta delante de él.
—¿Pedro no está por aquí?
—Está cocinando —respondo, sirviendo su trago.
Se ve un poco desorientado. Está acostumbrado a que Pedro o Sally se encarguen de él. Interactúan muy bien con él. Es un poco distante.
—¿Tienes una broma para mí? —pregunto con una sonrisa.
—No es así como funciona —se queja y toma un sorbo.
—¿Cuál es la bebida favorita de Bruce Lee?
Me mira como si estuviera loca.
—El wataaah —digo mientras hago un golpe de karate falso.
Toma otro sorbo y se sienta en silencio, recordándome que soy una terrible camarera bromista.
Mientras me mira, me empiezo a sentir bastante estúpida.
Estoy dispuesta a pedirle disculpas cuando se ríe en alto para que todos en la barra me miren. Comienzo de inmediato a reír junto con él, porque su risa es tan exagerada que no puedo evitarlo.
—¿Todo está bien? —Pedro sale de atrás para ponerse a mi lado.
—Es toda una voluntariosa —responde Julian con una sonrisa mientras se enjuaga las lágrimas.
Gonzalo y Lucas vienen a nuestro lado, también.
—Bueno, mierda, Pau. —El señor Resbaloso se ríe—. ¿Qué le dijiste?
—Es nuestro secreto. —Julian está inexpresivo mientras mira a Gonzalo.
—¿Lo vas a derramar, Pau? No puedo conseguir que este hijo de puta se ría por nada.
—Como dijo —le doy un guiño a Julian—, es un secreto.
***
Sé sus bebidas antes de que puedan sentarse, High Life de barril. Quiero decir, técnicamente la mayoría de los asiduos piden lo mismo, pero estos dos siempre tienen su primera ronda con un trago de vodka y un pedazo de limón.
—Las cosas baratas, muñeca —me saluda el viejo Burt.
Las cenas se están sirviendo y no tengo ni idea de cómo Pedro está a la altura, sin embargo, lo está.
Corro hacia la parte de atrás para darle una orden de la barra y encuentro a Gonzalo en la cocina con Pedro y las dos chicas de la semana pasada. No lo vi venir. Ahora sé lo que hacen para mantenerse al día.
La rubia besa a Pedro en la mejilla y me dan la espalda. He oído todo esto de las mujeres hablando de los hermanos Alfonso, no me gustó entonces. La veo besar a Pedro y, definitivamente, no me gusta ahora.
—¿Todo bien por ahí?
Pedro se separa de la rubia tonta y camina hacia mí, deteniéndose justo en frente.
—Seguro que lo está.
Miro a su alrededor y por supuesto, la tonta está sonriéndome. Sí, seguro que lo está.
Froto mi trasero. “Con clase y fabulosa”. Entonces, doy un paso atrás y me repongo, mientras me mira de la forma que siempre hace, como si estuviera tratando de comprenderme.
—Solo tienes algunas órdenes. La gente está comiendo en la barra. Debe ser tu toque especial. —Digo eso un poco más fuerte para que la rubia tonta me escuche. Aunque, estoy sorprendida de que lo dije en voz alta y mucho menos para irritar a la Rubia.
Sus cejas se alzan, haciéndome saber que lo he vuelto a sorprender. Una sonrisa lenta se arrastra arriba en la esquina de su labio mientras niega y cruza los brazos frente a su pecho.
—¿Me vas a dar las órdenes o las mantendrás para ti?
—Tal vez se las dé a ella —susurro.
Ahora tiene una sonrisa completa. Nunca me di cuenta de lo blancos que eran sus dientes, me gustan.
—Sadi —dice en voz alta— Pau tiene algunas órdenes que necesita que prepares.
—¿Desde cuándo lleno pedidos de la ayuda temporal? —se burla mientras camina alrededor de él y mete su mano en frente de mi rostro.
—Desde ahora. —Se las entrego y la miro—. Y no soy ayuda temporal; He estado aquí desde hace dos semanas y un día.
Resopla y Pedro se ríe.
—Sadi, deseas mantener esta pequeña noche del viernes corr...
—Y los jueves —comenta ella burlonamente.
—Prepara las órdenes. —Pedro sigue sonriendo hacia mí mientras hago un ceño y le doy la espalda caminando, frotando mi trasero para mi recordatorio diario.
Estoy casi detrás de la barra cuando me toma del codo.
—¿Quieres decirme qué fue todo eso? —Miro hacia él, frotando mi trasero de nuevo y niego—. Mira, tú vienes a conseguir la comida, las propinas son tuyas. Ella saca la comida, son suyas. Cuanto antes terminemos con esa deuda, más rápido podrás...
Mi estómago da un salto.
Paso junto a él y agarro los platos de comida del mostrador antes que ella. Susurra:
—Cuidado, perra.
—¿Perdón? —contesto en un susurro, sinceramente, sin pensar que pudiese haberme dicho eso a mí.
—No tiene ningún interés en ti. —Se ríe burlonamente mientras me mira de arriba a abajo.
—Mi interés está en mi trabajo —índico con tanta confianza como puedo reunir.
Necesito este trabajo con el fin de pagar mi deuda con Pedro. Entonces, podré seguir adelante, dejar todo esto y él puede volver a lo que tiene con ella o con quién sea.
Mi pecho quema con molestia. Quiero frotarme el trasero de nuevo. “Con clase y fabulosa”, me va bien esta noche.
Siempre debo trabajar este fabuloso trasero con nada más que con clase. Entiendo eso. Dirijo esta madre.
Apartándome de ella, con platos en mano, me centro en mi trabajo.
Cuando la cena termina, Lucas viene detrás de mí y empieza a frotar mis hombros.
—La prisa terminó, los refrigeradores están llenos. Tómate quince minutos y enfríate. Estás bastante malditamente tensa, Pau.
—No, ve tú —protesto, lamentablemente alejándome del masaje en mis hombros.
—Insisto.
Estoy a punto de rechazarlo de nuevo cuando veo a Pedro mirando en mi dirección y decido tomar el descanso que necesito.
Una vez que doy un paso fuera, dejo escapar un fuerte suspiro.
—¿De verdad crees que tienes una oportunidad?
Miro mientras Sadi saca el humo por su boca en mi dirección.
—Estoy aquí para trabajar, no para mantener la atención de nadie.
—Sí, eso es lo que dicen todas. —Lanza el cigarrillo al suelo y lo pisa con su bota de cuero—. Después de que tenga sexo contigo, va a dejarte ir, como a todas las demás.
—Bueno, voy a asumir que esa es tu forma de marcar su territorio y te puedo asegurar que...
—¿Por qué crees que ya no te quiere aquí el jueves por la noche? Después de que consigue todo, ¿de verdad crees que querrá que le des calambres a su estilo? Quiero decir, no puedes incluso mantener tu mierda bien detrás de la barra. Dependes de él para todo. Un hombre como Pedro no quiere a una pequeña duende necesitada como tú reteniéndolo. Se hizo cargo de su madre durante años y finalment...
—¡Sadi!
Aparto la mirada de ella mientras Gonzalo viene hacia nosotras.
—Mantén la maldita boca cerrada —susurra ella.
Mientras me giro para alejarme, Gonzalo me detiene.
—¿Estás bien?
—Por supuesto. —Froto mi trasero mientras camino a su alrededor. Con clase.
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